DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO UNIDO DE LA REVOLUCION SOCIALISTA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO CONMEMORATIVO DEL 27 DE NOVIEMBRE, CELEBRADO EN LA ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EL 27 DE NOVIEMBRE DE 1963.

 

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS

DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

 

Estudiantes: 

 

Días atrás, mientras realizaba una visita casi acostumbrada, cuando las oportunidades nos lo permiten, a la Universidad de La Habana, pensaba, en tanto conversaba con un grupo de estudiantes, que este 27 de Noviembre sería buena ocasión para tratar desde esta tribuna universitaria una serie de cuestiones que nos interesan mucho, interesan a nuestro país, interesan a nuestra economía, les interesan a ustedes. 

Posteriormente ocurrieron una serie de acontecimientos, o mejor dicho, un acontecimiento de carácter internacional de gran trascendencia y, sobre todo, muy revelador del estado de descomposición de la sociedad imperialista, lo cual hizo que la atención de nuestro pueblo, de nuestro país, se preocupara en el análisis y le prestara la atención debida a ese acontecimiento. 

Con posterioridad —precisamente ayer— por otras causas tuvimos una reunión con estudiantes de la enseñanza secundaria.  En esa ocasión, algunos de los temas que nosotros habíamos pensado tratar aquí en el día de hoy, fueron planteados ante aquellos estudiantes.  Les quiero decir con esto que se ha presentado el 27 de Noviembre no con las características que hubiéramos deseado nosotros, es decir, sin otros problemas que no fueran nuestros problemas puramente técnicos, estudiantiles, académicos y, además, sin un tema en parte tratado. 

Por eso me parece, presiento que de ninguna manera voy a quedar muy conforme, porque yo pensaba que este iba a ser el día para tratar una serie de cuestiones que tienen que ver con la técnica, con la economía, con la educación, con muchas cosas (APLAUSOS).  Pero de los otros temas hay que decir algo de todas formas, es decir, de los temas que nosotros habríamos deseado no hablar aquí. 

Voy a referirme lo más brevemente posible, algo así como una referencia, a la cuestión relacionada con el asesinato del Presidente de Estados Unidos.  Y es cómo los hechos que se han ido produciendo van paulatinamente desenmascarando toda la maniobra, toda la trastienda sucia, inescrupulosa, que había detrás de ese episodio; el complot contra la paz, la siniestra conjura que cada vez se perfila más en la imaginación, en la idea de los responsables de ese hecho. 

Cada día la opinión pública mundial recibe más y más elementos de juicio que ponen al desnudo, que desenmascaran completamente la maniobra que se urdió contra el mundo, y como parte del mundo —muy especialmente— también contra nuestro país; aparte de toda una serie de cosas extrañas que cada día se hacen más extrañas y que hacen cada día más débil la versión, los infundios, las insinuaciones que se quisieron hacer a raíz de la muerte de Kennedy; aparte —decía— de toda una serie de hechos sobre los cuales el mundo se ha puesto a pensar, todo el mundo se ha puesto a pensar, y mientras más piensan sobre ello menos explicación le encuentran. 

Hoy, por ejemplo, un campeón de tiro quien puede decirse un especialista en tiro, campeón olímpico de tiro —creo que se llama Hubert Hammerer—, declaró en Viena que es inverosímil que un tirador equipado con una carabina de repetición con teleobjetivo pueda dar en el blanco tres veces seguidas en el espacio de cinco segundos, cuando dispara contra un blanco que se desplaza a una distancia de 180 metros, a una velocidad de 15 kilómetros por hora.  Ya empiezan a perfilarse toda una serie de detalles. 

Cuando nosotros leíamos este cable recordábamos algunas experiencias sobre estas cuestiones, sobre todo en cuestiones de fusiles con mirilla telescópica, y que cuando desembarcamos en Cuba teníamos medio centenar de fusiles de mirilla telescópica y los habíamos preparado muy bien.  Habíamos hecho muchas prácticas con esos fusiles.  Conocemos perfectamente todas las características de ese tipo de fusil, porque los teníamos de distintos poderes.  Y una de las dificultades del fusil de mirilla telescópica es que una vez que se dispara sobre un blanco, el blanco se pierde por efecto del disparo, solo por efecto del disparo, y es necesario volver a encontrarlo rápidamente, aún más cuando se tiene que palanquear otra vez el rifle.  Porque al principio se dijo que era un rifle automático, después se vio que no era automático, o semiautomático, o de repetición, y con ese tipo de arma es realmente muy difícil hacer tres disparos consecutivos; pero, sobre todo, difícil dar en el blanco, casi imposible. 

Recordábamos ciertas competencias de tiro que se conocen en distintos países.  Por ejemplo, en México hay un tiro de los aficionados que se realiza sobre un cordero que sueltan en un punto y corre por entre las lomas —creo que hace un recorrido de unos 200 metros—, y mientras realiza el recorrido se permite hacerle tres disparos.  Los mejores tiradores, disponiendo de tiempo suficiente, calma, mientras el animal hace el recorrido de los 200 metros muy rara vez pueden llegar a hacerle dos blancos; muy difícil, y excepcionalmente pueden llegar a hacer tres blancos, disponiendo de mucho tiempo y de absoluta calma, absoluta tranquilidad.  Y por lo general no era con fusiles de mira telescópica, sino con fusiles de una mira que le llaman mira Lyman, que es la que tienen los fusiles norteamericanos Garand y algunos fusiles de tiro con un círculo pequeñito en la mira, en cuyo centro se sitúa el objetivo.

Para disparar con rapidez se dispara mucho mejor con un fusil de esos que con una mira telescópica, porque no se pierde de vista el objetivo.  Los cables hablaban de un fusil de cuatro por dieciocho poderes, es decir, un fusil que acerca mucho el objetivo.  Y cuanto más potente es la mira, tanto más sensible es a cualquier movimiento y se pierde el objetivo.

Hay, además, la circunstancia —y todo esto parece indicar que puede haber aparecido ese fusil ahí como parte de la trama, del ardid, que hayan puesto ahí ese fusil, que no es precisamente un arma para disparar a 80 metros, ni para disparar tres tiros— de que la mira telescópica es un arma para disparar a 300, 400, 500, 600 metros, y aún más.  De los compañeros que vinieron en el “Granma” muchos hacían blanco sobre un plato a 600 metros con un fusil asentado, no disparado a pulso, y ese es el fusil de un francotirador para tirar a distancia.  Es realmente extraño que quien fuese a realizar un atentado desde 80 metros, desde una ventana, adquiriera un fusil de mira telescópica, cuando cualquier otro tipo de arma sin mira telescópica era mucho más apropiado para hacer un disparo a esa distancia.  Esa es una de las circunstancias extrañas que ya se empiezan a ver. 

Otro dato que me llamó la atención es que se compró el fusil por correo en 12,28 ó 12,78, o algo de eso, es decir, 12 dólares; y una buena mirilla como esa, sola, vale los 12 dólares y más.  ¿En qué lugar del mundo se venden fusiles de alto poder con mira telescópica, por catálogo, en 12,28 ó en 12,78?  Nosotros compramos unos cuantos de esos fusiles y sabemos lo que valen, tuvimos necesidad de comprar muchas mirillas y sabemos lo que cuestan las mirillas.  Ese era otro dato extraño. 

Se van sumando una serie de cosas realmente raras.  Se supone que el individuo quiere un fusil de mirilla telescópica para disparar con seguridad desde una distancia, y asegurar el tiro contra un objetivo fijo, no contra un objetivo móvil.  Para disparar sobre un objetivo móvil la mirilla telescópica se vuelve un estorbo.  Se utiliza esa arma para disparar desde distancia y asegurar el tiro, es decir que el individuo que hubiera intentado emplear una mira telescópica lo habría hecho tratando de buscar certeza en el tiro y seguridad.  En este caso, contra un objetivo móvil a 80 metros no buscaba certeza, y lo curioso es que tampoco seguridad. 

Es muy extraño, y lo que realmente se revela es que no se trataba de un fanático, en mi opinión.  En estas cosas siempre hay que basarse en opiniones, en suposiciones; pero es incuestionable, en primer lugar, que un fanático...  Probablemente sería la primera vez en la historia de un fanático que use una mirilla telescópica.  Primera vez en la historia.  Los fanáticos han utilizado revólveres, pistolas, bombas de mano, nunca mirilla  telescópica.  Además, por lo general, el fanático no actúa desde una ventana de un quinto piso.  Por lo general el fanático inmediatamente confiesa y explica por qué actúa.  Es una reacción psicológica del fanático. 

