Marabana: Filípides, Kipchoge y otras proezas

Correr se ha puesto de moda. La clásica maratón de 42 kilómetros y 195 metros gana adeptos vertiginosamente en cada rincón del planeta.

Correr se ha puesto de moda. La clásica maratón de 42 kilómetros y 195 metros gana adeptos vertiginosamente en cada rincón del planeta. Se comenta, en el mundillo atlético, que toda urbe cosmopolita respetable tiene una justa capaz de atraer a miles de andarines locales y llegados desde otras latitudes.

Para atestiguarlo están los casos de Boston, Nueva York, Chicago, París, Tokio, La Habana, Ciudad de México, Berlín, Londres, Madrid y Moscú, entre otras.

La adrenalina que genera este tipo de actividad es tanta que se ha convertido en un estilo de vida; un idioma universal cargado de emociones, vivencias, dolores y conquistas que hermana a los involucrados, siendo un hermoso testimonio de inclusión en igualdad de condiciones.

Del origen y desarrollo de esta impresionante prueba y de su arraigo y popularidad en nuestros días se hablará en los párrafos siguientes.

FILÍPIDES Y SU MARAVILLOSO APORTE

El origen de la carrera de maratón está en los anales de la Grecia antigua. En el año 490 antes de Cristo tuvo lugar una contienda bélica entre 50 mil soldados persas, dirigidos por Darío, y las tropas helénicas al mando de Militiades.

La conflagración ocurrió en la llanura de Maratón, situada a más de una jornada de viaje de Atenas. Militiades había ordenado a su pueblo que si al término del tercer día no regresaban, sacrificaran a los niños, a las mujeres y por último a los hombres, pues el retraso era señal de no haber vencido en la batalla.

Finalmente ganaron los griegos, pero se agotaba el tiempo para dar a conocer la buena nueva. La premura se convirtió en el peor enemigo y un bravo guerrero de nombre Filípides realizó el trayecto de Maratón hasta Atenas (alrededor de 40 kilómetros) corriendo, y luego de anunciar “Victoria”, falleció.

Tal vez su muerte no se debió solo al esfuerzo de la carrera, sino también a los varios días de cruenta lucha que libró junto a sus compañeros bajo agrestes condiciones.

Este pasaje forma parte de la tradición griega. En 1834 Filípides fue inmortalizado por el escultor Cortut en los Jardines de las Tullerías, en París. Seis décadas más tarde, el Barón Pierre de Coubertin preparó el programa de los I juegos olímpicos de la era moderna. Un eminente profesor de la Sorbona, llamado Michel Bréal, sugirió incorporar a la cita la distancia recorrida por Filípides entre Maratón y Atenas.

Al principio Coubertin no estuvo de acuerdo, porque le pareció inhumano cubrir semejante tramo. No obstante, se impuso el deporte y el 10 de marzo de 1896 se efectuó la primera maratón de los juegos olímpicos modernos. Spiridon Louis, representando al país sede, llegó antes que todos a la línea de meta ubicada en el delirante estadio Panatinaico, con un crono de 2.58:50 horas.

El nacimiento de este evento atrajo la atención de muchas personas. Unas semanas más tarde, algunos atletas estadounidenses que participaron en los Juegos organizaron una carrera en Boston. La distancia fue inexacta por algún tiempo, aunque siempre se corrió alrededor de 40 kilómetros.

En 1908, en los Juegos Olímpicos de Londres, ocurrió el cambio definitivo. En la capital del imperio británico las medidas para la prueba se realizaron en millas y yardas, y no en kilómetros y metros.

Se estableció en aquella ocasión un recorrido de 26 millas (41.834 km), pero fue preciso agregar 385 yardas para que la meta estuviera situada frente al castillo, y así los monarcas y su descendencia presenciaran el arribo de los corredores sin mucho esfuerzo. Al final se recorrieron 42 kilómetros y 195 metros, tramo que la IAAF adoptaría como oficial tiempo después.

LAS MUJERES Y SU HISTORIA

El accionar de las féminas comienza en los Juegos Olímpicos de Atenas en 1896. Aunque se ha escrito poco de esta hazaña, una griega llamada Melopemene se inscribió y no fue autorizada a competir. No obstante, valiéndose de alguna treta participó y agotó la ruta en un tiempo aproximado de 4.30:00 horas, según datos aportados por historiadores.

El 3 de octubre de 1926 una británica de nombre Violet Percy corrió la famosa “Poly”, en Chiswick, la justa más longeva de su país, registrando 3.30:22 horas.

Generalmente las muchachas participaban de forma extraoficial dentro de las lides masculinas, hasta que ocurrió un incidente en el maratón de Boston en 1967 que cambió el curso de la historia.

Katherine “Kathy” Switzer, de Gran Bretaña, propició una trifulca de enormes dimensiones. Se inscribió como K. Switzer y avanzó tres kilómetros junto a su novio antes de que los jueces detectaran que era una mujer. Intentaron sacarla pero fue inútil. Recibió la protección del resto de los participantes y concluyó en 4.20:02 horas.

La primera chica en competir en Boston fue la estadounidense Roberta Gibb Bungay, quien apagó los relojes en 3.21:40 horas en 1960, aunque lo hizo de forma extraoficial.

Estados Unidos organizó y reconoció su primer maratón femenino en el año 1970. Un campeonato nacional debidamente acreditado fue estrenado por la antigua República Federal de Alemania, el 28 de octubre de 1973.

Entonces apareció la inigualable noruega Grete Waitz en Nueva York, en 1978, en un evento que ganaría en nueve ocasiones con registros cercanos a los conseguidos por los hombres en aquellos años.

Las damas debutaron en campeonatos mundiales en Helsinki 1983; en juegos olímpicos en Los Ángeles 1984; en juegos centroamericanos y del Caribe en Santiago de los Caballeros 1986; y ese mismo año en los Juegos de la Mancomunidad Británica. Finalmente, se estrenaron en los Juegos Panamericanos de Indianápolis 1987.

ETIOPÍA Y KENIA A LA VANGUARDIA

Varios países cuentan con verdaderas escuelas de maratón. En Asia llevan la voz cantante Japón y China, sobre todo en el sector femenino. En Europa sobresalen corredores de ambos sexos de Rusia, Alemania, Italia, España y Gran Bretaña. Por América han logrado incluirse en la élite formidables atletas de Estados Unidos y México.

Esta segunda nación ha aportado estrellas del calibre de María Flora Moreno, Olga Ávalos, María del Carmen Díaz, Adriana Fernández, Madai Pérez, Benjamín Paredes y Dionisio Cerón. Sin embargo, las mayores palmas son para África.

Sus deportistas son reinas y reyes indiscutibles que mucho han aportado al desarrollo de la prueba a nivel internacional. La lista es interminable, desde el precursor Abebe Bikila, pasando por Mamo Wolde, Haile Gebrselassie, Kenenisa Bekele, Fatuma Roba, Mare y Tirunesh Dibaba, Paul Tergat, Wilson Kipsang, Dennis Kimetto, Tegla Loroupe, Katherine Ndereba, Edna Kiplagat, hasta el kalenjin Eliud Kipchoge, engendrado en el Valle del Rift.

Este último es el más sobresaliente por mucho en la última década, y nada le falta en su palmarés excepto un récord mundial, al que ha atacado varias veces. Se nos antoja creer, con toda certeza, que lo conseguirá en contiendas venideras.