DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE SALUDO A LOS PARTICIPANTES EN LA XXV REUNION DEL CONSEJO GENERAL DE LA FEDERACION SINDICAL MUNDIAL, EFECTUADO EN EL TEATRO "LAZARO PEÑA" DE LA CTC, EL 18 DE OCTUBRE DE 1974, "AÑO DEL XV ANIVERSARIO".

(DEPARTAMENTO DE VERSIONES TAQUIGRAFICAS

DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO)

Queridos compañeros de la Federación Sindical Mundial;

Compañeras y compañeros trabajadores:

El capitalismo y el imperialismo viven hoy una hora de crisis. Ni siquiera los más optimistas de los ideólogos de las sociedades burguesas pueden silenciar su escepticismo y sus sombríos pronósticos. Nadie puede predecir cuándo y cómo podrá paralizarse la espiral inflacionaria, de proporciones nunca vistas, en que ha entrado el mundo capitalista. Nadie sabe cómo se detendrá y hasta dónde llegará la situación de recesión en la producción, desbarajuste incontrolable en el sistema monetario internacional, desempleo creciente, crisis ecológica provocada por la destrucción del medio ambiente, y agudización extraordinaria de las contradicciones de clase y de los conflictos sociales en general, que se ve agravada, desde hace algún tiempo, por la entrada en escena de la llamada crisis energética.

Para muchos, el mundo capitalista se ve hoy abocado a la coyuntura más seria afrontada por éste desde los tiempos sombríos de la Gran Depresión de los años 30.

A fines de la pasada década, arrastrada por el peso de sus propias contradicciones y, sobre todo, por el apetito insaciable de ganancias de los grandes monopolios, la economía capitalista entró en un período de conmociones y sacudidas de insólita fuerza. Tras diferentes altibajos e infructuosos intentos de los gobiernos burgueses por estabilizar y controlar la situación, desde la primera mitad del año pasado los índices de la economía capitalista señalan un descenso acentuado de la producción, acompañado por el agravamiento de todos los demás factores que componen la crisis. En Estados Unidos, donde ya el desempleo alcanza uno de los niveles más altos en los últimos años, con un 5,8%, se prevé para 1975 que alcance una tasa del 6,5%, superando así con mucho los márgenes fijados por los expertos para determinar la existencia de la recesión económica.

Los imperialistas, y en primer lugar los imperialistas yankis, que apoyándose en la aplicación de las conquistas de la revolución científico-técnica y en la más inicua explotación de los países subdesarrollados, habían logrado después de la Segunda Guerra Mundial un desarrollo económico relativamente sostenido, se han encontrado ahora con que estos factores, lejos de eliminar las contradicciones inherentes al sistema, han terminado por agudizarlas en un plano cualitativamente superior. Los apologistas de las sociedades burguesas industrializadas, que habían erigido sobre esta base todas sus ilusiones ideológicas acerca de un capitalismo sin contradicciones, se hallan desconcertados. Por todo el mundo capitalista se extienden en forma sin precedente los combates de clase. Las huelgas se multiplican y abarcan cada vez a mayor número de trabajadores. Se agudizan asimismo los problemas referentes a la intensificación del trabajo, la carrera angustiosa entre los salarios y el aumento de los precios de los artículos de consumo, la disminución de las pensiones y la seguridad social en general, la miseria creciente de grandes núcleos marginales de población en las propias metrópolis burguesas, los problemas asfixiantes de la educación, la salud, el transporte, la vivienda y otros, que golpean sin cesar a las grandes masas trabajadoras.

El problema de la llamada crisis energética ilustra con claridad las dificultades del imperialismo.

Esta crisis es, en realidad, la crisis de la política imperialista de explotación y derroche irracional de los recursos energéticos mundiales, a expensas de los países productores subdesarrollados y en beneficio de las astronómicas ganancias de los grandes monopolios internacionales. Lo que está en el fondo de ella es la resistencia justa de los países productores de materias primas a aceptar por más tiempo el injusto intercambio desigual que le han impuesto los países capitalistas desarrollados.

