DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL PARTIDO UNIDO DE LA REVOLUCION SOCIALISTA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN LA SESION DE CLAUSURA DEL PRIMER FORUM AZUCARERO NACIONAL, EFECTUADA EN EL TEATRO “CHAPLIN”, EL 19 DE SEPTIEMBRE DE 1964.

 

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS

DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

 

Compañeras y compañeros participantes del Primer Fórum Nacional Azucarero: 

 

Han trabajado ustedes durante muchas horas, manejando cifras, datos, informes, papeles en general.  Y, por eso, más que datos, cifras, informes y papeles, quiero hacer algunos comentarios en torno a este evento y el significado que en nuestra opinión tiene para nuestro país. 

Cuba —como sabemos todos— es el primer productor de azúcar de caña en el mundo.  Hemos ocupado ese lugar durante buen tiempo, y desde luego que no pensamos cedérselo a nadie (APLAUSOS).

Sin embargo, ¿qué es lo más paradójico de nuestro caso con relación al azúcar?  Siendo nosotros el primer país en volumen de producción, y siendo un país cuya economía ha dependido y tendrá que depender todavía por un lapso de tiempo fundamentalmente de la producción azucarera, es posible que seamos el último país del mundo en cuanto a investigaciones y técnica azucarera.

Si abrimos cualquier libro sobre cuestiones de azúcar y de caña, nos encontraremos referencias a las investigaciones realizadas en numerosos países:  las investigaciones realizadas en Java, en la India; las investigaciones realizadas en Hawaii, en las Islas Fiji; y, en fin, las investigaciones realizadas dondequiera que ha habido un poco de lógica entre el interés por la producción y la importancia que tiene la investigación. 

En el mundo se ha acumulado una gran cantidad de experiencia en torno a la caña de azúcar, mientras nosotros en este terreno nos quedábamos completamente a la zaga del mundo. 

Y no solo faltó la más elemental atención a los estudios que se refirieran a la caña de azúcar, sino que ni siquiera en nuestro país estábamos al tanto de las investigaciones que se realizaban en otros sitios del mundo. 

No quiere esto decir que en Cuba no existiesen buenos técnicos en cuestiones de caña.  Precisamente, de Cuba surgieron en el siglo pasado una serie de teorías y de conocimientos relacionados con la caña en un libro que recorrió el mundo y que era mucho más conocido fuera de Cuba que en Cuba; libro que sirvió algo así como de guía a las investigaciones en casi todas partes del mundo.  Ese libro comienza de nuevo a circular y a ser conocido en nuestro país. 

Y decía que existían algunos técnicos competentes en materia de caña y en materia de azúcar.  Pero, fuera de ese ámbito reducidísimo de los que habían tenido oportunidad de estudiar, todos los demás conocimientos que teníamos sobre caña de azúcar eran de carácter empírico; es decir, la experiencia de cada uno de los agricultores cañeros, la experiencia que habían ido adquiriendo durante mucho tiempo. 

Pero, si nosotros analizamos realmente cuál es el estado de desarrollo técnico de nuestra agricultura cañera, será preciso reconocer que era pobrísimo.  Desde luego que una serie de circunstancias económico-sociales determinaban esa falta de interés, esa falta de aliento para profundizar en los conocimientos técnicos sobre la producción azucarera, puesto que —entre otras cosas— nuestro país tenía sus mercados estrictamente limitados. 

Puede decirse que con este Fórum Nacional Azucarero, que ha abarcado no solo los aspectos que se refieren al cultivo sino también lo que se refiere al transporte, a la industria azucarera y a los nuevos productos que pueden surgir del azúcar, es decir, los derivados del azúcar, puede decirse que se inicia un gran movimiento de carácter técnico.  La simple lectura de todos los trabajos que se han presentado, el contenido de esos trabajos, los aspectos tan variados que abarcan, da idea de los resultados que pueden obtenerse, en la medida que esta preocupación, que esta toma de conciencia sobre la importancia de la técnica en la producción crezca. 

Es impresionante el hecho de que 26 000 personas hayan participado en este proceso, desde las reuniones locales hasta esta reunión nacional.  Y es igualmente impresionante el hecho de que el número de trabajos presentados desde las reuniones locales haya sido el de 13 399 trabajos; independientemente de que algunas personas puedan haber presentado dos o tres trabajos, o aun más, es de suponer que miles y miles de personas, es posible que unas 10 000 personas hayan intervenido aportando su esfuerzo a este evento.  ¡Diez mil inteligencias pensando!, ¡diez mil inteligencias enfocando los problemas de la producción! 

Posiblemente ninguna otra cosa, ninguno de los resultados obtenidos aquí, tenga la significación que implica el hecho de que 10 000 ciudadanos de un país hayan tenido la iniciativa, el interés y el entusiasmo, de presentar un trabajo relacionado con los problemas que plantea la producción azucarera.  Es tan impresionante ese hecho, sobre todo si se tiene en cuenta que esa conciencia empieza a surgir en nuestro país, que esa cifra parece verdaderamente increíble. 

Y es un síntoma prometedor para un pueblo, muy prometedor, que los problemas de la producción, las tareas de la producción, es decir, las tareas técnicas de la producción, se conviertan en el objeto de millares de inteligencias, se conviertan en el objeto de un esfuerzo masivo.  Porque no habría nadie en absoluto —por inteligente que fuese, por profundamente conocedor que fuese de algún problema— capaz de hacer en toda su vida un trabajo de la magnitud del que miles de inteligencias trabajando pueden hacer en unos meses. 

Además, los conocimientos tienden cada vez más a profundizarse y a especializarse de tal manera, que la solución de los problemas, la solución correcta, científica, técnica de los problemas, solo puede ser el fruto del trabajo de muchos. 

Por eso, nosotros no tenemos la menor duda de que vamos a marchar hacia adelante en el camino de la producción azucarera, bajo circunstancias enteramente nuevas y enteramente favorables. 

Y lo que es un hecho ya con respecto a un renglón de la producción nacional, puede llegar a ser un día igual para todos los renglones de nuestra economía, para todos los esfuerzos de nuestro pueblo trabajador.  No hay la menor duda de que esa otra revolución, la revolución técnica, está prendiendo en la conciencia de nuestro pueblo.  Nosotros estamos atravesando ahora los primeros años de un proceso revolucionario.  Los primeros años de todo proceso revolucionario, en todas las épocas y en todos los escenarios de la historia, fueron siempre los años más difíciles, fueron siempre los años más apretados, los años más duros:  esa impaciencia por ver los frutos de la revolución, chocando con todas las dificultades que una revolución ha de vencer para marchar adelante.

Las cifras impresionantes sobre los resultados no comienzan a aparecer en los primeros dos, o tres, o cuatro años.  Nosotros recordábamos recientemente, en una entrevista con algunos periodistas, el caso de México, cuya economía hoy puede considerarse una de las más sólidas del continente, lo que hace más sólida la política internacional de ese país, cuya revolución comenzó en 1911 —si mal no recuerdo.  Atravesando toda una serie de vicisitudes históricas, avanzando a través de un proceso difícil, enfrentándose —cuando las medidas revolucionarias afectaron poderosos intereses extranjeros— al bloqueo, a las presiones de todo tipo, a extremos tales que, como nos decía no hace mucho un amigo mexicano, había países europeos que se negaban a comprar gasolina norteamericana producida con petróleo mexicano.  El boicot, el bloqueo, llegaba hasta esos extremos, de que había países que no consumían el producto simplemente en consideración a los orígenes de la materia prima. 

Algo similar ocurre hoy con nuestro tabaco, que a pesar de su extraordinaria calidad y de la demanda que tiene en los mercados de todo el mundo, tenemos el caso de que en Estados Unidos si el tabaco está hecho con materia prima cubana no se puede comprar.  Esto no basta para que los políticos influyentes de este país siempre tengan a su alcance los legítimos y puros tabacos cubanos (APLAUSOS).  Siempre por algún medio o por otro los obtienen:  obsequios diplomáticos y cosas por el estilo. 

Sin embargo, refiriéndome al caso de México, el hecho es que ese país atravesó casi 50 años de problemas y dificultades, desde que se inició la Revolución y a través de todos los procesos, la nacionalización del petróleo; muchos de esos problemas que nosotros tenemos hoy los atravesaron los mexicanos, para obtener piezas de repuesto, equipos.  Y en realidad en estos instantes la economía de México es una economía floreciente, es una economía que avanza con niveles más altos que cualquier otro del resto de los países latinoamericanos.  Porque en México tuvo lugar una revolución, una revolución social, no puede llamarse una revolución socialista, pero sí una revolución social; revolución social que solo ha ocurrido en otro país:  Cuba, revolución social que no ha ocurrido en Perú, ni ha ocurrido en Brasil, ni ha ocurrido en Centroamérica, ni en Colombia, ni en Venezuela, ni en Argentina, ni en ningún otro país, si exceptuamos una revolución con características muy sui géneris, tan sui géneris que empezó nacionalizando minas norteamericanas y terminó recibiendo órdenes del embajador americano.  Me refiero al caso de Bolivia. 

Pero no vamos a juzgar, cada país tiene sus problemas, y al fin y al cabo en el caso de Bolivia hicieron todo lo que pudieron por mantener las relaciones con nosotros, hasta que no pudieron más.  Les ocurrió como a Uruguay y otros, en que si no rompían no les daban un centavo, no les prorrogaban las deudas, y los estrangulaban.  Claro que a México no le pueden hacer eso, porque tiene una situación económica diferente; esto aparte de que no solo son factores materiales, hay factores morales también en estos problemas. 

Por eso, cuando escuchamos que algunos países dicen que van a hacer una revolución, algunos movimientos políticos, como el caso de Chile que incluso decía que iba a hacer una reforma agraria —y esto quiero aclararlo porque en el periódico al otro día se equivocaron, no se equivocaron los periódicos, se equivocaron los taquígrafos—, porque habían ofrecido una reforma agraria para limitar la tierra a 30 hectáreas, 30 hectáreas, y cuando yo dije 30 hectáreas los taquígrafos se equivocaron y pusieron 30 caballerías, porque les parecía que aquello no tenía pie ni cabeza.  ¡Pues sí, hablaron de una reforma agraria que iba a limitar la tierra hasta treinta hectáreas, treinta hectáreas!  —¡no!, eso quisiéramos verlo—, los del partido de este señor, que con el apoyo del imperialismo y la derecha ganó las elecciones.  Claro que unos días después apareció otro cable diciendo que ya no, que la cuestión de la reforma agraria la iban a posponer algo porque las condiciones todavía no eran muy favorables. 

