DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE GRADUACION DE LOS PRIMEROS 425 TECNICOS DEL CONSEJO DEL PLAN DE ENSEÑANZA TECNOLOGICA DE SUELOS, FERTILIZANTES y GANADERIA, EN LA ESCALINATA DE LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA, EFECTUADO EL 18 DE DICIEMBRE DE 1966.

 

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS DEL

GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

 

Compañeros y compañeras que hoy se gradúan;

Alumnos: 

 

Probablemente no sean muchos en nuestro país los que en estos momentos tengan idea de la importancia que para nuestra patria y nuestra Revolución tiene esta primera y modesta graduación.  Podríamos afirmar que no solo tiene importancia para nuestro país y para nuestra Revolución, sino que está llamada a tener importancia también para otros países y para otras revoluciones.  Porque lo que estamos haciendo aquí esta noche tiene mucho que ver con todo lo que nuestro pueblo se ha propuesto como objetivo, tiene mucho que ver con eso que tanto se repite y muchas veces se repite sin saber a ciencia cierta qué significa:  la Revolución; tiene mucho que ver con eso que constituye una experiencia enteramente nueva en la historia de la humanidad, que se llama socialismo; y tiene mucho que ver con esa aspiración —aun no lograda por ninguna sociedad humana y a la que esperamos llegar algún día— que se llama comunismo. 

En un acto como el de esta noche —entre jóvenes como los que se gradúan esta noche, ante una masa de estudiantes como los que se reúnen aquí esta noche— es necesario resaltar el contenido esencial, el significado fundamental de esto que estamos haciendo.  Nos parece que es tal vez una de las cosas más serias que la Revolución haya hecho, una de las cosas más importantes que la Revolución está haciendo. 

Si bien algunos hechos, como fue la alfabetización, tenían importancia muy grande para la sociedad cubana, si ese era un paso indispensable de realizar, si incluso ese paso se realizó en un tiempo récord, erradicando una proporción de analfabetismo que sobrepasaba el 20% en un solo año, con una movilización de masas que alcanzó cifras superiores a 200 000 personas alfabetizando; si aquello era necesario para comenzar, esto era más necesario todavía para seguir adelante. 

Y les decía que no solo iba a tener que ver con nuestra experiencia, porque creemos que si esta experiencia que estamos viviendo tiene éxito, esta será una experiencia que podrá ser muy útil para otros pueblos.  Les decía que sin esto no podría haber socialismo y mucho menos comunismo. 

El compañero Lionel decía que para que haya una revolución técnica hacía falta una revolución social.  Y se podría proseguir con esa idea ampliándola, para afirmar que ninguna revolución social podría conducir al socialismo sin una revolución técnica, y que ninguna sociedad humana llegará al comunismo sin una revolución técnica. 

Y aunque comunismo no quiere decir que tenga por base solamente la abundancia de bienes materiales, sino que el comunismo, o la sociedad comunista, además de la abundancia de bienes materiales, requiere esencialmente también una formación, una educación comunista, ni se llegaría solo al comunismo con la educación, ni se llegaría solo al comunismo con la abundancia.  Se puede solo llegar por la educación y la abundancia.  Y a la abundancia no se llega sin la técnica, y a la técnica no se llega sin la preparación masiva del pueblo para esa técnica. 

Nuestro país se ha trazado su camino; nuestro país ha puesto, acorde con nuestras condiciones específicas, el énfasis fundamental en la agricultura en nuestro camino hacia el socialismo en esta etapa. 

Cuando nuestra Revolución afirma que pone el énfasis fundamental en la agricultura en estos años, no significa la subestimación de la importancia de la industria.  Por el contrario, cuando decimos poner el énfasis fundamental en la agricultura, ello quiere decir también poner el énfasis en la industria que sirva para el desarrollo máximo de nuestra agricultura.  No quiere decir tampoco que se ponga solo el énfasis en la industria que requiera el desarrollo máximo de nuestra agricultura, sino también, que será necesario poner el énfasis en la industria que deberá ocuparse de la transformación de nuestros productos agrícolas. 

Pero, además, será necesario poner el énfasis también en algunos sectores industriales de la mayor importancia para nuestro desarrollo económico y social, como es, por ejemplo, la industria de la construcción.  Como ustedes saben también, la Revolución pone énfasis en el transporte marítimo, en el desarrollo de la industria pesquera, en todos aquellos renglones de la economía que puedan contribuir al incremento del bienestar del pueblo y al desarrollo de nuestra economía. 

Pero creemos que es una línea muy correcta de nuestra Revolución, que le permitirá alcanzar enormes éxitos, el haber comprendido que el énfasis fundamental debemos ponerlo en la agricultura. 

En la etapa en que nuestra Revolución surge, en las condiciones en que nuestra Revolución se desarrolla, ese era, a nuestro juicio, el camino más correcto. 

En otras condiciones, otros países se vieron en la necesidad de poner el énfasis en otras ramas de la economía:  se vieron en la necesidad de poner el énfasis en la industria pesada, por ejemplo.  Otras circunstancias históricas, otras características geográficas, otras necesidades, determinaron ese camino. 

Más del análisis de las circunstancias, las características y las condiciones en que nuestra Revolución se desarrolla, era incuestionable que nuestro camino mejor venía a ser precisamente este. 

Y la agricultura es la que alimenta al hombre; es la que no solamente alimenta, sino que viste y calza al hombre.  Y para un país subdesarrollado, para un país pobre, la necesidad fundamental, la primera necesidad a satisfacer perentoriamente, es la necesidad de alimentarse, la necesidad de vestirse y la necesidad de calzarse. 

En cualquier época el hombre siempre ha puesto en primer lugar esas necesidades.  Y solo cuando esas necesidades han sido satisfechas, ha surgido entonces la idea o el esfuerzo para satisfacer otras necesidades. 

Y no eran lo mismo una economía y una agricultura para satisfacer necesidades de minorías, olvidándose de las necesidades de las grandes masas, que una economía y una agricultura para satisfacer las necesidades de toda la población sin excepción alguna. 

Porque en el pasado millones de personas se resignaban, por ejemplo, a no tomar nunca leche, a no comer nunca carne, o casi nunca; en el pasado, cuando cientos de miles de personas no trabajaban por falta de empleo, no por falta de necesidad; cuando cientos de miles de familias, la inmensa mayoría de las familias, tenían que invertir sus sueldos, o en pagar alquileres, o en pagar rentas por las tierras si se trataba de campesinos; cuando cientos de miles de obreros trabajaban solo una parte del año; cuando en muchos hogares los fogones se encendían una vez al día, si es que se encendían.  Y naturalmente que entre los obreros estudiantes aquí presentes hay con seguridad muchos que conocieron aquellos tiempos. 

En aquella economía, donde faltaba el mercado interno, porque no se producía para las necesidades, sino que se producía para el mercado —y el mercado era limitado—, se producía para la ganancia; porque en el capitalismo la producción no tiene nada que ver con las necesidades reales, la producción tiene que ver con los mercados, externos o internos.  Y la producción anárquica, individualista, tiene solo que ver con las ganancias.  Mientras había mercado y había ganancia, se producía; pero el límite estaba allí. 

Para una sociedad como la nuestra el límite no está en la ganancia, el límite no está ni puede estar en eso, ni está ni puede estar en el mercado.  Para una economía como la nuestra el límite está en las necesidades. 

Y así, antes un productor de leche se preguntaba:  ¿Cuántos litros de leche pueden venderse?  Se venden tantos litros de leche cuantas personas haya con dinero para adquirir esa leche.  Y el límite estaba allí.  Y donde miles, o cientos de miles, o millones de personas no la podían adquirir, eso no importaba para nada. 

Nosotros solo podemos ver esto de otra forma:  cuántas personas necesitan consumir leche, cuántos niños, cuántos ancianos, cuántas personas adultas, cuánto es la totalidad de nuestra población y cuáles son las necesidades de un alimento como ese para toda esa población.  No preguntamos por los mercados, no preguntamos por los precios, no nos puede preocupar que sobre la leche.  Cuando sobre la leche sabemos lo que tenemos que hacer, sabemos que, por ejemplo, basta en todos los centros escolares elevar el nivel de consumo:  sabemos, cuando sobre cualquier artículo, cómo puede ser distribuido ese artículo para que alcance a toda la población.  Y nuestra producción de cualquier producto no se detendrá hasta que la necesidad total de ese producto sea satisfecha. 

De ahí que no se puede concebir alcanzar ese objetivo si no se desarrollan los medios para incrementar hasta el máximo la productividad por hombre y la productividad por unidad de superficie, o la productividad del ganado, o la productividad de las plantas.  Y, en fin, que no sería posible jamás alcanzar ese objetivo si no nos planteamos los medios para lograrlo. 

Y por primera vez en la historia del hombre, por primera vez la humanidad puede contar con los medios suficientes para satisfacer las necesidades de toda la población. 

Hace varios siglos, o miles de años, cuando incluso la población humana era incomparablemente inferior, ni siquiera en aquellos tiempos una sociedad humana podía plantearse el problema de producir para satisfacer plenamente todas las necesidades.  Sin embargo, hoy, que la población se ha incrementado extraordinariamente, una sociedad humana, incluso una sociedad como la nuestra, económicamente subdesarrollada, se puede plantear el problema de producir para las necesidades, es decir, se puede plantear el problema de construir una economía socialista.  ¿Por qué?  Por la técnica. 

Y no importa si la población ha aumentado.  Ha aumentado también el número de brazos capaces de producir.  Y si a cada brazo, si a cada hombre o mujer trabajador se le dan los medios para incrementar su productividad, si el número de los trabajadores se incrementa, si la totalidad de la población trabaja y cada uno de los hombres y mujeres de esa comunidad es capaz de producir con el máximo de productividad, las necesidades totales podrán ser satisfechas.  Eso solo se puede lograr dentro de una economía planificada, dentro de una economía socialista. 

En el capitalismo, en los países capitalistas uno de los problemas serios es el problema del desempleo; incluso en los países capitalistas más industrializados nos encontramos con el eterno problema del desempleo, nos encontramos con el eterno problema de las máquinas:  nos encontramos con que, por ejemplo, las fábricas automáticas, o automatizadas, chocan con los intereses de los trabajadores.  Porque dentro de una economía capitalista, que trabaja para la ganancia, que trabaja para mercados limitados, no para las necesidades de la población, una máquina se convierte en una enemiga del hombre, se convierte en un motivo de infelicidad para el hombre.  Y desde que las máquinas surgieron dentro de la economía capitalista, han surgido y se desarrollan en medio de una eterna e inacabable lucha entre los trabajadores y las máquinas.  Para una economía que no produce para la ganancia sino para las necesidades, una máquina jamás puede llegar a ser enemiga del hombre. 

En nuestro país si hace algunos años alguien hubiese planteado la idea de construir una máquina de cortar caña lo habrían considerado un monstruo, lo habrían considerado un asesino, lo habrían considerado promotor del hambre para cientos de miles de familias, porque los cientos de miles de familias que lograban trabajar cuatro o cinco meses al año, una buena parte de ellos cortando caña, se habrían sentido desplazados.  Porque cualquier latifundista, cualquier compañía norteamericana que hubiese introducido una máquina, lo habría hecho a costa de desplazar decenas de trabajadores por cada máquina.  La máquina dentro de aquel sistema habría significado una desgracia para el trabajador.  En nuestras condiciones actuales toda máquina es vista con alegría, toda máquina es vista como una benefactora del hombre; toda máquina, toda técnica. 

Una caña capaz de producir más azúcar por ciento de arrobas significaba siempre un daño, un perjuicio para el trabajador, porque por la misma cantidad de caña cortada, más toneladas de azúcar.  Eso habría significado menos días de zafra, menos días de trabajo:  más hambre. 

¿Preocuparse acaso por incrementar la productividad del ganado?  ¿Para qué, si sobraba la leche, sobraba la carne?  ¿Acaso porque faltaban los que necesitaban leche o carne?  ¡No!, sino porque faltaban los que tenían aunque fuesen unos centavos en el bolsillo para comprar la leche que sobrase o la carne que sobrase. 

¿Cómo habría podido plantearse jamás, en aquellas condiciones, traer decenas de miles de jóvenes a estudiar técnicas agrícolas?  ¿Qué sentido habría tenido eso en aquella etapa?  ¿Cómo habría sido posible eso bajo una concepción capitalista de la economía?  ¡No!  ¡Jamás!  Porque aquella economía no necesitaba masas de hombres y mujeres con capacidad técnica:   necesitaba masas de hombres y mujeres ignorantes, analfabetos; porque necesitaba masas de hombres y mujeres en el mercado de trabajo capaces de hacer cualquier tarea por cualquier salario. 