Aquí se da el extraño caso de que el acusado, o el supuesto asesino, dispara del lugar donde trabaja.  Ningún individuo que intenta escapar —es decir, ya no siendo un fanático, alguien pagado— se dispone a realizar el atentado desde el propio sitio donde trabaja, donde a los cinco minutos va a ser identificado, donde a los cinco minutos va a ser perseguido ferozmente por todas partes.  Habría buscado una azotea de otro edificio, habría alquilado un apartamento a lo largo de la trayectoria, se habría situado con su rifle telescópico a una distancia que le permitiera escapar.  Pero es muy extraño que un individuo, donde mismo trabaja, donde va a ser identificado a los cinco minutos, realice un hecho de esa índole desde allí y, al mismo tiempo, trate de escapar.  Eso no tiene lógica, no tiene sentido.  Una serie de circunstancias extrañas como esa. 

Luego, emplear ese tipo de fusil desde allí, tratar de escapar sabiendo que habría estado identificado inmediatamente.  Todas esas son cosas contradictorias, ilógicas e inexplicables, que lo mismo demuestran o bien que se inventó un culpable, que se fabricó un culpable, o bien que el autor de los hechos...  Porque aquí caben estas dos cosas:  o este individuo no es culpable y fue convertido por la policía en culpable, o este individuo es el que disparó y entonces toda su actuación no tiene otra explicación lógica o no tendría otra explicación lógica que la del individuo que mata, piensa escapar, pero al mismo tiempo queda perfectamente identificado como autor del crimen.  Y eso podía tener solo un sentido:  un individuo perfectamente preparado para realizar el hecho, con promesa de escapar, a quien se le asignaron una serie de actividades y de pasos previos para comprometer o no comprometer, sino para hacer caer la responsabilidad o insinuarla sobre aquellos a quienes a los autores les interesaba mucho hacer caer la responsabilidad. 

Después de nuestra comparecencia hemos obtenido nuevos datos:  una información del periódico “Excelsior”, de México, de que ese señor había visitado el Consulado de Cuba y de la Unión Soviética para obtener visa de tránsito por Cuba y hacia la Unión Soviética.  Inmediatamente indagamos con nuestros funcionarios consulares.  La versión del periódico, muy objetiva, explicaba cómo el individuo se había marchado disgustado, tirando la puerta, porque no le habían dado la visa. 

Pedimos información y se comprobó que era cierto que el 27 de septiembre se había presentado en nuestro consulado de México, había solicitado visa, se le había explicado que esa visa no la podía conceder el cónsul sin autorización del Ministerio de Relaciones Exteriores, que, a su vez, el Ministerio de Relaciones Exteriores no concedía esas visas de tránsito si el país de destino no las otorgaba.  Además, en nuestras oficinas consulares se presentan muchas solicitudes de visa de mucha gente, y por lo general nuestros funcionarios son muy cautelosos, muy conservadores en eso.  Porque hay que suponer que el enemigo constantemente esté tratando de enviar agentes aquí, y por eso se toman muchas medidas.  No se le concede una visa a cualquiera que la solicita, tienen que conocerse perfectamente sus antecedentes.  Por lo tanto, el funcionario negó la visa. 

Ahora bien, al otro día, sábado por la noche, apenas 24 horas después de la muerte de Kennedy, agentes de la Policía Federal de México arrestaron a la empleada de nuestro Consulado —que tiene ciudadanía mexicana— y también a su esposo.  ¿Para qué y por qué la arrestaron?  La arrestaron para interrogarla y para interrogarla de manera brutal, maltratándola, insinuándole supuestas relaciones con el acusado del asesinato de Kennedy, tratando de obtener mediante coacción alguna información. 

Nosotros no sabíamos eso, yo lo ignoraba cuando hablé —tengo entendido que el sábado por la noche.  Pero esto demuestra cómo se está perfilando todo. 

Alegaron los agentes policíacos que la interrogaban con vistas a la visita que había hecho este señor Oswald al Consulado de Cuba.  ¿Cómo lo sabían?  ¿Quién se lo dijo?  ¿Desde dónde se lo dijeron?  Porque nosotros no lo sabíamos, porque era una cosa de rutina.  Nadie en la Cancillería, ningún funcionario había siquiera identificado a aquel individuo que aparecía como supuesto culpable, como uno de los individuos           —cientos de individuos— que se habían aparecido a solicitar una visa.  Luego, la policía americana lo sabía.  Luego, la policía de DalIas lo informó.  ¿Por qué lo sabía?  ¿Por qué lo informó?  ¿Por qué no había aparecido eso en los periódicos todavía, y sí apareció en un periódico de México dos o tres días después? 

Por aquí se puede ver claramente el hilo.  ¿Qué fue a hacer este señor al Consulado de Cuba en México?  ¿Qué pretexto utilizó?  ¿Solicitar una visa de tránsito, cuando para viajar a la Unión Soviética podía haber ido por Inglaterra que estaba más cerca y tenía más facilidades, por Francia, por numerosos países de Europa?  ¿Por qué se presentó en México para hacer un viaje más largo solicitando visa de tránsito hacia la Unión Soviética, pasando por Cuba? 

En la hipótesis de que este señor hubiese sido el verdadero asesino, estaría claro que los autores intelectuales del asesinato estuvieron preparando la coartada cuidadosamente.  Enviaron a este individuo a solicitar visa de Cuba, ¡imagínense!  Imagínense que resultara asesinado el señor Kennedy por un individuo que se sabía quién era, dónde trabajaba, que había estado en la Unión Soviética, y que el Presidente de Estados Unidos resultara asesinado por ese individuo acabando de regresar de la Unión Soviética, pasando por Cuba.  Era la coartada ideal.  Todas las condiciones ideales para meterle en la cabeza a la opinión pública norteamericana la sospecha de que había sido un comunista, o un agente —como dirían ellos— de Cuba y de la Unión Soviética. 

Es muy extraño que nadie que haya estado en la Unión Soviética —y cuando estuvo por primera vez no pasó por Cuba—, si le habían dado pasaporte fácilmente, si tenía recursos para ir a México, ¿por qué tenía que venir a Cuba sino con el único y exclusivo propósito de ir dejando una huella, de ir elaborando una trama?  ¿Por qué se indigna cuando le dicen que no puede ser?  ¿Por qué tira la puerta, por qué se marcha?  Ningún amigo de Cuba, ningún comunista hace eso cuando visita nuestros consulados.  Nadie se comporta de esa manera grosera. 

Desde luego, nosotros no tenemos otros antecedentes de este acusado.  No tenemos ningún otro antecedente que los que se han enunciado en la prensa.  Nosotros nunca afirmaremos categóricamente que alguien sea culpable de algo si no tenemos pruebas irrebatibles de ello; pero basándonos en hipótesis, si este fue el verdadero autor material de los hechos, su viaje a México, su supuesta entrevista por la prensa presentándose como defensor de Cuba breve tiempo antes de los hechos, su supuesta reyerta con elementos contrarrevolucionarios ahí, en todo eso se vería perfectamente elaborada la coartada. 

Entonces todo resulta perfectamente explicable en alguien a quien se le ofreció escapar, y disparó, dejó huellas, se identificaba, desaparecía.  Dirían que vino para Cuba, que Cuba lo albergó.  Quizás los mismos cómplices lo harían desaparecer después; pero hacían creer que había venido a Cuba, que había estado en Cuba antes del asesinato, porque se ve que si hubiese sido el culpable hubiera tratado de escapar.  Después lo arrestan y sonríe ante las cámaras de televisión, no confiesa, niega, no admite que le pongan el detector de mentiras.  Y, señores, lo insólito, lo increíble, lo que viene a dar fuerza a la sospecha que hoy ya tiene todo el mundo:  a las 36 horas apenas, a las 48 horas, en el sótano de una prisión, rodeado de agentes de policía, lo asesinan.  No habla ni una palabra más. 

¿Quién?  ¿Por qué?  Un gángster, un tahúr, propietario de un centro nocturno de diversiones, con nudismo y todo, con antecedentes de guapetón, de matón logra situarse delante del supuesto asesino.  Un individuo conocido por toda la policía como quien era, como un tahúr, como un propietario de centros inmorales de diversión, un tipo con antecedentes, conocido por esa misma policía, ¿cómo puede esa policía confundirlo con un periodista, con un reportero, donde todos esos policías lo conocían perfectamente?  ¿Cómo puede estar ese tipo allí haciéndose pasar por periodista y disparar tranquilamente? 

Qué alega después:  lo más ridículo, lo más absurdo.  Este tahúr, este vicioso, este gángster de conocidos antecedentes, declara que lo hizo para impedir que la viuda del Presidente tuviera que volver a DalIas al juicio. 

Era muy difícil hacerle concebir a nadie que un acto de esa naturaleza se realizara por venganza.  ¿Por venganza sobre el culpable  —si se tratara del verdadero culpable— cuando la silla eléctrica lo esperaba?  ¿Cómo concebir que nadie haya querido tomar la justicia por sus propias manos?  Casos que solo ocurren cuando no hay justicia, cuando el culpable de un hecho que indigna no es castigado, y, en este caso, asesinaron a un hombre al que lo esperaba la silla eléctrica.  De hecho, asesinaron a un muerto.  Es lo que hizo este gángster. 