El mundo subdesarrollado y colonial, que pagó ayer un precio de esclavitud, sangre y explotación rapaz, el nacimiento de las sociedades burguesas industrializadas de Europa y Norteamérica, sostiene hoy, con su miseria y con la hipoteca de los recursos que podrían servir mañana como base a su desarrollo, los lujos absurdos y el despilfarro criminal de un puñado de sociedades de consumo. Pero estos términos, que han permanecido inalterables durante siglos, se tornan hoy cada vez más insostenibles.

Los países subdesarrollados suministradores de las materias primas que consumen las metrópolis industriales burguesas, han encontrado en la defensa de sus recursos naturales un arma poderosa para hacer frente al saqueo y al intercambio desigual a que se han visto sometidas tradicionalmente.

Es conocido cómo la medida adoptada por la Organización de Países Exportadores de Petróleo, al elevar los precios del mineral, motivó, por parte de los gobernantes imperialistas de Estados Unidos, una agresiva reacción, exigiendo de aquellos la reducción de los precios establecidos, inculpándoles por la situación de inflación mundial, amenazándoles con represalias en el suministro de alimentos, y más aún, dejándoles saber con un tono apocalíptico de extorsión y chantaje, que su actitud llevaba aparejado el peligro de guerra.

¿Quiénes son en realidad los únicos y verdaderos culpables de la aguda situación creada actualmente con la energía?

Fueron los monopolios petroleros, fundamentalmente yankis, los que aprovechándose de las medidas restrictivas dictadas por los países exportadores árabes a raíz del estallido del último conflicto árabe-israelí, ocultaron las reservas, desataron el pánico y provocaron el alza en los precios de los productos del petróleo, a fin de elevar extraordinariamente sus ganancias.

No es de extrañarse, pues, que las siete mayores compañías petroleras declarasen en 1973 beneficios del orden de los 8 000 millones de dólares, un 77% más que el año anterior, y que esperen para el presente año ganancias por 17 500 millones.

Fueron los monopolios petroleros, esencialmente yankis, los que impusieron en el mercado internacional los precios exorbitantes, a fin de obtener tasas fabulosas de beneficio. Sirva para ilustrar esta afirmación el hecho de que a mediados del año pasado, la extracción de una tonelada de petróleo en el Oriente Medio costaba 75 centavos, mientras era vendida a razón de 21 ó 22 dólares. Sirva también el hecho de que la diferencia entre los precios promedios del petróleo pagados a los países productores del llamado Tercer Mundo, y el pagado a los productores de petróleo internos en los países capitalistas, esencialmente en los Estados Unidos, deja solamente en el período de los últimos 20 años un saldo del orden de los 215 000 millones de dólares aproximadamente, que han ido a engrosar las arcas de los monopolios petroleros y sus metrópolis imperialistas.

La elevación de los precios del petróleo, por otra parte, no puede ser aducida como factor determinante de la inflación mundial, que es muy anterior a esa medida y cuyas consecuencias fueron los países subdesarrollados los primeros en sufrir. Los imperialistas no tuvieron que esperar a que se elevaran los precios del petróleo para elevar desconsideradamente los precios de los alimentos, los derivados petroquímicos, los equipos, las maquinarias y otros muchos productos esenciales. Los imperialistas no tuvieron que esperar al aumento de los precios del petróleo para convertir en papel mojado —con sus aventuras guerreristas, con sus gastos para mantener el odioso papel de gendarme internacional y con sus derroches de todo tipo— los dólares que los países productores de materias primas recibían a cambio de sus riquezas naturales. A ningún gobernante imperialista le preocupó entonces en qué situación quedaban esos países.

La guerra fría, la carrera armamentista, las sociedades de consumo y despilfarro, la agresión criminal a Viet Nam —que costó 150 000 millones de dólares—, los enormes gastos militares de Estados Unidos con presupuestos deficitarios, el sistema capitalista mismo con su anarquía económica son las causas de la inflación y la crisis monetaria.