La primera reforma agraria que hizo la Revolución fue estableciendo un límite, el mínimo, que estableció en la ley de 30 caballerías, y es como 400 hectáreas, ¡cuatrocientas!; y al otro día de la ley los sectores más prepotentes del país, los dueños de la radio, la prensa, la televisión, los periódicos, los bancos, estaban en una oposición abierta y a muerte con la Revolución, y a los pocos días se comenzó a organizar la expedición de Playa Girón. 

Desde luego que hay que tener en cuenta una circunstancia —y ustedes me perdonan esta breve disquisición por el campo de la política, que no tiene nada que ver (APLAUSOS), que no tiene que ver y tiene mucho que ver con esto.  Los yankis, después de la Revolución Cubana, hablan de la necesidad de la reforma agraria en los demás países de América Latina, pero en realidad hay una circunstancia muy especial:  ellos en Cuba eran dueños de enormes extensiones de tierra, porque aquí había compañías americanas que tenían 18 000, otras tenían 10 000, otras tenían 8 000 caballerías; en ningún país de América ellos tienen, ni remotamente, una riqueza en tierras, inversiones en propiedad de tierras como las que tenían en Cuba.  Es mucho más fácil hablar después que ya en Cuba se hizo la reforma agraria de reforma agraria para la América Latina, puesto que sus grandes propiedades son en petróleo, en cobre; en Chile, por ejemplo, son dueños de las minas de cobre de Chile; en Venezuela son dueños de los grandes yacimientos petroleros.  Ellos pueden hablar de reforma agraria, lo que no podrían hablar sería de reforma petrolera o de reforma minera; pero, en fin, hablan de reformas agrarias. 

Sin embargo, la reforma agraria, una verdadera reforma agraria, plantea tal conflicto con las oligarquías, que independientemente de que los norteamericanos tengan o no grandes propiedades de tierra en cualquiera de esos países, una reforma agraria que redujera el límite a 30 hectáreas plantearía tal choque de cualquier gobierno con las oligarquías, que no le quedaría otra alternativa que hacer de verdad una revolución, o lo barren del camino.  Esa es una de las grandes ilusiones que se han hecho.  Porque nuestra primera reforma agraria fue de 400 hectáreas como límite, y la segunda estableció el límite de más de 60 hectáreas, más de 60, y puso fin a nuestro programa de leyes agrarias.  Fue la última ley agraria de la Revolución; medida correcta, disposición correcta, que responde a las realidades, que responde a la alianza obrero-campesina.  Y ya en materia de tierra hemos creado las condiciones de propiedad de tierra que nos permite llevar a cabo estos planes. 

Por eso, todo lo que se diga de una reforma agraria, una revolución, sin chocar con los intereses que las revoluciones afectan, es pura palabrería.

Y la Revolución Mexicana, que fue una revolución antimperialista, antifeudal, antioligárquica, no fue una revolución socialista; fue una revolución social, profunda, no socialista, que cambió una sociedad realmente feudal, un sistema social feudal por un sistema social más moderno, que rompió las ataduras que impedían el desarrollo económico de ese país, y esa revolución costó mucha lucha, mucho sacrificio y mucha sangre.  El caso de la Revolución Mexicana es un buen ejemplo de lo que cuesta cualquier revolución, porque toda revolución es el cambio de un sistema social por otro; y las clases afectadas por esos cambios defienden hasta con las uñas sus intereses, y hay que, sencillamente, derrotarlas, hay que luchar con ellas hasta aplastarlas. 

Y todos los primeros tiempos de todas las revoluciones son duros y son difíciles.  Sin embargo, aunque nadie puede con exactitud predecir el futuro en cuanto a sus incidencias, y las incidencias de toda revolución son impredecibles en cuanto a dificultades mayores o menores, conflictos mayores o menores, indiscutiblemente que a nosotros nos amenazan peligros —seríamos irreales si no lo comprendiéramos—, peligros derivados de la oposición, de la enemistad del imperialismo yanki, que constantemente acecha, que constantemente amaga, que constantemente amenaza, nadie tiene la menor duda en absoluto de que esta batalla entre la Revolución y los enemigos de la Revolución será ganada por la Revolución.  Eso sí se puede predecir (APLAUSOS). 

Los resultados se pueden predecir, las incidencias no; todas las incidencias de un proceso no, aunque los resultados sí.  Sin embargo, aunque no podamos predecir las incidencias, parece ser que nosotros no vamos a tardar mucho; y posiblemente el período de tiempo en que nuestro país pueda exhibir los frutos de la Revolución va a ser bastante breve. 

No nos estamos refiriendo a los logros culturales, a los logros sociales de la Revolución, cuyos frutos se pueden exhibir con cifras elocuentísimas.  No.  A los logros materiales, a los logros económicos de la Revolución.  Porque, desde luego, en un proceso revolucionario hay cosas que dependen del factor humano, cosas que dependen del factor subjetivo, cosas que dependen de la voluntad del pueblo.  Y así, de la voluntad del pueblo dependía subsistir frente a los ataques del enemigo, rechazar las agresiones; de la voluntad del pueblo dependía erradicar el analfabetismo; de la voluntad del pueblo dependía el impulso que se le daba en el país a la instrucción; de la voluntad del pueblo dependía toda otra serie de obras de carácter social que se han hecho.  Pero hay otras cosas que dependen de realidades objetivas, que no dependen enteramente de la voluntad; que dependen de la voluntad desde el momento en que se adopta la determinación de cambiarlas; que depende de la voluntad, en definitiva, el esfuerzo que hay que hacer para cambiar esas condiciones objetivas, pero que están grandemente condicionadas por los recursos de un país; no por sus recursos humanos, sino por sus recursos materiales; no por la voluntad del pueblo, sino por la cantidad de fábricas y el grado de desarrollo de la técnica de producción. 

Es en ese aspecto en lo que no depende de la voluntad de los hombres, sino de las realidades encontradas por la Revolución, en donde tenemos que enfrentarnos a las dificultades más grandes, en donde tenemos que realizar el esfuerzo más constante y más perseverante para cambiar precisamente esas condiciones.  Y aun en ese orden, en el orden de las realizaciones económicas, nuestra Revolución no tardará mucho tiempo en poder exhibir impresionantes resultados.

Mas esto no es solo una cuestión de propósitos, no es solo una cuestión de fe; es una cuestión de voluntad persistente, tenaz.  No es cuestión de decir; es cuestión de hacer. 

Es cierto que en las revoluciones siempre tenemos que andar aprendiendo.  Es cierto que en los años que mediaron del triunfo a hoy todos hemos aprendido algo, hemos tenido que aprender entre todos mucho de lo que sabíamos acerca de nuestros propios problemas hace cinco años, a lo que sabemos hoy.  Y hoy empezamos a saber cómo, cómo hemos de hacer las cosas —y este fórum es una magnífica prueba de ello—, cómo un país puede cambiar las condiciones objetivas de un momento dado, cómo un país puede multiplicar los recursos con que cuenta en un momento dado. 

Así, con esto, haciendo esto, poniéndose a pensar, poniéndose a analizar, poniéndose a estudiar y poniéndose a resolver; que lo primero es saber cómo hay que hacer las cosas, cuál es el camino que conduce a un objetivo.  Y este es el camino.  Aun antes de aprender estos caminos tuvimos que aprender otros.  Antes de saber qué teníamos que hacer con nuestras tierras y nuestras cañas y nuestros centrales, tuvimos que aprender cómo los defendíamos, cómo evitábamos que volviesen sus antiguos dueños, cómo evitábamos que volviesen otra vez sus antiguos propietarios para arrebatárnoslos.  Es decir que antes de saber qué hacer con ellos tuvimos que aprender cómo defenderlos (APLAUSOS). 

Y no hay duda de que eso lo aprendimos, y lo aprendimos bien.  Lo sabemos ya cómo hacer, de tal manera, que quitárnoslo es imposible; que podrían hacerlo polvo pero no quitárnoslo.  Primero, en el proceso de la Revolución tuvimos que aprender a defenderlos, ahora tenemos que aprender a emplearlos; y a emplearlos, lo sabíamos ciertamente mal.  Independientemente de otros factores que en un momento dado condicionaron la actitud nuestra ante el azúcar —como fue la supresión de la cuota azucarera, que condujo a un pesimismo general en el azúcar, antes de que la propia experiencia nos mostrara la posibilidad de encontrar mercados para nuestro azúcar—, independientemente de todos esos factores, es lo cierto que no sabíamos cómo hacer.  Y aunque hubiésemos sabido qué hacer, no hubiésemos sabido cómo.  Y es posible que no supiésemos ni qué ni cómo.  Y hoy sabemos qué, y estamos tratando de saber cómo (APLAUSOS).  Y sin duda que lo vamos a saber, lo vamos a saber, porque doscientos cuarenta y tanto, cuarenta y ocho, si mal no recuerdo, doscientos cuarenta y ocho trabajos no se discuten en un foro nacional si no hay unos cuantos cientos de cabezas que piensan, y piensan bien, si no hay unos cuantos cientos de cabezas capaces de encontrar soluciones pensando, y si no hay una voluntad de pensar y resolver.  Y se han reunido aquí en este acontecimiento científico —porque lo podemos llamar científico—, desde los hombres que trabajan en la atención directa en el cultivo de la caña, pasando por los jóvenes que están estudiando estos problemas, hasta los hombres que tienen más conocimientos técnicos y más experiencias sobre todas estas cuestiones.  Y son muchas cabezas las que se han reunido en torno a un problema.  Y en esta ocasión hemos tenido la oportunidad de ver lo que significan las cabezas pensando.

Y simplemente no es más que una alborada, un comienzo.  Y no hay duda de que de este comienzo ya se pueden apreciar importantes resultados.  Esto para nosotros es una experiencia más, porque nosotros tenemos mucha fe en la capacidad de la inteligencia humana, de la voluntad humana, mucha fe en la capacidad de nuestro pueblo para resolver problemas.  Pero, sin embargo, en un caso como este, ya se ve esa capacidad en acción en pos de algo, en función de algo.  Y posiblemente en todos nosotros exista un espíritu optimista, y es posible que ninguno de nosotros, sin excepción, haya visto nunca un esfuerzo como este, un esfuerzo técnico como este, una preocupación como esta, un entusiasmo como este, un interés como este. 

Y ese esfuerzo que comienza hay que aprovecharlo.  Hay que evitar que la inercia vuelva a prevalecer alguna vez.  Este movimiento que comienza hay que impulsarlo.  Nadie crea que hay nada fácil, nadie piense que todas las cosas las vamos a poder hacer fácilmente, nadie se desaliente con las dificultades, pero el hecho es que a este movimiento hay que darle fuerzas, hay que impulsarlo, y que el resultado de este primer esfuerzo se multiplique, que el fruto de este movimiento se divulgue, se conozca. 