¿Cómo podían hacerle creer a nadie que obraba por motivos emocionales?  ¡Posiblemente nunca se dio un escándalo mayor!  ¡Posiblemente nunca ni los peores gángsteres actuaron más groseramente, más torpemente, más escandalosamente! 

Esto demuestra que los culpables de la muerte de Kennedy necesitaban, estaban urgidos de eliminar al acusado a toda costa.  Estaban imperiosamente urgidos por alguna razón, posiblemente para que no hablara; estaban urgidos de eliminarlo y lo eliminaron tranquilamente. 

Una vez eliminado el supuesto asesino, las autoridades policíacas y judiciales de Dallas declaran cerrado el caso, como si se hubiese tratado no del Presidente de Estados Unidos, sino de un perro asesinado en la calle, y declaran cerrado el caso a las 48 horas.  Cerrado el caso, cuando el caso se hacía menos cerrable, cuando el caso se hacía más misterioso, cuando el caso se hacía más sospechoso, cuando el caso se hacía más investigable desde el punto de vista judicial y penal.  Estoy seguro de que ningún juez que actúe como tal, objetivamente, cierra ningún caso en circunstancias como esa, en que el principal acusado es asesinado. 

Desde luego que nosotros leímos cuidadosamente los cables donde se consignaba la noticia del segundo asesinato, y sobre todo los de la UPI.  Inmediatamente el mismo énfasis que había puesto la UPI en presentar a Oswald como un filocomunista, como un castrocomunista, como un admirador de Castro, lo puso en presentar a este señor Jack Rubby, como un admirador de Kennedy, un gran admirador de Kennedy. 

Es decir que lo primero que hace la UPI —lo que se dedica a hacer de inmediato— es dar la versión que le interesaba:  tratar de presentar un caso de asesinato por emoción, por sentimentalismo, por patriotismo.  Flaco favor puede hacerle la UPI a quien fuera presidente de su país, presentando a este gángster, a este tahúr, a este inmoral y vicioso sujeto, como un gran admirador de Kennedy, como un admirador tan extraordinario que estuviera dispuesto a afrontar la silla eléctrica por vengar su muerte.  Un individuo que en toda su vida no hizo más que explotar el vicio, el juego y la inmoralidad. 

¿A qué venir ahora con esos increíbles arranques morales en un individuo depravado, degenerado?  ¿A qué venir ahora con esos sentimientos altruistas?  Y la UPI en sus primeros cables trató de dar esa impresión.  Interrogaron a la hermana y dijo que no podía dormir desde el asesinato del Presidente.  Es decir, interrogaron a la hermana de este señor Rubby, para elaborar la teoría de que era por razones emocionales y sentimentales.  No vaciló la UPI en endilgarle semejante admirador al asesinado Presidente de Estados Unidos. 

¡Qué falta de escrúpulos, qué deshonestidad, qué escándalo!  El mismo énfasis que pusieron en presentar al otro como admirador de Castro, pusieron inmediatamente en presentar a este como admirador de Kennedy.  Así es como trabaja el imperialismo, así es como trabaja la reacción, así es como elaboran sus campañas y sus mentiras.  Pero todo parece indicar que este tiro les ha salido por la culata (APLAUSOS). 

Así vienen otras noticias:  “Los médicos que atendieron al mandatario norteamericano asesinado informan ahora que no pueden asegurar si fueron una o dos las balas que pusieron fin a su vida, y que tampoco pueden establecer cuáles son los orificios de entrada y cuáles los de salida del proyectil o de los proyectiles.” 

Connally en una entrevista que concedió a los periodistas desde su lecho en el hospital, entre otras cosas, dice:  “Lo que se manifestó en Dallas fue el odio que existe en nuestra sociedad, el mismo odio que se manifestó cuando se colocó una bomba en la iglesia de Birmingham que causó la muerte de cinco niños.”  Esto lo dice el otro herido que iba junto con Kennedy. 

Y así va a ser muy difícil seguir vistiendo este muñeco, va a ser muy difícil seguir sosteniendo lo que habían estado sosteniendo.  Incluso, nosotros pensamos que es difícil que no haya suficiente reacción dentro de Estados Unidos como para que quede sin investigar.  Es muy difícil concebir que no haya muchos norteamericanos, cualesquiera que sea su posición política, su ideología, que, por un elemental sentido de decoro, de vergüenza y de prestigio, no exijan que todos estos hechos se aclaren, que todas estas extrañas circunstancias encuentren una explicación.  Será muy difícil, y solo a un costo extraordinario de prestigio para Estados Unidos, que puedan encubrir a los culpables del asesinato, que puedan mantener en el secreto y en el misterio los móviles y propósitos verdaderos, y a los autores intelectuales, los organizadores de ese crimen. 

Pero ellos mismos, los mismos que fraguaron estos planes contra la paz, contra Cuba, contra la Unión Soviética, contra la humanidad, contra los sectores progresistas e incluso liberales de Estados Unidos, fueron los culpables.  Es muy difícil que puedan mantenerse en el secreto y en el misterio hasta el final. 

Por eso, esperemos tranquilos pero no confiados.  No confiados, porque, ¡vean qué peligros amenazan a la humanidad, qué peligros amenazan a los pueblos!, ¡cuánta falta de escrúpulos, cuánta maldad y cuánto cinismo se encierran en la sociedad imperialista, entre los elementos más reaccionarios de esa sociedad!  ¡Cuántos peligros, cuántos planes siniestros!  Por eso decía que esperemos tranquilos pero no confiados, porque es una enseñanza más, es una lección más.  Mientras tanto, veamos cómo los que organizaron toda esa maniobra se cocinan en su propia salsa, porque ya hasta los campeones olímpicos de tiro están dando sus opiniones en cualquier parte del mundo. 

De todas formas nuestra patria, que se vio nuevamente amenazada, que vio nuevamente cómo contra ella se apuntaban las armas de la agresión, que vio cómo trataban de echar sobre ella y su Revolución un chaparrón de infamias, ha visto cómo queda una vez más en evidencia, cómo queda una vez más demostrado la conducta de cada cual, el procedimiento de cada cual.  De esta prueba, como de todas las pruebas a que sea sometida, nuestra Revolución sale con más razón y sale con más moral, porque ante los ojos del mundo está claro, y lo estará cada vez más, cómo los reaccionarios de Estados Unidos quisieron hacer a nuestro país y al mundo víctimas de sus criminales designios, aun al precio de asesinar al propio Presidente de ese país. 

Todo este episodio se semeja más a una novela del FBI, a un episodio de gángsteres que a un acontecimiento político.  Todas las circunstancias, la forma escandalosa en que se produjeron los dos asesinatos nos recuerdan las películas de gángsteres que nosotros vimos tantas veces aquí, filmadas precisamente en Hollywood, porque para que no faltara hasta el máximo la semejanza, el encargado de liquidar o de linchar a un acusado fue nada menos que un tahúr procedente de Chicago. 

¿Cómo van a poder explicar esas cosas ante el mundo?  ¿Cómo van a poder defender esa impudicia ante la humanidad, quienes han procedido con tanta falta de respeto a la opinión del mundo, quienes han demostrado tanta falta de sensibilidad humana? 

Con esto concluyo la referencia que obligadamente hemos tenido que hacer para aclarar aspectos con relación a los hechos. 

Estas acechanzas tenían lugar, precisamente, en uno de los instantes en que con más ardor, con más entusiasmo, se entregaba nuestro país al trabajo creador, a la tarea de resolver sus problemas, de impulsar su economía y de prepararse para recorrer el largo trecho de esfuerzo y de progreso que tiene por delante.

Las cosas en nuestro país marchan, y marchan bien, a pesar de los obstáculos, a pesar del huracán que hace apenas mes y medio nos azotó y causó enormes pérdidas.  El vigor, la prontitud y la eficacia con que nuestro pueblo afrontó esa tragedia demuestran la fuerza y la pujanza de nuestra Revolución.  Y estoy seguro de que cada cubano, verdadero cubano, de un extremo a otro de la isla ha de sentir la íntima satisfacción de ver lo que es hoy su pueblo, la energía de su pueblo, el espíritu de solidaridad que hay en el pueblo, la unión que hay en el pueblo, la capacidad de nuestro pueblo para enfrentar cualquier tipo de problema. 

Pero apenas se detenía nuestro país a mirar hacia atrás, hacer el recuento de las pérdidas ocasionadas, y se dedicó por entero a resarcirse de esas pérdidas y crear mucho más de lo que perdiera.  El huracán fue como una sacudida también a las conciencias.  Fue como un llamado al deber de todos, y en la misma medida en que nos ocasionó, junto con las irreparables pérdidas de vidas, tremendos daños materiales, nuestro pueblo centró su atención en la producción y en la economía.  Y era hora, ya era hora. 