Pero los imperialistas no quieren resignarse a la realidad de que el sistema que han impuesto al mundo está en crisis; y tratan de escapar a la crisis por cualquier medio, incluso la guerra si es posible, y descargando sobre los hombros de sus trabajadores y de los pueblos subdesarrollados el peso de los sacrificios.

Días atrás hablábamos de que la estrategia del imperialismo yanki, era aglutinar bajo su dirección a los países capitalistas industrializados, dividir a los pueblos del Tercer Mundo y aislar a los países petroleros para imponerles sus condiciones.

Expresamos también que frente a la estrategia imperialista era necesaria la unión más estrecha entre todos los países subdesarrollados. Pero esta unión dependerá, fundamentalmente, de lo que hagan los países petroleros. E insistimos en esto. No basta tener solo una estrategia para elevar los precios. Hay muchos países subdesarrollados del Tercer Mundo que no poseen petróleo ni otras materias primas fundamentales.

Para ellos la elevación simultánea de los precios de los alimentos, los productos manufacturados, los equipos tecnológicos y la energía, pueden traer consecuencias desastrosas. Ellos importan tanto las maquinarias como el combustible y los precios de sus productos de exportación apenas cubren los costos.

¿Qué se les va a ofrecer a esos países? ¿Qué compensación económica, qué colaboración a su desarrollo para que hagan causa común con las naciones petroleras, que por disponer de una materia prima privilegiada de consumo universal, con precios decenas de veces superiores a su costo de producción, acumularán en sus manos una gran parte de las reservas monetarias del mundo?

Las naciones capitalistas industrializadas tienen el recurso de elevar los precios de los productos manufacturados, las maquinarias y los equipos tecnológicos, y lo están haciendo ya en forma desmesurada. El baluarte principal del imperialismo, Estados Unidos, posee incluso cuantiosos recursos energéticos en forma de petróleo, gas, carbón, esquistos bituminosos, plantas hidroeléctricas y la tecnología más avanzada del mundo occidental para el desarrollo ilimitado de la energía nuclear. Es, además, el primer exportador del mundo en alimentos. Estados Unidos está en muchas mejores condiciones que el resto del mundo capitalista para soportar y superar la crisis energética. El saldo final de dicha crisis puede ser que aumente aun más su influencia y su dominio sobre la economía del mundo occidental. Su preocupación fundamental es hoy, no tanto la situación particular de su economía, como el peligro de un derrumbe del capitalismo a nivel mundial.

¿Qué perspectivas les quedan en esta situación a los países subdesarrollados, a que nos referíamos antes? Una pobreza mayor y la pérdida de toda esperanza de desarrollo futuro. Esos países no son pocos en el mundo y no pueden ser abandonados a su suerte. Es hacia ellos que las naciones petroleras, con grandes excedentes financieros, deben elaborar una estrategia de ayuda al desarrollo, que compense de algún modo el incremento del costo de la energía, que recaerá sobre esos países por dos vías: las importaciones procedentes del mundo capitalista industrializado y las importaciones de combustible. Esto, desgraciadamente, no es fácil, porque los países petroleros no constituyen políticamente un todo homogéneo. Lo cierto es que estos no han elaborado todavía una estrategia económica con relación al Tercer Mundo, que es su aliado natural y sí en cambio se escuchan noticias de miles de millones invertidos en solo unos meses por países exportadores de petróleo en Estados Unidos y otros países capitalistas industrializados, que han sido los explotadores históricos del mundo subdesarrollado. Esto podría convertirse en una nueva forma de explotación y empobrecimiento de muchos pueblos del Tercer Mundo para engrosar las disponibilidades de capital y las riquezas de las naciones capitalistas desarrolladas.

Y el día en que gran parte del dinero de algunos países petroleros esté invertido en ese mundo capitalista, el petróleo dejará de ser para ellos un instrumento de liberación y sus inversiones se convertirán en rehenes del imperialismo. La falta de una política correcta puede conducir a la derrota y en esta batalla tan crucial para todos los países subdesarrollados, no es posible ser ni egoísta ni ciegos (APLAUSOS).

