Yo voto sí por la Cuba que vivo y por la que pretendo

Yo, hasta el día de hoy, si me tengo que clasificar, cosa que en general me molesta, iría en el estante de: mujer-blanca-heterosexual. Salí bien, entre las muchas discriminaciones que nos pueden complicar la vida me va tocando el machismo, ah, quizás también el fatalismo geográfico de haber nacido en provincia, de familia humilde y sin pedigrí.

Pero después, con absoluto uso de razón, me he conseguido otros estigmas, algunos inexactos, pero los asumo con tanto orgullo en esencia que no voy a hacer aclaraciones: comunista (esto me costó al menos una amiga), santera (ni enumerar cuántos cuestionamientos), me enamoré a veces de un negro prieto, de un mulato, de un trigueño quemaito, no sé, porque no aprendí la noción de los colores aplicados a los seres humanos, hice amigos y no tuve la prudencia de preguntarles antes si le gustan las mujeres o los hombres, los quise tanto como me quisieron y ya, simplemente.

Cuando en el Proyecto Constitucional no se aprobó, por ejemplo, el artículo 68, yo sentí también que había perdido una causa. Es más, yo habría votado a favor de la adopción y el acceso a los programas de reproducción asistida de forma igualitaria para todas las parejas humanas.

Me irrité una vez más con el fundamentalismo cristiano, expresé mi opinión en la asamblea de mi centro de trabajo, escribí, compartí, apoyé y di like en facebook a todo lo que olía a favor del 68 y no por respaldar a otros, sino porque la cuota de infelicidad o injusticia que alcance a algunos termina afectándonos a todos.

Estoy en contra de todas las discriminaciones, de todos los tipos de violencia, de los miedos y los prejuicios.

Voto por los derechos, por los puentes y las puertas abiertas al progreso y a la proaperidad individual y colectiva, la de la economía y también la prosperidad de los valores.

Voto por la seguridad, por el civismo y por la  la oportunidad de soñar. Voto por la memoria, por no arrendar derechos que nos cuesten esencias.
 
Este 24 de febrero, voto sí por las conquistas de mis abuelos, por el futuro de mis hijos, por mi presente sin arrepentimientos, con retos y paz, por no vender lo que que no tiene precio.

Yo no voto sí por un grupo, voto sí por todos. Por la Cuba que vivo y por la que pretendo, por la que ansío, que no es la misma, pero es igual: cada día más justa, siempre tan humana.

Yo voto sí porque la ley primera de nuestra República siga siendo el culto de los cubanos a la dignidad plena, pero con formas y colores que permitan legislar, con absoluta justicia, estos tiempos.