No es que vayamos a ser tan ilusos o tan utopistas, tan, mucho o poco ilusos o utopistas como para imaginarnos que desde los primeros días de la Revolución íbamos a tener ya todos la visión que ahora podemos tener la comprensión que ahora podemos tener, la educación que ahora podemos tener, la información que ahora podemos tener, y que nos permite ahora actuar con más eficacia, con más acierto, con más éxito en todos los frentes.  Porque al principio soplaban los vientos de la inexperiencia en todos, de la irresponsabilidad en muchos, de la ignorancia en muchísimos, de la ausencia de los más elementales conceptos de la economía, de los costos.  Porque la Revolución era al principio, más que nada, una fuerza destructora de una vieja sociedad; era un tremendo entusiasmo, pero no un entusiasmo organizado, preparado y consciente como lo es hoy.  Antes soplaban los vientos del despilfarro, de la despreocupación por los gastos, de la despreocupación no solo por la cantidad, sino, incluso, por la calidad de lo que producíamos.

Claro está que en los primeros tiempos de la Revolución se libraba una tremenda batalla ideológica.  Fue una batalla entre las ideas, entre las teorías, porque era necesario combatir las tesis, los argumentos de los enemigos de la Revolución que trataban de engañar, de confundir, de desorientar.  Es claro que en aquella etapa estaba en primer plano aquella batalla, la batalla por la defensa del país, y que durante un período de tiempo muy pocos se acordaban de los problemas importantísimos de la economía y de la producción. 

Era lógico que en la lucha de las teorías nos hubiésemos vuelto demasiado teóricos —o no demasiado teóricos, sino demasiado teoricistas—, nos hubiésemos vuelto demasiado argumentistas.  Habíamos aprendido a manejar los argumentos y las teorías, y a aplastar las teorías y los argumentos de nuestros enemigos ideológicos.  Y el pueblo adquirió mucho de lo que se puede calificar como instrucción revolucionaria, lo cual era, además, imprescindible e importantísimo.  Pero conforme éramos eficaces en combatir teóricamente, éramos incapaces de combatir prácticamente a nuestros enemigos con la misma eficacia.  Y a la par que los imperialistas y los capitalistas arreciaban su campaña de propaganda sobre la base de nuestras dificultades materiales, no poníamos todo el esfuerzo, todo el empeño y toda la atención que era necesario poner para obviar y sobrepasar esas dificultades materiales. 

Claro que en el orden práctico la batalla de nuestros enemigos no era solo teórica, sino también una batalla práctica:  el intento de asfixiar por hambre a la Revolución, las agresiones económicas, los bloqueos económicos, los sabotajes a nuestra producción.  El enemigo no solo hablaba sino que actuaba tratando de destruir nuestra economía, y nosotros hablábamos pero en el campo de la economía no actuábamos con la misma eficacia.  Era necesario que aprendiéramos a actuar en ese campo del trabajo práctico con la misma eficacia con que aprendimos a actuar en el campo de la teoría. 

Alguno llegó a pensar que ser revolucionario era conocer simplemente la teoría, conocer los problemas de la dialéctica de la historia, entender las teorías marxistas, los principios marxistas.  Y puede ser que se acostara a dormir henchido de satisfacción, pensando que era un gran marxista, en el mismo instante en que quizás al frente de una empresa agrícola, comercial o industrial que la Revolución había puesto en sus manos, acababa de derrochar tranquilamente 10 000, 20 000 ó 30 000 pesos sin saber, además, qué hacía.  Los pesos no le importaban.  Que la producción costara mucho más que lo producido, no le importaba.  Es que ni siquiera sabía, no lo hacía por malo, lo hacía por no saber, lo hacía porque creía que la Revolución era solo una actitud mental, una convicción intelectual.  Y la Revolución era eso con otras muchas cosas más.  Era también una acción, era también un trabajo práctico, era la necesidad de resolver los problemas vitales de la sociedad y del pueblo. 

¿Para qué queríamos el poder revolucionario, si el poder revolucionario en manos del pueblo no significaba la oportunidad, simplemente, de proclamar el triunfo de las ideas, sino también de proclamar el triunfo de las realidades?  ¿Para qué queríamos el poder revolucionario? 

Bien podíamos liquidar todas las formas institucionales de la sociedad burguesa, sus odiosos privilegios, sus vicios y sus inmoralidades —estaremos, desde luego, un poquito mejor:  se está mejor cuando no hay ladrones, cuando no hay viciosos, cuando no hay privilegiados, cuando no hay explotadores—; pero eso no bastaba.  ¿Queríamos privar a los burgueses de su poder y de los bienes de producción, cuya propiedad privada ostentaban, para conformarnos con producir lo mismo que los burgueses, para quedarnos con la misma incapacidad de los burgueses? 

Desde luego, hay burguesía y burguesía, hay capitalismo y capitalismo.  Es decir, hay burgueses eficientes en algunas partes del mundo; hay capitalistas más eficientes que otros.  Ningún capitalismo es bueno, ninguna sociedad burguesa es buena, pero algunas sociedades burguesas están mejor organizadas, son más eficaces.  La nuestra no solo era mala, sino que además era incompetente, era ineficaz, porque, en definitiva, ni siquiera se desarrolló.  Podríamos decir más:  nuestra burguesía no pudo ni siquiera desarrollarse porque el fenómeno imperialista la asfixiaba, la estrangulaba, solo que esta prefería acomodarse a la opresión imperialista, incluso conformarse con las migajas que le dejaban los imperialistas, en vez de luchar contra ellos. 

Nuestra azúcar no se vendía.  No podíamos encontrar mercado en otro sitio del mundo porque no podíamos comprarle, ya que las mercancías norteamericanas tenían derechos preferenciales y los capitalistas cubanos iban a comprar allí donde la mercancía era más barata en virtud de esos derechos preferenciales en los aranceles, y donde podían obtener más ganancias.  No era como ahora, que podemos comerciar con cualquier país del mundo, que podemos ofrecerle un comercio ventajoso, porque no tenemos que hacer como antes:  ir a Japón, a Inglaterra, a España, a Francia, a la mayor parte de los países con los cuales comerciábamos a venderles azúcar, quitarles dólares y pagarles a los imperialistas yankis. 

Hoy no es así.  Hoy no tenemos que ir a ningún país del mundo a sustraer divisas para pagarle a nadie; hoy podemos ofrecer un comercio mucho más ventajoso del que pueda ofrecer ningún país latinoamericano; hoy podemos ofrecer vender para prometer comprar.  Por eso las perspectivas de nuestra economía se ensanchan y se abren; por eso el problema de los mercados va desapareciendo para nosotros, al poder comerciar sobre bases de conveniencia mutua, de beneficio recíproco con todos los países del campo socialista, en primer lugar, y con todos los países del campo capitalista que deseen comerciar con nosotros. 

Ya no habrá más aquel sistema de cuotas que restringía el desarrollo económico y el desarrollo de la técnica.  Al campesino pequeño, al pequeño agricultor de caña, lo mismo que terrateniente burgués productor de caña, al que le decían:  “Tienes que limitarte, no puedes producir más que tal cantidad de azúcar porque no hay mercado”, le preocupaba la técnica un bledo, no le preocupaba desarrollar la técnica de los cultivos.  Con sembrar y darle 20 cortes a la caña resolvía mejor el problema que tratando de elevar al máximo la producción por caballería de tierra, porque para elevarla tenía que invertir, tenía que trabajar.  Invertir para qué, trabajar para qué; si llegaba a producir más azúcar cómo iba a venderla.  Desarrollar la ganadería para qué; la posibilidad de disponer de un excedente de carne no les interesaba, puesto que para ellos no había mercados. 

Nosotros tenemos mercados para toda la carne, todo el excedente de carne que seamos capaces de producir, ilimitados mercados en países que necesitan carne y que, a su vez, pueden producir artículos que necesitamos nosotros. 

Es lógico que cada país produzca aquello para lo que tiene más facilidades.  Cuando los países se han visto obligados a producir aquellas cosas que cuestan caro y para las cuales no tienen facilidades según sus condiciones naturales, ha sido por las trabas al comercio, consecuencia de la política de naciones poderosas que a lo largo de la historia de una u otra forma fueron imponiendo sus condiciones. 

Hoy no existen esas condiciones.  Hoy podemos dedicarnos a producir ilimitadamente aquellos artículos para los cuales tenemos facilidades, aquellos artículos para los cuales la naturaleza nos ha propiciado circunstancias excepcionales.  Dediquémonos a producir, dediquémonos a emplear de una manera racional toda la inteligencia, toda la fuerza y todos los instrumentos de trabajo del país para producir ilimitadamente. 