El capitalismo no tenía que buscarse problemas con la fuerza de trabajo, porque el capitalismo siempre ha operado en condiciones en que la fuerza de trabajo sobra, en que la fuerza de trabajo la encuentra siempre abundante en el ejército de desempleados.  ¿Traer el capitalismo decenas de miles de obreros agrícolas o de hijos de campesinos a estudiar?  ¡Jamás!  Aquello —bajo una concepción capitalista— era imposible, era absurdo. 

Sin embargo, la Revolución apenas adquiere algún desarrollo lógicamente comienza a confrontar los problemas de fuerza de trabajo.  La Revolución apenas comienza a desarrollarse, y ya fácilmente —en medio de las múltiples actividades de una economía que debe producir para las necesidades— comienza a ver que para determinadas tareas falta la fuerza de trabajo. 

Los enemigos de nuestra concepción hablan, por ejemplo, de las dificultades en la zafra azucarera, y sus periódicos y sus cables dicen “que por dificultades de fuerza de trabajo que antes sobraba.” Pero no dicen una sola palabra más, no dicen por qué antes sobraba y ahora no sobra:  no explican más nada. 

Y, desde luego, no pretenderán decir que falta la fuerza de trabajo porque se marcharon los cortadores de caña para Estados Unidos, porque todo el mundo sabe en este país que los cortadores de caña no son los que se marchan para Estados Unidos; todo el mundo sabe en este país que no son precisamente los hombres y mujeres de aquellos sectores que tuvieron que pasar mucho trabajo para vivir, de aquellos sectores que conocieron verdaderamente la necesidad y la miseria, que conocieron el trabajo duro, que aprendieron a ganarse el pan difícilmente, con el sudor de su cuerpo.  Esos no son los que marchan hacia el “paraíso” yanki. 

Hablan de nuestros problemas de fuerza de trabajo; pero no dicen dónde están los hombres que antes cortaban la caña, no dicen que provincias despobladas como Camagüey recibían todos los años decenas de miles de macheteros que marchaban allí desde todos los rincones del país, porque solo allí, cortando caña algunos meses al año, podían ganarse un salario —por cierto miserable— trabajando 14 y 15 horas diariamente. 

Algo que no dicen es que, por ejemplo, en este país todos los años 40 millones de toneladas de caña no solo eran cortadas a mano, sino que eran cargadas caña a caña en la carreta; es decir que en este país todos los años nuestros trabajadores cargaban 40 millones de toneladas de caña en las carretas:  caña a caña, a mano. 

Algunos podrían preguntarse:  ¿Acaso la introducción de las máquinas en el alza de la caña ha significado de inmediato un incremento de la producción?  No.  Pero sí ha significado algo de mucha importancia para un trabajador cañero, y es que antes un hombre tenía que cortar la caña y cargarla, y que para devengar un salario tenía que trabajar 15 y 16 horas todos los días; y hoy, naturalmente, no hay nadie en este país que se vea en la necesidad de trabajar de esa forma brutal para ganarse el sustento.  Lógicamente, hoy no hay trabajador que tenga que trabajar 15 y 16 horas diarias durante la zafra para ganarse el sustento.  Es decir que el primer beneficio que las máquinas han aportado ha sido el de aliviar las durísimas condiciones de vida con que cientos de miles de trabajadores, todos los años, tenían que ganarse el sustento trabajando en la zafra. 

Pero para nosotros una máquina que alce la caña es ya un gran avance; una máquina que corte la caña es todavía un avance mayor; una combinada que la corte y la alce, mejor todavía; o un centro de acopio que permita cortar la caña con paja y limpiarla allí en el basculador, es un gran avance.  Una máquina cualquiera —y esto lo puede comprender cualquiera— dentro de las condiciones de nuestra economía, significa siempre un beneficio para el trabajador, un beneficio para todo el pueblo. 

Y es con las máquinas y con la aplicación de la técnica que podemos lograr multiplicar la productividad del trabajo, multiplicarla de tal forma que seamos capaces —en el menor tiempo posible de trabajo— de producir el máximo de bienes que necesitamos para nuestras necesidades. 

Y nuestro país puede asegurar que posee, o que lleva a cabo un programa de formación de técnicos agrícolas que no tiene paralelo en ningún otro país del mundo. 

¿Qué significará esto para nuestra patria?  ¿Qué significará el avance de este movimiento técnico que se ha desencadenado en nuestro país?  ¿Qué significará la invasión masiva de nuestros campos por jóvenes técnicos?  Lo que eso significa posiblemente nadie en este momento sea capaz de preverlo.  Pero significa, a todas luces, una revolución profunda dentro de otra revolución.  En ningún país, que nosotros sepamos hasta hoy, se ha desencadenado un movimiento de esta índole, es decir, un movimiento de esta magnitud. 

A los que se preguntan cómo vamos a triunfar, cómo vamos a llevar a cabo nuestras ambiciosas metas sociales; los que no tienen una idea, o no tenían una idea, de cómo lo vamos a realizar, les podemos responder que lo vamos a llevar a cabo con esto, que nosotros sí estamos seguros de que lo vamos a llevar a cabo, que nosotros sí sabemos cómo. 

También, si hace tres años, cuando se hizo el primer llamamiento al que concurrieron precisamente ustedes, los que se gradúan aquí esta noche, alguien hubiese hablado de esta muchedumbre, alguien hubiese hablado de esta gigantesca masa —que no cabe en la escalinata universitaria, que no cabe, a pesar de su densidad, en esa plazoleta que continúa después de la escalinata, que no cabe en la calle San Lázaro hasta Infanta—, y le hubiesen dicho o hablado de esa muchedumbre, ¡y qué muchedumbre!, de obreros en su inmensa mayoría, trabajadores agrícolas que estaban hace tres años en segundo o en tercer grado; si le hubiesen hablado de un graduado de nivel preuniversitario que en 1961 era analfabeto; si hace tres años alguien hubiese planteado esto, esto que asombra, esto que impresiona, esto que, incluso, muchos desconocen, porque —como les decía a algunos compañeros— este es nuestro inmenso ejército camuflado, este es nuestro inmenso ejército de técnicos todavía desconocido (APLAUSOS):  si alguien hubiese hablado de esto como realidad, como cosa posible, habrían dicho:  este anda soñando, este tiene una fantasía viva, rica, ¿cómo puede ser posible todo eso?  Porque no tienen ni la más remota idea de lo que una revolución puede, de lo que una revolución es capaz; no tienen ni la más remota idea de lo que se puede hacer con el pueblo, de lo que se puede hacer con las masas; no tienen la más remota idea de la magnitud de lo que puede alcanzarse.  Por eso decimos que sabemos cómo vamos a lograr nuestros objetivos. 

Naturalmente que no es cosa de un día, no ha sido cosa de un día crear esto, organizar esto.  Pero cuando hace tres años se habló de tener técnicos para esta fecha, tenían que pasar tres años, años largos.  Porque en una revolución que aspira a crear, una revolución que aspira a resolver problemas, para una revolución que lucha por el bienestar del pueblo, cada año es largo, cada año es casi interminable, porque son años que tienen que transcurrir antes de tener algo, antes de poseer algo, antes de contar con algo. 

Y así también hablamos de años futuros.  Hablamos de los que se gradúan hoy; hablaba el compañero Lionel de los que se graduarán el año que viene, y en 1968 y en 1969 y en 1970, y los que se graduarán en 1974, porque ya estamos pensando en cuántos se habrán graduado para 1974.  Y ya los estamos contando, y ya estamos contando con ellos para los grandes objetivos de nuestro pueblo, de nuestra Revolución. 

Y sabemos lo que significa ese esfuerzo, sabemos lo que significan esas magnitudes.  ¿Lo sabemos con exactitud, lo sabemos en todo su alcance?  No, porque será verdaderamente imprevisible lo que ocurrirá cuando la técnica no sea una cuestión de minorías insignificantes, cuando la técnica no sea un arma, un instrumento, un secreto de pequeños grupos dentro de la sociedad, cuando la técnica sea un arma, un instrumento, un conocimiento de masas, y cuando la técnica llegue a ser un instrumento de toda la sociedad. 

¿Hacia qué caminos marchamos?  ¿Qué nos proponemos?  ¿Cuándo terminará este programa?  ¿Cuántos técnicos quieren ustedes graduar?, preguntarán algunos.  Este programa, este movimiento, no tiene metas.  Se habla de tantos en 1974.  Y el año que viene, o dentro de dos años, o dentro de tres años, se podrá hablar de tantos en 1978, y tantos en 1980, y tantos en 1990, y tantos en el año 2000 (APLAUSOS). 

Cuando se habla del año 2000, naturalmente hablamos de años y de fechas que ya no cuentan para la mayoría de nosotros, pero que cuentan, que contarán para ustedes, que contarán para las nuevas generaciones.  Esas generaciones no vivirán esta miseria técnica que hemos vivido nosotros, no vivirán esta indigencia técnica que hemos vivido nosotros, no vivirán esta experiencia dura, dolorosa, de un pueblo que rompe sus cadenas, de un pueblo que acaba de romper sus cadenas, de un pueblo que recién ahora empieza a graduar sus primeros técnicos. 

No ocurrirá en 1970, ni en 1980, ni en 1990, ocurrirá cada vez menos, será absolutamente inconcebible que vuelva a ocurrir jamás, el que este país se vea, como se ha visto, con la circunstancia de tener una provincia como la de Oriente (APLAUSOS) —y me alegro, porque una gran parte de estos estudiantes son precisamente de esa provincia (APLAUSOS)—, una provincia como la de Oriente, donde en 14 agrupaciones básicas de producción no hay una sola que tenga un ingeniero agrónomo:  una provincia como la de Camagüey, con inmensa potencialidad agrícola, donde en 12 agrupaciones básicas de producción tengamos solamente tres con ingenieros agrónomos. 

¡Agrupaciones de más de 10 000 caballerías de tierra sin un solo ingeniero agrónomo! 

¿Pero es que acaso no tenemos ingenieros agrónomos en el país?  ¿O es que acaso se fueron todos?  ¿O es que acaso era necesario que se fueran todos para no tener un ingeniero agrónomo en ninguna agrupación de Oriente?  No, no.  Porque, en primer lugar, en este país eran muy pocos los ingenieros agrónomos que se graduaban; y muchos de los que se graduaban, se graduaban para encontrar un empleo de inspectores en el Ministerio de Agricultura, o eran en muchas ocasiones los “hijos de sus papás”, y sus papás eran los dueños de los latifundios.  Y entre ellos, naturalmente, algunos con vocación, algunos estudiantes con vocación, algunos graduados con vocación agrícola, pero insignificante minoría. 

Y además, graduados de la Quinta de los Molinos —en la capital de la república—, graduados de la calle Reina, de Ayestarán y Reina, graduados en el pavimento, donde tal vez pueda aprenderse algo de jardinería, o arboricultura ornamental; ingenieros que en número insignificante se graduaban allí, y que en estas condiciones solo por excepción, solo por excepcional vocación, surgían de cuando en cuando, contados con los dedos de la mano, algunos buenos y verdaderos técnicos. 

Estudiantes de veterinaria de la Quinta de los Molinos, de Ayestarán y Reina, médicos de perros.  Y no porque los pobres perros no merezcan toda la consideración que un animalito noble como ese pueda merecer del hombre, pero en aquellas condiciones a trabajar en una clínica de perros.  Y que sepamos, los perros comen carne pero no producen carne; toman leche, pero no producen leche. 

En aquellas condiciones de desarrollo económico raquíticas y miserables de nuestra sociedad, si incluso un estudiante de veterinaria tenía vocación, le gustaba la profesión, se veía obligado muchas veces, en medio de una agricultura extensiva, de una economía con mercados internos limitadísimos, se veía en la necesidad de trabajar en una clínica de perros. 

Pero, además, nuestros ingenieros, aunque no fueran hijos de latifundistas, aunque no aspiraran a inspector del Ministerio de Agricultura, ¿cómo íbamos a suponerlos con la vocación, la dedicación, el entusiasmo, por abandonar el pavimento, las bellas avenidas capitalinas y trasladarse a los lugares apartados, incomunicados muchas veces, donde se necesitaba de su experiencia?  ¿Había que suponer en nuestros ingenieros, en nuestros veterinarios, verdadera vocación agrícola?  No.  Más fácilmente buscaban y encontraban un empleo en las oficinas nacionales del INRA, o en el ministerio tal, o más cual, o más cual, o incluso en la Empresa Eléctrica, en la Empresa de Teléfonos, y en cualquier parte, aunque no tuviese nada que ver con la agricultura, con tal de estar en el pavimento, con tal de estar cerca de las avenidas bellas de nuestra capital. 

