Escuelita Horacio Cobiellas

La escuelita Horacio Cobiellas, de la calle 15 de El Modelo, recibió una visita inesperada, y por muy preparados que estuvieron sus trabajadores siempre se hizo sentir. Irma, la visitante, se llevó parte del techo de algunas de sus pequeñas aulas y el baño de los niños. Además, las raíces del viejo árbol que daba sombra al patio derribaron el pozo del agua. En tales condiciones parecía cosa de futuro reiniciar las clases allí, pero fue en ese momento cuando cuatro casas del barrio se convirtieron en aulas. Hasta una de ellas se llegó Adelante Digital en busca de una historia de esas que los huracanes no se pueden llevar.

Frente a la escuela viven Tomás Sotomayor e Inry Daicy Armas, ellos fueron de los primeros en convertir la terraza de su hogar en un aula de cuarto grado. Cuenta la maestra Dora que enseguida movieron la pizarra, las sillas y las mesas para el ranchón de Tomás y allí reiniciaron el curso. “El apoyo de ellos fue muy importante, pues este grado, por ejemplo, abarca mucho contenido y además tiene una prueba final para terminar el primer ciclo. Por eso la ayuda brindada por ellos se convirtió en doblemente meritoria, porque no es conveniente perder clases. Tomás e Inry ya forman parte de nuestra escuelita”, dijo la maestra, mientras recordaba los dos días que tuvo que improvisar un aula en la casa de estos vecinos.

Al preguntarle a Tomás por qué lo hicieron, la respuesta fue corta pero contundente: “Esa es nuestra escuela”, y es que su morada es casi una extensión del centro educacional, al punto de que todavía permanecen allí resguardadas las computadoras, los televisores y parte de la base material de estudio.

“Así mismo lo hicimos cuando Ike, hace ocho años, pues ese es el deber nuestro como cubanos y revolucionarios, no podíamos permitir que los alumnos dejaran de recibir sus contenidos, por eso buscamos esta solución y los niños se pusieron muy contentos; adoran a mi esposa, estaban como en su propia aula”.

Después de colar café, como es costumbre en los hogares cubanos cuando llega visita, Daicy se sumó a la conversación. “A cada rato los niños me preguntan: ‘Tía, ¿cuándo vamos para el ranchón de nuevo?’, eso es una muestra de que se sintieron bien, muchos pudieran pensar que es un trabajo adicional, pero no, estoy muy orgullosa de haberlo hecho, y si mil veces viene otro huracán como Irma, mil veces mi casa estará disponible”, enfatizó, pero ojalá no se repita y esta historia quede solo para contar, como una muestra de la madera de la que estamos hechos los cubanos.