Esto es lo que se ha puesto en el orden del día, es la gran tarea que tenemos por delante.  Demostremos nuestra capacidad para producir, demostremos nuestra superioridad sobre la sociedad burguesa y capitalista en el campo de la producción, empleando las increíbles, las extraordinarias ventajas que presenta la posibilidad de una economía planificada y el uso racional de todos los recursos naturales, humanos y técnicos, y la ventaja que implica no un pueblo dividido, sino un pueblo unido en una sola y común aspiración. 

Desde luego que nos dedicaremos a producir, y veremos qué país capitalista está en condiciones de producir como nosotros algunos artículos y entre ellos el azúcar.  El azúcar sí, a pesar de que muchos países o algunos creyeron ver en el bloqueo imperialista contra Cuba la oportunidad magnífica para apoderarse de los mercados, la oportunidad magnífica de beneficiarse a costa de Cuba.

Se aprovecharon de nuestras dificultades.  Primero, la supresión de nuestra cuota que dejó al país, de momento, sin mercado, que creó en el país el escepticismo azucarero, que influyó en la baja de la producción azucarera, porque incluso se había decidido cortar toda la caña para poder utilizar esa tierra en otras cosas, en vistas de la supresión de nuestra cuota.  Así se demolieron áreas cañeras para sembrar otros cultivos menos rentables.  Así a la inexperiencia, a la falta de responsabilidad y de conciencia económica de los primeros tiempos se sumó el escepticismo sobre la caña, y se abandonó la caña. 

Tras ello vinieron dos años de fuerte sequía.  Ya habíamos empezado a encontrar mercados, ya había nuevos y sólidos mercados, mas nuestra producción azucarera había descendido.  Sin embargo, tenemos excepcionales condiciones para producir azúcar. 

Una circunstancia también derivada de la política imperialista vino en auxilio nuestro.  Los imperialistas quisieron hundirnos y les costó cientos de millones; cuando nos quitaron la cuota quisieron comprar en el mercado mundial a los precios más bajos, donde nuestro azúcar ya no figuraba con igual volumen porque fue a otros mercados.  Se produjo escasez de azúcar y, por consecuencia, un aumento extraordinario en los precios.  Y, claro, esos aumentos de precio que los imperialistas provocaron con su codicia y con su agresividad, nos han compensado en este año, en el año próximo, y quizás durante algún tiempo más, las bajas producidas en nuestra industria azucarera.  De rechazo, con la misma arma con que intentaron herirnos nos ayudaron.  Por eso hemos contado con magníficos precios.  Hay azúcar para el año 1965 vendida a cerca de 10 centavos (APLAUSOS), y hay azúcar para el año 1966 vendida a tales precios.  Hemos hecho ventas para el año 1966 a cerca de 10 centavos. 

Naturalmente que los países que quisieron beneficiarse con el bloqueo —o no los países, los burgueses que en distintas partes del mundo quisieron beneficiarse con el bloqueo, a quienes el bloqueo estimuló a producir caña— se vieron de nuevo estimulados por estos altos precios.  Han soñado con nuestra presunta incapacidad para producir azúcar.  Están durmiendo del lado cómodo de la almohada, que los hace pensar y soñar que tendremos cada vez menos azúcar.  Nosotros no estamos interesados en esa emulación; es decir, no estamos interesados en emular con ellos tratando de demostrar que sí seremos capaces.  Es preferible —preferible, incluso, desde el punto de vista económico— que sigan creyendo eso y que lo crean. 

Aquí hay un antagonismo con dos polos, dos contradicciones y cada una de ellas tiene su parte buena y su parte mala:  no creer que seremos capaces de producir es bueno por un lado, pero es malo por otro; tiene de bueno que eso influye en los precios, pero tiene de malo el riesgo de que se lancen a producir los burgueses que compiten con nosotros, con la ilusión de que no seremos capaces de hacerlo, y después ocurra que no sea así y en el mundo haya más azúcar de la que se pueda vender. 

¿Cómo resolver esta contradicción?  ¿Diciéndoles que sí, que somos capaces de producir y que no se lancen en esa aventura?  No, porque no los vamos a convencer, ¡no los vamos a convencer! 

¿Qué debemos hacer?  Dejar que se lancen, si quieren, pero dedicarnos a trabajar seriamente.  Eso puede significar que como consecuencia de esa política oportunista de los que quisieron beneficiarse de las agresiones a Cuba, se produzca dentro de cinco o seis años un gran aumento en la producción azucarera. 

¿Cómo deben contemplar ellos esa posibilidad?  ¿Cómo debemos contemplarla nosotros?  ¿Cuál debe ser nuestra actitud?  ¿Cuál debe ser o cuál será la de ellos?  ¿Restringirnos nosotros, frenar nuestros brazos cada vez más enamorados del trabajo revolucionario, cada vez más entusiasmados con la posibilidad de explotar los extraordinarios recursos que nos dio la naturaleza?  ¡No!  ¿Cuál será la actitud de ellos?  Posiblemente sea tratar de aumentar la producción para beneficiarse de la supuesta incapacidad nuestra. 

¿Cuál puede ser la consecuencia para nosotros?  Algunos años de precios bajos dentro de cinco o seis años, porque la demanda ha crecido extraordinariamente y la producción no podrá aumentar en los próximos tres o cuatro años, en la misma medida en que ha aumentado esa demanda y se ha producido una gran escasez. 

Para nosotros podrá significar, dentro de cinco o seis años, algunos años de precios bajos.  Debemos saberlo.  En lo adelante podemos encontrarnos con ese obstáculo, mas, por ese peligro derivado de los aumentos de nuestra producción, más la política oportunista de burgueses productores de caña que quisieron beneficiarse a costa nuestra, ¿debemos abstenernos de producir?  ¡No!  En nuestra opinión, no.  Además, ¿restringir la producción, para qué?  ¿Restringir la producción de un alimento que el mundo necesita, por qué?  Eso pertenece a la filosofía de la burguesía, del capitalismo y del imperialismo, pero jamás a la del socialismo (APLAUSOS). 

Los socialistas jamás frenaremos nuestras energías creadoras y productoras por temor a los precios, sobre todo si esas energías se dedican no a producir vicios, sino alimentos en un mundo donde 2 000 millones de seres humanos están subalimentados.  No frenaremos nuestros brazos por temor a los precios.  Vivimos en un mundo donde hay dos campos, dos sistemas, cada uno de los cuales tiene sus leyes.  Si en el mundo solo existiera el sistema socialista no existirían estos problemas; pero como existen dos sistemas con dos leyes, y los países necesitan el intercambio comercial, nosotros por eso afrontamos los riesgos de las leyes que rigen el campo capitalista en cuestiones de precio y de producción, porque en los precios del campo capitalista intervienen la especulación, el azar, infinidad de cuestiones que son ajenas por completo a la economía y que son muy propias del espíritu egoísta y usurero de los capitalistas. 

Como tenemos que ser realistas y en parte tenemos que comerciar con el campo capitalista, debemos adoptar una actitud, y nuestra actitud no debe ser la de restringir nuestra capacidad de producción por temor a los precios.  Y por eso, lo que puede ocurrir dentro de cinco o seis años es que pasemos algunos años en el campo capitalista de precios bajos, al igual que hoy hay precios altos. 

Nosotros podremos estar en condiciones de resistir eso, porque, como en el ciclón, no es que se arruine un productor de caña, no se arruinará ningún productor de caña.  Sobre los hombros de nuestra economía —robustecida para esa fecha— soportaremos el peso de esos años, si se presentan.  No se arruinará ningún pequeño agricultor cañero.  ¡No!  Eso pasa en la sociedad capitalista.  Nosotros tenemos fuerza para defendernos dentro de ese mundo, donde imperan las leyes capitalistas, con la fuerza y la robustez que nos da el tener una economía socialista, cuando sepamos tenerla, cuando sepamos tenerla cabalmente y sepamos emplear todas sus ventajas. 

¿Qué pasará en 1970 o en 1971?  Estaremos en condiciones de resistir cualquier baja de precios en el azúcar dentro del mundo capitalista.  No hablo de nuestro comercio con el mundo socialista porque se rige por otras leyes y otros principios que tienen que ver con la división internacional del trabajo, ni de los beneficios que nosotros, los países socialistas, podemos sacar de la utilización correcta de esa ley.  Por eso hablo de lo que puede ocurrir en el mercado capitalista en el año 1970 o en el año 1971, y lo que ocurrirá es que tendremos mucha azúcar y una economía capaz de resistir los precios que se presenten. 

¿Qué ocurrirá con los productores burgueses?  Los productores burgueses se arruinarán, y llegará la hora de rendir cuenta con los que quisieron aprovecharse del bloqueo imperialista contra Cuba, y entonces veremos quién resiste.  Porque desde ahora queremos exponer un punto de vista, un punto de vista que, naturalmente, no es una decisión del gobierno.  No.  Es una opinión simplemente, y es que para esa fecha nosotros no entraremos en restricciones de ningún tipo, y que sean los precios y la capacidad de cada régimen los que determinen.  Nosotros confiamos plenamente en la capacidad de nuestro sistema para resistir, y no entraremos en componendas de ninguna clase, no entraremos en convenios restrictivos de ninguna clase; iremos a una lucha de precios y veremos quién vence en esa lucha de precios, si Cuba o los burgueses capitalistas productores de azúcar (APLAUSOS). 

