DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN EL ACTO CENTRAL POR EL 30 ANIVERSARIO DE SU ENTRADA A LA HABANA, EFECTUADO EN LA ESCUELA CIUDAD LIBERTAD, EL 8 DE ENERO DE 1989, "AÑO 31 DE LA REVOLUCION".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Distinguidos invitados;

Pioneros;

Estudiantes;

Jóvenes trabajadores;

Compatriotas:

No sé cuál aniversario, o qué día, o qué período fue más arduo, si hace 30 años, cuando triunfó la Revolución, o ahora, que conmemoramos el 30 aniversario.

Han sido días de mucha actividad. Una noche supe que ustedes, los pioneros, habían organizado la Caravana de la Victoria y deseaban que participara en el acto. Les dije que tenía muchas actividades, pero que de ninguna forma podía negarme a reunirme con ustedes, y les pedí que invitaran a pioneros, a estudiantes, a jóvenes trabajadores; que invitaran a una representación de los estudiantes de países hermanos de la Isla de la Juventud (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, Fidel!"), y que invitaran al pueblo.

Es, realmente, imborrable el recuerdo de aquel día en que llegábamos a la capital. Habíamos atravesado la isla casi de un extremo a otro; un mar de pueblo había recibido a nuestra caravana por todas partes. Han pasado, desde entonces, 30 años.

Aquí se reunió, como hoy, una multitud, aunque tal vez mayor, pues había más espacio. Esto era entonces un gran campamento militar, aquí se decidían los destinos del país; ese día se llenó de pueblo. No era como hoy, una escuela. Gran simbolismo tuvo que el pueblo se reuniera precisamente en este campamento militar. Aquello significaba que la historia de los golpes de Estado, la historia de las dictaduras militares, había desaparecido para siempre en nuestra patria (APLAUSOS); que la represión y el crimen habían desaparecido para siempre en nuestro país. Desde entonces la defensa del pueblo y del país ya no sería tarea simplemente de los institutos armados, sino de todo el pueblo.

No puedo olvidar aquella multitud que se reunió más o menos a esta hora. Ni siquiera recuerdo bien todos los detalles; pero sé que terminamos tarde, muy tarde, creo que fue después de las 12:00 de la noche.

Los que entonces tenían veintitantos años, hoy tienen cincuenta y tantos; los que entonces tenían treinta y tantos, hoy tienen sesenta y tantos; y los que tenían más de 40, hoy tienen más de 70 o de 80. Una parte de aquellas personas, inevitablemente ya no está entre nosotros; muchos, sin embargo, tendrán seguramente vivo el recuerdo de aquel día. Hoy es posible que los que aquí se reúnen, en su inmensa mayoría —por no decir casi todos, tomando en cuenta la elevada proporción de jóvenes aquí presentes—, no estaban nacidos aquel 8 de enero.

No sé si será fácil que ustedes puedan vivir las emociones que vivieron aquellos compatriotas, porque ustedes no vivieron los días de horror, de humillación y de sufrimientos que ellos vivieron.

En nuestra patria había muchas cosas por hacer. Los problemas que teníamos entonces no son los problemas de hoy; había todo un mundo que cambiar, había una revolución por hacer.

Recuerdo que aquella noche la preocupación fundamental nuestra era la cuestión de la unidad de las fuerzas revolucionarias, evitar que surgieran divisiones y enfrentamientos entre los que habían luchado contra la tiranía; evitar conflictos y divisiones en el seno de nuestro pueblo, porque fueron precisamente los conflictos y las divisiones los que, de acuerdo con el pensamiento martiano, hicieron imposible la victoria en la Guerra de los Diez Años; y fueron las divisiones a lo largo de nuestra historia las que habían hecho muy difícil el triunfo pleno de la independencia en nuestra patria.

Aquel era, en ese instante, uno de los problemas y una de las cuestiones más importantes. Recuerdo que se hizo una apelación dramática a la unidad de todos los combatientes revolucionarios y aquella apelación tuvo resultado, tuvo éxito, tuvo frutos.

Recuerdo también algo que dijimos aquella noche del 8 de enero, que siempre sabríamos tener toda la paciencia necesaria desde el poder revolucionario y que, si un día se nos agotaba la paciencia, siempre buscaríamos más paciencia; toda la paciencia que se requería para asumir las responsabilidades y el enorme poder que una revolución victoriosa otorga a sus dirigentes.

Creo que hemos sido fieles a esas dos ideas: hemos sido incansables luchadores por la unidad de nuestro pueblo a lo largo de estos 30 años, y hemos sido incansables defensores del principio del ejercicio paciente, generoso del poder, que la Revolución otorgó entonces a nuestros hombres, a nuestro movimiento revolucionario, y, más tarde, al Partido y al Estado. Esos dos principios proclamados aquella noche se han mantenido intocables.

También nosotros expresábamos la idea de que hasta ese momento, por difícil que hubiese parecido el camino, estábamos seguros de que era mucho más fácil que el camino que teníamos por delante. Siempre estuvimos conscientes de esa realidad, no nos hicimos ningún tipo de ilusiones. Veníamos diciendo también a lo largo del trayecto que esta vez sí había llegado la hora de la Revolución, que la Revolución sería una realidad inexorable.

Creo que los cambios que tuvieron lugar en nuestra patria han sido extraordinarios, las tareas de entonces no son las tareas de ahora. Teníamos en aquella ocasión una revolución victoriosa dentro de un país capitalista, dentro de una neocolonia imperialista, todo aquel sistema social estaba por demoler; la propiedad de nuestras industrias, de nuestros servicios públicos, de nuestras tierras, de nuestros recursos minerales, de nuestros bancos, del comercio, de todo, prácticamente, estaba en manos privadas de una minoría de explotadores, y una parte importante de esas riquezas y de esas industrias estaban en manos de empresas extranjeras. Nuestro pueblo trabajaba para aquellos capitalistas, para enriquecer cada vez más a aquella clase, para enriquecer cada vez más a aquellas empresas extranjeras; incluso, la vida de nuestra sociedad no se concebía sin aquel sistema.

Hoy a ustedes les parecerá muy natural, dondequiera que lleguen, encontrar que lo que hay es propiedad de todo el pueblo: si es un cine, si es un almacén, si es una industria, si es una fábrica importante, grande o pequeña; si es un servicio público, transporte por ómnibus, transporte por ferrocarril, transporte por mar; si es una escuela, si es un hospital, si es un centro de investigación, si es un medio masivo de comunicación, si es la televisión, si es el radio, si son los periódicos, si son las imprentas, todo eso es propiedad del pueblo. Si se encuentran con una mina, si se encuentran grandes plantaciones de caña o de arroz, o grandes centros productores de cítricos o de alimentos para la población, o productores de leche, de carne, eso es propiedad de todo el pueblo.