Y si así no fuera, ¿cómo explicarse que en nuestra flamante estación experimental de Santiago de las Vegas trabajasen 42 graduados de ingeniería agronómica, mientras 14 agrupaciones básicas de producción agrícola de la provincia de Oriente no contasen con un solo ingeniero agrónomo?  (APLAUSOS.) 

No está ni puede estar en nuestro ánimo herir a nadie, lastimar a nadie, ofender a nadie.  Pero hay verdades que en un día como hoy, en circunstancias como estas, ante un contingente de técnicos que marchan hacia la producción, que salen de las aulas, hay que decirlas aunque resulten dolorosas, aunque resulten duras, aunque resulten para algunas personas amargas.  Y es que en las condiciones del pasado no podía tener vida, no podía tener incentivo de ninguna índole la vocación agrícola, la técnica agrícola. 

Pero, les decía, que ni en 1970, ni en 1980, ni en 1990, ni en el 2000, ni jamás —¡jamás!—, nuestro pueblo volverá a conocer esa amarguísima experiencia que los revolucionarios de ahora hemos tenido que conocer. 

Por eso, en estos dos últimos años, a pesar de nuestra escasez de ingenieros agrónomos, los pocos que se graduaban, o los mandábamos a estudiar al extranjero, o los enviábamos a estos institutos tecnológicos como profesores; porque, al fin y al cabo, no íbamos a resolver nuestro problema con unos pocos ingenieros.  Preferimos, por eso, emplearlos como profesores para formar la masa de técnicos que de verdad irán a resolver el problema, para impulsar este movimiento, este movimiento que no concluirá nunca, o concluirá solo —no olvidarse de esto— cuando la técnica sea un instrumento de toda la sociedad. 

Algunas ideas expuestas aquí quedarían incompletas.  Cuando hablábamos de una sociedad donde todos trabajasen, nos referíamos a una sociedad en la que todos los hombres y mujeres aptos y aptas para el trabajo, trabajasen, donde todos los jóvenes trabajasen; donde no trabajasen los ancianos o los inhabilitados por cualquier razón de salud o física para el trabajo, o los niños, que no pueden participar en la producción. 

Nosotros aspiramos a llegar al punto en que toda la población activa del país participe en la producción, y en que toda la población pasiva —es decir, niños, ancianos, enfermos, inhabilitados para el trabajo— reciba de la sociedad todo lo que necesita.  Puede lograrse bajo nuestra concepción de la sociedad, en que se trabaja para satisfacer las necesidades del hombre, lograr la aspiración de crear empleo para toda la población activa, y a su vez eso será requisito indispensable para crear la abundancia de bienes materiales.  Podemos crear las condiciones para que toda esa población activa trabaje con el máximo de productividad, mediante el empleo de las máquinas y de la técnica. 

Hay quienes quisieran trabajar menos.  Ello, desde luego, tiene dos raíces:  una, la vieja concepción del trabajo como una desgracia, como un sacrificio, como una pena, como un castigo...  Recuerdo que en las escuelas donde nosotros estudiábamos nos hablaban del paraíso terrenal y nos decían que el hombre, representado en Adán, por culpa de la mujer, representada en Eva —y ahí tenemos la primera explicación de esos conceptos discriminatorios hacia la mujer en que se educaba en la vieja sociedad a nuestro pueblo—, había sido condenado a ganarse el pan con el sudor de su frente por comerse la manzana prohibida. 

Pero la idea era de que el hombre tenía que trabajar como un castigo, y que lo ideal era aquel paraíso donde el hombre no tenía que hacer nada y todo lo tenía. 

Entre los cientos de prejuicios, de ideas falsas, anacrónicas, erróneas, absurdas, estúpidas, con que se educaba al pueblo, esa era una de ellas.  Y sin embargo, bien analizada:  ¿Qué hombre podría sentirse feliz en semejante paraíso?  ¿Qué ser humano podría sentirse feliz en semejante estatismo, inacción, donde todo lo que quisiera lo tenía sin ningún esfuerzo?  ¿Es que acaso fue nunca más feliz el hijo malcriado y consentido de un millonario que el hombre que ha tenido que esforzarse por obtener algo?  ¿Es que sabe lo mismo el pan que se obtiene con esfuerzo que el pan que se obtiene sin esfuerzo alguno?  ¿Es que podría concebirse una vida más triste, más aburrida y más miserable que la de ese paraíso? 

¿Por qué pensar que el trabajo era una desgracia?  La desgracia habría sido que el hombre no hubiera conocido nunca el trabajo, porque fue el trabajo —y esto fue lo que nunca nos enseñaron, lo que nunca nos enseñaban—, fue el trabajo lo que hizo al hombre, fue el trabajo lo que desarrolló al hombre, fue el trabajo lo que hizo al hombre hombre. 

Pero desde niños...  Y era lógico en aquella sociedad clasista en que el ideal era el ideal burgués de no trabajar, de vivir del trabajo de los demás.  Porque, lógicamente, un niño, si hubiera podido razonar, habría preguntado:  “Oiga, señor, ¿y por qué Dios no castigó a ese burgués barrigón que no trabaja nunca?” (APLAUSOS.)  ¿Cómo se explica que por culpa de Eva a unos hombres los castigaran a trabajar y a otros los castigaran a vivir del trabajo de los demás? 

En esas ideas anacrónicas, absurdas, se educaba un pueblo. 

¿Qué tiene de extraño que muchos todavía vean el trabajo con esa concepción:  como un castigo o como una pena? 

Pero, además, otra raíz es la ignorancia.  El hombre no puede reducir arbitrariamente el número de horas de trabajo si no es a costa de renunciar al número de bienes que necesita como esenciales para la vida.  Ninguna sociedad puede arbitrariamente disminuir el número de horas de trabajo independientemente de la productividad del trabajo.  El trabajo solo puede ser disminuido en intensidad o en extensión como un resultado del desarrollo de la técnica, como un resultado del desarrollo de la productividad. 

Hay gentes que quisieran ya tener todas las bodegas repletas, que quisieran no tener libretas, que quisieran encontrar todo lo que desean.  Pero a la vez quisieran trabajar cuatro horas en vez de ocho, y dos en vez de cuatro, y una en vez de dos, y ninguna en vez de una.  ¿Y cómo se explica?  ¿Cómo puede nadie aspirar a liberarse del trabajo?  ¿Y por qué liberarse del trabajo, para qué liberarse del trabajo? 

El trabajo puede resultar odioso en las condiciones de la explotación capitalista, en que el hombre de trabajo no era el hombre más estimado, no era el hombre que recibía el mayor número de bienes.  Y esa es otra de las raíces de aquellos que sueñan arbitrariamente en liberarse del trabajo como algo posible o como algo justo. 

Lógicamente, esta generación tiene que trabajar mucho y tendrá que trabajar más que lo que tendrá que trabajar la generación siguiente; porque esta generación tiene que crear en medio de la escasez, tiene que desarrollar la economía de la cual depende toda la sociedad, partiendo de lo poco que tenemos hoy.  Esta sociedad tiene que hacer un esfuerzo mayor; pero ese no será un esfuerzo humillante, no será un esfuerzo amargo, no será ni siquiera un esfuerzo que pudiéramos calificar de sacrificio. 

Sacrificio era el de los que trabajaban ayer, el de los que trabajaban para enriquecer a otros, el de los que trabajaban no para un futuro mejor, sino tal vez para un futuro peor; el de los que tenían que trabajar cuando el trabajo ni era dignificado, ni tenía incentivos de ninguna índole. 

Y el que esté haciendo algo y aborrezca lo que está haciendo, es señal de que no tiene vocación para lo que está haciendo.  Y es deber de la sociedad buscar las vocaciones, ¡buscar las vocaciones! 

Entre las bellas palabras o conceptos que expresó aquí quien habló en nombre de ustedes, decía que eran unos pocos los que tenían vocación al principio, y que hoy todos están entusiasmados con su trabajo.  Eso quiere decir que estos años han servido para desarrollar en ustedes una vocación, para descubrirla. 

Es importante que el aporte que cada hombre dé en la sociedad sea un aporte que esté de acuerdo con las aptitudes, con las inclinaciones, con eso que se llama vocación. 

Naturalmente que no será posible dejar esto al desarrollo espontáneo de las vocaciones; será necesario orientar, dirigir el esfuerzo, desarrollar vocaciones en unos casos, despertar vocaciones en otros casos.  Y eso es lo que ha ocurrido con ustedes.  Pero quien siente vocación por algo no encontrará nunca desagradables las horas, por largas que sean, que le dedique a ese algo que le gusta, que le agrada, que tiene para él un sentido. 

Cuando a alguien le desagrada lo que hace, es señal de que no tiene vocación.  Y, naturalmente, infinidad de gente ve el trabajo como un medio simplemente de ganarse la vida, como una necesidad.  Y será necesario que vayamos creando condiciones, de manera que cada ser humano vea en el trabajo el desarrollo pleno de su aptitud, de su inteligencia, de su vocación, de su personalidad.  Y, sin duda de ninguna clase, en la medida en que vayamos logrando esto iremos cambiando cada vez más y más el concepto del trabajo. 

Y llegará el día en que si el número de horas de trabajo se reduce, ello sea como consecuencia de una necesidad más que de una aspiración, ¡de una necesidad!  Porque en la medida en que el hombre con la técnica y con las máquinas incremente la productividad, ¡incremente la productividad!, se verá en la necesidad de disminuir el número de horas que dedique a producir bienes materiales.  Y esto debieran escucharlo, comprenderlo, aquellos que se dicen más amantes de la cultura, aquellos que se dicen más amantes de las actividades espirituales, intelectuales.  Y es que el desarrollo pleno de todas las potencialidades culturales de un pueblo solo se podrá ir logrando en la misma medida en que la producción de los bienes materiales esenciales que el hombre necesite sea cada vez una tarea más fácil y sea cada vez más una tarea que exija el menor número de horas a toda la sociedad. 

Porque hay algunos cultos, “supercultos, extracto puro de cultos”, que sienten un cierto desprecio por el trabajo material, que sienten un cierto desprecio por los que producen los bienes materiales que el hombre necesita.  Y naturalmente que queremos una sociedad en que las actividades culturales se multipliquen, en que las actividades culturales, al igual que las actividades técnicas, dejen de ser secretos, instrumentos de una minoría, para convertirse en conocimiento, actividad y conocimiento de toda la sociedad humana. 

Con la cultura debemos aspirar, lo mismo que en la técnica, a la meta de que toda la sociedad sea culta, de que toda la sociedad sea creadora en el orden cultural; sea capaz de comprender, valorar y disfrutar todas las manifestaciones de la cultura. 

Cuando ponemos énfasis en aquellas actividades que se refieren a la producción de los bienes materiales del hombre, no despreciamos ni subestimamos, ni mucho menos, las manifestaciones espirituales del hombre, simplemente cumplimos el deber de recordar que deber de todos es hoy impulsar el desarrollo económico y material de la sociedad para poder ir, en la misma medida, impulsando el desarrollo espiritual, el desarrollo cultural, el desarrollo integral de cada ciudadano dentro de la sociedad. 

Es bueno, es necesario, es indispensable que ustedes tengan presente siempre estas ideas, tengan presente estas cuestiones esenciales.  Porque nosotros con ustedes no aspiramos a llevar solo técnicos a nuestra agricultura, a nuestra producción.  Aspiramos a algo más importante:  a llevar verdaderos revolucionarios, a llevar almas con vocación a nuestros campos; a llevar una nueva conciencia a las actividades productivas, una nueva concepción del trabajo, técnicas nuevas, concepciones nuevas.  Aspiramos de ustedes no solamente que sean buenos técnicos, sino que sean tan buenos revolucionarios como técnicos (APLAUSOS). 

Y si las palabras pronunciadas hoy aquí por el que habló en nombre de ustedes se copian y las llevan siempre en el bolsillo y las leen, sin duda que en ellas tendrán la expresión, cabalmente y bellamente recogida, de lo que nosotros aspiramos de ustedes. 

Nos hemos esforzado por crear las condiciones mejores para formar un técnico superior en calidad técnica y en calidad moral, en conocimientos y en conciencia.  Nosotros sabemos que en un grado considerablemente satisfactorio hemos logrado eso.  Y eso nosotros lo podíamos ver cuando llegábamos aquí hoy. 

