Dinero cubano

De vez en cuando se habla de los “productos ociosos o de lento movimiento”. A veces lo escuchamos en la televisión o leemos la frase en los periódicos. El término ha tomado un uso más frecuente como parte de los llamados a sustituir importaciones y a sanear la economía del país.

En los años 90 y aun a principios de los 2000, el país tuvo un cúmulo importante de estos artículos, debido a la desaparición del Campo Socialista. Antiguas tiendas como la capitalina Fin de Siglo fueron dedicadas a su “venta a la población”. Ahí podían verse en la planta baja desde lentes para cámaras fotográficas Zenit hasta gorros ushankas como los del Ejército Rojo.

Durante años las cantidades almacenadas por el Estado de productos importados y nunca utilizados siguieron acumulándose, y el tema vuelve a tomar actualidad como un problema a solucionar. Los productos ociosos provenientes del Campo Socialista fueron en parte por la desaparición de acuerdos y fábricas, la incompatibilidad, la obsolescencia, y algunas importaciones innecesarias como parte del vínculo de Cuba con la Unión Soviética, Checoslovaquia, la RDA y otros países. Pero entre las razones de existencia de estos en la actualidad, acumulados durante los últimos 20 años o más, se incluye la importación de algo que se producía en el país o que otro ya había importado, la sustitución de lo que aun funcionaba, lo que puede haber sido fruto del vínculo o interés de algún directivo. Lo que se trajo para algún proyecto que quedó a medias.

Pero lejos de las naves de almacenamiento, mucho más cerca de nosotros y más visibles, permanece lo que probablemente sea la mayor acumulación de productos ociosos o de lento movimiento que sufre la economía del país. Porque habría que preguntarse a qué se le debería llamar hoy  “productos ociosos o de lento movimiento”. Adecuar el concepto a lo que en vez de estar oculto en algún oscuro almacén está a la vista de todos y que el nombre lo retrata. Una cantidad significativa  de artículos y productos ociosos o de lento movimiento los podemos ver en las tiendas minoristas de las llamadas “en divisas”.

Con solo entrar a estas llama la atención la cantidad de cosas inútiles en los estantes que apenas se venden, junto a otras cosas necesarias pero que la gente no puede comprar. Y ahí permanecen. Con precios que supongo no guardan relación con el menor estudio de mercado, cogiendo polvo en exhibición con las etiquetas del precio ya amarillentas. Televisores de viejo diseño a más de 600 CUC, junto a freidoras, tostadoras, hornos, lava-vajillas, obsoletos reproductores de DVD, bocinas y equipos de música, todos conformando una especie de escenografía electrónica. Memorias y tarjetas flash que con el doble de capacidad y la mitad del precio pueden ser compradas en el mercado informal. Tablets a las que la rebaja les llegó indolentemente tarde y ya ni así se venden. Cocinas de gas a precios de nuevos ricos, cuando los nuevos ricos compran estas cosas en Panamá. Ropas con rastros de óxido por el tiempo que llevan en las perchas, con 3 y 4 etiquetas de rebajas simbólicas tachadas con bolígrafo. Casitas plásticas de jardín para juegos infantiles, arrinconadas y sucias. Cosas que los empleados han olvidado el tiempo que llevan ahí.

Otras apenas se mueven: Licores polvorientos con más tiempo en la tienda que varios trabajadores.  Tenis de marca a precios olímpicos rodeando a aburridos empleados. Artículos del hogar sin hogar. Boutiques que abren y cierran, para abrir otra y volverla a cerrar. Perfumerías de lujo sin un hueco en sus estantes, en un país donde el mayor indicador de que algo se vende es que se acaba. Conservas europeas que rellenan los estantes de alimentos, frascos y latas gigantes de encurtidos, enormes formatos de lavavajillas, suavizantes, blanqueadores, que ayudan a que los estantes no se vean vacíos. Todo grande, colorido, que ocupe espacio, un montaje que sería la envidia de un set  cinematográfico.

¿De dónde ha salido todo eso que se ha acumulado en las tiendas durante años?

Uno de los mayores problemas para abastecer el país es la escasa disponibilidad de divisas (de las de verdad) con que el país puede salir a comprar en el mercado internacional. Cuando usted compra en una tienda en Cuba, paga con CUC o pesos, pero el artículo tiene que ser importado en dólares o euros. Dólares para pagarlos, para servicios de flete,  que son asignados a las empresas importadoras para abastecer el país. Pero… ¿De cosas que después no se venden?

¿Qué tiempo tiene que esperar la economía nacional para recuperar lo invertido en productos que llevan meses o años sin venderse? Que su venta es a cuenta gotas o que apenas se han vendido. Si se calculara lo que le ha costado al país -sin recuperar un centavo- la permanencia eterna de esos productos en las tiendas, algunas de las carencias que sufre nuestra economía por falta de liquidez para importar otras tal vez pudiera cubrirse.

Se habla ahora de no pagar salarios sin “respaldo productivo”, a partir de lecciones aprendidas, debería hablarse también de no importar productos sin respaldo comercial.  Lo que en el capitalismo regula el mercado, en el socialismo no puede regularlo otra cosa que no sea la conciencia.

(Tomado de La pupila insomne)