INTERVENCION DEL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PARTIDOS Y MOVIMIENTOS QUE ASISTIERON AL 70 ANIVERSARIO DE LA GRAN REVOLUCION SOCIALISTA DE OCTUBRE. MOSCU, 5 DE NOVIEMBRE DE 1987, "AÑO 29 DE LA REVOLUCION".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Estimados compañeros:

No hay modo mejor de conmemorar el 70 aniversario de la gloriosa Revolución de Octubre que este significativo encuentro internacional organizado por los compañeros soviéticos, lo cual confirma la reiterada posición soviética de que el futuro podrá ser garantizado por una amplia conjunción de voluntades en la que se reúnan —como aquí— corrientes ideológicas distintas, expresiones sociales que pueden resultar contradictorias, pero que están dispuestas a luchar para salvar la paz y asegurar el porvenir de los hombres y de los pueblos.

Es imposible abordar en pocos minutos todo lo que la decisiva situación del mundo exige como respuesta. Reiteramos aquí tan solo que para nosotros la premisa es la paz y que la paz está estrechamente vinculada con el desarrollo. Concebir el desarrollo sin la paz y el desarme es imposible, pensar en la paz sin desarrollo carecería de realismo.

Pero lo importante es definir cómo ha de configurarse ese mundo de coexistencia entre sistemas sociales contradictorios, cómo podremos hacerlo surgir de este otro mundo de desarrollo desigual y subdesarrollo intolerable, donde la deuda externa es un fardo que los pueblos retrasados se niegan a soportar y que no podrá pagarse; un mundo en que subsisten las guerras sucias contra países soberanos como Nicaragua, Angola, Mozambique y otros; el repugnante sistema del apartheid, la tragedia de los palestinos y más de cien países neocolonizados; un mundo que para miles de millones significa la miseria, el hambre; un mundo en que la esperanza de vida de muchos pueblos es menos de la mitad que para los más desarrollados; un mundo en que decenas de miles de niños que podrían sobrevivir mueren diariamente y que, a pesar de toda esa tragedia, es un mundo al que la ciencia y la técnica van ofreciendo nuevas y alentadoras perspectivas, si se logran la paz, el desarme y algún modo de coexistencia aceptable para todos.

Creo que a nosotros, cubanos, inmersos en la porción más lacerante y retrasada de ese mundo, nos toca, sobre todo, mirar al porvenir con la perspectiva con que lo vemos desde el subdesarrollo y el retraso.

El dólar cae, los índices de las bolsas se desploman en Nueva York o en Tokio, el capitalismo deja de crecer, su desempleo se desarrolla de manera alarmante. Todo eso es sin duda parte del panorama actual; pero a la vez, para evitar que la crisis se convierta en catástrofe, el imperialismo tiene a nuestros pueblos del sur como reserva adecuada. Mediante el intercambio desigual, logra materias primas a bajos precios; nos exprime financieramente con la deuda que sus propios centros mundiales propiciaron y estimularon; nos usa como salida para su excedente de mercancías y de fuente para la mano de obra barata que utiliza o devuelve a los países subdesarrollados al ritmo de sus expansiones y sus contracciones.

El compañero Mijail Gorbachov, en su brillante discurso de la sesión solemne, al hablar sobre las posibilidades de que la paz se transforme en coexistencia perdurable, formulaba —entre otras preguntas esenciales que el tiempo no nos permite examinar— la siguiente: "¿Puede el sistema capitalista pasarse sin el neocolonialismo?" La respuesta a esa pregunta nos indicará si al salvar al mundo para la paz podremos, a la vez, corregir la dramática desigualdad que prevalece. Esa desigualdad tiene que ser eliminada o no será librada nuestra tierra de las violentas explosiones sociales y respuestas en que los pueblos neocolonizados, preteridos y explotados se abrirán paso frente a todos los valladares con su propia fuerza y con la necesaria solidaridad de otros pueblos.