Y puesto que estamos hablando con sinceridad y puesto que estamos hablando con franqueza, sin querer herir a nadie ni ofender a nadie, ni individuos ni grupos:  cuando nosotros contemplábamos esta masa teníamos conciencia de que estábamos ante una masa superior de estudiantes, que no eran estudiantes como los demás.  ¡Bien quisiéramos nosotros ver el día en que los estudiantes de esta universidad fuesen todos como ustedes!  (APLAUSOS.)  Bien quisiéramos que un día la masa universitaria fuese tan homogénea, tan disciplinada, tan consciente, tan revolucionaria, tan íntegra, como ustedes (APLAUSOS). 

No somos enemigos de nuestros estudiantes universitarios ni mucho menos; son nuestros amigos.  Con ellos compartimos y departimos muchas veces; con ellos conversamos muchas veces, con la mayor franqueza, con la mayor familiaridad.  Y no es que nuestros estudiantes universitarios sean malos, no es que sean contrarrevolucionarios, ni siquiera que sean tibios con la Revolución.  No.  Digo simplemente que están muy lejos todavía de constituir una masa de la calidad de ésta; están lejos todavía de que podamos poner en ellos las esperanzas que podemos poner en una masa como esta (APLAUSOS).  Y que no debemos descansar hasta el día en que en este alto sitial de la cultura y de la intelectualidad técnica de nuestro país tenga el nivel y el espíritu que tienen ustedes hoy; y ojalá que para entonces los que como ustedes, alumnos de los tecnológicos, se reúnan en actos como este, tengan una conciencia todavía superior a la que tienen hoy (APLAUSOS). 

¿Y por qué no esperarlo?  ¿Por qué no esperarlo si la Revolución avanza, si de nuestras escuelas de maestros salen contingentes de maestros nuevos, si nuevos educadores se forman y nuevas escuelas se organizan con una concepción superior de la educación, con una concepción más revolucionaria?  ¿Por qué no pensar que los que hoy están en primero, en segundo y en tercer grados, que los que hoy van a nuestras escuelas primarias mañana alcancen niveles tan altos y niveles aún más altos todavía? 

Nosotros no podemos conformarnos con lo que hemos logrado; con la misma honradez con que proclamamos nuestra satisfacción por lo que hemos logrado debemos proclamar nuestra aspiración de lograr aún más.  Crecerá en magnitud este esfuerzo, pero crecerá también en profundidad, crecerá también en intensidad, crecerá también en calidad. 

Y lo que hemos logrado con este movimiento educacional no resulta nada extraordinario si se tiene en cuenta la procedencia, la composición social, el porcentaje extraordinariamente alto de obreros y campesinos que tenemos aquí entre ustedes (APLAUSOS), si se tiene en cuenta la composición de esta masa; pero no tiene nada de extraordinario, si se tiene en cuenta la concepción de estas escuelas, algo que no se ha dicho aquí cuando se explicaba cómo un estudiante que era analfabeto en 1961 es hoy técnico graduado con nivel preuniversitario (APLAUSOS).  Y no se ha dicho que en estas escuelas no hay vacaciones, que en estas escuelas no se sigue el viejo concepto del estudiante holgazaneando la mitad del tiempo, es decir, casi holgazaneando u holgazaneando una buena parte de una parte del año y holgazaneando ciento por ciento otra parte del año que se llamaba vacaciones; y que los estudiantes de este programa se han sometido a una disciplina dura de estudios, sin vacaciones, con amplia participación en trabajos productivos, que han sembrado mucha pangola y que han cortado mucha caña (APLAUSOS); que los estudiantes de este plan saben de verdad lo que es el trabajo físico, saben de verdad lo que es el trabajo productivo; que los estudiantes de este plan cuando han ido a cortar caña a la provincia de Camagüey han sido considerados entre los mejores cortadores de caña voluntarios (APLAUSOS).

Hay que añadir que los técnicos que graduamos hoy y los que iremos graduando serán técnicos que habrán contribuido al esfuerzo que hoy realiza la nación, con varias zafras de por medio; veteranos cortadores de caña, o sembradores de hierba, o constructores de edificios, según el caso, que se han forjado en ese espíritu.  Una juventud que no ha tenido vacaciones, que ha tenido meses de trabajos físicos duros, que ha recibido instrucción militar, que constituye unidades de combate para la defensa de nuestra Revolución, que ha conocido la disciplina del trabajo, la disciplina del entrenamiento militar, la disciplina del estudio. 

¿Qué de extraño tiene que aquí no aparezca un solo pepillito?  ¿Qué de extraño tiene el carácter de estos técnicos?  ¿Qué de extraño tiene que no resulten influidos por muchas de estas tonterías que despistan, desorientan y confunden a los que no conocen ni la disciplina del estudio, ni la disciplina del trabajo, ni la disciplina de las armas?  ¿Qué de extraño tiene?  En nuestras instituciones tecnológicas de este tipo, la pepillería no florece ni puede florecer.

¿Y significa acaso que estamos formando una generación de jóvenes serios, tristes?  ¡No!  Porque no está reñida la seriedad, el estudio, la disciplina, el trabajo, con la alegría, con la alegría sana, con la alegría verdadera.  Hay quienes pretenden justificar sus chiquilladas, sus malacrianzas y sus desviaciones como cosas propias de la juventud.  Sí, tienen razón:  cosas propias de una juventud que no conoció el trabajo, que no conoció la disciplina, que no conoció el estudio y, sobre todo, de una juventud que no tenga la menor idea de los sacrificios que un pueblo tiene que hacer (APLAUSOS), de una juventud que no tenga la menor idea de lo que cuesta producir el pan. 

Porque esos que pretenden mirar por arriba de los hombros al trabajador, esos que desprecian el trabajo, se olvidan, al parecer, de que para vivir, para hacer galas incluso de ese desprecio, para hacer ostentación de sus desviaciones, tienen que comer pan y leche y carne y tienen que vivir bajo techo; y que la leche que se toman por la mañana en su casa la produce un hombre que se levanta a las 2:00 de la mañana llueva, truene o relampaguee (APLAUSOS), haya frío o calor; la transporta un hombre que se levanta también de madrugada, en botellas que producen obreros, que limpian obreros.  Y no sería posible vivir ni concebir la vida sin esos bienes elementales.  Y hay quienes viven olvidados de eso, olvidados de que el pan que consumen lo produce alguien, alguien se lo da. 

Y, naturalmente, en la misma medida en que vayamos creando lo que pueda llamarse una conciencia verdaderamente proletaria, verdaderamente revolucionaria, irán teniendo cada vez menos cabida, menos ambiente, aquellos que desprecian el trabajo y que desprecian a los que trabajan y que olvidan que los bienes de que viven lo produce el trabajo. 

La Revolución ha avanzado mucho y también la conciencia.  Problemas que no habrían podido ni plantearse años atrás se pueden plantear hoy en la seguridad de que se comprenden, porque los comprenden las masas y los comprenden, sobre todo, los trabajadores.  ¡Y eso es lo que se llama conciencia! 

Hablábamos anteriormente de estudiantes universitarios, les decía sus características:  las buenas, las positivas y las negativas.  Algunas de las características negativas de los estudiantes universitarios es que la mayor parte de ellos vive nada más que pensando en el título, en la graduación; creen, incluso, que con eso cumplen sus obligaciones.  Y están en un grado considerable desconectados de las realidades del país. 

Y nosotros hemos podido comprobar que un porcentaje alto ignora la mayor parte de las cosas fundamentales que están teniendo lugar en nuestra patria.  Porque este pavimento, esta colina, en el pleno corazón de la capital de nuestro país, que es la capital desarrollada de un país subdesarrollado, con todas sus cosas agradables, con todos sus privilegios...  Y muchos estudiantes universitarios viven desconectados. 

¡Ah!, ¿pero tienen ellos la culpa?  No, nosotros tenemos la culpa.  No hemos creado los mecanismos adecuados para vertebrar las universidades con el pueblo y con las realidades. 

Y recién ahora comienza a vertirse, o a verterse...  Me haría falta un asesor lingüístico aquí para que me aclarara si es verterse o vertirse, pero creo que es verterse.  Bueno, vamos a consultarlo después en una gramática.  Empieza a vaciarse (RISAS y APLAUSOS)  en el pueblo, en las realidades del país, porque ha vivido muy desconectada.  Hay, incluso, en esta universidad estudiantes que han recibido extraordinarios beneficios, todas las facilidades para estudiar:  becas, préstamos, becas económicas, ayuda para la familia, ayuda para los hijos, ayuda para todo el mundo, que no tienen ni la más remota idea de los trabajos que pasaba un estudiante en este país; un estudiante, por ejemplo, de medicina, para citar una facultad de esta universidad; las miserias —como me decía el compañero Rector—, que muchos estudiantes tenían que meterse a “dealer” en los casinos, estudiantes de medicina repartiendo dados y barajas para obtener algún ingreso con que comprar libros, pagar una matrícula o ir un día al cine.  Estudiantes de medicina convertidos en “dealers” —esa es una palabrita que naturalmente muchos ya no oyen mentar hace mucho tiempo, pero que es la gente que en la ruleta se dedica...  bueno, un “dealer” es una especie de burócrata del juego—, y tenían que dedicarse a estas cosas los estudiantes de medicina.  ¿Oportunidad de estudiar prácticamente en un hospital?  ¡Jamás!  ¿Trabajo asegurado bien remunerado?  ¡Jamás!  ¿Libros gratuitos?  Jamás de los “jamases”. 

Y, sin embargo, hay en esta universidad algunos que se creen que cuando reciben una beca y reciben una ayuda de la sociedad ellos son los que le están haciendo un favor a la sociedad.  En vez de considerar la fortuna, el privilegio que han tenido, las facilidades que han tenido, las oportunidades que han tenido, hay algunos que piensan como si fueran ellos los que le hacen a la sociedad un favor.  Evidentemente, han oído decir que se necesitan técnicos, que los técnicos burgueses se van, y que, por lo tanto, ellos son unos personajes.  Y qué equivocados están.  Se olvidan de la masa, de la enorme masa que viene detrás, se olvidan de este gigantesco movimiento en todos los órdenes.  Se olvidan de esta idea, de este propósito, de que algún día todos serán técnicos, de que algún día la técnica será un instrumento de toda la sociedad. 

Y aunque realmente nos interesan los técnicos —sí, mucho—, hay algo que hay que decir aquí, y es que nos interesa todavía mucho más que tener técnicos, tener técnicos con los que pueda contar el pueblo, con los que pueda contar la Revolución, con los que pueda contar la patria (APLAUSOS). 

Y las universidades no tienen por misión fundamental formar técnicos, sino la de formar técnicos revolucionarios, porque los estudios universitarios cuestan.  Algunos se quejan de que tienen que pagar caro algo —a lo mejor un filete mignon en el “1830”—, porque se olvidan de que precisamente para hacer todo esto, para crear el futuro, para preparar a nuestro pueblo, hay que gastar, hay que invertir grandes sumas.  Y la Revolución no ha escatimado en eso un centavo, no ha escatimado un centavo para ayudar a obreros con dos y tres hijos que están estudiando en estos planes, en sostener a su mujer y a sus hijos para que ellos puedan volver a los campos convertidos en técnicos, para hacer esto en beneficio de toda la sociedad.  Porque quienes tienen una concepción errónea, privilegiada de la sociedad, y los que tienen una concepción privilegiada de sí mismos, se olvidan de cuánto cuesta, se olvidan de todo lo que hay que hacer para permitir que los que jamás tuvieron oportunidad casi ni de aprender a leer y escribir, se hagan técnicos y se hagan ingenieros. 

Pero no reacciona lo mismo, por eso, un obrero que estaba en segundo grado o que era analfabeto en 1961 y en 1966 se matricula en la universidad, que aquel que un poco desde demasiado temprano se acostumbró a tenerlo todo. 

Y puesto que hemos hablado de esto es preciso que digamos que la Revolución, en la misma medida en que da y brinda cada vez más facilidades a los jóvenes, debe exigir más de los jóvenes; ¡en la misma medida en que crea mejores condiciones!  Si no queremos tener en el mañana neoburguesitos ignorantes de todo, sin conciencia, será necesario que estos métodos aplicados en estos planes y en otros planes, como en los planes de formación de maestros, los apliquemos a la formación de todos los estudiantes; que llevemos adelante, firmemente, el punto de vista de que es obligación de todo joven estudiar, estudiar no solo hasta el sexto grado sino hasta la enseñanza secundaria; que nadie tiene derecho a ser analfabeto, que nadie tiene derecho a ser un incapaz, que nadie tiene derecho a ser un ignorante; y apliquemos cada vez más, en todo el sistema educacional del país, los métodos que hemos aplicado en esté plan y en otros planes similares. 