Esto no quiere decir que aquí hayamos descubierto un remedio para cada cosa, y que aprendiendo y estudiando todo lo que aquí se ha discutido y se ha aprobado ya, como por arte de magia, vamos a encontrar una solución para cada cosa y un recetario para cada problema. 

Pienso que lo mejor que pueda tener todo lo que aquí se ha discutido y se ha acordado es que ponga a pensar a todo el mundo, que ponga a pensar a todos nuestros técnicos azucareros, a todos nuestros ingenieros, a todos nuestros obreros calificados y a todos nuestros trabajadores azucareros, y hasta a los que no son azucareros, porque muchas de las cosas del azúcar interesan a otros sectores que no son azucareros como es, por ejemplo, el sector de las construcciones, el de la industria mecánica y, en fin, que ponga a pensar a todo el mundo. 

Y sería bueno que se pudiera hacer una compilación lo más amplia posible de todos los trabajos que aquí se han presentado que, a juzgar por el criterio de alguna comisión lo merezcan, valgan la pena, aunque en ocasiones sea difícil decidir y posiblemente no podrán ser todos de ninguna manera por una cuestión de volumen.  Me informaron un rato antes de venir para acá que me habían mandado una copia de todos los trabajos, no recuerdo qué altura tenía (APLAUSOS).  Pero de veras que esas cosas me interesan. 

No voy a decir que me sienta demasiado tentado a aventurarme en todos los trabajos sobre la cristalización del azúcar, el proceso industrial, los derivados del azúcar, pero sí por lo menos, en los problemas que se refieren al cultivo de la caña de azúcar es posible que haga un esfuerzo por ver todo lo que se ha escrito sobre eso, todos los trabajos que se han presentado.  Ahí están los problemas de la mecanización que son interesantísimos, los del transporte, el proceso industrial, el desarrollo industrial en perspectiva del azúcar, y luego los aspectos económicos, los aspectos de organización, planificación.  Es decir que todos son importantes, no se debe subestimar ninguno, pero también es imposible que todos sepamos de todo, y tenemos que limitar nuestras ambiciones a determinados campos, y a mí en el campo de la agricultura cañera pues por lo menos me atrevo a tratar de saber algo sobre eso.

Además, todo tiene que empezar por ahí:  si no hay caña todo lo demás sobra (APLAUSOS), y si sobra caña todo lo demás falta (APLAUSOS).  Se puede decir que la base tiene que empezar por la agricultura y, además, porque es el sector donde la naturaleza nos establece un límite. 

En materia de centrales el límite puede estar en nuestros recursos económicos para inversiones, en recursos técnicos, en número de ingenieros; pero, a la larga, se pueden llegar a hacer tantos centrales como hagan falta.  Todas las demás cosas se pueden llegar a desarrollar, pero la superficie de nuestro territorio no se puede ampliar.  Sí quitamos algunos terrenitos que están empantanados, pero ni siquiera es aconsejable ponerse a trabajar en ese sentido ahora, porque tiene un límite nuestra superficie. 

Las necesidades de nuestra economía establecen determinadas limitaciones en cuanto a la superficie de tierra que debemos destinar a caña y en el límite de esa superficie, en el terreno, en la tierra que podamos dedicar a la caña, tenemos que tratar de obtener el máximo de producción, es decir que seremos capaces de producir tanta azúcar como capaces de obtener una mayor productividad por caballería, o por hectárea, o como lo quieran dividir; seremos capaces de producir tanta azúcar como toneladas de caña seamos capaces de producir por caballería y tanta como toneladas de azúcar podamos sacar por toneladas de caña.  Son estos los dos factores que tenemos que conciliar y que se pueden resumir en la obtención del máximo de azúcar por unidad de superficie. 

Ese es el problema que se le plantea a la agricultura:  la obtención del máximo de azúcar por unidad de superficie, con un mínimo de costos, ¡con un mínimo de costos!, porque puede haber un punto en que el aumento de producción de azúcar por unidad de superficie implique tales gastos que resulte antieconómico.  Máximo de producción de azúcar por unidad de superficie económicamente obtenible:  esa es la tarea de la agricultura. 

Y, además, nos parece que la dificultad mayor no está en la industria, que el problema de la industria es más sencillo, y que el problema de la agricultura es más difícil.  Y mientras la tecnología de la industria es más simple y la técnica de producción de azúcar es más o menos similar, con equipos más o menos avanzados, la técnica de producción de la caña es muy variada, es muy diversa; y si los centrales son todos más o menos iguales, los terrenos son todos más o menos diferentes.  Y por eso en la agricultura se requiere un trabajo muy duro y muy serio, se requiere un esfuerzo muy grande.  La agricultura requiere un número de técnicos y de conocimientos técnicos muy grandes. 

Nosotros veíamos que una de las comisiones estudiaba el problema de la formación de técnicos.  No sé, pero me daba la impresión de que se refería fundamentalmente a la formación de técnicos para la industria.  Y es lógico, la industria necesita muchos técnicos, y la industria necesita muchos obreros calificados, sobre todo si se tiene en cuenta que como el trabajo en el central azucarero es estacionario, y si se tiene en cuenta que otros sectores de la industria les ofrecieron en determinados momentos perspectivas mejores a los obreros industriales azucareros, la industria necesita obreros calificados y necesita técnicos.  Y en esos informes que hablaban de la necesidad de formar distintos tipos de técnicos para la industria, es correcto y a mí me parece que es una cosa esencial.  Y que si no se ponen desde ahora mismo a preocuparse por esos problemas y no se ponen en contacto con las distintas escuelas, universidades, institutos tecnológicos, entonces, no resuelven el problema.  Pero si la industria necesita técnicos, la agricultura los necesita todavía en un grado mayor. 

Y, desde luego, hay que partir de una cosa que no falla, de una idea que no se puede olvidar.  Todos estos planes, todas estas consignas de “Hacia la meta azucarera en 1970”, “Más producción en menos áreas”, “Adelante el plan azucarero”, “La revolución social se hizo para hacer la revolución técnica”, bueno, todo eso está de más si no preparamos a la gente que tiene que hacer eso (APLAUSOS).  Eso es una verdad absolutamente en todo, no tiene excepción esa verdad.  Y cada vez que se haga un plan, empiécese por preparar la gente que va a llevar a cabo ese plan, lo mismo para producir 10 millones de toneladas de azúcar —lo que es una cosa dura—, que producir 60 millones de huevos, cosa que no es tan dura, es relativamente fácil.  Por ahí andan los que se preguntan si es verdad que va a haber los huevos o no para enero (RISAS), y parece que los que se imaginaron que era una promesa difícil de cumplir se van a llevar un gran chasco (RISAS).  Y pienso que desde el mes de enero se empiecen a repartir los 60 millones de huevos (APLAUSOS). 

Pero ese plan tiene una base técnica, habrá algunas dificultades, algunos obstáculos.  En este mismo barco español venían un número de jaulas para esas gallinas, pero si las gallinas no están todas en jaulas, algunas pueden poner en el suelo (APLAUSOS). 

Y, precisamente, da mucho gusto pensar que este plan, para crear la base técnica para la producción avícola, comenzó cuando nos tuvieron que pagar la indemnización por lo de Playa Girón, que algunos de los recursos de los que nos pagaron los invertimos en crear esa base técnica para la producción avícola, en organizar centros genéticos de primerísima calidad, en adquirir los pie de cría, en adquirir equipos, y se fue creando esa base.  Y junto con eso se organizaron las escuelas y se prepararon técnicos en esos problemas, se graduaron varios cientos de jóvenes y con esos factores se echó hacia adelante ese plan; y, desde luego, en vez de gallinas poniendo un 40%, tendremos gallinas poniendo un 60%, un 70% y en ocasiones un 80%; las de los pie de cría han alcanzado hasta el 90% de posturas; así que la gallina poniendo mucho más con la misma cantidad de pienso y con personas que conocen qué es una gallina (RISAS), sin lo cual no se produce nada.  Y eso da mucha seguridad, da mucha garantía, a pesar de los intentos del enemigo de tratar de hacer algunos sabotajitos, alguna cosa siempre, pero da mucha seguridad en los planes cuando se toman todas las medidas, y sobre todo cuando se preparan los hombres y las mujeres que van a realizar esa tarea. 

Esto no quiere decir que vayamos a aumentar la producción de pollos.  Estamos en condiciones de hacerlo, las limitaciones son de otro orden, la cantidad de alimento que hay que importar y que establece una limitación.  Estamos en condiciones técnicas para aumentar la producción de carne de ave, los recursos económicos no nos lo permiten, pero en el momento en que nos lo permitan los recursos económicos, tendremos todas las condiciones técnicas para aumentar a la cantidad que queramos.  Por eso primero se ha ampliado la cantidad de gallinas ponedoras para ya tener un artículo en producción capaz de satisfacer las necesidades, las necesidades de ahora que son mucho más grandes que las de antes.  Pero baste decir que, por ejemplo, en este renglón, producción de huevos, en un año habrá un aumento de un 200% de la producción, ¡doscientos por ciento en un año!  Desde luego no en todas las cosas se pueden lograr esos aumentos; en aumentos, por ejemplo, de producción de leche no se podría, ni de carne, porque no tienen el ciclo de vida que tiene una gallina que se multiplica a una velocidad tremenda. 

Pero también, también en esos renglones ya se lleva adelante un consistente aumento de la producción aunque esos aumentos son de orden progresivo, en la primera etapa van más lentos y posiblemente cuando más los necesitamos van más despacio; esas son las limitaciones que nos establece la naturaleza y después irá a una velocidad tremenda cuando ya empiecen a aliviarse las necesidades.  Pero baste...  Bueno, no vamos a dar datos, vamos a dejarlo para otra ocasión; hoy no estamos hablando de ganadería, estamos hablando de caña.  Pero, en fin, todo es igual o todo es parecido. 

Si no preparamos a los que van a realizar estos planes, estos planes no se realizarán.  Podremos tener dificultades de muchos tipos de orden material para las inversiones que tenemos que hacer en los centrales, en el transporte, en las máquinas, en todo; pero todo eso sería en balde si no preparamos a los que van a realizar esos planes. 