Existen todavía propiedades pequeñas de agricultores que entonces pagaban rentas, una parte importante de lo que producían tenían que pagarlo a los latifundistas. Aquellos pequeños agricultores fueron liberados de todo tipo de rentas y convertidos en propietarios de las tierras. Esas son, fundamentalmente, las únicas propiedades privadas sobre medios de producción que existen en la actualidad en nuestro país.

Las viviendas no eran propiedad del pueblo, las viviendas en su inmensa mayoría eran propiedad de los llamados casatenientes —individuos que tenían 50 apartamentos, 100, 500, incluso, algunos miles de apartamentos—, y el pueblo tenía que estar pagando el 20%, el 30%, del ingreso familiar en la vivienda.

Hoy cada núcleo familiar sabe que la vivienda donde habita es de su propiedad, que nadie lo va a lanzar a la calle. Solo no son propietarios en aquellos casos en que las viviendas están vinculadas a una fábrica o son medios básicos de las industrias, lo cual constituye una pequeña minoría.

En aquel tiempo, ni siquiera soñar algo semejante. Si una familia estaba 30 años, 40 años, 50 años, pagando el 20% o el 25% o el 30% de la renta del alquiler de aquella casa, jamás se convertía en dueña de aquella vivienda.

En aquel tiempo había un fenómeno muy común, que era el desempleo y el subempleo. Recuerdo que aquella noche del 8 de enero, algunas personas exclamaban: "¡Hace falta crear empleos, hace falta crear empleos!", porque el problema del desempleo era uno de los azotes permanentes de aquella sociedad. De la misma manera se habría podido decir: hace falta crear hospitales, hace falta crear policlínicos, hace falta crear escuelas, hace falta darles oportunidad a todos los niños del país para que puedan estudiar, para que puedan estudiar la enseñanza primaria, o la secundaria, o la preuniversitaria. Solo una parte insignificante de los jóvenes y de los niños podían asistir a la escuela, una proporción mayor en la primaria, que no alcanzaba siquiera el 50%, y una proporción insignificante en el nivel medio, que no alcanzaba siquiera el 10%.

No solo se podía exclamar: hacen falta fábricas, hacen falta construcciones, hace falta el desarrollo agrícola; podría decirse también: hacen falta hospitales, hacen falta universidades, hacen falta centros de investigaciones, porque aquellas eran demandas apremiantes de nuestro país.

Realmente nuestro pueblo no tenía mucha cultura política, eso hay que decirlo; nuestro pueblo no poseía entonces los niveles de cultura política que adquirió después: era un pueblo combativo, un pueblo entusiasta, un pueblo caluroso, un pueblo rebelde, un pueblo que odiaba el crimen, que odiaba la injusticia, que odiaba el abuso, que odiaba la corrupción, que odiaba la malversación, que odiaba todos los vicios que caracterizaban la política en la época del capitalismo. Era un pueblo, sobre todo, que odiaba la opresión, y por eso era extraordinario el júbilo que experimentaba en aquellos días.

Pero no podíamos decir que era todavía un pueblo socialista o que fuera un pueblo marxista-leninista. En aquella época una parte grande de la población estaba todavía confundida, habían sido decenas de años de propaganda antisocialista, de propaganda anticomunista, generada en el occidente capitalista y generada, fundamentalmente, en Estados Unidos.

El anticomunismo y el antisocialismo eran las banderas fundamentales, como un arma para tratar de mantener inconmovible al régimen capitalista, y para tratar de mantener dividido al pueblo. Fue necesario librar una gran batalla contra aquellas ideas reaccionarias, una gran batalla contra aquella incultura, porque el pueblo quería cambios, pero no tenía una idea clara de cuáles eran los cambios necesarios. El pueblo estaba contra la injusticia, estaba contra el hambre, estaba contra el desempleo, contra la pobreza insoportable de las grandes masas, pero no comprendía todavía cabalmente que aquellos problemas procedían del sistema capitalista, de la propiedad privada sobre los medios de producción, sistema que por naturaleza es explotador, sistema que por naturaleza se despreocupa totalmente de los problemas del pueblo y no se inquieta más que por las ganancias de la insaciable clase capitalista.

Si se le preguntaba al pueblo si quería reforma agraria, decía que sí; si se le preguntaba al pueblo si quería que rebajaran los alquileres, estaba de acuerdo; si se hacía una reforma urbana, estaba de acuerdo; si se le hablaba de liberar a los campesinos del pago de la renta, o de liberar a los campesinos de los intermediarios de toda forma de explotación, estaba de acuerdo; si se le preguntaba si los servicios públicos, es decir, los teléfonos, la electricidad, los transportes, o las grandes industrias y los grandes bancos debían ser propiedad de todo el pueblo, estaba de acuerdo. Pero si les preguntaban a algunos ciudadanos si estaban de acuerdo con el socialismo, decían que no, que con el socialismo no. No se sabía lo que era el socialismo, no se sabía lo que era el comunismo. Y de tal manera estaba saturada nuestra población de aquella propaganda, que una parte importante del pueblo no estaba de acuerdo con el socialismo ni con el comunismo, sin saber siquiera qué era el socialismo o qué era el comunismo.

Por eso en la primera etapa de la Revolución había que llevar adelante el Programa del Moncada, generalmente aceptado, que era, pudiéramos decir, la antesala del socialismo, pero que no era todavía socialista, no hablaba todavía de la construcción del socialismo en nuestro país.

¿Cómo se convierte nuestro pueblo en un pueblo socialista? Fueron las leyes revolucionarias, más que las palabras, o las prédicas, o los razonamientos, las que hicieron socialista a nuestro pueblo. Cuando se hace la rebaja de los alquileres, que afectó profundamente los intereses de aquellos casatenientes, todo el pueblo apoyó aquella medida. Cuando se hizo la reforma agraria, todo el pueblo apoyó la decisión. Se atendió a los intereses de los trabajadores. Se hizo justicia social con mano firme a lo largo y ancho del país. Por primera vez en la historia de nuestro país, el Estado y el gobierno dejaron de estar al lado de los ricos y se pusieron al lado de los pobres. Cuando la inmensa mayoría de nuestra población vio que el gobierno, decididamente, afectaba los intereses de los ricos y de los burgueses para apoyar al pueblo, poco a poco se fueron derrumbando, como castillos de naipes, todas aquellas mentiras, toda aquella campaña antisocialista y anticomunista, y así se fue creando un nuevo pensamiento político, una verdadera cultura política en nuestro pueblo.