A veces, en nombre de un falso pedagogismo, en nombre de ciertos perfeccionismos, hay mentes alérgicas al trabajo de los estudiantes alegando que reduce sus niveles.  A estos superpedagogistas —que de pedagogía conocen bien poco, porque ignoran aquellas cosas esenciales que forman al ciudadano— habría que recordarles que lo que nos interesa no es solo formar técnicos, sino técnicos integrales, ciudadanos mejores.  Y que si tenemos urgencia de técnicos, ¡siempre será más urgente formar hombres verdaderos, formar patriotas, formar revolucionarios! 

Y si en la universidad, o donde sea, hay que estudiar un año más, que se estudie un año más para sacar el título (APLAUSOS).  Pero que no formemos una juventud desconectada de las realidades, desconectada del trabajo; que no formemos neoburgueses en medio de una revolución, gentes que no tengan la menor idea del esfuerzo del pueblo, del trabajo del pueblo, gentes que no tengan la menor idea de lo que costó la liberación del pueblo, de lo que costó el derecho de este pueblo a construir su futuro, de lo que costó el derecho de este pueblo a liberar el trabajo de la explotación, a liberar al hombre de la esclavitud.  Y esta Revolución tendrá que preocuparse por eso.  Será deber de nuestras universidades, de los dirigentes de nuestras universidades y de nuestros centros educacionales, la adopción de los métodos que conllevan el propósito de formar hombres conectados con el pueblo, hombres conscientes, de formar técnicos con conciencia.  Técnicos sin conciencia no nos interesan.  ¿Y para qué le interesa a este pueblo un técnico sin conciencia?  A esos les hemos dado libertad para que se marchen; esos no pueden ser útiles ni aquí ni en ninguna parte.  Aquí son una carga, allá también.

¿Formar técnicos ahora que cuando les ofrezcan un sueldecito mejor en el extranjero arranquen para allá?  ¡No!  ¿Técnicos con mentalidad economista?  ¡No!  ¡Que se marchen los que forjaron esa mente en otra etapa, en otro proceso!  Pero que la Revolución no forme jamás esa clase de técnicos. 

Y nosotros sabemos que los que aquí se están formando, y que inspiran una gran confianza en la Revolución, deben servir de ejemplo con los éxitos de este plan; el tipo de ciudadano y de técnico que se forma debe servir de ejemplo e inspiración en los demás planes de formación de técnicos. 

Me he extendido en el análisis de estas cuestiones.  Tal vez me habría gustado más hablar de agricultura, hablar de técnicas agrícolas, pero me ha parecido que en una noche como la de hoy estas ideas eran más importantes todavía. 

Hablábamos de que un día la técnica sería instrumento de toda la sociedad.  ¿Y qué quiere decir eso?  Quiere decir que un día llegará a ser posible el apotegma marxista, o la aspiración marxista, comunista, de que el trabajo manual y el trabajo intelectual se combinen, y que llegue un día en que todo ciudadano desarrolle una actividad intelectual y a la vez desarrolle una actividad manual. 

Oíamos decir antes:  combinar el trabajo productivo y el estudio.  Eso lo hemos logrado plenamente en este plan, lo hemos logrado con las alumnas del Instituto Pedagógico “Makarenko”, muchas de las cuales han sido maestras de ustedes.  Pero en el futuro la idea mucho más ambiciosa de que desaparezca esa diferencia entre trabajador manual y trabajador intelectual llegará a ser una realidad.  Y, ¿cómo?  ¿Cómo?  A muchos les parece eso imposible:  ¿Cómo?  De la única forma, de esta forma que hemos estado planteando:  cuando la técnica sea un conocimiento de toda la sociedad.  Pero ustedes constituyen un ejemplo práctico de esta idea. 

Se habla de que serán 40 000 en el año 1974.  ¿Qué significa esto?, 40 000 es una masa impresionante de técnicos.  Cuando los técnicos constituían una exigua minoría, cuando los técnicos se cuentan con los dedos de la mano, y cuando la inmensa mayoría de la sociedad es ignorante y carece de conocimientos técnicos, entonces una minoría de la sociedad tiene que dedicarse al trabajo puramente intelectual y una inmensa mayoría solo puede dedicarse al trabajo físico, al trabajo manual. 

Pero, ¿puede acaso concebirse que ustedes sean futuros trabajadores intelectuales en la producción y simplemente trabajadores intelectuales, que ustedes van a constituir una elite intelectual?  ¿Podrá concebirse que en el año 1974 tengamos 40 000 trabajadores intelectuales en nuestra agricultura sin ningún tipo de actividad manual?  Lógicamente que siendo ustedes ahora los primeros 400, hay necesidades de sobra como para ponerlos a trabajar a ustedes 24 horas del día en trabajos puramente intelectuales.  Pero nosotros no deseamos para ustedes esa triste suerte, ni mucho menos deseamos para nuestro pueblo esa miserable suerte.  Sabemos tener paciencia. 

Y desde el principio, con los que vayan directamente a la producción, nos preocuparemos de que no sean allí simples trabajadores intelectuales.  Mucho menos cuando sean 10 000, mucho menos cuando sean 40 000. 

Imagínense cuántos serán en el año 1980 y cuántos serán en 1990.  Posiblemente —dándole rienda suelta a la imaginación— para una fecha como el año 1990 tal vez sean medio millón de técnicos con los conocimientos de ustedes.  ¿Conciben medio millón dedicados a trabajos puramente intelectuales en la agricultura?  ¿Y cuando sean un millón?  ¿Comprenden ustedes simplemente este sencillo ejemplo dialéctico de cómo la cantidad se convierte en calidad, y cómo el día en que sean un millón la técnica deja de ser secreto de un grupito y todos los trabajadores tendrán entonces que realizar actividades productivas a la vez que actividades intelectuales?  ¿Lo comprenden?  ¿Tienen dudas de que tal vez dentro de 30 ó 40 años tengamos un millón de técnicos del nivel de ustedes? 

Y, por eso, nosotros no queremos que ustedes lleguen a ser intelectuales de la producción, y hemos tomado las medidas. 

Este curso que se gradúa es cierto que está compuesto por el primer contingente con el cual se organizó el primer instituto tecnológico de este tipo.  Simultáneamente se organizaron los institutos de la caña de azúcar; cuatro en el país.  Y el instituto del tabaco, de técnicos para la producción tabacalera.  Estos institutos se encaminaban fundamentalmente a preparar técnicos con conocimientos básicos en la agricultura y, a la vez, especializarlos en los problemas de la ganadería. 

En estos años fueron surgiendo más y más necesidades.  Repentinamente surgieron necesidades de determinados técnicos, surgieron necesidades de laboratoristas para los centros y los laboratorios que auxilian a la inseminación artificial, surgieron necesidades de alumnos en determinadas instituciones científicas, surgieron necesidades de técnicos en arroz, de técnicos en frutales, de técnicos en vegetales.  Y, naturalmente, no habíamos creado todavía instituciones de esas especialidades. 

Fue necesario de este primer instituto tecnológico hacer llamados para distintos estudios.  Eso explica el porqué de esta lista donde aparecen una serie de especialidades, donde —incluso— hay varios, hay 60 que decidimos especializarlos en caña no obstante tener cuatro institutos tecnológicos de caña; porque se presentó la urgente necesidad de crear 10 estaciones de extensión agrícola cañera, no había suficientes alumnos con nivel, y decidimos solicitar un número de alumnos de este instituto, de manera que 60 escogieron la especialidad en caña.  Otros, como ya se dijo, para arroz, para cítricos, para café, para distintas cosas. 

El compañero Lionel hablaba de los nuevos institutos tecnológicos que se crearán:  uno de nivel preuniversitario, como este, para café en Oriente; para cítricos en Isla de Pinos; para forestal en Pinar del Río.  Pero, a la vez, por el Ministerio de Educación se creará en los Pinares de Mayarí un instituto tecnológico para la producción de vegetales.  Y se proyecta crear algunos centros más de especialización para otros cultivos.  De manera que en el futuro no habrá que pedir a ningún alumno de una de estas instituciones que tome una especialización que no estaba inicialmente prevista; porque tendremos instituciones para la formación de técnicos para cada una de las especialidades agrícolas. 

A la vez, se sigue este concepto:  dar a los estudiantes de nivel medio una preparación básica y una especialización, para resolver de inmediato las necesidades que tenemos.  Pero, a la vez, en la universidad es a la inversa:  los primeros tres años serán de estudios básicos muy fuertes —de física, de química, de biología—, y de especialización en los últimos años.  Porque las necesidades inmediatas las vamos a resolver con técnicos de nivel medio; pero, a la vez, todos los alumnos que se gradúen de este nivel se matricularán en la universidad, irán a la producción y seguirán estudios dirigidos.  Se están confeccionando los planes y los programas. 

Nuestra aspiración es llevar al nivel superior a cada uno de los técnicos que se gradúen en estos institutos, de manera que puedan llegar a adquirir el título universitario en cinco años, o en seis, o en siete. 

Proyectamos, a la vez, enviar uno de cada diez —y más adelante, cuando aumente la masa de graduados, uno de cada veinte— a estudiar todo el tiempo en la universidad; de cada veinte en el futuro más lejano, y en un futuro más próximo, uno de cada diez.  Este será posiblemente el único curso de donde no hagamos esa selección. 

Irán a la universidad; se construirá una nueva escuela de agronomía lejos de Ayestarán y Reina con todas las condiciones.  Naturalmente, como allí irán a realizar estudios, es decir, directamente a realizar estudios, no a la producción, uno de cada diez, esos alumnos que estarán becados tendrán, naturalmente, que estudiar rigurosamente. 

Cambiaremos el concepto de los puntos y de los exámenes.  Se acabará aquello de un aprobado 60 puntos, un aprovechado 70; porque no aprobará nadie que tenga menos de 85 puntos por lo menos (APLAUSOS).  Porque si a la universidad va una selección, ¿qué cuento es ese de andar midiendo un aprobadito?  Se supone que un estudiante esté estudiando de verdad por vocación, que lo hace a gusto, que tiene todas las facilidades; porque esa escuela agropecuaria tendrá todas las facilidades de laboratorio, toda la base material de estudio. 

Claro que iremos especializando:  La Facultad Agropecuaria de Las Villas, en determinadas ramas; la Agropecuaria de La Habana, en otras ramas; la Agropecuaria de Oriente, en otras.  Y parejamente, a través de este plan de la enseñanza tecnológica y del Ministerio de Educación, iremos formando —hablo para la agricultura, esto es independiente de todos los demás estudios tecnológicos, que tienen gran dimensión—, para la agricultura,  se irán desarrollando nuevas instituciones y se irán llevando adelante bajo esta concepción:  una selección rigurosa para la universidad; los demás, a la producción, donde continuarán sus estudios dirigidos desde las universidades. 

Esto quiere decir que para el año 1970 la Facultad Agropecuaria de La Habana tendrá miles de estudiantes bajo este plan de enseñanza dirigida. 

Y debemos ir desarrollando nuestra universidad en ese doble concepto:  los estudiantes que están en la producción, y los estudiantes que están en la universidad asistiendo a clases.  Muchos vicios que van quedando de atrás desaparecerán.  Ese tipo de estudiante que tiene un trabajo y tiene que venir todos los días a la universidad, no hace bien el trabajo ni hace bien sus estudios en la universidad, tendrá que desaparecer, para ser un estudiante que está en la producción, tiene sus programas, con un ciclo adecuado de estudios; no se le exigirá tan rigurosamente como a los que están becados asistiendo a clases todos los días.  Se exigirá en la materia, porque calidad no sacrificaremos nunca; defenderemos por encima de todo la calidad. 

Daremos todas las facilidades necesarias a los que están en la producción.  Nosotros sabemos que ustedes en la producción van a hacer una combinación perfecta del trabajo y del estudio; y que la misma vida, el mismo centro, los mismos campos, constituirán para ustedes la universidad, la verdadera universidad.  Porque en la otra universidad irán complementando los conocimientos teóricos que ustedes irán constantemente aplicando y enriqueciendo con la práctica, es decir, con el trabajo productivo. 

Y les decía que para la agricultura, que es una de las actividades, se crean nuevas y nuevas instituciones, que tendremos decenas de miles y después cientos de miles.  Pero que desde ahora, ustedes, los que ya van directamente a la producción —naturalmente, los que están en laboratorio ya trabajando, están allí en el trabajo del laboratorio— un grupo va para profesores —no quedó otro recurso que disponer de una cantidad de graduados como profesores—, otros les decía están en distintas actividades, varias decenas irán al extranjero a especializarse en determinados conocimientos y 120 irán a trabajos directos de carácter agropecuario.  Son los 120 compañeros que están en Artemisa (APLAUSOS). 

