Chucho Valdés

Chucho Valdés no entiende de convenciones si de música se trata, y así lo demostró en el concierto que ofreció la víspera en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Si bien el multipremiado jazzista había anunciado parte de su repertorio, superó con creces las expectativas del auditorio que siguió milimétricamente el desempeño de uno de los más grande músicos de todos los tiempos.

Valdés fue, una vez más, dueño absoluto de las 88 teclas, que manejadas a su antojo pueden compartir la nota inesperada y hacer de grandes clásicos una propuesta redimensionada de altísimos quilates, capaz de hacer sentir celos al más sobresaliente de los compositores.

La velada arrancó con In walked Bud, un homenaje que el gran Theloniuos Monk hiciera a ese gigante del jazz que es Bud Powell, y siguió con el estándar Hojas muertas, una creación enraizada en la canción francesa de igual nombre popularizada por el actor y cantante Yves Montand a mediados del siglo XX.

Luego el momento familiar, primero Bebo Valdés, su padre, del que interpretó Con poco coco, una de las piedras angulares sobre las que se erige el jazz afrocubano; después Caridad Amaro, su abuela paterna, a quien dedicó el tema homónimo concebido para el documental Calle 54, del director español Fernando Trueba.

No faltaron los homenajes a Coltrane con Giant Steps, a Gershwin con Sumertime, a su tierra natal con Son a Quivicán, el guiño a Rachmaninov, y la evocación a Chopin como el más grande del romanticismo musical.

Valdés es la fusión de todas esas músicas, de todos esos pianos, y de entre ellos se levanta único y colosal, aunque también convida, esta vez no a instrumentistas, sino a un público que agradecido lo aplaude hasta la saciedad.

El concierto unipersonal del ganador de seis Premio Grammy y tres Latin Grammy abrió un ciclo dedicado al jazz que organizado por el Instituto Cubano de la Música contempla también las presentaciones de Gonzálo Rubalcaba, Hernán López Nussa, y la Orquesta Sinfónica de Venezuela.