La ciudad es el reflejo de su gente

Una de las características que mejor define a un camagüeyano es el orgullo por su tierra. Cada una de las calles, callejones, plazas e iglesias; es el reflejo de quienes la viven y sienten por ella, pero también de quienes llevados por la desidia no se toman en serio el cuidado de la ciudad.

A pesar de los ingentes esfuerzos de la Oficina del Historiador (OHCC) por preservar la condición de Patrimonio de la Humanidad, existe un incremento de las indisciplinas sociales que atentan contra la limpieza y el bienestar general de los ciudadanos.

La más recientes iniciativa para eliminar esas conductas y malos hábitos, es la campaña de bien público “Ciudad que vivo, ciudad que soy”, la cual promueve la necesidad de unir fuerzas institucionales y sociales para incrementar la civilidad y el respeto por el ornato público.

Liderada por la OHCC, cuenta con tres etapas fundamentales con una duración de un año, en las que se prevé un cambio físico en el entorno urbano con la colaboración de diferentes autoridades e instituciones, los medios de comunicación y líderes de opinión.

En esencia, se trata entonces de aunar esfuerzos en aras de materializar acciones de mantenimiento, saneamiento, capacitación, comunicación y educación ciudadana en una urbe próxima a cumplir 500 años y cuyos valores arquitectónicos y culturales, así como su preservación, la convirtieron en una de las ciudades patrimoniales del mundo.

Pero “Ciudad que vivo, ciudad que soy”, no puede ser solo soportes gráficos y promocionales, mantenimientos constructivos o acciones socioculturales. Por eso, la campaña busca crear conciencia en la población y de que cada cual haga de la ciudad su casa y un espejo de su actuar diario.

Apelar a ese orgullo por el legado cultural significa llevar a la práctica términos como disfrute, convivencia y camagüeyaneidad. Es simplemente, apostar por una calidad de vida en correspondencia con la buena salud de una villa con más de cinco siglos de historia.

Las difíciles condiciones económicas, la falta de disposición o la imposibilidad  de cooperar no puede ser el pretexto de hábitos incorrectos ni de una conducta cívica  irresponsable. La ciudad  no tiene por qué pagar las consecuencias de la desidia de su gente.

Vivir a Camagüey desde lo que somos y defendemos es el camino. El sentido de pertenencia ante cada adoquín, leyenda o belleza arquitectónica la convertirá en un destino seguro para el turismo de ciudad, pero también en un mejor hogar para todos.