Es necesario que todos los países subdesarrollados, con el apoyo y la comprensión de los trabajadores explotados de los países capitalistas industrializados, lleven a cabo una lucha resuelta contra el intercambio desigual y el saqueo de sus recursos naturales.

La humanidad cuenta ya con casi 4 000 millones de habitantes, y dentro de solo 25 años verá aumentar ese número a 7 000 millones, los cuales nacerán y vivirán en su mayoría en los países hoy subdesarrollados de Asia, Africa y América Latina. ¿Será acaso abandonando los recursos naturales de esos países a la explotación, cada vez más acelerada y brutal, de los monopolios imperialistas, como se podrá alimentar, vestir, educar y crear fuentes de empleo para esos 7 000 millones de personas? ¿Será acaso manteniendo las actuales estructuras y el sistema de relaciones de intercambio desigual existente con los países capitalistas industrializados, cómo podrán enfrentar los pueblos subdesarrollados del Tercer Mundo este reto tremendo de la historia? ¿No es acaso evidente que el derroche irracional de recursos por parte de un puñado de sociedades burguesas de consumo, su destrucción anárquica de minerales no renovables y de importancia vital, su envenenamiento de las tierras, ríos, mares y aire, constituye un verdadero crimen que compromete seriamente el futuro del género humano?

El subdesarrollo no es, desde luego, la única causa de la miseria de las masas, pues a esto se suman muchos casos de explotación del pueblo por las oligarquías reaccionarias y las burguesías nacionales. La solución exige no solo el cese del intercambio desigual, sino también, la supresión de toda forma de explotación del hombre por el hombre (APLAUSOS).

Estos problemas, a nuestro juicio, conciernen muy directamente al movimiento obrero y sindical internacional, que deberá desempeñar un papel extraordinariamente valioso y decisivo, en estas horas que pueden ser trascendentes para el futuro de la humanidad.

En América Latina, escenario ayer del señorío humillante y despótico del imperialismo norteamericano, se abre paso hoy con fuerza inexorable la voluntad soberana de una mayoría creciente de países que hacen valer el derecho a disponer de sus riquezas, que se pronuncian a favor de un desarrollo económico independiente, por las relaciones con los países socialistas, contra el injerencismo de la CIA y de las compañías multinacionales yankis, y que desacatan los dictados del imperialismo y ejercitan una política exterior soberana. El derrumbe progresivo del criminal bloqueo económico y del aislamiento diplomático impuestos contra Cuba por el Gobierno de Estados Unidos es prueba concluyente de ello. Frente a esta realidad irreversible, el imperialismo norteamericano trata febrilmente de maniobrar y lleva adelante una ofensiva reaccionaria en varios países, por medio del establecimiento de regímenes netamente fascistas, que cercenan brutalmente todas las libertades y reprimen en forma feroz al movimiento obrero, popular y revolucionario.

La tiranía fascista instalada en Chile el 11 de septiembre de 1973, engendro monstruoso y abyecto de la CIA y los imperialistas yankis, constituye la demostración más palpable de esta política. Por informaciones y revelaciones de agentes y funcionarios de la propia Agencia Central de Inteligencia y del Gobierno de Estados Unidos, se sabe hoy cómo fueron estos los que durante 10 años consecutivos trataron, primero, de impedir el triunfo popular electoral, luego, el ascenso al poder del presidente Salvador Allende y, finalmente, financiaron y dirigieron la campaña de huelgas patronales, sabotajes, atentados, bloqueo económico y financiero, manifestaciones derechistas, informaciones calumniosas y conspiración de los mandos reaccionarios de las Fuerzas Armadas, que desembocó en el criminal golpe del 11 de septiembre, el asesinato del heroico presidente Allende (APLAUSOS) y la salvaje represión que ha arrancado desde entonces la vida de miles de patriotas chilenos. La patria de O'Higgins vive desde entonces la más dramática página de su historia. La Junta Militar fascista, encaramada en el poder sobre una montaña de cadáveres, aislada y repudiada por todos, se sostiene únicamente por medio de la tortura, la represión, el hambre y el terror. Este vigésimoquinto Consejo General de la Federación Sindical Mundial ha levantado como una de sus más hermosas y urgentes consignas la de la solidaridad más activa, enérgica y decidida junto al pueblo de Chile y su heroica clase obrera (APLAUSOS). Este Consejo General ha convocado a hacer de 1975 un año de la solidaridad con Chile y con todos los pueblos del mundo víctimas de la reacción y el fascismo. ¡Nuestro pueblo revolucionario, nuestra clase obrera y nuestro movimiento sindical no escatimarán esfuerzos a fin de calorizar al máximo esta magnífica iniciativa!

