DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA COMIDA OFRECIDA POR LA DELEGACION CUBANA A LA DELEGACION MEXICANA EN EL HOTEL PRESIDENTE, EN LA ISLA COZUMEL, QUINTANA ROO, MEXICO, EL 17 DE MAYO DE 1979, "AÑO 20 DE LA VICTORIA".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Señor Presidente, empecé diciéndole estimado, excelentísimo, y creo que al final voy a decir, querido señor Presidente (APLAUSOS):

Pienso ser breve aunque no traiga papeles (RISAS).

Hemos tenido un día pletórico de actividades, de encuentros, de impresiones, de experiencias. Hemos tenido muchos encuentros emocionantes: en la mañana al llegar y en mis conversaciones con el Presidente en nuestros encuentros esta tarde, esta noche. Tal vez he perdido incluso la noción del tiempo, porque yo tengo una hora que es la hora cubana, son casi las 12 de la noche. Pero en sí, tal vez pocas veces en mi vida he tenido un día tan feliz, tan satisfecho, tan rico en experiencias. No voy a tratar de explicarlo ahora, trataré yo mismo de explicármelo después, pero es que pienso que hay muchas cosas afines, mucha simpatía, mucha afinidad entre mexicanos y cubanos, entre la Revolución Mexicana y la Revolución Cubana.

La primera revolución social en este hemisferio fue la de México. La primera revolución social —como dijo el Presidente al mediodía de hoy— en este siglo. La primera revolución social o la segunda revolución social, nosotros la llamamos la primera revolución socialista en este hemisferio, la Revolución Cubana.

La historia no transcurre sin razón; los hechos no ocurren en balde. Nosotros pensamos que esa historia común, esa experiencia común nos une. Hay diferencias, pero la diferencia no está en la legitimidad, en la pureza y en la fuerza de nuestras revoluciones, la diferencia está en los momentos históricos, las condiciones y las circunstancias en que cada una de ellas ocurrieron.

A nosotros nos interesó siempre mucho la Revolución Mexicana, nos interesa hoy y nos interesará mañana, su experiencia, su desarrollo, sus ideas. No podemos olvidar que esta Revolución Mexicana fue siempre una fuente de inspiración para los revolucionarios cubanos y sigue siendo una fuente de muy rica experiencia.

He meditado, he tratado de profundizar en los problemas de ustedes en esta etapa y sé que son problemas difíciles, sé que no tienen una tarea fácil delante. He tratado de captar, de seguir la evolución de la política de México en estos años. He seguido de cerca los esfuerzos del presidente López Portillo; he leído mucho de sus discursos y tal vez a partir de este viaje lea muchos más. Hay un estilo diferente, yo hablo mucho, él habla poco.

A veces he pensado que una de las tareas de los dirigentes es enseñar y nosotros muchas veces, sobre todo en los primeros años de la Revolución, tratábamos de explicar, de enseñar, de hacer comprender los problemas. Pero he podido observar que el Presidente hace lo mismo: trata de explicar, de enseñar, de hacer comprender los problemas, pero lo hace de una forma mucho más breve.

Recuerdo uno de sus discursos en que decía que su desviación profesional era el estilo profesoral, por haber sido precisamente profesor de profesión, pero él tiene derecho a decir eso porque él fue profesor; yo no tengo derecho a decirlo, yo solo fui alumno. Y por eso cuando vengo a México, cuando converso con el presidente López Portillo entonces pienso que tal vez mi desviación profesional sea mi hábito de ser alumno (APLAUSOS) y mi hábito de respetar y de admirar a los profesores. Pero estas no son simples palabras de cortesía.

Yo decía hoy en la reunión, que tal vez los cubanos estemos capacitados para entender los problemas de México, porque llevamos 20 años enfrentándonos a problemas similares, enfrentándonos a problemas del subdesarrollo, enfrentándonos a dificultades de todo tipo, luchando por mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo, de desarrollar nuestra economía, de desarrollarnos no solo económicamente sino también socialmente. Y nos entendemos, comprendemos estos problemas.

A lo largo de estos años hay algunas ideas que hemos defendido con mucha insistencia y nos encontramos cómo también en México vemos al Presidente insistiendo en una serie de ideas que a nosotros nos impresionan fuertemente. Voy a citar un ejemplo, lo que él dice sobre la educación. El dice que la educación es la inversión fundamental en el recurso fundamental y es exactamente como nosotros concebimos en nuestro país la educación, y podíamos suscribir esas palabras: la inversión fundamental en el recurso fundamental.

El ha expresado insistentemente otras ideas que nosotros compartimos enteramente: la idea de que educar, capacitar es la forma de igualar los desiguales, de crear la verdadera oportunidad para el talento, la inteligencia, la vocación de cada ser humano. A Carlos le gusta más invocar la poesía, yo no suelo ser muy adicto a las menciones poéticas, pero recuerdo, creo que fue Bécquer aquel clásico de la literatura española cuando hablaba del genio: que cuánto genio yacía oculto, sin que viniera la mano de oro capaz de despertar aquel genio. Siempre he creído que en el pueblo hay muchos, muchos genios, pero el camino de desarrollar esos talentos, esas inteligencias es la igualdad de oportunidades en la educación.