Nunca antes había ocurrido un cambio tan fundamental en la vida social del país. Nunca había habido un cambio tan fundamental en relación con los medios de producción. Nunca antes se había producido un cambio tan profundo en la conciencia.

Cuando se abolió la esclavitud, y la abolición de la esclavitud en el siglo pasado fue fruto de la heroica lucha de los mambises durante la guerra de 1868, los esclavos fueron teóricamente libres, pero en la práctica siguieron trabajando para los terratenientes, para los hacendados, para los capitalistas, a cambio de recibir un salario miserable; la propiedad no pasó a manos de los esclavos, la propiedad no pasó a manos del pueblo.

Incluso, cuando a principios de siglo se proclama formalmente la independencia de Cuba y hay un gobierno supuestamente cubano, con una constitución que contenía una enmienda, llamada Enmienda Platt, que le daba derecho a Estados Unidos a intervenir en nuestro país, aquello no significó ningún cambio: la propiedad de las tierras, de las industrias, siguieron estando en manos de los que las poseían, de los hacendados, de los capitalistas, de los terratenientes y de un creciente número de empresas extranjeras, no cambió absolutamente nada.

Con el triunfo revolucionario de enero de 1959, por primera vez en la historia de nuestra patria la propiedad cambia de manos de los explotadores a manos del pueblo; por primera vez tiene lugar una verdadera revolución social; por primera vez tiene lugar un cambio profundo en la filosofía política y en la conciencia de nuestro pueblo. Lógicamente, eso desató el odio y el antagonismo del imperialismo yanki. Ellos no podían concebir nada parecido; ellos no podían concebir una revolución socialista en nuestro país. Ellos consideraban a nuestro país como una propiedad, y a nuestro pueblo como un manso rebaño.

A partir de esos cambios profundos en la realidad social, en la propiedad y en la conciencia de nuestro país, es que se inicia el feroz bloqueo imperialista contra nuestro país, que ha durado ya tanto como ha durado la Revolución.

Hay muchas tareas que la presente generación no tiene ya que afrontar. La presente generación tiene que librar batallas ideológicas, pero de otro tipo, no ya para crear una conciencia socialista, sino para defender esa conciencia socialista. No tiene que librar una batalla para cambiar la propiedad, sino para defender el sistema de propiedad socialista; desarrollar y perfeccionar ese sistema, desarrollar y perfeccionar esa conciencia.

La actual generación no tiene que librar la batalla contra el analfabetismo, porque hace mucho tiempo, desde el año 1961, el analfabetismo prácticamente fue erradicado. No quiere decirse que se erradicó en un día, pero ese año empezó a ser arrancado de raíz.

La nueva generación no tiene que sembrar de escuelas las montañas y los campos y ciudades de nuestro país. La nueva generación no tiene que enfrentarse al problema de buscar maestros para las escuelas. La nueva generación no tiene que enfrentarse a esas tareas, puesto que esas tareas han sido superadas por la Revolución hace mucho tiempo.

La nueva generación, o la actual generación, no tiene que enfrentarse a la tarea de llevar la salud a todo el pueblo, de construir hospitales en los campos y ciudades. La nueva generación no tiene que enfrentarse a un sinnúmero de enfermedades que hoy han desaparecido; o no tiene que enfrentarse a una elevada mortalidad infantil. No tiene que enfrentarse a la tarea de crear un sistema hospitalario en todo el país; como no tiene que enfrentarse, en el otro terreno de la educación, a la construcción de miles y miles de escuelas.

La nueva generación no tiene que enfrentarse a la tarea desesperada de formar maestros por decenas de miles o formar médicos por decenas de miles, puesto que nuestro país ha avanzado un trecho considerable por ese camino, puesto que nuestro país hoy cuenta, incluso, con miles y miles de maestros de reserva, y puesto que nuestro país gradúa hoy, cada año, más médicos que todos los médicos que quedaron en el país después del triunfo de la Revolución.

La nueva generación no tiene que enfrentarse al fenómeno del desempleo.

La nueva generación no tiene que enfrentarse a los cambios profundos que fue necesario hacer en los campos, de llevar a cabo una transformación radical: no tiene que hacer nuevas leyes agrarias, no tiene que crear granjas, no tiene que organizar cooperativas, no tiene que librar a los campesinos del pago de rentas.

La nueva generación no tiene que hacer reforma urbana.

La nueva generación no tiene que nacionalizar las minas, porque todas están nacionalizadas; no tiene que nacionalizar los servicios públicos, los transportes, todo eso está hecho. No tiene que nacionalizar las fábricas, no tiene que nacionalizar la educación, no tiene que nacionalizar los servicios de salud, porque eso está hecho.

Pudiéramos decir, incluso, que la nueva generación no tiene que enfrentarse a la tarea de construir decenas de miles de kilómetros de caminos y de carreteras. No tiene que enfrentarse a la tarea de construir una gran parte de las presas y embalses que hoy existen ya en nuestro país, o sistemas de riego, o sistemas de canales. La nueva generación no tendrá que enfrascarse en la tarea de desarrollar la infraestructura, puertos, ferrocarriles y otras necesidades del país.

Hay muchas cosas que se hicieron en estos 30 años, que determinan que al iniciarse la cuarta década de la Revolución las tareas de esta generación sean muy distintas, pero no por ello menos trascendentes o menos importantes.

Un largo trecho ha avanzado la construcción del socialismo en nuestro país. No tiene tampoco esta nueva generación que consagrar su tarea a crear, organizar y desarrollar un partido; crear, organizar y desarrollar las organizaciones juveniles, o las poderosas organizaciones de masas con que cuenta la Revolución. Esas instituciones existen.

No tiene la actual generación la tarea de organizar un poderoso ejército para la defensa del país y los mecanismos de defensa con participación de todo el pueblo. Eso ha sido creado.

No tiene la actual generación que organizar el Ministerio del Interior y los instrumentos de lucha contra las actividades del enemigo o en pro del orden interno. Esas instituciones han sido creadas.

Muchas cosas han sido creadas y, sin embargo, repito, las responsabilidades y las tareas de la actual generación son muy grandes:

Primero, tiene que llevar adelante la Revolución; la Revolución no es tarea de un día, ni de un año, ni de 10 años, ni de 30 años; la Revolución es una obra que se extiende indefinidamente en el tiempo.

La Revolución ha traído nuevas ideas, una nueva ideología; la tarea de la actual generación es desarrollar esas ideas, desarrollar esa ideología y defender resueltamente esa ideología (APLAUSOS).