Es tan grande nuestra preocupación por el éxito de estos compañeros que van directamente a la producción que, por ser los primeros, hemos tomado la decisión de no asignarlos ya directamente a una actividad concreta todo el año.  Hemos tomado la decisión de que en el primer trimestre estudien todo el tiempo; ya el primer año, en la primavera, vayan a una provincia, que será la provincia de Camagüey, a realizar una actividad concreta varios meses y regresen.  No será sino dentro de un año, y ya aprobado el primer año de la carrera universitaria, que serán asignados concretamente a determinadas unidades de producción.  Irán también a la provincia de Camagüey.  ¿Por qué?  Porque son los primeros, porque queremos tenerlos en una sola provincia, porque es una experiencia en que tenemos que ver todas las dificultades que se nos presenten, cuyo éxito tenemos que garantizarlo.  Irán en enero de 1968, ya con el primer año aprobado, cada uno para un pastoreo. 

Se va a trazar la política de que ninguno de estos graduados pueda ser promovido a ningún cargo superior:  administrador de granja o algo por el estilo; ni mucho menos sacarlo de la unidad de producción y convertirlo en un técnico asesor.  ¡No!  Preferimos privarnos de todos esos asesoramientos por defender un principio de que todo técnico deberá empezar por la unidad productiva mínima. 

Si queremos que en un futuro las cosas sean distintas, si queremos que en un futuro, mediante una reselección adecuada, se escojan los cuadros que dirijan las granjas y las agrupaciones, que dirijan la agricultura de este país, será imprescindible que en el futuro nadie, en absoluto, dirija una unidad de producción sin ser un técnico, y no solo sin ser un técnico, sin tener vocación; que nadie sin verdadera vocación y capacidad —que solo se puede obtener en la vida real del análisis y de la evaluación del trabajo de cada cual— pueda dirigir una granja, y mucho menos que pueda dirigir una unidad superior de producción quien no haya conocido todos los problemas de la unidad más pequeña. 

En el futuro, de esta generación de técnicos saldrán los que dirijan la agricultura en este país.  No significará que le van a dar un puntapié a los hombres que realizan ese trabajo, que los van a sustituir sin más ni más.  No.  Porque hay muchos compañeros revolucionarios, cuadros, que en medio de difíciles condiciones, sin grandes conocimientos técnicos ellos mismos, sin ningún asesoramiento técnico han hecho esfuerzos impresionantes.  ¿Cómo creen que nos las hemos arreglado estos años?  ¿Cómo creen que tendremos que arreglárnoslas todavía durante muchos años si no es con esos cuadros que a pulmón, sin grandes conocimientos, sin grandes técnicas han estado enfrentándose a la tarea?  Pero, claro, eso es propio de estos tiempos.  Esperamos que muchos de esos compañeros puedan también estudiar, puedan irse superando, esos que han aprendido en la realidad. 

Pero es nuestro propósito para el futuro que nadie pueda dirigir una unidad de producción superior si no ha estado primero en una unidad inferior.  ¿Cómo se puede dirigir una granja ganadera si no se conocen todos los problemas que hay en un pastoreo, si no se conocen todos los problemas que hay en un rebaño de ganado en una unidad menor? 

Y nosotros aspiramos que de aquí, de entre esta nueva generación de técnicos, salgan los cuadros administrativos y los cuadros políticos de nuestro país en los años futuros.  Si en esta etapa salieron de las filas de los combatientes revolucionarios, de las filas guerrilleras, de las filas de las organizaciones que se enfrentaron a la dictadura militar, de los que se enfrentaron al imperialismo, en el futuro tendrán que salir de entre las nuevas generaciones de técnicos los cuadros administrativos y los cuadros políticos mediante el único procedimiento, que es mediante la evaluación de la capacidad, del trabajo y de la vocación, de lo que cada cual sea capaz de demostrar. 

Llegará el día también en que no sea difícil escoger un cuadro, el día en que tengamos por decenas de miles los hombres con técnica, los hombres con conocimiento, con sentido de responsabilidad, de conciencia.  También llegará el día en que con los cuadros pasará como con los técnicos, que casi todo el mundo tendrá condiciones para ser cuadro, tendrá condiciones para realizar tareas administrativas; también llegará el día en que no será cosa de andar buscando un cuadro como una aguja en un pajar. 

Pero, la política que se seguirá:  los que vayan a la producción        —algunos van a ir a algunos institutos de la Academia de Ciencias— seguirán realizando estudios; otros irán a laboratorios y estarán trabajando allí.  Los que vayan a la agricultura directamente, los que vayan a la agricultura tendrán que empezar por unidad inferior y estar, por lo menos, dos años en un pastoreo —por lo menos.  Llegará el día en que haya prácticamente un ingeniero en cada pastoreo.  ¿Pero será un ingeniero intelectual, un hombre que da órdenes?  ¡No!, será un hombre que participe en la producción.  Es por eso que estos 120 compañeros sabrán manejar un tractor, conocerán el empleo de la maquinaria agrícola y no serán simples trabajadores intelectuales en el pastoreo, sino que manejarán máquinas, y con las máquinas participarán directamente en la producción.  Es decir, que no esperaremos el año 1980, ni el año 1990, ni el año 2000 sino que desde ahora, desde ahora, ya combinarán en la unidad de producción agrícola el trabajo manual y el trabajo intelectual. 

Saben ustedes el inmenso esfuerzo que se está haciendo en el desarrollo ganadero del país entre otras ramas, nuestra ganadería estaba a un nivel técnico ínfimo —era una ganadería extensiva—; la Revolución ha introducido ya cuatro técnicas, dos de ellas plenamente, que son la inseminación artificial y el pastoreo.  Se empieza por primera vez a utilizar la fertilización de los pastos, y la siembra de leguminosas —todos ustedes los que se han graduado tienen ya conocimientos sobre estas materias, posiblemente bastantes frescos en sus mentes los conocimientos que han adquirido en los distintos libros que han tenido a su disposición, porque hemos procurado que tengan buenos libros.  Todavía, naturalmente, no podemos aplicar en forma masiva la fertilización, porque ahora es cuando estamos desarrollando la industria de fertilizantes.  Leíamos, como una gran noticia publicada por los cables yankis, que un país latinoamericano iba a construir una fábrica de fertilizantes de tantas toneladas, y se decía que era la más grande producción para América Latina.  En ese mismo período vamos nosotros a construir instalaciones para tres veces más lo que va a establecer ese país, que tiene, por otra parte, tres veces más habitantes que nosotros. 

Baste decir que para el año 1971 estaremos aplicando tanto nitrógeno como el que aproximadamente aplica hoy Francia a toda su agricultura.  Esto es para tener una idea acerca de si vamos o no en serio, si vamos o no en serio a un desarrollo impresionante de la agricultura.  Estaremos aplicando para 1971 una cantidad de nitrógeno igual a la que aplica hoy un país de unas seis veces más habitantes que nosotros y que es, además, uno de los países agrícolas más desarrollados de Europa.  Y esto no es para el 1990 ni para el 2000, esto es para dentro de cuatro años. 

¿Pero aplicaremos acaso solo el nitrógeno sintético en nuestra agricultura?  No.  Tendremos miles de pequeñas fábricas de nitrógeno, que serán cada una de las caballerías que sembremos con leguminosas.  Ustedes saben perfectamente bien que nuestra agricultura ni utilizaba los fertilizantes en el pasto, ni utilizaba las leguminosas.  Una de las razones fundamentales del éxito de la ganadería en los llamados países desarrollados en climas templados es el empleo de la leguminosa en la alimentación del ganado. 

Nuestros pastos eran todos a base de gramínea y alguna que otra leguminosa silvestre aislada, que espontáneamente se producía en los campos.  Los países tropicales en general no emplean las leguminosas, pero también los países tropicales son los países más atrasados en el orden agrícola en todo el mundo.  Y existen leguminosas que se pueden cultivar en nuestro clima; nosotros, por ejemplo, hemos probado la alfalfa con increíbles rendimientos; alfalfas adaptadas a nuestro clima, que se han desarrollado magníficamente en estos meses llamados de invierno; y no solamente en estos meses, sino incluso en los meses de verano.  Hemos sembrado alfalfas a las que se les han dado hasta 11 cortes en un año. 

Días atrás, conversando en esta universidad, les explicaba esto a un grupo de estudiantes, y un profesor universitario dijo:  “No, eso es imposible; en Cuba nunca se ha dado la alfalfa.”  Y yo le dije a aquel señor —no me quise poner bravo, porque sin quererlo me estaba diciendo que era un mentiroso—, yo le dije:  “¿Cómo usted se atreve a hacer afirmación?  ¿No comprende usted que quedaría muy mal delante de todos estos estudiantes si yo le demuestro que es rigurosamente exacto y lo llevo a donde está esa alfalfa, con 11 cortes en un año y una magnífica población, un magnífico color?”  Con la alfalfa conocemos ya las variedades que se pueden sembrar en nuestro país; queda, sin embargo, por resolver el problema de la semilla.  Pero hay variedades de alfalfa capaces de rendir en nuestro clima dos veces o más de lo que rinde en cualquier país de Europa. 

Hay otras leguminosas, como el llamado kudzú tropical, bastante mentado en estos últimos tiempos.  Es una leguminosa de clima similar al nuestro, que crece en medio de las más difíciles condiciones y de una considerable productividad.  Ya el próximo año sembraremos de 5 000 a   6 000 caballerías de leguminosas para nuestros pastos.  Con el kudzú, al revés de la alfalfa, tenemos resuelto el problema de la semilla. 

Se empieza a sembrar otra leguminosa que se da incluso silvestre en nuestros campos, que es la “conchita azul”, es el nombre vulgar con que se le conoce; ya se están haciendo las primeras plantaciones en extensión suficiente para probarla en la alimentación del ganado, y parece ser una leguminosa que tiene magníficas perspectivas, que le gusta mucho al ganado, casi tanto como la alfalfa. 

Dicho sea de paso, un grupo de profesores y alumnos de la Escuela de Biología de la Universidad de La Habana nos están ayudando en un trabajo para aislar las bacterias nodulares de la alfalfa, del kudzú y de la conchita azul.  Ya han aislado las bacterias nodulares del kudzú, entre ellas las razas más activas, y por ello pensamos, aspiramos a resolver los problemas prácticos que nos permitan sembrar esas 5 000 ó 6 000 caballerías de leguminosas con semilla inoculada.  Es decir, que esto significará un considerable avance en la técnica agrícola:  la siembra de una leguminosa con semilla inoculada de bacterias nodulares seleccionadas.  Porque lo que hacen los biólogos con ese tipo de bacteria es una especie de genética bacteriana. 

Esa es una de las formas en que la universidad está conectándose con las realidades y realizando investigaciones de una enorme utilidad práctica para nuestro país. 

Les quiero con esto decir que en la ganadería ya el año que viene se empleará la leguminosa en escala considerable; en La Habana, para las lecherías de La Habana, se sembrarán 35 caballerías de alfalfa, de las variedades que mejores resultados han producido.  Naturalmente, la alfalfa requiere una preparación del terreno, requiere agua, no es como el kudzú, que lo podemos sembrar en primavera en terrenos de secano. 

Se están haciendo pruebas de alimentación del ganado con esta leguminosa, con resultados muy alentadores. 

Ahora, ¿qué significa la siembra de una leguminosa para la ganadería?  Significa un pasto que tiene, aproximadamente, cuatro veces más calcio que la gramínea, unas tres veces más magnesio, casi el doble de proteínas, no solo una cantidad mayor, sino de una calidad mejor.  El empleo de las leguminosas en la ganadería nos exime de la necesidad del empleo de los piensos para alcanzar rendimientos considerables en leche y en carne. 

Hablo esto de los piensos, porque muchas veces nos encontramos con magníficos libros de bromatología, los cuales nos hablan de una alimentación balanceada, de un pienso balanceado y, lógicamente, son libros, muchos de ellos, que se han escrito bajo condiciones de producción capitalistas, para lecherías concebidas del modo capitalista, adaptadas a las condiciones de otros países; pero en nuestro país los piensos se hacen fundamentalmente de granos, de granos, y nuestro país no es ni podrá ser nunca un país cerealista.  Puede ser cerealista un país como Argentina, Canadá, Australia, Estados Unidos, Unión Soviética y otros, que poseen enormes extensiones de tierra; un país de superficie limitada, como el nuestro, debe buscar los máximos rendimientos por hombre y, a la vez, por hectárea o por caballería —como quieran medirlo. 