Esto no quiere decir que tengamos que empezar a preparar a la gente, toda gente nueva, no.  Hay que hacer un trabajo muy serio con los que actualmente están trabajando, sobre todo en la agricultura.  Y ya el año pasado se hizo un curso con los administradores de granjas cañeras; que, por cierto de ese curso salieron muy contentos los administradores, y confesaron que habían aprendido cosas de las cuales no habían oído hablar en toda su vida.  Empezaron a saber —en dos palabras— qué era una caña muchos de ellos.  No se ofenda ninguno; yo sé que, por ejemplo, yo tengo un amigo aquí, un pariente, que si digo que no sabe de caña se pondría bravísimo (RISAS).  Y yo creo que sabe algo de caña, no lo voy a negar; pero cada vez que pienso en los cañeros empíricos me acuerdo de él (RISAS), porque a esa gente no se le puede discutir mucho.  Y sabe    —no voy a decir que no sabe—, pero sus conocimientos tienen limitaciones.  Y el primer favor que nosotros les podemos empezar a hacer a los que saben algo de caña es decirles que todavía saben muy poco; es lo primero.  No vayan a creer que yo me imagino que sé de caña, pero cuando leo un libro me doy cuenta de que nadie sabe prácticamente nada. 

Y con los administradores se hizo un notable progreso.  Bueno:  ¿Cuánto fue el progreso?  Eso lo sabremos en la próxima zafra, con discreción o sin discreción, en el tonelaje de caña producida.  Pero sospechamos que hubo un progreso en la capacitación técnica de los administradores. 

Y este año se suponía que iban a dar un curso más extenso y más calificado.

Desde luego que el problema de administrar bien una granja no es solo un problema de conocimientos; hacen falta otras cuantas cualidades más que no se aprenden en la escuela.  Pero hay muchos que tienen esas otras cualidades y no tienen los conocimientos técnicos. 

Es decir que hay que hacer un esfuerzo con los que actualmente están trabajando en la caña.  Y, sobre todo, hay que hacer un gran trabajo de divulgación.  Hay que recoger todos esos trabajos sobre agricultura y sacar unas cuantas decenas de miles de copias, y repartirlos en todas las granjas y discutirlos en todas las granjas (APLAUSOS). 

Ahí tienen una de las tareas de los compañeros de los núcleos y de los compañeros del sindicato:  el estudio.  Porque, si vamos a llegar al 6to grado, vamos a emplear lo que sepamos de leer para estudiar esos materiales.  Antes no nos podíamos plantear eso, y hoy sí nos lo podemos plantear.  Siempre hay alguno que sabe más que otros, y ese es el que debe dirigir el círculo.  Si puede haber algún técnico, algún ingeniero...  Esto no quiere decir aprenderse, es decir, tomar como un catecismo lo que aparezca en cualquier trabajo.  Yo recomendaría que empezaran por poner en duda todo lo que lean, porque creo que es la mejor manera y la mejor actitud para aprender y para avanzar. 

Porque muy bien el método aplicado en esta tierra puede ser no aplicable en otra tierra; el método exitoso en estas condiciones de humedad, sea no aplicable en aquellas condiciones de humedad.  Y he señalado dos entre 15 ó 20 ó 30 factores que pueden determinar que un método aplicable aquí no sea bueno allí. 

Estoy seguro de que la mayor parte de las experiencias carecen de mucha información y de muchos datos:  análisis de suelo, características del suelo, precipitación natural.  Yo diría que un experimento hay que llevarlo con una cantidad de detalles, que hay que medir hasta el crecimiento de las plantas, la temperatura y toda una serie de factores sin los cuales, en un momento dado, uno se puede encontrar con que no sabe a qué se debe algo.

Pero lo mejor sería que estudiaran todos esos materiales.  Del estudio de todos esos materiales puede surgir algo que hace mucho tiempo que hemos hablado de eso.  Recuerdo en cierta ocasión —creo que fue en un acto de graduación de una escuela de inseminación— que hablábamos de la necesidad de experimentar y de la conveniencia de que en cada granja hubiera un centro, un pequeño centro experimental. 

Desde luego, estoy seguro de que a la mayor parte de la gente le entró por aquí y le salió por aquí el consejo sobre el centro experimental, como, desgraciadamente, pasa muchas veces.  Por eso, luego, cuando me invitan a algunos actos, yo lo pienso bien; digo:  “Bueno, ¿vale la pena o no?”  Pienso que esta vez este consejo, esta exhortación, no caiga completamente en el vacío. 

Y yo no concibo que pueda haber un administrador y que no tenga una pequeña granja experimental. 

Voy a decir que tengo una razón personal para creer eso, y es que yo no soy administrador de granja y mi trabajo no es ese, pero me interesan esos problemas y, para estar tranquilo, me vi en la necesidad de realizar algunos pequeños experimentos en cosas de caña.  Yo no hablo de esos experimentos, que no es...  Lo que vale de eso es nada más que la intención y la buena voluntad (RISAS).  Y no tengo tierra.  He tenido que arar unos solares por ahí (RISAS Y APLAUSOS).  Incluso, en días recientes me encontré frente a un tremendo problema en la Empresa Consolidada de la Electricidad, porque a aquellos modestos campitos de caña —el centro experimental— les iban a poner unas torres para pasar una corriente de alto voltaje.  Y cuando llego, me dicen:  “Bueno, van a poner esto aquí.”  Digo:  “¡pero cómo van a poner esto aquí!”  Digo:  “No, no, ¡hay que pasar sobre mi cadáver aquí para destruir este campo de caña!” (APLAUSOS.)  Digo:  “¡Cómo puede haber esta subestimación por la técnica y por la investigación!” Pero mi sorpresa fue mayor cuando me entero de que esa línea la iban a tirar por ahí en virtud de un camino trazado y un contrato suscrito y unos permisos obtenidos mucho antes de que yo pensara poner el campo allí (RISAS).  Pero yo vi aquellos terrenos yermos, y dije:  “Esto está bueno para esto.”  Y hubo después que buscar una transacción, unos acuerdos, una solución de ingeniería, para que pasara la línea y no destruyera los campos.  Y después yo estaba pensando si acaso la inducción eléctrica no me produciría alguna interferencia en la caña aquella y que después apareciera un poco más de azúcar o de caña o un poco menos.  Nadie sabe. 

Pero, bueno, ya a mí el compañero Barreiro —yo no sé cómo se llama la sección donde él trabaja— me mandó un aparatico de esos para medir el azúcar y eso.  Así que podremos hacer un estudio comparativo entre la caña que está por debajo de la conductora y la que está allí a cierta distancia. 

Pero bien, bien:  cuando uno cree que ya está averiguando diez cosas que le interesan, descubre que hay otras diez más que averiguar, y cuando busca las otras diez descubre que hay cuarenta más que averiguar.  Para eso se necesita por lo menos una caballería, ¿y qué granja no tiene una caballería perdida por ahí?  ¿Qué granja no tiene una caballería perdida? 

Entonces, si en una granja no se organiza un equipo de trabajadores interesados por la investigación, ¿en qué otro lugar pueden tener más facilidades que en una granja?  y si se ponen a estudiar esas proposiciones sobre la agricultura, sobre la parte de la caña... 

Hay muchas cosas que quisiéramos saber, hay muchas cosas que todo administrador tiene necesidad de saber.  Yo recuerdo que había una discusión acerca de a qué distancia había que sembrar las cañas para obtener el máximo de rendimiento, y entonces quise hacer una pequeña prueba:  hice un programita de distintas distancias de cada plantón y hemos sembrado caña de 4 por 4; 3 por 4; 3 por 3; 5 por 5; 6 por 6; 7 por 7; 8 por 6; 8 por 7; 8 por 4; 8 por 5; como 20 cordeles en distintas distancias, todas las cañas en las mismas condiciones, para salir de dudas.  Y miren, posiblemente en Oriente tengan que hacer eso, porque a mí me informaron que en los fórum locales había mucha gente que era contraria del surco corrido, y sin embargo hay muchos técnicos que hablan y defienden al surco corrido, que es lo que produce la mayor producción, la mayor población vegetal y, en consecuencia, da mayor rendimiento en caña, aunque después haya que hacerle ciertos trabajos al campo, dicen que romper el surco. 

Yo tengo sembrada caña con todas las distancias, para salir de dudas.  Pero a lo mejor allí me ha dado resultado y, sin embargo, en el valle de El Cauto es al revés, o en una tierra de otro tipo, de otras características.  Porque lo bueno sería que dentro de dos años, cuando se volviera a reunir un fórum, aquí se hablara de cientos de experimentos, ya prácticos, porque ahora aquí vienen consejos.  Y sería muy bueno que en cada lugar, en cada territorio de Cuba, se experimentara; ese es un simple detalle, simplemente en lo que se refiere a distancia. 

Si ahora quisieran saber cuál es la fórmula de fertilizantes que produce rendimientos óptimos, pues tienen que hacer otro montón de pruebas. 

Por ahí leí de alguien que habló en la conclusión sobre el abono verde, y decían que el que más grande resultado había dado era el chícharo de vaca, y que después el terciopelo, la canabalia, distintos tipos de frijoles, y que por fin el gandul —creo que dicen el gandul, ¿no?— era el mejor de todos para restablecer la materia orgánica del suelo siempre y cuando no se hiciera una rotación breve. 

Bien:  ¿Y por qué?  Hay que convencerme de por qué, hay que decirme:  “Sembramos tanta extensión de canabalia, tanto de chícharo de vaca, tanto de terciopelo, en tal fecha, en tales condiciones, lo enterramos en tal tiempo y el rendimiento posterior en tales condiciones de lluvia, de fertilización, o de lo que sea, me dio estos resultados.”  Es decir que no hay que decirnos que creamos, hay que comprobar todo eso.  Claro, vale mucho la experiencia que se hizo en un lugar, pero hay que decirnos cómo se hizo la experiencia; porque a lo mejor la semilla de la canabalia estaba vieja y la germinación fue escasa, fue pobre; quizás la semilla del chícharo de vaca estaba mejor.  Hay, muchas veces, factores que no tienen nada que ver con eso. 

Yo he oído a otros decir que el terciopelo es el que da mayor masa vegetal.  Hay que sembrar de las cuatro, de las cinco, y probar; eso sí, en el mismo terreno, al mismo tiempo y en las mismas condiciones; hay que cortar equis metros cuadrados para saber cuántas toneladas por hectárea produce cualquiera de esos de abono verde.  Y no basta con eso:  hay que saber cuando se entierra; porque basta que el ciclo vegetativo de uno sea más breve que el otro, y entonces la relación de carbono y nitrógeno ya es diferente y los resultados son diferentes. 

Yo no quiero hacer ningún alarde aquí de conocimientos sobre esos problemas (APLAUSOS).  En realidad, yo digo como aquel filósofo que dijo:  “Solo sé que no sé nada”, y de ahí parto, porque cada nuevo detalle que uno observa lo que le descubre constantemente es que uno no sabe nada, ¡nada! 