La actual generación tiene la tarea de consolidar la Revolución, perfeccionar la Revolución y defender la Revolución; la actual generación tiene la tarea de fortalecer los mecanismos de defensa de la patria, para defender la integridad y la independencia del país; la nueva generación tiene que perfeccionar y desarrollar el socialismo y defender el socialismo. Algunos pueden haber pensado que esa etapa pasó; sin embargo, nuestro criterio y nuestra convicción más profunda es que esa etapa está más presente que nunca.

Durante estos 30 años la Revolución se defendió de la amenaza imperialista, de las agresiones imperialistas, de los planes imperialistas, de la subversión imperialista, de los crímenes del imperialismo; se defendió de las bandas contrarrevolucionarias, se defendió de invasiones mercenarias, se defendió de planes de sabotaje de nuestra economía, de asesinatos de los cuadros de la Revolución, de reiteradas amenazas de agresión directa, de su bloqueo económico que dura ya 30 años; pero el imperialismo no ha desaparecido, el imperialismo está ahí. La ideología capitalista no ha desaparecido, ni el capitalismo ha desaparecido. El capitalismo y la ideología del capitalismo están ahí; las amenazas del imperialismo no han desaparecido, están ahí.

Sería una ilusión —una ilusión en la que no puede caer jamás la actual generación y las nuevas generaciones— la idea de que ya todo ese período difícil para la Revolución y para la patria ha pasado. El imperialismo no ha renunciado a la idea de liquidar el socialismo en Cuba; el imperialismo no ha renunciado a la idea de liquidar la ideología revolucionaria en Cuba; el imperialismo no ha renunciado a la idea de liquidar nuestra Revolución. El imperialismo puede ser que cambie de tácticas, cambie de armas, pero el imperialismo yanki es demasiado arrogante, demasiado prepotente, demasiado soberbio, para renunciar a la idea de derrotar a la Revolución Cubana, para renunciar a la idea de liquidar el socialismo en Cuba.

Podemos decir algo más: el imperialismo a nivel mundial y el capitalismo a nivel mundial son demasiado arrogantes, demasiado prepotentes, demasiado soberbios, para renunciar a la idea de liquidar el socialismo a nivel mundial.

El imperialismo no ha renunciado a la idea de liquidar el socialismo en el mundo; de erradicar el proceso socialista en el mundo, lo cual intentó más de una vez por la vía de las armas, como fue a raíz de la intervención en la Unión Soviética en los primeros años de la Revolución, de la agresión fascista a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial, del cerco por bases militares y atómicas alrededor de la Unión Soviética y del campo socialista durante muchos años, como amenaza para liquidar el socialismo por medio de la guerra. Y, desde luego, si las circunstancias históricas han impedido al imperialismo liquidar al socialismo por medio de la guerra, el imperialismo no ha renunciado a la idea de liquidar al socialismo mediante la subversión, la corrosión y si es posible la destrucción por dentro del sistema socialista, y a medida que tal vez el peligro de una guerra mundial se aleje, más persistentes van a ser los esfuerzos del capitalismo y del imperialismo por derrotar en el campo de la ideología al socialismo.

Creo que en ese terreno, si bien la actual generación no tiene que sembrar la semilla del socialismo y del marxismo-leninismo en el pensamiento político-revolucionario de nuestro pueblo, la actual generación se ve ante la tarea imperiosa de librar una batalla dura, aunque cada día más sutil y más compleja, en la defensa de las ideas del socialismo y en el campo de la ideología.

Los imperialistas no se ocultan para decir que cuando pase esta generación revolucionaria —es decir, cuando pase totalmente la generación de los que hicieron la guerra y de los que llevaron a cabo la Revolución en estos 30 años— la tarea será más fácil. Los imperialistas no ocultan su esperanza de que sea más fácil lidiar con las nuevas generaciones. Los imperialistas, dicen, piensan y calculan, que como las nuevas generaciones no vivieron el capitalismo, que como las nuevas generaciones no sufrieron ni conocieron las terribles experiencias del pasado, las nuevas generaciones tienen menos puntos de comparación entre el presente y el pasado; que las nuevas generaciones tendrán menos compromiso con la Revolución y serán más fáciles de desorientar y de confundir, que será más fácil deslumbrarlas con sus modelos de sociedades de consumo, librar la batalla ideológica con las nuevas generaciones, que será más fácil, en fin, derrotar el espíritu revolucionario en las nuevas generaciones. Eso no lo ocultan los teóricos del capitalismo y del imperialismo; no se ocultan para afirmarlo los centros de investigaciones políticas del imperialismo. Esas son sus ilusiones.

Por otro lado, en este momento, esa campaña contra nuestro país se ha arreciado. Es como si en este momento la Revolución Cubana, la firmeza de la Revolución Cubana, la actitud intransigente de la Revolución Cubana, firme, decidida, valiente, resuelta, les quitara el sueño al imperialismo y al capitalismo; de ahí que una buena parte de sus medios de divulgación, de su propaganda, se encamine en la actualidad a tratar de golpear, a tratar de quitarle prestigio a la Revolución Cubana, a tratar de confundir a nuestro pueblo.

Hay, como decíamos recientemente, en este momento en el mundo una especie de euforia imperialista, una especie de euforia capitalista, a partir de las reformas y de las autocríticas que están teniendo lugar en diversos países socialistas —no se nos ocultan esos ánimos de la reacción mundial, porque la conocemos bien—, esa euforia que trata de presentar los mecanismos del capitalismo como los únicos mecanismos eficientes para resolver problemas, para alcanzar la productividad, para desarrollarse. Ese momento lo estamos observando, ese pensamiento, esas ilusiones, esas ideas del imperialismo. Y se irrita frente a la actitud firme de Cuba, la confianza total de nuestro país, de nuestro Partido y de nuestra Revolución en el socialismo, nuestra profunda convicción marxista leninista, nuestra intransigencia revolucionaria. Y esa intransigencia no es nueva, es tan antigua como la historia nacional de nuestro país; es algo tan antiguo que en 1968, aniversario de la heroica Protesta de Baraguá, cumplió 100 años. La intransigencia, la firmeza en el pensamiento revolucionario de nuestro pueblo, tiene ya mucho más de 100 años; no debe, por tanto, extrañarles a los imperialistas la actitud de nuestro Partido y de nuestro pueblo (APLAUSOS).

Si esto es así, la actual generación comprenderá la tarea enorme que tiene sobre sus hombros. Y en cierto sentido una tarea aun mayor que la que tuvimos nosotros, porque en el momento del triunfo de la Revolución el socialismo marchaba prósperamente unido, sin dificultades y con un prestigio creciente.