Es la primera vez que yo realmente he leído una idea como esa. Está asociada a otro pensamiento del presidente López Portillo que no aparece en los libros clásicos de política, pero que es muy interesante cuando él dice: que no basta la igualdad de oportunidades, sino que hace falta la igualdad de seguridades. Más adelante añade —si mal no recuerdo—que constituía una afrenta a la historia hablar de igualdad de oportunidades entre desiguales. Y ese pensamiento realmente lo suscribo por entero.

El ha dicho muchas cosas, recuerdo también una de sus ideas básicas, realistas y que expresan la angustia de un estadista, las preocupaciones profundas de un estadista frente a los problemas del mundo de hoy, y es que la paz es impracticable si no se cambian las relaciones económicas entre los Estados.

Al lado de estos conceptos básicos de su política hemos podido apreciar preocupaciones que son inobjetables, desde el punto de vista de los intereses mexicanos y desde el punto de vista de los intereses de cualquier pueblo, cómo garantizar, primero que nada, la alimentación del pueblo mexicano tomando en cuenta la crisis alimentaria del mundo, la crisis reciente de 1973; producir alimentos, abastecer de alimentos al pueblo mexicano; emplear los recursos naturales: el petróleo, el gas y otros recursos para el desarrollo de México; crear empleos, resolver el problema del desempleo, invertir esos recursos para encontrar un empleo digno para cada mexicano. Es imposible no estar de acuerdo con estas ideas básicas.

En la tarde de hoy nosotros expresamos nuestra confianza en México, nuestra fe en México. Se han creado circunstancias excepcionales en torno a México y me pregunto: ¿Hay algún pueblo que se merezca más que México esta oportunidad? ¿Hay algún pueblo de nuestros pueblos latinoamericanos, que haya sufrido en el pasado más heridas que México, más sacrificios que México? ¿Hay otro pueblo que haya luchado más que México? ¿Hay otro que merezca un destino mejor que México, hay otro al que los cubanos debamos desear un mejor destino, más que a México? Yo creo firmemente que México se enfrenta a una coyuntura histórica y está delante de una gran oportunidad histórica.

Decía hoy que México tenía más recursos naturales que Italia, que Francia, que España, por qué no podía llegar a ser México —que además de ese recurso natural tenía un recurso aun más valioso: los mexicanos—, por qué no podía llegar a ser México una importante potencia industrial en nuestro mundo. Yo lo creo, yo estoy convencido, yo estoy seguro de que México llegará a serlo. No es una simple cuestión de fe, es también resultado de la historia de México, de lo que ustedes han sido capaces de hacer hasta hoy. Y para nosotros constituye una bandera, una trinchera, una trinchera de América Latina, y nosotros sabemos lo que son las trincheras, porque nosotros somos también o creemos que somos una modesta trinchera de los pueblos de América Latina.

Siempre tenemos presente lo que unos días antes de morir en combate aquel hombre extraordinario que fue José Martí escribía: en silencio ha tenido que ser y todo lo que he hecho hasta hoy y haré es para impedir con la independencia de Cuba que Estados Unidos se extienda sobre nuestros pueblos de América.

Nosotros hemos cumplido modestamente ese deber, la historia nos asignó esa tarea, como a México le asigna hoy también la tarea de ser trinchera. Si pasamos revista al resto de nuestra América creo que ningún pueblo está hoy en mejores condiciones, ni con mejores aptitudes para defender esa trinchera.

Hoy, en nuestras conversaciones, en nuestros encuentros, en nuestros cambios de impresiones, nosotros y los compañeros de nuestra delegación hemos enriquecido mucho la comprensión de este hecho y de esta realidad.

Yo he tenido oportunidades de conversar mucho con el Presidente, bueno, creo que somos amigos (APLAUSOS), amigos francos, abiertos, sinceros, honestos. Hasta un periodista dijo, según me contaron envió un cable, entre el momento en que se dieron la mano y se dieron un abrazo transcurrieron solo 15 minutos. Es realmente así. Yo no podía imaginarme que en tan breve tiempo se hubiera podido establecer un diálogo tan amistoso, tan sincero, tan íntimo, como el diálogo que hemos establecido en el día de hoy.

Puede uno leer mucho los libros, los discursos, los documentos, pero no hay nada como tratar directamente al hombre. Y así ha sido. Este contacto ha incrementado extraordinariamente nuestros sentimientos de simpatía, de amistad y de solidaridad. No le envidio la tarea al Presidente, quizás pudiera decirle: envidio el privilegio de su enorme responsabilidad histórica. Su tarea es dura y es difícil, pero yo estoy seguro de que saldrá adelante. Ese es nuestro deseo más ferviente.

El Presidente saldrá adelante. México saldrá adelante, esa es nuestra más profunda convicción. Por eso, si hemos de hacer un brindis, deseo brindar por el presidente José López Portillo, por su éxito y por México (APLAUSOS).