Elena Burke

Este 28 de febrero, Elena Burke cumpliría 90 años. Fue (es) una de las más grandes intérpretes cubanas de todos los tiempos, figura esencial del feeling. Nos acercamos a esa obra inmensa…

Eran los años del esplendor del feeling, esa expresión que bebía de nuestras más hondas tradiciones musicales y también (y en no menor medida) del jazz, de la música de los negros. El feeling no era simplemente un género, era una actitud ante la vida, un sentimiento. Entre todas las figuras que lo defendieron (que lo vivieron), una pléyade de estrellas, criaturas de la noche habanera, entre todos esos cantantes que cantaban y decían como si cantar fuera decir y decir fuera cantar, entre todos una brilló como pocos, una fue grande entre los grandes: Elena Burke.

Nos son pocos los que dicen que ha sido la más completa y raigal de las intérpretes de la cancionística cubana. En arte no hay manera de decidir esas jerarquías, ni conviene hacerlo. Lo cierto es que Elena era única. Una voz cálida, de hondas resonancias, una singular presencia escénica (ella salía al escenario —me cuenta un amigo que la vio cantar en los centros nocturnos de los años sesenta— y ya dejaba de existir lo demás, no podías dejar de mirarla), una sensualidad muy elocuente al decir…

Elena les descubría matices insospechados a los temas que interpretaba, y no solo desde el punto de vista puramente musical (sus variaciones eran deliciosas, aportaban interesantísimas líneas melódicas, siempre coherentes con el espíritu de la partitura); también en las intenciones, en el decir. Ella multiplicaba los sentidos, iba más allá de las letras, sugería sin necesidad de explicitar.

Buen gusto, natural buen gusto, que no iba reñido con el salero cubanísimo. Jacarandosa sí, vulgar jamás —la escuché decir un día en un programa de radio. Tenía que ver, claro, con su formación, de la mano de maestros rigurosos; pero sobre todo, con el respeto al público.

Ella podía ser hilarante, pero también desgarradoramente dramática. Y sus transiciones podían ser súbitas y contundentes. Con una mítica economía de gestos, moviéndose lo justo, lograba recrear una atmósfera.

La Señora Sentimiento, imposible mejor sobrenombre. Cantó a los más grandes autores de nuestro panorama. Y todos la admiraron. Tuvo legiones de seguidores; los tiene, a más de 15 años de su muerte. Esa voz está salvada.