¿Con qué cuenta esta generación para llevar adelante la obra de la Revolución? ¿Con qué cuenta que no contábamos nosotros? En los primeros años no teníamos ni maestros, hoy esta generación cuenta con más de 270 000 profesores y maestros; en los primeros años el nivel de escolaridad del pueblo era de 2do grado, hoy el nivel de escolaridad de nuestro pueblo es de nivel de secundaria; en los primeros años no había prácticamente proyectistas, ingenieros de las distintas especialidades, economistas, contadores, hoy contamos con graduados universitarios por cientos de miles; en los primeros años quedaban 3 000 médicos, hoy tenemos más de 30 000. Los recursos humanos con que cuenta esta generación, no se contaron jamás en los primeros años de la Revolución; esta generación cuenta con miles y miles de cuadros científicos.

En muchos aspectos que determinan el futuro, nuestro país está ocupando posiciones destacadas; en tecnologías de vanguardia, que determinarán el futuro desarrollo de Cuba, contamos con instituciones como el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, o como el Centro Nacional de Investigaciones Científicas. Recientemente se creó un centro de robótica, también un centro de trasplante y regeneración nerviosa; hace algunos años se trabaja con creciente éxito en investigaciones sobre informática y computación; tanto en la industria electrónica como en la industria de computación y en la industria nuclear —desde luego, para fines exclusivamente pacíficos—, se cuenta con miles y miles de cuadros científicos y técnicos.

Pudiéramos decir que en todas aquellas áreas para el desarrollo científico y técnico, nuestro país ha ido creando favorables condiciones y ha ido ocupando lugares destacados.

No hablo ya de la medicina, creo que en estos años se han creado las condiciones para que nuestro país se convierta en una verdadera potencia médica (APLAUSOS).

En el campo de la educación se han creado las condiciones para que nuestra patria se convierta también en una verdadera potencia educacional. Las últimas creaciones en este campo son las escuelas preuniversitarias de ciencias exactas, donde decenas de miles de jóvenes reciben su educación en condiciones extraordinariamente favorables (APLAUSOS).

Los estudios de computación se han establecido no solo en la enseñanza superior, sino en las escuelas pedagógicas, y en muy poco tiempo estarán establecidos ya en toda la enseñanza media del país (APLAUSOS).

De la Juventud Comunista surgió la idea de los Joven Club, para la enseñanza de la computación a aquellos jóvenes que, a su paso por las universidades o por la enseñanza media, no pudieron recibir una preparación en este terreno.

En el campo de las ciencias, contamos con más de 100 instituciones; en otros terrenos, como el de las innovaciones, las racionalizaciones y el trabajo de las Brigadas Técnicas Juveniles, hemos avanzado considerablemente. Todo esto crea las condiciones para que la actual generación pueda consolidar, perfeccionar y desarrollar el socialismo (APLAUSOS).

Estamos ante un gran desafío histórico. ¿Quién vencerá, quién prevalecerá? ¿El régimen capitalista, egoísta, caótico, inhumano? (EXCLAMACIONES DE: "¡No!") ¿O prevalecerá el socialismo como el sistema más racional, más solidario y más humano? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS) Este es el desafío que tienen hoy no solo los jóvenes cubanos y el pueblo cubano, sino también los jóvenes y los pueblos de los países socialistas.

Claro que esto requiere de todos nosotros, y particularmente de la nueva generación, un esfuerzo de superación especial.

Debemos ver con mucha claridad lo que tenemos delante, y la batalla en que estamos enfrascados ahora por el perfeccionamiento del socialismo en nuestro país; la batalla —y este es, quizás, el mayor desafío— de perfeccionar el socialismo sin acudir a los mecanismos y al estilo del capitalismo, sin jugar al capitalismo (APLAUSOS). En esa tarea estamos enfrascados dentro del proceso de rectificación.

Decía hace unos días que ya se perciben algunos resultados de ese proceso. Hemos visto algunos ejemplos; para citar uno de ellos, los contingentes de constructores. Creo que aquí hay una representación de jóvenes que trabajan en los contingentes de la capital (APLAUSOS). Hemos visto en estos días grandes proezas: hemos visto lo que hizo el contingente "Blas Roca", hemos visto lo que hizo el contingente VI Congreso, hemos visto lo que hicieron los contingentes que trabajaron en EXPOCUBA (APLAUSOS); hemos visto lo que hicieron allí las microbrigadas, hemos visto las tareas que están haciendo los contingentes en distintas provincias, y los principios que se están aplicando en esos colectivos obreros no tienen nada que ver con los métodos capitalistas de motivación, ni con los métodos capitalistas de organización (APLAUSOS). Estoy seguro de que no hay colectivos como esos en ninguna otra parte.

Ello demuestra lo que puede hacer el hombre; lo que es capaz de hacer el hombre cuando se cree en el hombre, cuando se confía en el hombre, cuando no se parte del criterio de que el hombre sea un animalito que se mueva porque le dan un palo o porque le ponen una zanahoria delante (APLAUSOS). Las microbrigadas, los trabajadores de los contingentes y cientos de colectivos obreros de nuestro país que están haciendo en la actualidad un gran esfuerzo, y pudiéramos decir miles de colectivos obreros, no se mueven ni hacen lo que hacen porque les den un palo o les pongan una zanahoria delante (APLAUSOS).

¿Qué zanahoria se le puso delante, o qué palo se le dio al contingente VI Congreso, que en apenas un año acaba de construir, con excelente calidad, un gran hospital en nuestra capital? (APLAUSOS) ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los microbrigadistas y contingentes que, en apenas un año —porque el grueso del trabajo se hizo en un año—, han construido esa grandiosa obra de EXPOCUBA? (APLAUSOS) ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los ciudadanos que aportaron 400 000 horas de trabajo voluntario en la construcción del hospital "Miguel Enríquez"? (APLAUSOS) ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los miles de estudiantes de preuniversitario y de tecnológico que han incorporado millones de horas de trabajo voluntario en las obras sociales? (APLAUSOS)

¿Qué palo o qué zanahoria movió a los estudiantes de nivel medio que en el plan de cítricos de Jagüey han cosechado más de 400 000 toneladas de cítricos? (APLAUSOS) ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los estudiantes de la Isla de la Juventud que cosecharon alrededor de 200 000 toneladas de cítricos? (APLAUSOS) ¿Qué palo o qué zanahoria mueve a las decenas de miles de estudiantes universitarios que participan en cualquier tarea que se les pida? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!") ¿Qué palo o qué zanahoria mueve a los cientos de miles de estudiantes que están participando ahora en la escuela al campo? (APLAUSOS Y CONSIGNAS REVOLUCIONARIAS) ¿Qué palo o qué zanahoria mueve a los cientos de miles de estudiantes que laboran todos los días tres horas en las escuelas en el campo? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Se oye, se siente, Fidel está presente!" Y DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!")