No debemos caer jamás en prácticas que eran propias del mundo capitalista, en convenios y restricciones que eran propios del mundo capitalista especulativo, insensible e inhumano.  Y como estamos en mejores condiciones, como ningún país puede producir azúcar en las condiciones en que lo puede producir el nuestro, como tenemos una desarrollada industria azucarera, como estamos en condiciones de aplicar técnicas modernas, como estamos en condiciones de ir elevando el rendimiento de nuestras tierras cañeras año por año, algún día esos competidores burgueses se darán cuenta de que no pueden competir con nosotros y que en materia de azúcar tendremos la “bomba atómica azucarera” en nuestras manos (APLAUSOS). 

¿Qué quiere decir esto?  Que para el año 1970 podemos estar en condiciones de sobrepasar la cifra de 10 millones de toneladas de azúcar (APLAUSOS), estaremos en condiciones de exportar 10 millones de toneladas de azúcar, y entonces habrá dos posibilidades:  o las restricciones han disminuido, o la demanda sigue desarrollándose a gran ritmo y ese azúcar encuentra mercado, o los competidores burgueses del azúcar cubano se arruinarán. 

Porque si bajan los precios, que no nos culpen a nosotros.  ¡Bien que ellos quisieron aprovecharse del bloqueo!  Si el azúcar se pone a dos centavos, que se ponga a dos centavos, y si el azúcar se pone a un centavo, que se ponga a un centavo.  Veremos quién resiste, veremos quién sale victorioso en esa prueba entre el modo de producción capitalista y el modo de producción socialista.  Para esa fecha, cinco o seis años, se dilucidará definitivamente el problema de los mercados, el problema de los mercados azucareros. 

Nosotros hemos querido hablar de esto porque es necesario que el pueblo comprenda realistamente los problemas de perspectivas futuras, comprenda que iniciamos una marcha formidable hacia el progreso, pero que dentro de esa marcha nos quedan obstáculos importantes que vencer, y, al mismo tiempo, para que nadie dude del éxito, para que nadie dude de nuestra victoria.  Eso podremos lograrlo con un pueblo como el que tenemos:  unido, valeroso, entusiasta, que cada día comprende más y mejor.  Nosotros sabemos que con este pueblo no habrá obstáculos que no se venzan, sobre todo porque este pueblo siempre sabrá a qué atenerse y siempre comprenderá.

La situación de nuestra economía empieza a mejorar sólidamente, y no importa que vaya tan de prisa como que vaya sólido.  Por eso, aun después del huracán, ya el día 15 del próximo mes estarán restablecidos los niveles de abastecimiento de carne, por ejemplo.  Pero no solo eso, habrá un notable aumento en los abastecimientos de otros productos ricos en proteínas, como el pescado.  Y no solo eso, sino que incluso en este fin de año veremos aparecer algunos artículos que hace algún tiempo no vemos.  Habrá muchos más juguetes que el año pasado para los niños (APLAUSOS) Y se repartirán, además, con orden; vinos, turrones, uvas (APLAUSOS), consecuencia del desarrollo de nuestro comercio exterior y de los mejores precios. 

Desde luego que siempre que mejore nuestra economía, mejorará el estándar de vida y no se harán esperar los beneficios y los resultados para el pueblo. 

¿Quiere esto decir que estamos derrochando?  ¡No!  No somos derrochadores.  Esto quiere decir que la Revolución, a la par que mantendrá firmemente su programa de desarrollo económico, hará las inversiones que exige nuestro desarrollo económico, siempre que las circunstancias lo permitan, siempre que sea posible, siempre que la situación mejore, y se hará llegar también al pueblo una parte de esa mejoría (APLAUSOS). 

Es justo, es correcto, porque se podían adoptar dos actitudes.  Invertirlo todo y no mejorar nada no sería justo.  La Revolución trabaja para el futuro.  Es verdad que las generaciones venideras recibirán los mejores frutos, es verdad.  También es verdad que esta misma generación ha recibido beneficios de la Revolución, e irá recibiendo los beneficios de la obra de la Revolución; pero es justo también que los que están construyendo el futuro reciban en parte el fruto de su esfuerzo y de su trabajo, reciban el premio del mejoramiento de su situación, de su estándar de vida. 

Anhelamos mucho el día en que no haya libreta y que, como consecuencia del mejoramiento de nuestra economía y de la productividad de nuestro trabajo, la distribución, que hoy alcanza a todos, alcance a todos pero sin libreta.  Antes alcanzaba a una parte sin libreta; ahora, para que lo que hay alcance a todos hace falta libreta, pero aspiramos a que alcance en un futuro para todos sin libreta (APLAUSOS). 

Es un camino magnífico el que hemos emprendido para sanear nuestras finanzas, para ir liquidando la inflación.  Es un magnífico camino que se emprendió a raíz del ciclón, y se elabora un plan de inversiones productivas sin inflación que implicará grandes recaudaciones de fondos.  Es un magnífico camino el emprendido cuando se ha creado una corriente de preocupación, una fuerte corriente de atención hacia el problema de nuestros costos, hacia el problema de nuestros gastos; la preocupación se extiende cada vez más y más hacia la dirección de todas las empresas económicas del país.  Es un magnífico camino el que hemos emprendido, cuando en cada sitio se empieza a ver ya esa preocupación en todos los sectores de nuestra economía, y fundamentalmente de nuestra agricultura, porque un campo donde podemos avanzar extraordinariamente es la agricultura, un campo donde podemos hacer grandes economías es la agricultura. 

Preciso es que demos una gran batalla para llevar al ánimo de cada administrador agrícola la necesidad de ahorrar, la necesidad de administrar los recursos con estricta preocupación, con estricto sentido económico y que en el campo se acabe definitivamente el pirateo de trabajadores, la competencia de quien paga más, propia del capitalismo.  Claro, al capitalismo, como mantenía una gran reserva de desempleados para llamarlos cuando los necesitaba, siempre le sobraban obreros.  Como la Revolución prácticamente liquidó el desempleo en el campo, faltan brazos, y un administrador socialista no puede estar actuando como un vulgar capitalista, sin importarle qué pasa en la otra granja, en la otra empresa; cada centavo que invierta en cada cultivo, en cada trabajo, sea un centavo bien invertido y sea en un trabajo remunerativo. 

Hay que discutir, claro que la actitud más cómoda es no discutir, sino pagar, pagar, e incluso politiquear con el dinero de la sociedad.  Y el dinero de la sociedad, que es el dinero que tiene un administrador socialista, hay que administrarlo con mucho más escrúpulo que su propio dinero, porque si cualquiera es botarate con su propio dinero, no tiene derecho a ser botarate con el dinero de los demás. 

La otra política lo que hace es corromper al trabajador, acostumbrarlo a ganar el doble trabajando la mitad, o el triple trabajando la tercera parte.  Eso ha ocurrido en algunos sitios del campo.  Por eso en nuestros campos es necesaria la más estricta coordinación y el esfuerzo de nuestro Partido, de nuestra administración y de nuestro sindicato, para que en aras del bienestar de todos, el dinero se gane trabajando, y que cada cual gane según lo que trabaje en nuestros campos (APLAUSOS). 

Si en el próximo año, en el año inmediato avanzamos en la agricultura en cuanto a organización y en cuanto a finanzas, la economía podrá contar con 100 millones más, porque hoy la agricultura cuesta 100 millones.  Por eso estamos ya en condiciones de plantear que nos ahorremos esos 100 millones —quiero decir 100 millones de más.  Estamos en condiciones.  Sumemos esos 100 millones a la contribución de lo que se hizo cuando el ciclón, y tendremos 210 millones en el año 1964 recogidos del caudal circulatorio.  O más bien:  no se trata de recoger, se trata de no inyectar lo que no se refleje en la producción, porque si lo que se inyecta tiene su equivalente en un aumento consustancial de la producción, no importa la circulación. 

Por eso, con una buena organización puede darse la circunstancia de que se gane más y, sin embargo, ese dinero no sea inflacionario.  Pero quiero decir que en la agricultura con un trabajo serio y responsable podremos aportar 100 millones más a la economía en el año 1964. 

Ya el pueblo dio 100 con motivo del ciclón; que nuestra agricultura dé esos otros 100 que se gastan de más.  Y con tanta más razón, por cuanto si le pedimos al pueblo que generosamente pagara cinco centavos más por una cajetilla de cigarros, tenemos el derecho también de pedirles a nuestros administradores agrícolas que ahorren el dinero del pueblo, y que no malgasten por un lado el dinero que el pueblo da por otro (APLAUSOS). 