Y está demostrado, en la propia Europa la siembra de cereales produce, por hectárea, la mitad de los nutrientes totales que produce una hectárea de alfalfa.  Es muy importante que ustedes piensen desde ahora en la necesidad de desarrollar una ganadería a base de pastos, no a base de piensos; una alimentación a base de pastos, de gramíneas combinadas con leguminosas y no a base de pienso.  Es muy importante que les haga esta advertencia. 

El pienso, primero que nada, lo necesitan las aves, porque las aves no poseen el privilegio de convertir la hierba en proteína; a las aves hay que darles ya una proteína que puedan digerir directamente, casi lo mismo que podría hacer el hombre.  Y están los planes de producción de huevos, los planes de producción de aves para carne.  Los granos que produzcamos, los sobrantes de nuestra producción de algodón, por ejemplo, los sobrantes de nuestra producción de cualquier oleaginosa, tendremos que dárselos a las aves. 

Naturalmente, hay centros de investigaciones, naturalmente que se están haciendo investigaciones con los granos también.  Yo simplemente expongo un punto de vista que es el resultado de haber analizado y haber meditado profundamente sobre todos estos problemas, de haber llegado a la convicción de que todavía no existe ninguna variedad de grano en el mundo que pueda competir en cantidad de nutrientes totales con los pastos, con determinados pastos.  Y que, por lo tanto —si se exceptúa alguna cuenca lechera como la de la capital, donde hay una concentración enorme de población, donde necesitaremos vacas de muy alta producción, a las que les daremos además de gramíneas y leguminosas algunas cantidades de piensos—, un país como el nuestro, que dentro de 10 años tendrá unos 8 millones de vacas, ¡ocho millones de vacas!, tendrá que alimentarlas fundamentalmente con pastos; y es posible obtener rendimientos de más de 15 litros de leche, incluso hasta 20 litros de leche, sin el empleo de cereales, con una buena alimentación de pastos a base de leguminosas fundamentalmente. 

Se han hecho innumerables pruebas, y nosotros deberemos basar nuestra producción de leche y de carne, hasta donde nos permiten actualmente nuestros conocimientos, principalmente en los pastos.  Creo que desde el punto de vista práctico, ninguna cosa más importante que recalcarles la necesidad de que nosotros alimentemos nuestro ganado con mejores pastos, con pastos fertilizados y no solamente con gramíneas, sino también con leguminosas. 

Les decía que una caballería de leguminosa es una pequeña fábrica de nitrógeno.  Hay algunos datos que yo no sé si ustedes han sido informados sobre ellos, pero, por ejemplo, en Europa una plantación de alfalfa ha llegado a fijar mediante las bacterias nodulares una cantidad de nitrógeno equivalente a 250 kilogramos por hectárea al año.  ¿Qué significan 250 kilogramos de nitrógeno por fijación bacteriana por hectárea?  Es el equivalente de unas nueve toneladas de nitrato de amonio por caballería, nueve toneladas de nitrato de amonio por caballería.  Es decir, que en Europa una caballería de alfalfa ha fijado nitrógeno atmosférico equivalente a nueve toneladas de nitrato de amonio.  Con tres o cuatro cortes, ¿qué equivalente en toneladas de nitrato de amonio habrá fijado la alfalfa de la que les hablaba, a la que se le dieron 11 cortes en un año?  Será necesario precisar, será necesario investigar, porque sin duda que tiene que ser una cantidad muy superior a la de nueve toneladas por caballería. 

¿Qué significan nueve toneladas por caballería?  Significa que si, por ejemplo, en nuestro país 200 000 caballerías de pastos fuesen de gramíneas —aspiramos a llegar a tener 300 000 caballerías pero, si quieren, vamos a partir de esa cifra— 300 000 caballerías de gramínea que tuviésemos que aplicarles nitrógeno artificial, se necesitarían               2 700 000 toneladas de nitrato de amonio para producir el fertilizante que fuese equivalente a esas 300 000 caballerías sembradas de una leguminosa. 

Naturalmente, todos los pastos no serán de leguminosas, pero supongamos que a 100 000 caballerías o en 200 000 caballerías introducimos la leguminosa, si le fuésemos a aplicar solo —sembradas de gramíneas— cinco toneladas por caballería, es el equivalente de un millón de toneladas las que necesitaríamos producir industrialmente.  Tendríamos que invertir más de 100 millones de pesos en importaciones para producir un millón de toneladas.  Doscientas mil caballerías de leguminosas producirían una cantidad de nitrógeno que en el mercado mundial valdría, aproximadamente, 80 millones de pesos.  Pero no es el valor que tiene la leguminosa solamente como productora o fijadora de nitrógeno, sino el valor alimenticio que tienen las leguminosas, por las razones que les explicaba anteriormente. 

Además, porque parece ser que las bacterias no solo tienen un efecto nutritivo, sino también un efecto fisiológico en las leguminosas.  ¿Qué quiere esto decir?  Que por ejemplo, en los países donde han realizado estas experimentaciones, la soya sin bacterias y sin nitrógeno ha producido el equivalente de 50; fertilizada a niveles óptimos ha producido el equivalente de 123; inoculada de bacterias sin fertilización, ha producido el equivalente de 150.  Es decir que niveles óptimos de fertilización con nitrógeno no alcanzan una productividad igual a la productividad que se alcanza con la simple inoculación bacteriana. 

Quiero también decirles que, por ejemplo, en esta semana pasada se supone que haya visitado ya la zona de Velasco, de producción de frijoles colorados y negros, para tratar también de aislar las bacterias específicas de este tipo de frijoles para también aplicar esta nueva técnica a la producción de frijoles. 

Ahora bien, en nuestro país la ganadería no conocía ni la inseminación, ni el pastoreo, ni la leguminosa, ni la fertilización.  Naturalmente que donde tengamos plantadas leguminosas no fertilizaremos con nitrógenos, pero será necesario fertilizar con fósforo, con potasio, con magnesio y, sobre todo, encalar los suelos; porque siendo nuestro país un país de clima húmedo, de suelos en su mayoría ácidos, en este país no se conocía el encalado del suelo. 

En los programas de la Revolución se contempla instalación también de caleras suficientes para aplicar todas las cantidades de cal que necesitamos para lograr el grado de acidez que nos interesa en nuestra agricultura.  Aspiramos a producir aproximadamente un millón de toneladas de cal por año. 

Por tanto:  cal, leguminosas, fósforo, potasio, magnesio.  En magnesio tenemos enormes yacimientos, hay yacimientos en la zona de Remedios; si mal no recuerdo creo que tienen cálculos allí de reservas de unos 300 millones de toneladas de roca dolomítica en la zona de Remedios.  Hay también otros yacimientos creo que en la zona de Camagüey.  Tendremos todo el magnesio que necesitamos. 

Ustedes recordarán cómo Voisin aconseja la fertilización con magnesio y cómo considera que puede disminuir los efectos perjudiciales del potasio en los pastos.  Incluso Voisin, hablando del problema del cáncer originado en el tabaco, hablaba de la posibilidad de producir un tabaco con menores factores que promovieran el cáncer, canceriginoso creo que se llama.  Aunque no llegó a desarrollar completamente esa idea, pienso que se basaría fundamentalmente en el empleo del magnesio junto con el potasio en el cultivo del tabaco.  Pero, desde luego, eso no tiene que ver por ahora con los problemas fundamentales nuestros, pero tengo entendido que ustedes esos libros los conocen y los leyeron.  No estaré equivocado, ¿verdad?  (EXCLAMACIONES DE:    “¡No!”)

Por eso les digo:  calcio, fósforo, potasio, magnesio, leguminosa, y donde no tengamos leguminosa el nitrógeno, serán factores que ustedes tendrán que manejar.  Naturalmente que esa técnica se está aplicando todavía limitadamente; el año que viene emplearemos algunas decenas de miles de nitrógeno en los pastos, sembraremos algunos miles de caballerías de leguminosas, pero dentro de cuatro o cinco años dispondremos de una base material más que suficiente para aplicar extensivamente esas técnicas. 

Esto implica la necesidad, donde haya un pastoreo, de que los pastos estén en óptimas condiciones, luchar por el mejoramiento de los pastos.  Hay muchos potreros donde dicen:  “Hay pasto artificial.”  Y lo que hay es mucha más hierba mala que pasto verdaderamente artificial.  Un agricultor, un técnico al frente de un pastoreo tiene que implicar una lucha incesante por la calidad de los pastos, una lucha incesante contra las malas hierbas.  En ocasiones, dentro de un pastoreo empiezan a surgir algunas matas de marabú, no en grandes cantidades —en grandes cantidades solo es posible combatirlo con herbicidas—, pero a mí me parece cuando paso por un pastoreo y veo 15, ó 20, ó 50 maticas de marabú que empiezan a salir, y que están creciendo y que están allí, yo digo:  “El hombre que está al frente de este pastoreo no tiene alma de agricultor.  Si yo estuviera allí —me digo— no podría dormir mientras veo que en un potrero de buen pasto empieza a salir y a crecer indefinidamente una mata de marabú.”

¿Es acaso justificado?  ¿Puede concebirse un hombre con alma, con vocación de agricultor, que vea crecer una mala hierba en cantidades limitadas y no la combata?  En el próximo año nuestra agricultura hará un inmenso esfuerzo en la erradicación de las malas hierbas, sobre todo en la erradicación del marabú en los pastos, lo que hará con el empleo de los herbicidas.  Porque, desgraciadamente, donde hay marabú y se desbroza, no podemos sembrar la leguminosa; no podemos esperar que pase una primavera porque las necesidades de pasto son muy grandes, tenemos que sembrar algo para aprovechar las aguas de primavera y en esos casos se sembrará solamente gramínea, porque si se siembra la leguminosa, después cuando salga el marabú habrá que destruir la leguminosa para destruir el marabú. 

Por eso, donde hay marabú se sembrará una gramínea, se esperará que crezca el rebrote del, marabú, se le harán dos aplicaciones de herbicida y al otro año se le sembrará entre la gramínea la leguminosa. 

Les hablo de todas estas cosas que están en los proyectos y con las cuales ustedes tendrán que ver.  Les hablo a los que se gradúan y les hablo a los demás estudiantes, a los que se van a graduar en años venideros.  He querido aprovechar la ocasión para insistirles en algunos de estos conceptos, en algunas de estas ideas. 

Nos proponemos establecer, crear, una bibliografía para ustedes.  Los que están en Artemisa, para ellos, se solicitó la importación de un número de libros.  Naturalmente que por ahora no podremos darle a cada uno de ustedes en cada una de las especialidades, pero nos proponemos que todos los técnicos agrícolas que vayan saliendo de estos planes puedan contar con una buena biblioteca, donde puedan contar con los libros más modernos y más valiosos de los que se han venido publicando en el mundo.  A la vez, la Estación Experimental Agronómica de Santiago de las Vegas pasará a la Academia de Ciencias, y se les ha pedido a los compañeros de la Academia de Ciencias, se les ha explicado la necesidad de fundar una revista de carácter técnico agrícola, donde se brinde a los técnicos la información de las investigaciones que se han hecho en todo el mundo, monografías, estudios sobre distintos cultivos, sobre todos los adelantos de la agrotecnia, información sobre libros.  Porque en la misma medida en que surge una masa de técnicos, será necesario ir creando los medios materiales, las publicaciones pertinentes; porque concebimos no un técnico que termina de estudiar un día, que se gradúa en un tecnológico o en una universidad, sino técnicos que tendrán que estar estudiando toda la vida. 

Es por eso que en la universidad pensamos que en los tres primeros años tengan una formación básica muy fuerte, porque en el mundo moderno con la dinámica de las investigaciones y de los avances técnicos no se puede concebir un técnico que no esté al día en lo que se investiga, en lo que se publique, o de lo contrario se estanca y se atrasa.  Lo mismo se puede decir de la medicina, de las ingenierías, en fin, de todas las ramas de la ciencia.

Y nos proponemos a través del Instituto del Libro impresiones especiales de carácter técnico; a través de la Academia de Ciencias una buena revista para que ustedes la reciban.  Porque tampoco queremos técnicos superespecializados.  Se supone que un buen técnico agrícola que tenga profundos conocimientos sobre los suelos, sobre la fertilización y sobre las leyes generales que rigen la producción agrícola, lo mismo cultiva caña —si lo ponen a cultivar caña—, que cultiva pasto, que cultiva vegetales, que cultiva cítricos.  Es decir que en la agricultura hay una serie de principios generales básicos aplicables a todos los cultivos.  Y es nuestro interés que nuestros técnicos, lo mismo de caña que de pasto, posean esos conocimientos básicos, que de la misma manera les sirvan para una especialidad en un cultivo, que si las necesidades del país, que si el desarrollo de nuestra agricultura exige —como ha ocurrido en estos años— la transferencia de alguno de esos técnicos de un tipo de cultivo a otro tipo de cultivo. 