Pero en otros terrenos podríamos preguntar: ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los combatientes del Ejército Rebelde, que durante dos años se enfrentaron y derrotaron al ejército de la tiranía? (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: "¡Fidel, seguro, a los yankis dales duro!") ¿Qué palo o qué zanahoria movió a las decenas de miles de maestros, médicos, trabajadores que han prestado sus servicios internacionalistas? (APLAUSOS) ¡¿Qué palo o qué zanahoria movió a los 50 000 combatientes cubanos en Angola que hicieron posible la victoria?! (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS)

Para hacer una última pregunta, puesto que la lista sería interminable: ¿Qué palo o qué zanahoria movió a los 300 000 compatriotas que cumplieron en Angola, a lo largo de 13 años, su honrosa misión internacionalista? (EXCLAMACIONES Y APLAUSOS PROLONGADOS)

Luego, ¿tenemos o no tenemos razones para confiar en el hombre, en la conciencia del hombre y en el espíritu solidario del hombre? ¿Tenemos o no tenemos razones para creer que el hombre es capaz de hacer realmente lo que se proponga; que el hombre es capaz de vivir en una sociedad más humana, más justa, más generosa, más solidaria, que en esa sociedad donde impera la ley de la selva, que es el capitalismo? ¿A ver si podría una sociedad educada en las ideas egoístas del capitalismo, llevar a cabo una sola de estas cosas que hemos expresado? Por eso, nuestra confianza en el futuro de la Revolución es tan inconmovible.

Por eso les decía, a partir de todas estas experiencias, todos estos factores, que la tarea de ustedes es perfeccionar y desarrollar la concepción y el sistema socialista.

No dejo de leer muchos cables internacionales, y muchas opiniones de las agencias internacionales capitalistas pretenden presentarnos como unos ilusos o como unos idealistas. No niego que hemos sido, en determinado momento, idealistas; todos lo hemos sido, y diría que hasta en el mejor sentido de la palabra. Hemos expresado, en determinado momento, que hemos cometido errores de idealismo, pero que después cometimos errores de mercachiflismo; rectificando una cosa caímos en otra.

Pretenden sembrar la confusión, diciendo que nos apartamos de la fórmula socialista. Y digo aquí, categóricamente, que no pretendemos apartarnos de la fórmula socialista definida hace mucho tiempo de que cada cual debe aportar según su capacidad y recibir según su trabajo; es decir que la redistribución se haga según la cantidad y la calidad del trabajo que un ciudadano aporta a la sociedad.

En esta etapa de la Revolución no podemos apartarnos de esa fórmula, el problema es cómo se interpreta la fórmula. No siempre se puede aplicar el principio de dar a cada cual según la calidad y la cantidad de trabajo. Al hijo de un trabajador, cuando lo vamos a enviar a una escuela, no estamos viendo cuánto trabaja o cuánto aporta su padre, en el afán del Estado de ofrecerles a los niños la educación más esmerada. Si el niño se enferma, no andamos preguntando cuál es la calidad y cantidad de trabajo que aporta el padre o la madre, sino que sencillamente vemos allí a un niño con el cual tienen un sagrado deber, la sociedad y el socialismo, de atenderlo y curarlo cueste lo que cueste. Si hay que hacer una cirugía cardiovascular infantil, puede costar miles o decenas de miles de pesos, nadie vacila en hacerla. Cuando hay que hacer un trasplante renal, nadie vacila en hacerlo. Si hubiera que hacer un trasplante del corazón, nadie vacilaría en hacerlo; no le pregunta a aquel ciudadano cuánto trabaja, cuánto aporta o cuánto no aporta. Cien mil pesos cuesta en Estados Unidos un trasplante del corazón. Se han hecho decenas de trasplantes de corazón y yo quiero preguntar si a algún ciudadano le ha costado un centavo, o si a alguno de ellos se le preguntó cuánto aporta a la sociedad.

Es lógico que la retribución del trabajo tiene que ser según la calidad y la cantidad, es una fórmula socialista lógica; pero en la sociedad hay muchas cosas, muchos servicios, muchas tareas y muchas obligaciones que se apartan de esa fórmula.

En la propia construcción del socialismo, y sin apartarse de la fórmula socialista de dar a cada cual según su capacidad y según su trabajo, hay muchas formas y determinados principios en el socialismo que se aplican con criterios diferentes, y no pueden dejar de aplicarse con criterios diferentes. Hay muchas prestaciones en el socialismo que pueden semejarse a las fórmulas del comunismo. ¿Cuánto se le cobra a un niño que está en una escuela becado, o que está en la universidad, o que está en un tecnológico, o que está en una escuela de ciencias exactas? ¿Cuánto se le cobra y a qué niño de esos se le pregunta lo que aporta su padre? (APLAUSOS) Se analiza el talento del niño, se analizan los méritos del niño, del joven, del adolescente, sus notas, su expediente, los exámenes que le hacen para eso, y se le da la oportunidad. No puede estar todo siendo medido por ese rasero, por la fórmula simplista de que hay que darle a cada cual según la capacidad o la cantidad de su trabajo.

Desde luego, no nos apartaremos de la fórmula socialista, y entendemos la importancia de la fórmula socialista de retribución; entendemos que hay leyes y que hay principios de los cuales no podemos apartarnos.

Entendemos la importancia de la retribución de acuerdo con esa norma, incluso, de la necesidad del estímulo material, lo entendemos; pero eso no significa, ni mucho menos, que le vamos a rendir culto a ese estímulo material, o que creamos que es el factor fundamental.

Podría tener consecuencias negativas apartarse de la fórmula socialista de retribución en esta etapa del proceso histórico de nuestra Revolución, pero creo que hay factores —lo digo y lo repito, y no me cansaré de repetirlo— que tienen más importancia que los estímulos materiales (APLAUSOS).

En torno al estímulo material gira toda la sociedad capitalista, y no le presta la menor atención a los factores morales. La construcción del socialismo no puede seguir la fórmula capitalista de darles el peso principal a los estímulos materiales. Ya cité aquí un montón de ejemplos de proezas que no tienen nada que ver con los estímulos materiales. No se puede hablar de la construcción del socialismo si no se les da todo el peso que tienen el factor moral y la conciencia.