Y, en fin, cuando les estoy insistiendo en estas cuestiones no es por hacer ninguna crítica ni mucho menos una conclusión, no; yo creo que esas conclusiones son buenas y son interesantes, y por lo pronto ya a mí me plantearon las dudas, de manera que es posible que tenga que buscar un pedacito de tierra para hacer los experimentos esos.  Pero es necesario que en todos estos problemas de la investigación tengan en cuenta el mayor número de factores posibles y sean muy cuidadosos en los detalles, porque en los detalles es donde todo cambia. 

Entonces, pienso que sería muy bueno que los compañeros del Partido, los compañeros de los sindicatos, los compañeros de la administración, se propongan el estudio de todas las conclusiones que se han hecho y la organización de un pequeño centro experimental a nivel de cada granja.  Si al mismo tiempo los compañeros que tienen que ver con estos problemas técnicos en el INRA y los compañeros de la Academia de Ciencias se proponen abastecerlos de material, mejor.  Porque leí en el periódico que aquí les abrieron una biblioteca donde había ciento y tantos volúmenes:  ¡Maravilloso!  Pero, ¿qué hacen ustedes con los volúmenes esos que están en la biblioteca cuando se vayan otra vez para el interior?    Claro que no van a tener, cada uno de ustedes, cientos de volúmenes; pero hay algunos libros muy buenos.  Y, desde luego, todos los que organicen un círculo me atrevo a prometerles —si lo que me prometieron a mí lo cumplen— que les puedo mandar un libro bastante bueno sobre cuestiones de caña (APLAUSOS); ese libro hay que traducirlo e imprimirlo.  A mí me parece que está muy bueno ese libro, y trata de toda una serie de problemas relacionados con el cultivo de la caña. Y dondequiera que se organice un círculo de esos les mandamos los libros, se los podemos mandar a través de la Academia de Ciencias; creo que debemos implicar a los compañeros de la Academia de Ciencias en este problema —no digo los organismos administrativos, porque los organismos administrativos tienen los problemas de administración, que son muchos.  Pero como la función específica de los organismos de investigación es la investigación, ellos pueden hacer un contacto entre todas las granjas y una sección, una oficinita de la Academia de Ciencias, de manera que les pidan información, les contesten, les escriban, y luego pueden necesitar material.  A veces para hacer una investigación necesitan material.  Hay que establecer una vía directa, fácil, asequible, para obtener ciertos materiales. 

Yo ahí leí en las conclusiones que hablaban de pluviómetros.  ¿Y acaso cada uno sabe fabricar pluviómetros?  Para tener un pluviómetro estándar —que es como se recomienda en esa conclusión—, hace falta que haya un modo estándar de conseguir un pluviómetro estándar (RISAS Y APLAUSOS); porque si cada cual construye un pluviómetro me imagino que las medidas que van a llegar a aquí van a volver loco a cualquiera. 

¡Ah!, ¿por qué la Academia de Ciencias no se responsabiliza y consigue un pluviómetro para cada granja?  Aquí el problema de los pluviómetros, que generalmente se tomaron las lluvias que caían en los centrales y en determinados lugares, porque con todo esto de la meteorología hay una cuestión en que creo que los compañeros de la Academia de Ciencias tienen toda la razón, y es lo siguiente:  aquí la meteorología era un problema de navegación, la marina tenía los observatorios meteorológicos —pero la marina no tiene nada que ver con la agricultura, con la industria, tiene que ver con la navegación—, y aparentemente la meteorología solo interesaba desde el punto de vista de la navegación, y la meteorología todavía es mucho más importante desde el punto de vista de la agricultura y desde el punto de vista de la industria, ¡importantísimo, importantísimo! 

Cuando ustedes se adentren un poquito en el estudio de estos problemas —me refiero principalmente a los trabajadores— van a descubrir que les va a llamar la atención muchas cosas que antes no les llamaban la atención.  Yo recuerdo que antes viajaba por la Vía Blanca y nunca se me había ocurrido pensar cómo estaba la hierba por allí, y qué color tenía, y qué pasaba.  Y más recientemente, relacionado incluso con algunos campesinos allí con los cuales estábamos haciendo un trabajo de tecnificación de la producción, cerca de aquí de La Habana, cerca de Cojímar, aquellos campesinos empezaron a sembrar sus hierbas, a sembrar pasto, pasaban un trabajo tremendo.  Porque mientras en el mes de junio en la zona donde está Managua, llovía todos los días —que creo que de algo le debe venir eso de Managua (RISAS)—, porque llovía todos los días, en aquella finquita de los campesinos no caía una sola gota de agua, pasaban 15 días y no llovía; y en los meses de junio y julio —que es la primavera— en que por todas partes ustedes veían verdes los campos, aquello estaba seco, y sin embargo ahora aquello está verde.  En estos meses, de septiembre, fines de agosto a septiembre, empezó a llover para esa zona. 

Ahora uno se pregunta:  ¿Eso pasa todos los años o es este año nada más?  Pues no sabemos.  Y si se va a hacer un plan de siembras y se sabe eso o no se sabe, ya hay una ventaja o una desventaja tremenda.  Pues ahora es que está verde allí; es posible que la primavera en esa zona norte por algunas razones meteorológicas, corrientes del golfo, corrientes del agua, lo que sea, llueva más bien en los meses de septiembre y octubre que en junio y julio.

¿Y en Isla de Pinos?  Fuimos en una visita a Isla de Pinos y estuvimos tres días, y nos decían:  “Aquí llueve de noche.”  ¿Cómo que aquí llueve de noche?  “Sí.”  Y en los tres días allí, tremendos aguaceros de noche.  Y yo les dije:  Bueno, ¿y por qué llueve en Isla de Pinos de noche?  Tiene que haber también alguna serie de razones que hay que estudiarlas.  Ahora, nadie sabe lo que llueve en Isla de Pinos, nadie; y posiblemente en Isla de Pinos llueva mucho; y sobre todo llueve de noche (RISAS). 

Entonces hay infinidad de microclimas, y resulta verdaderamente desesperante, señores, que nosotros en este país del cual nos hemos cansado de oír decir “que era la tierra más bella que ojos humanos vieron”, etcétera, etcétera, no sepamos ni cómo llueve en esta tierra.  Es desesperante saber que nosotros no conocemos ningún microclima de este país, para lo cual, durante 10 años por lo menos, habría sido necesario hacer observaciones año por año.  Y si las granjas cañeras están distribuidas por toda la isla, y en cada granja ponemos un pluviómetro, y hay un individuo serio, ¡serio!, que recoja los datos de ese pluviómetro, y tenga por lo menos unas normas que le indiquen cómo se maneja un pluviómetro, entonces nosotros podríamos tener ya una información valiosísima, porque unido a eso tendrían que estar todos los observatorios meteorológicos, con personal preparado por la Academia de Ciencias, pero pueden tener 50 estaciones, mientras que así nosotros podemos tener 1 000 estaciones, y en definitiva estas estaciones de la Academia de Ciencias pueden recoger los datos y apoyarse en esas observaciones que hagan en las granjas, y tener un pluviómetro en cada granja. 

Empezaríamos a tener un elemental conocimiento de nuestro clima y de nuestra tierra para saber qué hacer, cuánto suele llover en cada región, qué tipo de variedad de caña tenemos que sembrar, cuál es el mejor mes para hacer la siembra, porque si no se saben esas peculiaridades de cada región no se puede aplicar ninguna técnica.  Porque hay quien dice:  “Pues aquí es mejor sembrar en primavera, o es mejor sembrar en septiembre, o sembrar en octubre, o sembrar en noviembre”, y puede haber lugares en que sea mejor sembrar en otro mes, porque no crece la hierba, porque no llueve. 

Y entonces el mismo problema acerca de cuál es la mejor fecha para sembrar, ¿ese problema cómo se puede saber si no se conocen los microclimas?  Bien.  Podrá haber una tendencia general, lo que ocurre en muchos sitios; pero para tener una convicción, una seguridad completa, hay que saber y conocer esos detalles.  Si nosotros empezamos a obtener información, entonces empezaremos a tener mucha mayor seguridad en cada una de las cosas que hagamos. 

Ese mismo problema de la fecha de siembras es otro problema.  Hemos leído en algunos libros sobre caña de azúcar, sobre todo en esos que publicaron en el Ministerio antiguo de la Agricultura, creo que en la época de...  ¿Quién fue aquel “ilustre”?  ¿Alvarez Fuentes?...  ¿Cómo era?...  (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE:  “Reynoso.”)

No, no, Reynoso no, Reynoso era un ilustre de verdad. 

Me refiero al que era ministro de...  (ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE:  “Alvarez Fuentes.”) 

Alvarez Fuentes, creo que sí.  Cuando se editó ese librito que trae una serie de récords sobre las reglas de la productividad de la caña de cada uno de los centrales azucareros, ustedes deben haberlo leído...  (DEL PUBLICO LE DICEN EL NOMBRE.) 

Creo que es ese mismo.  Pero siempre que hablaban del problema de la razón por la cual se debía sembrar la caña más bien en frío que en primavera, por lo general se refería al problema de las hierbas.  Otras veces hemos oído decir que también tiene que ver con la sequía el daño que pueda ocasionar. 

Desde luego, si aquí hubiera habido una información científica, un estudio, si hubiera una información amplia de cómo se ha comportado la lluvia desde el principio de la república, casi se podría predecir incluso cuáles son los períodos de lluvia y períodos de sequía del país.

Pero bien:  ese problema acerca de cuál es el mes para sembrar la caña mejor, si en primavera o si en frío podrá haber una serie de teorías, pero en realidad yo les confieso que no estoy seguro de ninguna de esas teorías; y esa es otra de las cosas que estoy tratando de averiguar sembrando caña en distintos períodos.  Pero no vale un año, eso si lo hicieran cientos de personas y lo hicieran en distintas condiciones, pues se pudieran obtener muchos más datos sobre eso; una caña sembrada en abril, otra caña sembrada en junio, otra caña sembrada en septiembre, con su fórmula de fertilizante, y hay alguna sembrada sobre abono verde —que no hay chícharo de vaca, pero habrá que buscar chícharo de vaca para hacer la prueba.  Y muchas veces en estas cuestiones, que uno cree que se va a obtener un resultado determinado, que uno cree que ha descubierto algo que es lo mejor, después descubre que no es lo mejor; en ese problema del abono verde, yo tenía la impresión de que sembrando tres paños de tierra con abono verde, en dos de ellos se enterró el abono verde, y uno de ellos se decidió cortarlo y dejarlo en la superficie, para después surcar y dejarle como cubierta vegetal la canabalia.  Y cuando paso por allí a los dos días de que cortaron aquello, me llevé una gran decepción, porque vi que las hojas se habían chamusqueado, y allí donde parecía que había mucha masa para cubierta vegetal, realmente la masa era pobre.  Hay otros lotes sembrados en abril y sembrados en junio que les hemos puesto una cubierta vegetal que hemos traído de un campo de pastos, la hierba cortada se ha puesto allí.  Primer problema que surgió:  era pangola, y a los pocos días empezó a retoñar.  Y yo me decía:  Bueno, el trabajo que pasa uno a veces para que nazca la pangola, y aquí la corta, la pone entre el surco y empieza a retoñar. 