Nosotros sabemos que no lo estaríamos demandando en balde, porque ya viene siendo preocupación de nuestro Partido, de nuestro Gobierno y de los organismos que dirigen la agricultura, lograr este objetivo en nuestra economía agrícola:  dar un salto en la organización y en la calidad de nuestra agricultura.  Pero estas cosas hay que plantearlas públicamente, porque esta lucha, este trabajo, no debe ser tarea solo de dirección, debe ser tarea y preocupación del pueblo en todas partes. 

¿Qué posibilidades se presentan en nuestra agricultura?  Extraordinarias, tanto en la producción de caña como en la producción de carne y de leche; extraordinarias posibilidades, si aplicamos la organización, la mecanización y la técnica. 

Las técnicas que los capitalistas tenían en Cuba en los dos renglones principales de nuestra economía —caña y pastos— eran técnicas verdaderamente antediluvianas.  Es por eso que la revolución técnica tiene que comenzar en nuestros campos, tiene que comenzar en nuestra agricultura.  No sería tan fácil decir que debe comenzar por la industria, porque la industria requiere otro tipo de instrumentos de trabajo, determinados niveles de técnica, determinado número de cuadros, determinadas cantidades de inversiones.  Luego, el sector de nuestra economía donde es posible la aplicación de técnicas enteramente nuevas y revolucionarias —con posibilidades de resultados inmediatos— es la agricultura. 

Nosotros no debemos conformarnos con tener 30 000 arrobas por caballería donde podemos tener 100 000.  Y nosotros no debemos conformarnos con producir 2 millones de litros de leche diarios, cuando podemos llegar a producir decenas de millones con un esfuerzo consciente y organizado.

¡En nuestros campos hay extraordinarias posibilidades.  Son campos maltratados por técnicas inadecuadas de cultivo, por la erosión, por la falta de espíritu científico.  Y nosotros llevamos la técnica a nuestros campos, vamos a la mecanización de nuestros cultivos, mecanización total de la caña, desde la siembra hasta el corte —sin lo cual, además, ¿cómo podríamos llegar a producir algún día 10 millones de toneladas?—; a la mecanización de los pastos, es decir, de la producción ganadera; a la mecanización de todos los cultivos, desde el tabaco hasta los frutos menores.  Y la mecanización es posible. 

Ahí tienen los estudiantes de ingeniería mecánica tareas importantes que realizar.  En las perspectivas de nuestra economía los estudiantes tienen un papel muy importante (APLAUSOS). 

Nosotros en algunas cosas, como la educación, hemos empleado métodos y técnicas realmente revolucionarios, y ya se ven por todas partes los frutos, ya se ve por todas partes el nuevo espíritu que en nuestras escuelas, en nuestros cientos y miles de nuevas aulas se desarrolla. 

Bien, hay que revolucionarIo todo, no ya el régimen social.  Hemos cumplido la primera tarea:  la revolución social.  Revolucionemos nuestras técnicas de producción en todo, y vayamos a la eliminación de los vicios que estorban y paralizan el impulso y la savia del pueblo en todas partes:  en el transporte, en los muelles, en los barcos; en todas partes:  en nuestras redes de distribución, en nuestra agricultura, en todos los frentes.  Vayamos a trabajar con energía en todos los frentes que tenemos todavía estancados y donde todavía hay grandes vicios.  Erradiquemos algunos vicios como el del hurto que hay en nuestros muelles, el del contrabandito que todavía hay en algunos de nuestros barcos (APLAUSOS).  Es una verdadera vergüenza que un barco que lleve la bandera de Cuba tenga entre sus tripulantes a algunos que lleguen a un país y contrabandeen.  ¡Qué concepto van a tener de nuestra Revolución y de nuestra sociedad!  ¡Qué concepto van a tener de nuestros trabajadores! 

Y así, todavía en muchos sectores de nuestra economía, como nuestro transporte, hay serios vicios que todos los llamamientos públicos no han sido suficientes para superarlos (APLAUSOS).  Vicios que hay que superar y que no se resuelven con la contemporización cobarde, no se resuelven con el apañamiento politiquero, con el sindicalismo barato, ¡no!  (APLAUSOS), sino con conciencia revolucionaria, con medidas y, además, con energía, para que se ponga definitivamente fin a los casos de aquellos que cuando les da la gana sacan la guagua y cuando no les da la gana no la sacan, y se queda el pueblo esperando en las esquinas (APLAUSOS PROLONGADOS). 

El pueblo se pone de pie, y es que el pueblo se pone de pie siempre que se pone el dedo verdaderamente en cualquiera de las llagas que todavía subsisten y que nos hacen sufrir (APLAUSOS). 

¡Que haya el caso del que roba!  Y, ¿para qué están las cárceles?, ¿para que están los tribunales revolucionarios, si no para hacer que las leyes sean acatadas y contra ellas no se rebele ningún elemento antisocial, ningún individuo que conspire contra los intereses de la sociedad trabajadora?  Y así algunos vicios, como el de que por haber escasez de moneda fraccionaria no se entregaba el vuelto, y algunos señores inconformes con medidas de control para que no robaran.  ¡Oigase bien, para que no robaran!  El robo es un delito, el robo es intolerable; era delito bajo el capitalismo, ¿cómo no va a serlo bajo el socialismo?, porque si bajo el capitalismo le robaban a un burgués, bajo el socialismo le roban a un pueblo (APLAUSOS).  Inconformes con la política de control, reaccionan no dando vuelto, con eso de “no tengo, no tengo vuelto”, para que el público les diga:  “Cógetelo” , y sacar dos, tres o cuatro pesos más por esa vía.  ¡No! 

Y, ¿qué vinieron a proponer los del sindicato?  Pues, sépanlo:  vinieron a proponer que en vistas de esa situación se aumentara el pasaje.  ¡No!  ¡No!  (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)  ¿Cómo vamos a combatir un vicio con un gravamen?  ¿Cómo vamos a combatir un delito contra el pueblo con un gravamen contra el pueblo?  ¿Y quién tiene derecho o quién cree que tiene derecho a atentar contra los intereses del pueblo, a atentar por egoísmo, por vicio, contra los intereses del pueblo?  ¡Nadie!  Hay veinte fórmulas.  Incluso dar un tique valedero para otro pasaje.  ¡Que se dé! 

Hay vicios como el de los puertos, donde el delito de robarse cualquier cosa se castiga obligando a pagar.  ¿Vamos así a combatir los vicios que el capitalismo nos dejó?  ¡No!  Ese es el camino de la degeneración, no el camino de la superación.  Contubernio con los vicios, ¡jamás!  Oigase bien, ¡jamás!  Ni ahora ni nunca debe nuestro pueblo ni debe nadie ser tolerante con los vicios, ser tolerante con el delito.  Y cuando la persuasión no baste para esos casos aislados —porque son casos aislados que pretenden erigir su ley hamponesca frente a la sociedad, frente a la inmensa mayoría, casos aislados e individuales que, en aras de intereses sucios y egoístas, lesionan los intereses del país—, si no son capaces de reaccionar por persuasión, reaccionarán cuando se les trate con toda la energía a que se hacen acreedores (APLAUSOS). 

La política de hoy, muy próxima a entrar en el quinto año la Revolución, no puede ser de tolerancia, porque esa tolerancia va contra el porvenir, esa tolerancia va contra los intereses de todos; va contra la nación, va contra el clima moral que impera en nuestra patria, va contra la conciencia de nuestra nueva sociedad, va contra el futuro. 

Eso no puede ocurrir en un país donde vemos que todos los frentes se superan, que se superan los individuos, que se superan las instituciones, donde hemos visto a nuestro ejército, que fue ejército de guerrilleros mal entrenados y no muy disciplinados —quiero decir en las formas, no en su actitud— convertirse en un ejército organizado, disciplinado, eficaz, que lo mismo defiende al país de sus enemigos, que salva cientos y millares de vidas —como en el caso del ciclón— (APLAUSOS), que trabaja, que corta caña, que realiza infinidad de servicios.  Hoy vemos magníficos oficiales en quienes ayer eran humildes campesinitos, porque han estudiado, han llegado al sexto grado y hoy tienen capacidad para mandar importantes unidades militares.  Y esto es simplemente para citar un ejemplo de cómo se desarrolla nuestro país, nuestras instituciones; de cómo cambian los hombres. 

Al principio había que tener una paciencia tremenda:  veinte personas dando dolores de cabeza, haciendo lo que les daba la gana.  Había que ser tolerante en aquellos primeros tiempos de la Revolución con ciertas tendencias y sentimientos anárquicos.  Todos aquellos tiempos han ido pasando.  Prácticamente no se ve hoy a nadie, a ningún revolucionario que no esté realizando funciones concretas, específicas, importantes.  El que no se ve hoy haciendo algo importante se siente avergonzado y se pregunta:  ¿Qué dirán de mí?  Y así vemos cómo incluso de entre las filas de quienes apenas sabían leer y escribir, de entre las filas más humildes del pueblo, en solo cinco años hay quienes han desarrollado su personalidad, su carácter, su inteligencia, sus aptitudes.  No miles, ni decenas de miles, sino cientos de miles de ciudadanos en medio de este ambiente de un país que se crece y se supera. 