El día 4 yo estaba admirado, cuando repartí unos diplomas a unos trabajadores de EXPOCUBA que se esforzaron extraordinariamente. Recuerdo un compañero allí que trabajaba y trabajaba, y siempre que iba allí estaba presente, de día o de noche. Ese compañero aportó 3 500 horas de trabajo voluntario. Después me puse a calcular y es el equivalente a casi dos años de trabajo, en horas voluntarias después de sus ocho horas (APLAUSOS). ¿Qué es lo que mueve a aquel hombre, qué dinero? No hay ningún dinero para pagar eso.

Yo veo a los hombres del contingente "Blas Roca" y de los otros contingentes, veo lo que hacen, y aseguro que por ningún dinero nadie hace lo que hacen ellos, porque con hacer la mitad les alcanza para vivir; sin embargo, hay que estar luchando con ellos, no para que trabajen, sino para que se aguanten, porque la fuerza que tiene el honor es incalculable, es infinita. Y si se han comprometido con algo y llovió, y no pudieron avanzar ese día, entonces después quieren quedarse hasta las 2:00 o las 3:00 de la mañana, y nosotros diciéndoles: no, no pasen de las 10:00. Hay que estarlos frenando, y sé que los hombres no hacen eso por ningún dinero. Se les paga, se les aplica la fórmula socialista; se les ha prohibido, incluso, trabajo voluntario los días de la semana, para que no inventen más horas. Les hemos dicho: "no hay trabajo voluntario, excepto los domingos", se les autoriza el trabajo voluntario el domingo, y uno ve el comportamiento; es que responden a otras cosas, a otra atención, a otra consideración.

La atención al hombre, cosa muy importante. El hombre lo que no hace por dinero es capaz de hacerlo por un gesto amable; por un gesto amable un hombre es capaz hasta de dar su vida, porque por un gesto amable de la patria los hombres mueren en el combate, por ideas los hombres mueren en el combate, por amor a la patria, por amor a las ideas (APLAUSOS).

Los hombres que han corrido riesgos, los cientos de miles de compatriotas que han arriesgado la vida en misiones internacionalistas, ¿con qué dinero se habría podido pagar eso? ¡Nadie da la vida por dinero!, porque, entre otras cosas, cuando se muere el dinero sobra. Nadie da la vida por un millón de pesos, ni da la vida por 10 millones de pesos. En cambio, los hombres en masa son capaces de dar la vida por sus ideas.

Cuando movilizamos millones de ciudadanos de este país, los preparamos y los armamos, si viene una invasión sabemos que hay millones dispuestos a morir, ¿con qué dinero les pagamos? ¿Cuánto le damos a cada uno de los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Armadas y de las Milicias de Tropas Territoriales, y de las Brigadas de Producción y Defensa por defender la patria? ¡Están defendiendo una idea, están defendiendo un valor sagrado, la patria! (APLAUSOS) ¿Qué dinero les damos a los combatientes que van a cumplir sus misiones internacionalistas, a esos cientos de miles que la cumplieron y arriesgaron la vida por una idea, por un principio, por solidaridad, por internacionalismo, por honor?

Lo que los hombres hacen por honor y por moral —cuando digo hombres, digo hombres y mujeres—, lo que los seres humanos hacen por moral y por honor no lo hacen por ningún dinero del mundo; y a mí me parece un insulto al ideal revolucionario, a las ideas revolucionarias, la pretensión de que el hombre se mueva solo por intereses de tipo material.

Quiero aclarar esto bien para que no mal interpreten nuestras palabras. Tenemos los pies en la tierra, y bien sobre la tierra, ¡bien sobre la tierra!; por eso estamos viendo todos esos ejemplos, y yo enumeraba algunos que son únicos y que forman parte de la educación de nuestra juventud.

No puede haber socialismo, ni puede desarrollarse una sociedad comunista sin educación, sin que ciertas ideas se vuelvan principios éticos irrenunciables de cada ciudadano, de cada ser humano.

Es a partir de esto que la nueva generación, esta generación, tiene que trabajar y tiene que hacer, y tiene que perfeccionar nuestro sistema.

Nosotros hemos avanzado un trecho importante, ahora hay que avanzar nuevos trechos. Posiblemente esta generación tampoco va a construir el comunismo en nuestro país, o va a vivir en una sociedad comunista; pero va a avanzar considerablemente, y otras generaciones harán lo suyo. Es una marcha que no puede detenerse y en la que se van sucediendo unas a otras las generaciones, como a lo largo de la Caravana de la Victoria se iban sucediendo los relevos por el camino.

Hay muchas cosas —como les decía anteriormente— en que hemos avanzado, cosas que ya no tendría en el futuro el país que poner en ellas el acento principal. En la salud no habrá que poner el acento principal, aunque hay que seguir perfeccionando lo que estamos haciendo; pero hay ya actualmente más de 25 000 estudiantes de medicina. Ya tenemos en la escuela de medicina los médicos que vamos a necesitar en el año 1995, y ya los otros están allí en los grupos de preuniversitarios que van a estudiar medicina. Hay que seguir esos programas, como es lógico, que nos van a llevar a la cifra de unos 65 000 ó 70 000 médicos para el año 2000, y ya sabemos qué van a hacer.

Hay que seguir con los programas del médico de la familia: hay que seguir construyendo algunos policlínicos en algunos lugares, las casas-consulta necesarias, nuevas instituciones médicas, algunos hospitales, pero no requerirán el acento principal en los años futuros.

En la educación no será donde haya que poner el acento principal de las inversiones, hay que seguir perfeccionando nuestros programas, nuestro sistema de enseñanza, hacerlo cada vez más rico, cada vez más científico. Todo eso que estamos haciendo con las escuelas de ciencias exactas, o lo que estamos haciendo con la computación en toda la enseñanza media y universitaria, son avances de calidad en esa área.

Tendremos que seguir construyendo escuelas, pero ya no porque no hay una escuela, sino para tener una escuela más nueva, una escuela mejor, una escuela con todas las condiciones materiales adecuadas, para que no haya demasiados alumnos en un aula, para que tenga ventilación, para que tenga luz, para que pueda albergar alumnos seminternos; seguiremos haciendo escuelas, pero es una tarea en la que hemos avanzado ya considerablemente.

Seguiremos haciendo presas, pero las más grandes, en general, las hemos hecho, o al menos una parte importante; es simplemente seguir un ritmo, y llegará un momento en que hasta la última presa estará construida en este país, y hasta el último canal que pueda construirse estará construido. Pueden, incluso, surgir obras ingenieras complejas, originadas en lugares bajos o áreas del mar poco profundas. Todo es cuestión de mantener el ritmo, que no ocurra que bajó el ritmo, que cayó, que todo se olvidó. Se ha avanzado en eso considerablemente. Habrá que seguir construyendo caminos y carreteras, pero el grueso está hecho, ¡el grueso está hecho!