Entonces, ¿cuál fue la solución?  Le pusimos por arriba otra capa de hierba cortada y la matamos.  Siempre hay una solución.  Claro está que en cada una de estas cosas no hay que ver solo los resultados, hay que ver los costos, y ahora estamos observando los resultados y también calculando los costos. 

¿Cuál es la idea?  La idea de tratar de producir más de 150 000 arrobas de caña sin regadío, en una caña de 15 a 18 meses; entonces, emplear distintos métodos.  Secretamente yo pienso que se pueda sacar un poquito más, pero aquí oficialmente digo que pienso que se pueden sacar 150 000 arrobas sin regadío. 

¿Por qué la idea de la caña sin regadío?  Al principio —recuerdo— cuando me interesé por esas cuestiones, siempre pensaba en el regadío, en el regadío...  Pero el regadío no responde a las realidades; es decir que el día que hayamos desarrollado todas nuestras posibilidades de riego, el 80% de las cañas estará sin regadío.  Luego es muy importante desarrollar la técnica de la producción de caña utilizando, de la manera más eficaz, las lluvias.  Eso tiene mucha importancia.  Y puede haber distintas técnicas; quizás el empleo de los sobrantes de pastos de primavera en cubierta vegetal sea una buena forma para conservar la humedad del suelo; y, desde luego, donde se puso la cubierta vegetal no creció más hierba.  A esa caña no hay que limpiarla. 

Entonces, en la primavera precisamente sobra hierba, y se nos plantea qué hacer con la hierba de primavera que sobra; y, sin embargo, el problema serio de las cañas de primavera son las hierbas.  No quiero decir que si podemos experimentar vayamos a tener un resultado seguro, pero valdría la pena que investigáramos y aplicáramos el sistema de la cubierta vegetal en cañas de primavera:  mata la hierba, conserva la humedad e incorpora materia orgánica al suelo. 

Hay una caña que la vamos a sembrar con abono verde y cubierta vegetal de afuera, es decir, traída de otro campo.  Yo tengo la seguridad, no puedo saber cuáles van a ser los resultados definitivos de cualquiera de estas cosas...  Y, además, sin riego.  A lo mejor viene una gran seca, pero vamos a ver cómo resiste, qué caña resiste mejor, si la que tuvo abono verde o la que no tuvo abono verde; la que tuvo cubierta vegetal o no tuvo cubierta vegetal; la que tuvo una formula determinada de fertilización o la que no tuvo una fórmula determinada de fertilización.  Tenemos que investigar muchas cosas. 

Y hablábamos de la necesidad de organizar esos círculos de estudios, de investigación, en cada granja, de los libros.  En ese libro, por ejemplo, de que yo les hablo, encontré una respuesta a una pregunta que me hacía muchas veces, porque había oído decir a los técnicos que el nitrógeno no se podía echar en agosto o que después de agosto no se debía echar el nitrógeno porque afectaba los rendimientos, etcétera, afectaba la madurez.  Y estaba haciendo unas pruebas con nitrógeno, distribuido de una sola vez, distribuido en varias partes, haciendo unas pruebas para tratar de saber el porqué.  Y en ese libro encontré unas explicaciones sobre ese problema.  Establecía distintas edades de la caña; decía que en una caña de retoño de 12 meses el nitrógeno había que echarlo dentro de los primeros cuatro meses, nunca debía pasar del cuarto mes; y en una caña de 18 meses establecía un límite algo mayor; y en una caña de dos años admitía que se le fertilizara con nitrógeno hasta 12 meses antes de la cosecha (LE PASAN UNA NOTA AL COMANDANTE). 

Esto es del libro.  Una noticia que me dan los compañeros de la Universidad de Las Villas, que, por cierto, en realidad no los había olvidado.  Porque ellos habían hecho el compromiso de traducirlo, y dicen que ya lo han traducido y lo están imprimiendo en mimeógrafo; pero aquí el problema eran los cuadros, los gráficos, todas esas cosas.  Pero se puede aprovechar ya lo que ellos han hecho en el trabajo de traducción de ese libro. 

Pero bien:  entonces explicaba el porqué.  Decía que precisamente explicaba en unos gráficos cuáles son los períodos de tiempo en que las cañas absorben la máxima cantidad de nitrógeno, qué ocurre con el nitrógeno que almacenan en las hojas, y cómo la madurez de la caña tiene que ver con el descenso del nitrógeno disponible por la planta; y que la fertilización con nitrógeno fuera de esos períodos podía traer como consecuencia que no se produjera el punto crítico de descenso de nitrógeno, que ayuda o favorece la maduración de la caña.  Y explicaba que ni siquiera se podía decir tal fecha, dependía la fecha de la edad que iba a tener la caña a la hora de la cosecha, y establecía un limite de cuatro meses, de seis meses y de doce meses, según la época de la cosecha.  Y ese es un dato interesante, porque muchas veces se dice que no se eche el nitrógeno, pero no se explica bien el porqué.  Porque si la caña se fertiliza posiblemente en julio con nitrógeno, y es una caña de septiembre del año anterior, pues posiblemente la estén fertilizando incluso fuera de tiempo; y plantea una serie de cuestiones acerca de la manera eficaz de utilizar el nitrógeno de manera que se obtengan los máximos rendimientos y no se produzca una reducción en el rendimiento de azúcar. 

Pues bien:  se organizan los centros de investigación en cada granja y se comprometen los organismos —yo estoy seguro de que los compañeros de la Academia de Ciencias habrán de recoger esta sugerencia— en abastecerlos de materiales y de información.  Porque no basta un libro.  

Hay un libro de la FAO sobre el uso eficaz de los fertilizantes, que es un libro muy interesante también; quizás se necesite una media docena de libros, o una docena de libros, de informaciones, de ensayos, de monografías, en las granjas.  Pero yo creo que eso empezaría a establecer las bases en materia de agricultura para un amplio desarrollo técnico de la técnica de los cultivos. 

Hay una serie de experiencias nuevas que están haciendo algunos compañeros sobre el problema de los retoños quedados, cañas de dos años; la conveniencia de dejar las cañas dos años, en vez de cortarlas todos los años, en determinados tipos de tierra.  Y, en fin, que en la agricultura es donde vamos a encontrar más dificultades, donde tenemos circunstancias más variadas y variables, y donde se necesita un esfuerzo de estudio y de capacitación tremendo.  No voy a hablar ahora de los demás problemas, no voy a hablar de la necesidad de la mecanización, que es una cosa perentoria; no voy a hablar del problema de los costos, que debe ser un elemento esencial;  y creo que la máquina es lo que nos puede ayudar a nosotros extraordinariamente a la reducción de los costos, incluso a superar algunos hábitos que se entronizaron después del triunfo de la Revolución, entre otros el hábito de trabajar menos y ganar más.

Pero bien:  si ese hombre trabajando a mano no tiene el mismo rendimiento que antes cuando estaba apremiado por una serie de necesidades, presionado por una serie de fuerzas sociales hostiles, es indiscutible que si a ese hombre lo montamos en una máquina que pueda hacer el trabajo de 50 hombres, ya lograremos una multiplicación de la productividad extraordinaria.  Las máquinas nos van a ayudar a resolver algunos de los vicios que se han introducido en el campo, entre ellos, la posibilidad de reducir extraordinariamente los costos. 

A veces hemos dicho, medio en broma y medio en serio, que llegará el día en que la agricultura no solo esté mecanizada en Cuba, sino que incluso haya aire acondicionado en los tractores.  Es decir que si nuestro clima es un clima muy caliente, muy fuerte, y el trabajo del tractor por el calor es todavía un trabajo duro, podrá llegar el día en que las condiciones de trabajo en una máquina sean muy diferentes.  Y el día en que todo el trabajo sea mecanizado, o la mayor parte del trabajo sea mecanizado, habremos estado liberando a nuestros trabajadores de un esfuerzo grande, tremendo, y haremos mucho más sencillo y mucho más productivo su trabajo. 

En fin, que en lo que se refiere propiamente a las técnicas de cultivo, con máquina o sin máquina, hay mucho que investigar, hay mucho que estudiar.  Y los trabajadores pueden contribuir de una manera extraordinaria, mucho más que lo que pudiera hacer la Academia de Ciencias. 

Ahora bien, algo que me parece que en todo lo que leí, por lo menos, no puedo asegurarlo que no se haya tratado, pero que en todo lo que leí sobre las discusiones del fórum, que me parece una laguna, es el no haberse puesto énfasis en la necesidad de la investigación.  No de esta investigación a nivel de granja, sino a nivel nacional.  Es decir, carecemos de una verdadera estación de investigación sobre los cultivos.  Porque tenemos centro de investigación sobre variedades, muy bien; el centro de Jovellanos ha centrado su esfuerzo, principalmente —tengo entendido—, en las cosas de las variedades.  Pero tenemos que hacer una estación de investigación sobre los cultivos.  Es decir, una cosa sistemática, técnica, en que se estudien:  la productividad de la tierra, la productividad de la caña, el rendimiento del azúcar con distintos niveles de regadío, con distintas técnicas, con distintos niveles de fertilización. 

Eso hay que hacerlo, porque constantemente vemos un compañero que dice:  “La caña que da más rendimiento es esta”, y otro que dice:  “La que da más rendimiento es esta”, y otro que dice...  y no hay una sola autoridad a la cual dirigirse para obtener información sobre eso. 

Entonces, este país, señores, carece de una verdadera estación de experimentación en materia de cultivos de caña.  Y esa laguna hay que superarla.  Tenemos estaciones agrícolas, estaciones de pastos, estaciones sobre las variedades, pero no tenemos un centro de investigación de cultivo de caña.  Uno no bastaría, pero ese centro de investigación se puede apoyar en las múltiples investigaciones que se hagan en las granjas.  ¿Quién debe tener ese centro?  Si le preguntamos al INRA, dice que ellos quisieran tener ese centro; si le preguntamos a la Academia de Ciencias, dirían que ellos quisieran tener ese centro; y si me pregunta a mí, yo diría que yo quisiera tener ese centro; pero bueno, me parece que lógicamente debe ser la Academia de Ciencias quien tenga ese centro de investigación (APLAUSOS). 