Estamos persuadidos de que la movilización del movimiento sindical latinoamericano y mundial puede ejercer un papel sumamente efectivo en la tarea de aislar cada día más a la Junta fascista chilena, impedir que le lleguen las armas que han solicitado en diversos países capitalistas para reprimir la resistencia contra su régimen sangriento, paralizar las manos de los verdugos y salvar las vidas de los combatientes populares confinados en sus mazmorras y campos de concentración.

Pero ya han pasado los tiempos en que fascistas e imperialistas podían hacer y deshacer a su antojo. El triunfo de la Revolución de Octubre, el desarrollo de la Unión Soviética y la heroica victoria de su pueblo frente al fascismo, el surgimiento del campo socialista, sus extraordinarios avances en todos los terrenos, los triunfos del movimiento de liberación de los pueblos sometidos al colonialismo y al neocolonialismo, la histórica y ejemplar victoria del pueblo vietnamita (APLAUSOS), han determinado profundos cambios en la correlación mundial de fuerzas, hoy absolutamente favorable a los países revolucionarios y absolutamente adversa al imperialismo y la reacción mundial. ¡No tenemos por tanto la menor duda de que el pueblo de Chile y todos los pueblos oprimidos de este continente también vencerán! (APLAUSOS)

¡No tenemos la menor duda de que el movimiento revolucionario y liberador en todo el mundo marchará adelante, sin que nada ni nadie lo pueda detener! (APLAUSOS)

Nuestra Revolución que, con la firme voluntad combativa y el esfuerzo abnegado de nuestros trabajadores, unido al generoso concurso de la patria de Lenin, ha emergido airosa de la prueba de fuego de estos 15 años de bloqueo, agresiones y aislamiento promovidos por el imperialismo, avanza hoy con paso seguro por el terreno del desarrollo económico, de la formación de las nuevas generaciones y de la educación de todo nuestro pueblo en el más profundo espíritu solidario e internacionalista.

Bien sabemos que ustedes, al escoger a La Habana como sede de esta importante reunión, han querido expresar también los sentimientos de solidaridad y hermandad de la Federación Sindical Mundial hacia nuestra Revolución, hacia nuestra clase obrera y hacia nuestra Central de Trabajadores de Cuba, al tiempo que han querido rendir también homenaje a quien fue maestro de los trabajadores cubanos y entusiasta militante de la Federación Sindical Mundial, el inolvidable compañero Lázaro Peña (APLAUSOS PROLONGADOS).

Ese gesto fraternal y revolucionario de ustedes, los representantes de las organizaciones obreras más prestigiosas, sólidas y combativas del movimiento sindical mundial, compromete nuestro más alto y sincero reconocimiento.

Nuestro movimiento obrero, hoy fuerte, aguerrido y democrático, les expresa en esta oportunidad que no escatimará esfuerzos para llevar adelante las tareas de la Federación Sindical Mundial. Nuestra Revolución, ante ese estímulo que ustedes nos brindan, les corresponde del único modo posible: ¡Siendo cada día más revolucionarios, más internacionalistas y más fieles a las inmortales ideas de Marx, Engels y Lenin!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)