La agricultura es una de las ciencias más complejas, más difíciles y, a la vez, más fascinantes, porque comprende una serie de ciencias, porque se apoya en toda una serie de ciencias. 

Discutía con un amigo médico, y le decía que en mi opinión era más compleja la ciencia agrícola que la medicina.  Naturalmente un médico dice que no, que es la medicina.  Pero, en realidad, hay que decir que no solo la agricultura se apoya en una serie de ciencias, sino que la agricultura será una de las bases fundamentales de la salud de nuestro pueblo. 

Al compañero Machadito nosotros le hemos dicho en algunas ocasiones que con nuestros miles de técnicos vamos a producir más salud que con todos los médicos que salgan de nuestras universidades, que con todos los hospitales que hay en nuestro país.  Aplicaremos a través de una alimentación en cantidad, y sobre todo en calidad, la mejor medicina preventiva que puede aplicarse, que es la de un pueblo bien alimentado, un pueblo bien nutrido, capaz de poseer los medios naturales de defensa contra las enfermedades.  Y, por eso, aspiramos a través de la agricultura a producir más salud que a través de nuestro Ministerio de Salud Pública, y que ustedes a la vez que agricultores serán médicos preventivos. 

Esperamos que ustedes, compañeros que se gradúan esta noche, comprendan la responsabilidad que tienen, comprendan que son los primeros. 

Nos esforzaremos por crear las mejores condiciones de trabajo.  Esperamos que no se vuelva a producir la cosa lamentable que se produjo con el grupo que se preparó para los laboratorios de veterinaria.  Como saben ustedes, un grupo de compañeras que fueron invitadas a estudiar para laboratoristas de veterinaria, y que últimamente hemos llamado y las hemos puesto a estudiar otra vez, ocurrió con ellas algo lamentable:  que se les llamó para estudiar esa especialidad de acuerdo con determinados planes, determinados funcionarios se comprometieron a organizar los cursos, se comprometieron a organizar los laboratorios, y cuando esas compañeras terminaron, cuando pedimos un informe acerca de la ubicación de esas compañeras, pudimos comprobar el mal trabajo que se había hecho en ese sentido, la desastrosa organización que ese departamento de veterinaria tenía, al extremo que se tomó la decisión de jerarquizar la medicina veterinaria y crear una oficina nacional de sanidad pecuaria; puesto que si estamos formando los técnicos en laboratorio, puesto que si tenemos miles de jóvenes estudiando en los institutos tecnológicos de veterinaria, si estamos formando el personal técnico, hay que crear las mejores condiciones para el trabajo de ese personal, hay que crear una verdadera organización de lucha por la salud de los animales. 

En la universidad nos están ayudando también, están estudiando    —por ejemplo— el problema de las garrapatas.  Ya nosotros tenemos que ir abandonando la idea de estar fumigando potreros para que no haya garrapatas aquí, para que no se produzca la piroplasmosis, etcétera; y luchar por la erradicación de la garrapata, luchar por la erradicación de la garrapata.  Las campañas contra las garrapatas, la brucelosis, la tuberculosis, hasta su total erradicación, requiere que se jerarquice el problema, requiere una organización con autoridad, con los medios materiales, con los laboratorios, con los reactivos, con la industria de medicamentos pertinente y con el personal técnico. 

Esas compañeras fueron llamadas, están estudiando, se graduarán dentro de algunos meses. 

Personas intrigantes quisieron culpar al plan, cuando el plan no tenía absolutamente ninguna culpa.  Y nos ha servido de experiencia, nos ha hecho preocuparnos más todavía, porque nosotros cuando enviemos un técnico no lo enviaremos así como así, exigiremos al organismo pertinente las condiciones, saber en qué condiciones van a trabajar, qué empleo se les va a dar.  Porque, desde luego, la inmensa mayoría ya sabemos lo que vamos a hacer con ellos, ya sabemos dónde van a trabajar; pero los otros, los que han ido un grupito pequeño aquí y otro grupito pequeño allá, es necesaria la fiscalización de ver cómo viven, cómo trabajan, cómo estudian. 

Y les decía que pasó ese problema; subsanado ya. 

Ustedes son ahora los primeros; ustedes son los encargados de ir a la vanguardia, de velar por el prestigio de este programa, de velar cada uno de ustedes por el prestigio colectivo de todos los técnicos que aquí se gradúan, de crear una tradición. 

El pueblo querrá saber quiénes son, tendrá una opinión buena de ustedes.  Dirá:  “Estos son los técnicos que se graduaron tal día, estos son los técnicos de tales condiciones y de tal plan.”  Ahora les corresponderá a ustedes hacer buena esa confianza, esa fe, esa opinión. 

Todavía tendrán que enfrentarse a dificultades.  Todo este plan de estudios dirigidos es nuevo, tendrá que confrontarse con la realidad.  Tendremos que adquirir un poco de más conocimiento sobre eso.  Tendrán ustedes, como vanguardia, más problemas que los demás. 

Así fue desde el principio, así fue con el primer instituto tecnológico.  Ya se ha acumulado una gran experiencia.  Los profesores, los directores, los compañeros que dirigen este plan, han ido acumulando considerable experiencia en estas cuestiones, que será de mucha utilidad en cada nuevo instituto que se organice. 

Ahora marcharemos por un campo nuevo, un programa que se enfrenta a una nueva experiencia:  Los estudios dirigidos, cómo se organizan, cómo se logra un máximo de eficacia, cómo se fiscaliza todo eso, cómo marcha el plan. 

Hoy, nuestro más profundo deseo...  Al igual que aquí un representante de ustedes hoy hablaba de aquellos que abandonaron los estudios y se felicitaba de aquellos que como ustedes llegaron a la graduación de hoy, los que como ustedes acudieron al llamado hace tres años y hoy se gradúan de técnicos; que lo mismo, dentro de cinco, o de seis, o de siete años, no haya uno solo de ustedes que se quede atrás, no haya uno solo de ustedes que abandone los estudios.  Y que dentro de cinco o seis o siete años la Revolución pueda tener ampliados, profundizados, esta satisfacción, este gusto, de poder graduarlos, de poderles entregar el título de ingenieros agrónomos, equivalente al nivel más alto a que pueda aspirar un técnico en nuestro país. 

Que llegue también el día, que no estará lejano...  Porque los años —como les decía— son largos, pero pasan.  Y pasarán esos años, y no estará lejano el día en que se organice también con ustedes la graduación de los primeros ingenieros agrónomos de este plan. 

Para finalizar, quiero expresar también nuestra emoción profunda por el espíritu revolucionario, internacionalista, expresado aquí por ustedes también en las palabras del estudiante que los representó; los vivas al pueblo heroico de Viet Nam; la solidaridad con el pueblo de Viet Nam (APLAUSOS), que en estos precisos días ha visto su capital, sus instalaciones civiles, sus barrios de familias, atacados brutalmente por la aviación yanki.

En estos días todos nos hemos conmovido con la amarga, la indignante noticia de que los imperialistas yankis, en su escalamiento, han cometido la criminal fechoría de bombardear directamente ya la capital de la hermana república vietnamita. 

Los imperialistas dicen que no es cierto, que bombardearon a tantos y más cuantos kilómetros.  Pero nosotros, por informe de nuestra propia embajada, situada en el centro de la capital, sabemos que a unos cientos de metros de nuestra embajada cayeron las bombas de los aviones imperialistas. 

Hemos contemplado hasta qué grado llega el espíritu criminal y agresivo de los imperialistas.  Y en lo más profundo de nuestros corazones hemos sentido arder la indignación, a la vez que la solidaridad con ese pueblo heroico.  Porque ese pueblo sufre en este momento el peso principal de la agresión imperialista; el fruto del esfuerzo y del trabajo de muchos años está siendo arrasado y destruido por los vandálicos ataques de los imperialistas yankis. 

Y vemos en Viet Nam el pueblo que libra hoy la más heroica de las luchas, el pueblo cuya lucha tiene un significado extraordinario para toda la humanidad.  Porque en Viet Nam se enfrentan dos concepciones, en Viet Nam se enfrenta lo mejor que tiene la humanidad con lo peor que tiene la humanidad. 

Viet Nam representa hoy el espíritu de lucha de los pueblos, el heroísmo de los pueblos, la firmeza de los pueblos, el derecho de los pueblos.  Si los imperialistas aplastaran a Viet Nam, es como si aplastaran el derecho de todos los pueblos, es como si aplastaran la esperanza de los pueblos, es como si aplastaran la seguridad de los pueblos en sí mismos, en su lucha contra el poderoso.  ¡Pero a Viet Nam no lo aplastarán los imperialistas! 

Viet Nam está jugando en este momento ese papel singular, demostrando que los pueblos pueden hacer resistencia al imperialismo; demostrando que no importa cuán poderoso ese imperialismo sea, de no importa cuántos soldados, de no importa cuántos aviones; ¡que un pueblo pequeño, con su valor, con su heroísmo, con su firmeza, se enfrenta a ese imperialismo y resiste! 

En Viet Nam hoy se lucha por Viet Nam y se lucha por otros pueblos que ansían su liberación, se lucha por otros pueblos amenazados por el imperialismo.  En Viet Nam hoy se lucha por la liberación de otros pueblos de Asia, de Africa, de América Latina.  Y la lucha del pueblo de Viet Nam no será inútil; el ejemplo de Viet Nam no será en vano.  Y los pueblos revolucionarios no se quedarán cruzados de brazos. 

Los pueblos, los mejores aliados de Viet Nam; los pueblos oprimidos, los mejores aliados de Viet Nam; los pueblos que tienen que librar también su lucha contra el imperialismo en América Latina, en Africa y en Asia, no dejarán solos a sus hermanos vietnamitas. 

Porque estamos seguros de que el movimiento revolucionario de liberación no se detendrá, no será derrotado, no será aplastado; y que con los criminales y vandálicos actos de los imperialistas en Viet Nam, no por ello los pueblos dejarán de luchar, sino que la lucha se incrementará.  Y en la misma medida en que Viet Nam resista, el movimiento revolucionario de liberación crecerá en otras partes del mundo; en la misma medida en que Viet Nam resista, otros frentes de lucha por la liberación se abrirán en el mundo.  Y llegará el día...  Porque algunos se preguntan cómo concluirá esta lucha de Viet Nam, cómo será derrotado el imperialismo criminal y agresor en Viet Nam.  ¡Y será derrotado por los pueblos!  Será derrotado cuando en vez de un Viet Nam haya en el mundo dos Viet Nam, tres Viet Nam, cuatro Viet Nam, cinco Viet Nam, y todos los aviones y toda la metralla y todos los cañones y todos los soldados mercenarios del imperialismo no sean suficientes para poder derrotar a los pueblos que luchan por la liberación. 

A todos nos indigna lo de Viet Nam.  Hace mucho rato que ardemos en deseos de ver cortadas las manos de los imperialistas.  Pero en medio del dolor y en medio de la indignación resalta el ejemplo, resalta el hecho, resalta la lección —más valiosa que nada— que los vietnamitas le están dando al mundo:  que es posible luchar contra el imperialismo, es posible resistir al imperialismo, es posible vencer al imperialismo. 

Y pocos pueblos como nosotros —también pequeños, también amenazados, situados a 90 millas del monstruo imperialista—, ningún otro pueblo como el nuestro, puede apreciar cuánto vale ese ejemplo; ningún otro pueblo como el nuestro para comprender todo su heroísmo, para agradecer todo lo que su lucha significa, para prestarle de todo corazón nuestra solidaridad; nosotros, que también en más de una ocasión hemos tenido que dejar los libros o dejar los instrumentos de trabajo para empuñar las armas; nosotros, que tenemos que ser también un pueblo de soldados además de un pueblo de trabajadores y además de un pueblo de estudiantes. 

Mientras hablábamos de los años futuros, mientras hablábamos de lo que estamos haciendo por el mañana, no podíamos —ni ustedes ni nosotros— olvidar que, sin embargo, ese futuro exigirá de nosotros esfuerzos, ese futuro exigirá de nosotros riesgos, ese futuro no será un camino fácil, ese futuro no será un camino sin peligros.  Ustedes lo saben, nosotros lo sabemos y, sin embargo, estamos confiados, estamos seguros de que lograremos nuestros propósitos, de que alcanzaremos nuestras metas. 

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos! 

(OVACION)