Los agrícolas, el organismo de la agricultura aquí que es el INRA, es un organismo de la producción agrícola.  Las tareas administrativas del organismo, los problemas prácticos, los problemas inmediatos, lógicamente ocupan una inmensa parte del tiempo de los compañeros que trabajan en ese organismo.  Yo tengo mis dudas de que los organismos productores precisamente deben tener los centros de investigación.  Tengo esa duda, y sin embargo muchas veces he pensado que lo más lógico es que el organismo interesado en la producción sea el que esté más interesado en la investigación.  Pero la realidad no ha demostrado eso, y ningún organismo de producción en Cuba se ha preocupado seriamente por la investigación.  No creo que esté calumniando a nadie —si hay algún calumniado ya protestará, dirá:  “A mí me han calumniado”—; pero en realidad, los hechos demuestran que los organismos de producción no suelen estar interesados en la investigación.  Luego debemos tener organismos interesados en la investigación, cuya función sea investigar, especializados en eso, y que vivan en una perenne preocupación por eso.  Es posible que a un organismo de producción le digan:  “Facilita el ingeniero ese para la investigación”, y dice:  “No, no, lo necesito al frente de este centro, no me lo quiten.”  Y en cambio un organismo destinado a la investigación, pelea, lucha, por los cuadros que se necesitan para la investigación.  Y hay que hacer una estación de investigaciones agrícolas.  Esa estación debe apoyarse en las universidades; porque en las universidades, por ejemplo, la Universidad de Las Villas, debe tener una estación de investigaciones sobre la agricultura.  Nosotros en una ocasión estuvimos discutiendo con ellos ese problema.  Pero, además, debe haber una estación de investigación en cada uno de los institutos tecnológicos, para la producción, para el cultivo de la caña. 

En meses recientes llegamos a la conclusión de que los tipos de institutos tecnológicos agrícolas que teníamos nosotros, no iban a resolver ningún problema.  Porque llegábamos a un instituto de investigación, donde los compañeros, desde luego, hicieron un esfuerzo meritorio, los organizaron con mucho trabajo, buscaron los cuadros, pero, ¿qué nos encontrábamos allí?  Un popurrí de cosas:  100 alumnos, 30 estudiando cañas; otros tantos en cuestiones fitosanitarias; otros tantos, cosas de zootecnia; otros tantos, otra cosa.  Resultado:  iba a salir un puñadito de esto, otro puñadito de otro, otro puñadito de otro.  Cada puñadito iba a parar a un organismo de producción, y cada organismo de producción iba a parar en una oficina burocrática. 

Además —yo espero que no se ponga bravo nadie de la producción—, ya yo conozco los caminos.  ¿Y a dónde van a parar los técnicos?  Muchas veces van a parar a una oficina.  Aquí hay una cantidad de técnicos enorme en oficinas, y a veces en oficinas que nada tienen que ver con la producción ni con sus conocimientos.  Debiéramos de racionalizar un poco más el empleo de los técnicos.

Pero, bueno, aquí salen 10 fitosanitarios en un año, 15 zootecnistas, 14 cañeros.  Eso no resuelve el problema.  Nosotros les planteamos a los compañeros del Ministerio de Educación la creencia de que había que destinar y especializar algunos de esos institutos en determinadas cosas.  Y, por ejemplo, especializar en caña los cuatro institutos tecnológicos agrícolas que están desde Matanzas hasta Oriente.  El instituto tecnológico de Matanzas, el de Las Villas, el de Camagüey y de Oriente, institutos tecnológicos, les habíamos acordado un nombre, ya creo que era...  ¿Cómo se llama el instituto ahora?  (ALGUIEN LE DICE:  “Alvaro Reynoso.”) 

Sí, yo sé que se llama “Alvaro Reynoso”, ¿pero qué nombre tiene?  ¿Instituto Tecnológico de la Caña de Azúcar para...?  (LE DICEN ALGO AL COMANDANTE.)

No, no es experimental.  Ustedes tienen que tener un centro experiental allí...  Pero el nombre es lo de menos, en definitiva su especialidad, el cultivo de la caña.  Pero, lógicamente, un técnico en cultivo de caña debe conocer todos los problemas que se refieren al suelo, todos los problemas que se refieren a la fertilización, todos los problemas que se refieren a las variedades, y los problemas que se refieren a las enfermedades de la caña, que es un fitosanitario químicamente puro.  Porque enfermedades hay de la caña, enfermedades de los pastos, enfermedades de los frutales.  Necesitamos especialistas en las enfermedades de la caña, y se supone que un técnico cañero tiene que conocer todos los problemas que se refieren al suelo, al cultivo, a la fertilización, a las variedades y a las enfermedades.  No tiene que ser un genetista, pero tiene que estar en relación y tiene que tener conocimientos suficientes sobre los problemas de poder utilizar los resultados de las investigaciones genéticas. 

y entonces a ese hombre, a ese joven, habría que darle tres o cuatro años de estudio, según las circunstancias y, después, no dispersarlo, no dispersarlo, porque los primeros que se van a graduar, que son los compañeros de la “Alvaro Reynoso”, los que no van para profesores nosotros hemos planteado que vayan para una provincia, o si van para distintas provincias vayan como equipo para alguna agrupación, se matriculen en la Universidad de Las Villas y sigan estudiando como ingenieros agrónomos, vayan todos los años por lo menos un mes y medio o dos meses; durante el desempeño de su trabajo deben recibir programas y materiales de la universidad, la Universidad de Las Villas debe organizar una escuela de ingeniería agronómica especializada en cañas, y allí se deben matricular todos los compañeros que se gradúen de los institutos tecnológicos para el cultivo de la caña de azúcar, y seguir estudiando. 

Si los separan, si los dispersan, si pierden el contacto con los centros superiores de estudios, si pierden el contacto con los estudios y con la investigación, saldrán unos técnicos medianos, yo diría que saldrán unos técnicos mediocres, y este país no puede estar pensando en técnicos mediocres, y creo que cualquier joven que se gradúe en un instituto tecnológico tiene que aspirar a ser ingeniero agrónomo y a tener conocimientos superiores.  Y no dispersarlos, mantenerlos por equipos y seguir esa política con todos los que se vayan graduando y no ponerlos en trabajos burocráticos, no meterlos en oficinas, sino llevarlos directamente a la producción (APLAUSOS). 

Vamos a tener cuatro institutos tecnológicos dedicados a esos estudios, vamos a tratar de impulsar el ingreso en esos institutos tecnológicos y podemos graduar todos los años varios cientos, y podemos llegar al momento en que tengamos en cada agrupación cañera, en cada granja cañera un ingeniero agrónomo especialista en cañas. 

Desde luego, los vamos a tener en la ganadería, que es mucho más difícil, pero estamos haciendo un esfuerzo grande y a principios del próximo año tendremos 8 000 personas estudiando —ya en este momento hay unas 3 000—, de los cuales 2 000 serán estudiantes y 6 000 trabajadores agrícolas, en un programa de estudios que ellos llegan y primero se les nivela hasta 8vo grado, después se les da dos años de enseñanza tecnológica en un instituto tecnológico de suelos, fertilizantes y alimentación del ganado, por dos años, y terminan matriculados en la universidad y trabajando en un centro agropecuario con un sueldo que no se les aumenta hasta que no hayan aprobado el segundo año de ingeniería, y que no se les vuelve a aumentar hasta que no hayan aprobado la carrera de ingeniería (APLAUSOS), porque vamos a estimular la capacitación técnica. 

Y aquellos compañeros también hicimos el acuerdo:  van a ganar 150 pesos cuando terminen, y tienen que matricular y no les suben el sueldo aunque los pongan a administrar a una agrupación, hasta que no hayan aprobado el segundo año de ingeniería (APLAUSOS) y después volverán a tener un sueldo superior cuando se gradúen de ingenieros. 

Esa es la escala salarial que le vamos a aplicar a esta nueva generación.  ¿Para qué?  Para que el que no quiera superarse, porque hay quien es habilidoso, hay quien es inteligente de una manera natural, y es competente y de repente, ¡pram!, lo tienen administrando una gran cosa y ganando un gran ingreso...  pues no, si es inteligente de una manera natural, hágase inteligente además con el apoyo de la ciencia y con el estudio, para que esa inteligencia no se quede truncada, y mucho menos truncada por el éxito, porque una de las cosas malas que de verdad tienen las revoluciones como la nuestra es que muchas veces se alcanzan grandes cosas con pequeños esfuerzos, grandes responsabilidades con pequeños esfuerzos (APLAUSOS), y muchas veces ni siquiera los individuos aprecian la importancia que tiene el trabajo que están haciendo porque ni sabían nada de eso, y ahí hizo falta uno, no había otro y lo trajeron a él porque era revolucionario, pero nada más que eso. 

Caballeros, y un revolucionario químicamente puro —ya lo dije una vez— es lo más costoso que pueda imaginarse, un revolucionario que no sepa de cuestiones de producción es incosteable. 

Las necesidades nos han obligado en estos tiempos a formar cuadros del Partido de jóvenes que no han salido de la producción.  Eso, desde luego, no estaba en nuestra voluntad evitarlo, porque responde a las circunstancias de una revolución que comienza, pero en el futuro deberá ser un principio que todo cuadro del Partido haya sido primero un cuadro eficaz, competente y cumplidor de la producción (APLAUSOS).

Y muchas veces hacemos al revés, traemos un cuadro del Partido para la producción, y no sabe nada de lo que está haciendo.  Y en el futuro debe ser a la inversa:  sacamos un buen cuadro de la producción para el Partido.  ¿Por qué?  Porque el Partido tiene tareas que están por encima, que requieren la mayor experiencia, la mayor capacidad, y puesto que la tarea de un país de una sociedad socialista, la más fundamental tarea es la estructura material, la producción de bienes materiales, sobre los cuales se edifica la superestructura, sobre lo cual se puede edificar todo un desarrollo cultural y se pueden desarrollar condiciones de vida dignas. Y la tarea principal de nuestra sociedad será, cada vez más, la tarea de la producción, y tenemos que ir creando esa conciencia, tenemos que ir creando esas condiciones. 

Cuando hablamos de los institutos tecnológicos hablamos de aquello en lo que se refería a la preparación de los hombres para poder cumplir esas metas.  Claro está que estos compañeros, salen ahora unos 50 ó 60, son muy pocos, pero ya pueden hacer algo. 

Hay que trabajar ahora principalmente con los administradores, hay que elevar el nivel técnico de los administradores, de los que están actualmente en la producción, e ir desarrollando cuadros nuevos; hay que especializar una universidad en cuestiones de caña.  Nos parece que en la Universidad de Las Villas existen esas condiciones.  Hay que desarrollar la Universidad de Las Villas, especializarla en caña, con una estación experimental sobre cañas —que no tiene que ser la estación de la Academia de Ciencias— en colaboración con la Academia de Ciencias; hay que desarrollar cuatro subestaciones experimentales en cada uno de los institutos tecnológicos del Ministerio de Educación, y hay que desarrollar la investigación en todos los centros de producción cañera.  Esas son tareas imprescindibles. 