¿Por qué ser tolerante con ningún vicio?  ¿Por qué ser tolerantes con las lacras del pasado?  ¡No!  ¡La conciencia moral surgida de la Revolución no permitirá eso!  Los rezagos de males que van quedando serán barridos por la conciencia de nuestro pueblo, por la voluntad de progreso de nuestro pueblo.  Así, para poder llegar muy lejos tenemos que ir remediando los males que nos quedan, y en esto pudiéramos aplicar un poco el concepto que se aplica en una fuerza guerrillera, de que la columna camina tanto como el que menos camina.  Por eso, si nuestro pueblo marchará tanto como el que menos marche, hay que procurar que todo el mundo marche y que todo el mundo marche bien, y que liquidemos las rémoras que vayan quedando. 

Vean cómo también aquí, en este centro universitario, hay cada vez más espíritu de estudio, hay cada vez más asistencia a clases, porque para orgullo de nuestra Revolución, de nuestros más altos centros docentes, podemos decir que hay una asistencia a clases en la universidad superior al 80%.  Y esas cifras ni siquiera se soñaron antes, porque posiblemente la asistencia a clases no sobrepasaba el 20%. 

Para orgullo de nuestra Revolución y de nuestra universidad, de nuestras universidades, los estudiantes de medicina en el día de ayer acordaron algo que estuvo siempre en la idea de los revolucionarios, algo esperado como un proceso natural de la Revolución.  Y es que nosotros dijimos un día ante los médicos acerca de cuál sería nuestra política, que nosotros pensábamos que la Revolución debía ser realista y que, en cuanto a los médicos que ya se habían desarrollado en una forma de sociedad, bajo un sistema, no era correcto que intentáramos crear un sistema al cual no estaban adaptados; que no era cierto lo que decían nuestros enemigos de que íbamos a prohibir el ejercicio de la medicina privada, pero sí que las nuevas generaciones de médicos ya se formarían en otra concepción, que ejercerían la medicina social. 

Efectivamente, los estudiantes de todos los años de nuestra Escuela de Medicina tomaron el acuerdo, válido para todos ellos y que en consecuencia deberá estatuirse por las leyes para que tenga, además, validez legal, de que cuando hagan su juramento como graduados jurarán también solo el ejercicio de la medicina social y no el ejercicio de la medicina privada (APLAUSOS). 

La sociedad los forma, la sociedad los educa, la sociedad les crea el marco donde habrán de trabajar, la sociedad les asegura una existencia decorosa:  nada más justo ni más honesto que esos muchachos hayan tomado la decisión de trabajar como médicos no para ellos sino para la sociedad.  Así, nuestras nuevas promociones de médicos, serán de médicos para el ejercicio de la medicina pública.  Y acordaron igualmente no dos años de medicina rural —que no hacen falta—, sino un año de medicina rural y otro año de medicina provincial, es decir, en los hospitales de la provincia.  Esa es la distribución de los años. 

Desde luego, en la medida que sean más y más los médicos que se gradúen, entonces el sentido que un día tuvo el establecimiento de la medicina rural como necesidad social, no lo será tanto.  Aunque siempre, como necesidad educativa, es bueno que todos los médicos durante algún tiempo practiquen la medicina rural, porque el contacto con el pueblo ha sido no solo beneficioso para el pueblo, sino también beneficioso para los médicos que lo han tenido. 

Con la medicina existía la situación de que al revés de otras profesiones, de la ingeniería, la arquitectura, que de hecho por su índole todos están llamados a trabajar en grandes empresas socialistas —es lógico que un ingeniero electricista vaya a trabajar en una gran central hidroeléctrica; así ocurre con el arquitecto, con la inmensa mayoría de las facultades universitarias—, el médico, por el carácter de su profesión para ejercer la medicina por cuenta propia, prácticamente, no necesita más que un buró.  La situación del médico viene a resultar distinta a la situación de las demás profesiones.  Por eso, ese acuerdo de los estudiantes de medicina, en vísperas de esta fecha histórica, es un acuerdo que los enaltece y los honrará siempre. 

Un ejemplo más de lo que veníamos diciendo:  como todos se superan, qué ambiente de patriotismo, de espíritu revolucionario se despierta por todas partes.  Los niveles de estudio, los niveles de calificación han mejorado extraordinariamente.  En nuestra universidad hay cada vez mayor entusiasmo por los estudios, hay cada vez más espíritu de responsabilidad, más conciencia del destino que están llamados a cumplir nuestros estudiantes. 

Los estudiantes tienen un papel decisivo en la gran revolución que tenemos por delante:  la revolución técnica.  Los estudiantes han de ser la vanguardia de esa revolución, los estudiantes son los llamados a desempeñar un papel más importante y decisivo, y no esperar para luego, sino desde ahora, todos, prácticamente todas las facultades pueden trabajar así:  los estudiantes de leyes han estado trabajando en nuestros campos, tratando de desarrollar un sistema procesal que se adapte a la Revolución.  Los contadores están haciendo trabajos relacionados con la racionalización en una serie de empresas y, desde luego, los estudiantes de agronomía, de medicina veterinaria, sobre todo los estudiantes de las escuelas de tecnología, de las distintas ingenierías:  arquitectura, química, física, biología, matemáticas.  Todas las facultades tienen que incorporarse a ese movimiento, a esa revolución técnica. 

Cuando ayer les hablaba a los jóvenes de la secundaria, les daba un ejemplo:  Tener una conciencia de revolucionario técnico es comprender que un hombre, con una máquina, puede hacer el trabajo de 200 hombres.  Y les daba ese ejemplo para que se viera cómo la técnica, las máquinas modernas, la ciencia, la organización adecuada, nos permitirían la multiplicación de la productividad de nuestro trabajo, de manera que el estándar de vida de nuestro país pueda aumentarse ilimitadamente. 

Por delante tenemos muchas tareas, grandes tareas.  Recuerdo ahora lo que les decía a los estudiantes de la universidad de Moscú, cuando les explicaba qué tenían por delante los jóvenes después de las revoluciones sociales, qué tareas tenían cuando ya vieran a las revoluciones sociales como algo del pasado.  No había que mirar con nostalgia el pasado, porque delante tenemos una maravillosa y fantástica revolución:  la revolución de la naturaleza; y el hombre deberá revolucionar la naturaleza para ser más hombre, para vivir mejor, para ser más feliz. 

Así todos tienen un gran papel que desempeñar, todas las especialidades:  los médicos contra la enfermedad, prolongando la vida; los ingenieros creando mejores fábricas o instrumentos de producción; los físicos, los químicos, los agrónomos.  En fin, todos sin excepción tienen una hermosísima tarea por delante:  la de la revolución de la naturaleza. 

Nosotros, que hemos vivido la etapa de la revolución social, que nos emocionó extraordinariamente y que siempre considerábamos que era hermosa la tarea de un joven revolucionario, comprendemos y podemos decir con toda autoridad que no importa cuán hermosa sea la tarea de un revolucionario social; esa tarea, con toda la importancia que tiene, con todo lo bella que es, no será jamás tan bella, tan creadora, porque esta revolución de que hablamos es toda creación:  la revolución social en parte tiene que destruir para poder crear.  Mas la revolución de la naturaleza, la revolución técnica se hace solo en el aspecto positivo, para el bien, para crear, para la felicidad del hombre; los beneficios de esa revolución los reciben todos por igual, y eso es lo que tienen y tendrán delante siempre los jóvenes. 

Ustedes no tendrán jamás, como nosotros, obras humanas contra las cuales luchar, regímenes explotadores contra los cuales luchar; ustedes no tendrán, como tuvimos nosotros, una tiranía sangrienta y explotadora que oprimía y ensangrentaba a nuestro país al servicio de los privilegiados.  ¿Qué tienen ustedes por delante?  ¡La gran tarea de crear, la gran tarea de revolucionar la naturaleza, la gran tarea de abrir nuevas vías en todos los órdenes! 

Por eso decimos que ustedes son afortunados.  No han tenido oportunidad ni hay por qué sentir la nostalgia de haber vivido los años heroicos y gloriosos del pasado, porque ustedes tienen años tanto más heroicos, tanto más gloriosos que los años que tuvimos nosotros.  ¡Nosotros hemos participado de una revolución que concluye, y ustedes   —los jóvenes de esta generación y los de las generaciones venideras— están participando y participarán de una revolución que no concluirá nunca! 

¡Patria o Muerte! 

¡Venceremos!

(OVACION)