A esa alternativa nuestro país ha dedicado muchos años de reflexiones y propuestas. En 1979, al hablar en nombre del Movimiento de Países No Alineados ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, tuve la ocasión de presentar un programa de lucha dedicado a resolver la cuestión en favor de los pueblos. Hemos renovado en otros foros esas proposiciones. La situación, sin embargo, se ha hecho ahora peor: la deuda ha crecido varias veces. Por la diferencia de precios en contra nuestra, nos han sido sustraídos cientos de miles de millones en los últimos diez años y aún continúan drenándonos; pero la base de aquel programa continúa vigente.

Como parte de nuestra lucha por la paz perdurable, tenemos que asumir todos la defensa del Nuevo Orden Económico Internacional. Tal vez los neocolonizadores no sean capaces de comprenderlo todavía; pero si se cambiaran las bases de neocolonialismo, si se terminara la opresión económica de Asia, Africa, América Latina y el Caribe, el poder adquisitivo que surgiría en esos tres continentes le daría al capitalismo la posibilidad de prolongar su existencia por un mayor tiempo, en medio de condiciones que serían tal vez para ellos menos privilegiadas, pero también menos inseguras.

Pero si ellos no comprenden de inmediato, nosotros, los que estamos aquí, no podemos cruzarnos de brazos. Representamos una fuerza que, a pesar de nuestras diferencias visibles, es a la vez convergente y poderosa. Todos defendemos una paz verdadera sin miseria ni retraso; todos condenamos el apartheid, repudiamos el intervencionismo contra los países independientes; todos aspiramos a cambiar lo que hoy existe para hacerlo mejor, más humano; todos podemos trabajar juntos.

Los del Tercer Mundo y sus voceros del Movimiento de Países No Alineados, del Grupo de los 77, no estamos solos; contamos con los países socialistas, como lo demuestran las palabras de Mijail Gorbachov en el mencionado discurso de la sesión solemne. Ellos cada día comprenden más que en la lucha contra el Orden Económico Internacional injusto, basado en el intercambio desigual, no pueden ser simples espectadores, sino participantes conscientes y decididos.

Hay también otros países no socialistas, pero sin antecedentes coloniales, que podrán secundarnos. La presencia entre nosotros de hombres de la socialdemocracia europea, de dirigentes sindicales de muy diversas denominaciones, de los representantes de Japón, con una perspectiva distinta a la de sus gobiernos, y de aquellos que en Estados Unidos, con valentía encomiable, opusieron a la insensatez ya en derrota de la actual administración de Estados Unidos la necesidad de entendimiento y de una mayor justicia para los pueblos, nos dice que es posible esperar esa lucha común. Quienes defendemos el socialismo como futuro para la humanidad, debemos estar en esta batalla que no es todavía la del socialismo, sino la de un mundo distinto librado de la miseria y la opresión, la de cientos de millones de hombres para los cuales es también indispensable convencer a los neocolonialistas de que les es imperativo cambiar, o derrotar su política mediante esta lucha de los pueblos.

Ese y no otro es el dilema visto desde las perspectivas que surgen de nuestro Tercer Mundo. Las fuerzas que representamos forman parte del torrente universal decidido a imponer la paz y a mejorar el destino de los hombres. Reunirnos aquí a examinar cómo podemos acercarnos y unirnos en esta tarea transformadora, constituye el mejor homenaje que podríamos ofrecer a los que en Petrogrado, hace ahora 70 años, proclamaron los mismos principios, conducidos por Vladimir Ilich Lenin.

Y no dudamos que un día la historia consignará este Octubre de 1987 como el del año en que por primera vez las armas nucleares comenzaran a ser destruidas, y un período definitivo de paz y esperanza tal vez se inicie para una humanidad que ha vivido y vive todavía bajo el terror de la autodestrucción y la ignominia de una miseria que mata cada año tantos niños del Tercer Mundo como 100 bombas nucleares.

Por esa esperanza de paz y desarrollo, por lo que ha hecho la Unión Soviética por alcanzar esos nobles objetivos, le expresamos a usted, compañero Gorbachov, a su Partido y a su pueblo, nuestra eterna gratitud.

Muchas gracias.