Parejamente hay que realizar un esfuerzo similar en los problemas de la mecanización, en los problemas de la formación de técnicos para la industria y en los problemas de la investigación para la industria.

A veces he conversado con algunos compañeros que trabajan en el Centro de Investigaciones Cañeras y me han dicho que han obtenido algunos resultados.  Bien, pero la nación, el país, no ha hecho un esfuerzo serio en investigaciones cañeras, esa es la verdad; me refiero a las investigaciones industriales.  Se está haciendo un esfuerzo en la parte de las investigaciones cañeras relativo a las variedades de las cañas, pero ni en la investigación de los cultivos ni en la industria se ha hecho ningún esfuerzo serio de investigación.  Un esfuerzo serio de investigación habría requerido el establecimiento de un verdadero centro de investigaciones científicas, con un equipo de hombres que necesariamente tendría que incluir varios técnicos de afuera para que nos ayudaran en las investigaciones, y con material y equipos para investigar. 

El Gobierno Revolucionario ha estado haciendo un esfuerzo en materia de investigaciones científicas.  Y posiblemente a principio de año tengamos un centro de investigaciones científicas con un equipo de personal técnico competente y con todos los equipos necesarios para la investigación, los más modernos.  Ese centro de investigaciones, ese equipo, puede hacer algunas investigaciones sobre la caña de azúcar, pero no se organiza específicamente con ese fin; por lo tanto sería bueno que los compañeros del Ministerio de la Industria Azucarera, en coordinación con los compañeros de la Academia de Ciencias, discutieran con los compañeros de ese centro de investigaciones, hasta tanto la Academia de Ciencias, en coordinación con el Ministerio de la Industria Azucarera organice un verdadero centro de investigaciones científicas de carácter industrial para la caña, y que se trabaje en ese centro con los equipos, los técnicos y los objetivos determinados. 

Se han hecho algunos esfuerzos, pero esos esfuerzos han estado realmente limitados por los recursos, por el número de técnicos y por la importancia, por la poca importancia que se les ha dado.  Hacen falta dos centros de investigaciones:  el de los cultivos y el de la industria.  Y esas dos lagunas hay que llenarlas, hay que llenarlas en un momento en que los recursos no sobran, pero hay que hacer el esfuerzo, hay que considerar la investigación como la parte fundamental de la inversión; la investigación debe tener prioridad en las inversiones, porque es precisamente la investigación lo que nos puede permitir en un momento determinado alcanzar los mayores logros en la producción.  Y queremos aprovechar la ocasión de este fórum azucarero para plantear estas dos necesidades de centros de investigación, y sobre todo el problema que se refiere a la formación de los cuadros. 

Los químicos azucareros.  Ustedes saben que el Ministerio de Educación ha organizado una escuela tecnológica de química, debe haber por lo menos unos 1 000 alumnos en esa escuela ya.  El Gobierno Revolucionario se propone dotar de recursos para crear una escuela de química o para crear las condiciones para el estudio y el desarrollo de una facultad de química, o de la escuela, con todos los equipos y todos los medios necesarios, y un programa para la formación de un químico de tipo general.  Porque en estos momentos no estamos en condiciones de poder responder a la pregunta, acerca de qué tipo de químico especialista debemos formar.  Pero si vamos formando un químico de tipo general, estaremos en un momento dado en condiciones de poder hacer y formar el tipo de especialista que nos interese partiendo de ese técnico. 

Las investigaciones sobre la industria azucarera tienen que ver mucho con la química.  Y necesitamos, si queremos un día que el azúcar no solo sea el único producto, el producto esencial de la caña, tenemos que investigar y tenemos que formar técnicos.  Puede llegar el día —han dicho algunos— en que el azúcar sea lo menos importante que se produzca de la caña. 

Nosotros tenemos el problema de las mieles.  ¿Qué hacer con las mieles?  Hasta ahora hemos vendido las mieles, sin embargo, las mieles constituyen un energético de primera importancia; lo más correcto, lo más útil a nuestra economía habría sido la utilización de las mieles para la producción de carne, para la producción de leche, o de otros derivados de las mieles.  Vamos a saber qué hacer con las mieles.  ¿Y por qué lo vamos a saber?  Pues, porque, vamos a organizar un centro de investigaciones bromatológicas, y si llegamos a 10 millones de toneladas de caña, tendremos más de 3 millones de toneladas de miel...  No sé los datos exactos, algunos han dicho que cerca de cuatro.  ¡Cerca de cuatro millones de toneladas de miel contienen tantos carbohidratos como el maíz que tendría que producirse en cien mil caballerías de tierra a razón de mil quintales por caballería!  ¡Cien mil caballerías de tierra se necesitarían para producir los carbohidratos que hay en cuatro millones de toneladas de miel!, y 100 000 caballerías, con un rendimiento de 1 000 quintales.  Esa es otra enorme riqueza que no hemos sabido qué hacer con ella, que no hemos sabido cómo aprovechar debidamente, y que debe ser otro de los objetos de nuestras investigaciones conocer cuál debe ser el empleo más racional y el empleo más provechoso de este subproducto de la caña que es la miel. 

Del problema del bagazo.  ¿Qué hacer con el bagazo?  Hasta ahora el bagazo lo empleamos como combustible.  ¿Qué hacer con la cachaza?  Y, en fin, que prácticamente está en pañales nuestra industria cañera —no vamos a llamarla azucarera—:  industria cañera contempla todas las posibilidades de desarrollo utilizando la caña como materia prima. 

Hay que formar técnicos de nivel universitario, químicos, ingenieros mecánicos, proyectistas; prácticamente no tenemos casi quien haga un proyecto sobre un central azucarero o quien dirija la construcción de un central azucarero.  El central más nuevo de Cuba tiene más de 30 años, la tecnología nuestra tiene necesariamente un gran retraso en ese orden.  Hay que formar técnicos de nivel medio para la agricultura y para la industria, y en la industria se debe seguir el mismo principio de que todo joven que se gradúe como técnico, en un instituto tecnológico, continúe vinculado a la universidad y continúe su programa de estudios.  Hay que hacer un esfuerzo masivo, hay que hacer un esfuerzo masivo con los que hoy están trabajando en la caña, hay que hacer un esfuerzo masivo para elevar el nivel técnico de los que están trabajando en la caña, hay que hacer un esfuerzo masivo para graduar técnicos para la agricultura en la caña, y hay que hacer un esfuerzo masivo en las universidades tanto para la agricultura como para la industria. 

Esas son tareas obvias, necesidades clarísimas que tenemos, un camino que debemos recorrer inexorablemente.  Ese es el verdadero camino.  Sin eso no habrá planes, sin eso no habrá metas posibles.  Desde luego, que eso no es todo:  necesitamos recursos económicos, necesitamos saber planificar, necesitamos ahorrar, necesitamos trabajar, necesitamos luchar.  Pero esto, a lo que me he referido, sin dudas de ninguna clase, es lo más importante que tenemos que hacer. 

Y eso ha sido esto, eso ha sido este fórum:  un esfuerzo técnico, un esfuerzo científico, masivo, cuyos resultados debemos saberlos aprovechar, cuyas conclusiones debemos estudiarlas, debemos comprobarlas en todos los órdenes:  en la agricultura, en el transporte.

Sí es cierto que con la cama desmontable se puede multiplicar por cinco la productividad de un camión, o por cuatro, o por tres que fuera; eso significa mucho para la economía:  significa que nos ahorraremos decenas de millones de pesos en camiones, significa que reduciremos los costos, significa que dispondremos de recursos para invertirlos en los centrales, para invertirlos en maquinaria agrícola, para invertirlos en otros canales de la industria cañera.

Y —ya ven ustedes— cualquier ejemplo que se saque señala de una manera irrebatible la importancia de la técnica, la importancia de la preparación técnica del pueblo.  Porque para resolver los problemas que nos agobian, las necesidades que nos asedian, solo hay un camino:  el del trabajo.  Pero el del trabajo bien empleado, el del trabajo productivo, el del trabajo que, en virtud de la técnica y de la ciencia, multiplica muchas veces su capacidad de crear bienes para el hombre.  Ese es el único camino.

Y nosotros por ese camino vamos bien.  Nosotros por ese camino no tendremos problemas.  Nosotros por ese camino avanzaremos increíblemente, y trabajando parejo.

Hoy es este problema, pero hay que analizar los problemas en su conjunto, hay que analizar los problemas en todos sus aspectos.  Y si el nivel de la capacidad del pueblo se eleva en todos los órdenes, y en todos los aspectos mejoramos, y en todos los aspectos marchamos así, ¡ah!, ¡los frutos habrán de sorprendernos!  ¡Como ya hoy nos sorprende a nosotros mismos este esfuerzo que han hecho nuestros trabajadores y nuestros técnicos, como ya hoy nos sorprende a nosotros mismos este increíble entusiasmo, este impresionante entusiasmo, esta extraordinaria preocupación, que es augurio de un gran porvenir para este país, que es augurio de victoria segura, del tipo de victoria que necesitamos ahora!

Porque la Revolución nació luchando, nació de las victorias en su lucha contra la tiranía, en su lucha contra la explotación; surgió de sus victorias militares, surgió de sus victorias políticas.

Y ahora necesitamos de estas victorias:  las victorias del trabajo creador, las victorias en el campo de la economía, las victorias en el campo de la técnica y en el campo de la ciencia.

Y, por eso, la importancia de este fórum, la trascendencia de este fórum, el significado de este fórum; y el entusiasmo, el optimismo y la confianza que de un trabajo como este, de un esfuerzo como este, se desprende.

Creo que todos ustedes pueden regresar a sus respectivos centros de trabajo plenamente satisfechos de lo que han hecho, y seguros de que han hecho un gran aporte a la industria azucarera.  Y con su ejemplo han hecho un gran aporte a la Revolución, han hecho un gran aporte a toda nuestra economía.

¡Ahora que emulen con los azucareros los demás sectores de la producción!  ¡Que emulen con los azucareros los demás frentes de trabajo!  (APLAUSOS.)  ¡Y que nadie se quede atrás, que nadie se quede atrás!  ¡Que nadie deje de hacer el esfuerzo que le corresponda, que nadie deje de aspirar a servir a su país, a servir a su Revolución, como el que más!  ¡Emulemos todos en este esfuerzo!

¡Y que este fórum se convierta en un faro!  ¡Fórum azucarero y faro:  ejemplo de lo que debemos hacer en todos nuestros frentes de trabajo!

¡Muchas felicidades, compañeros!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)