Cuba y Puerto Rico, las dos alas de un pájaro

La Habana, Cuba,- Una sencilla tarjeta postal, firmada por dos puertorriqueños y un cubano, invitaba a un determinado número de amigos de la independencia antillana a intercambiar impresiones alrededor de una mesa fraternal.

Eran 15 los hombres que con alma de hermano se unieron en un salón de café a hablar de la fe común, del cariño cada día más apretado entre Cuba y Puerto Rico, de la empresa emancipadora. Corría el año 1893 y José Martí ya había recorrido Jamaica y la costa atlántica de Estados Unidos.

En este ir y venir febril de trajines organizativos, Martí volvió a Santo Domingo para trasladarse luego a Costa Rica y entrevistarse allí con Maceo. La América toda le bullía en el alma y le ofendía el destino de Puerto Rico.
Los quince de la mesa de Raymond

Lograr la independencia absoluta de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico. Así quedó establecido en el artículo primero de las bases del Partido Revolucionario Cubano. Para Martí, la patria, en Cuba y Puerto Rico, representaba la voluntad viril de un pueblo dispuesto al triunfo de su emancipación.

La república, en Puerto Rico como en Cuba, no sería el predominio injusto de una clase de cubanos sobre los demás. Y reforzó la idea con esta frase: “Volverá a haber, en Cuba y en Puerto Rico, hombres que mueran en la defensa del derecho de los demás hombres”.

Con esta alma enérgica y piadosa, con estas ideas, con sus palabras en los labios, se sentaron los quince hermanos de la mesa de Raymond, los quince amigos que querían hablar de la tierra común. Entre ellos Martí, cuya voz se desató ardiente y conminatoria.
Lares y Yara en la historia

Aquellos quince hombres, revolucionarios todos, querían hablar de la tierra común, que querían declarar como el club Lares y Yara de Cayo Hueso, como los dos pabellones con que recibía el pueblo de Tampa al Partido Revolucionario Cubano, como el puertorriqueño que juraba su sangre y su fe a un cubano, porque allí se hablaba de Ponce y San Juan, de Yara y Las Guásimas, de Cuba y Puerto Rico, las dos alas de un mismo pájaro.

La mesa misma, con Martí a la izquierda, al lado del cajista escritor, frente al abogado, con el jornalero, cerca del criollo recién llegado a Nueva York.

Esta última cena de Martí en los Estados Unidos, un 14 de abril del año 1893, no fue una cena más entre amigos. El propio Martí la había calificado como una mesa de esperanzas y dolores, y de hombres al servicio de la patria.