Tendremos que seguir haciendo la Autopista Nacional hasta Santiago, terminar la de Pinar del Río, hacer la doble vía ferroviaria para allá. Son tareas de desarrollo que hay que hacer. Cuando podamos, construir una segunda vía en el Ferrocarril Central; creo que fue un error, cuando se reconstruyó, no haber puesto dos vías. En muchas de esas cosas se ha avanzado.

Hay que seguir avanzando en los centros de investigación científica, pero cada vez más seleccionados, sabiendo bien cada uno de ellos para qué sirve, qué utilidad tiene, como todos los nuevos centros científicos que estamos haciendo, donde, además, ha surgido el principio de la consagración, ¡el principio de la consagración!, porque los científicos, en estos nuevos centros, se han olvidado del horario.

Hay que seguir industrializando el país, eso es cosa fundamental y tarea de los próximos 30 años y los próximos 60 años. Lo que hay es que hacer las inversiones que brinden mejores frutos, mejores resultados, resuelvan más problemas, siguiendo prioridades bien escogidas. La actual generación tiene que seguir trabajando en eso intensivamente, y buscar los medios, buscar los recursos para la industrialización del país.

Habrá que seguir desarrollando los servicios de todo tipo, es un campo donde tiene la Revolución mucho que trabajar y mucho que perfeccionar. No me refiero a los de salud o educación, a otros tipos de servicios a los cuales debemos encontrarles solución.

Hay una tarea de gran importancia, que es la construcción de viviendas; en eso habrá que poner el acento principal del desarrollo social en los próximos años.

Es decir, hay muchas tareas que deben complementarse, seguir adelante con ellas y otras tareas nuevas. La industria sideromecánica hay que desarrollarla, hay que dominar la automatización; hay que avanzar en la cuestión de los robots, los tornos programados, la automatización, porque no solo elevan la productividad, sino que elevan la calidad de lo que se produce. Son ramas que la nueva generación tiene que desarrollar al máximo, y para ello cuenta con un gran potencial.

Tiene que desarrollar la ingeniería genética y la biotecnología, y cuenta también con las condiciones adecuadas para ello. A la electrónica, a la computación, tiene que darles un impulso máximo en los años futuros. A las ciencias biológicas tiene que brindarles toda la atención necesaria. En la agricultura hay que seguir aplicando cada vez más la ciencia y la técnica, e impulsarla.

Hay que desarrollar programas que garanticen una sólida base alimenticia, a partir de nuestro clima, a partir de nuestros recursos naturales. Ya desde épocas recientes se han logrado importantes avances en la utilización de la caña para la alimentación animal. Cada hectárea de tierra nuestra dedicada a caña puede dar un 50% más; con riego, fertilización y drenaje parcelario, puede llegar a dar el doble, y una buena parte de ese incremento dedicarlo a la producción de carne y leche, dedicarlo a la producción de calorías y proteínas para el ganado, creando una sólida base alimenticia con recursos propios.

Hay que seguir los programas arroceros, para elevar la producción un 50%; los programas de viandas, de vegetales, de cítricos, de frutas, para la alimentación de la población. Hay una tarea grande por delante, pero ya en el campo hay miles y miles de técnicos y de profesionales de nivel universitario. Eso se aprecia ya, hay todas las condiciones para eso.

En el campo del desarrollo económico-social, hay una tarea por delante fundamental para la actual generación, tiene que perfeccionar el socialismo y desarrollarlo, llevarlo hasta las últimas consecuencias, y con métodos de masa, con métodos socialistas, con métodos revolucionarios; no dejarnos llevar por la ilusión de que va a ser, precisamente, con métodos capitalistas, que se apartan totalmente de lo que estábamos explicando aquí, con vulgares métodos capitalistas; o exacerbando, endiosando el estímulo material para tratar de construir el socialismo, porque fracasamos. Y esto no es nuevo, no lo digo yo aquí. Hace muchos años, una de las inteligencias más preclaras y uno de los ejemplos más brillantes de revolucionarios, que fue el Che, lo planteó y lo dijo con mucha fuerza (APLAUSOS). Muchas de las advertencias que hizo el Che sobre esto se pudieron ver después.

La tarea de perfeccionar el socialismo es la tarea estratégica de la actual generación, la lucha ideológica, defender el socialismo, defenderse de la ofensiva ideológica imperialista; y no solo con entusiasmo, no solo con convicción y con moral, sino también con el pensamiento, con el estudio, con la profundización en el análisis de los problemas. Las dos cosas: la convicción es esencial, el sentimiento es esencial, el entusiasmo es esencial; pero hay que profundizar, hay que estudiar. Y pienso, desde luego, que la enseñanza de la doctrina revolucionaria, del marxismo-leninismo, la instrucción política, debe ser menos dogmática y más dialéctica, lo cual no quiere decir más liberal y más oportunista. Hay que hacer una interpretación dialéctica de las ideas y no interpretar liberalmente u oportunistamente las ideas.

Creo que hay que profundizar en la historia de nuestro país. Tenemos unas raíces históricas fabulosas, ejemplos insuperables en nuestra historia; tenemos que conocer más de historia de Cuba, y no solo a través de la escuela, a través de la divulgación y la lectura. A veces nos volvemos locos editando cualquier libro y no editamos una buena historia de Cuba; historias, incluso, que han sido escritas: biografías de las personalidades históricas, o historias de los siglos pasados y, muy especialmente, la historia de la sociedad pasada, del momento en que surge la nacionalidad, de las luchas por nuestra independencia. Tenemos que editar más libros y divulgar más de esos libros; que nos lleven a nuestras raíces culturales y a nuestras raíces históricas, que son de una riqueza enorme. Y digo que no puede haber buena educación política si no hay una buena educación histórica, no puede haber una buena formación revolucionaria si no hay una buena formación histórica.

Esta generación tiene que resistir la ofensiva imperialista, pero tiene que estar preparada para resistirla en cualquier terreno: en el terreno de la defensa del país —no quiero repetir aquí lo que dije el día 5 de diciembre—, cuál debe ser nuestra filosofía, cuál debe ser nuestra concepción de la defensa.

Hay algunos que creen o piensan o han dicho que la etapa heroica ya pasó; no podemos dejarnos llevar por esas ideas peregrinas, esos criterios erróneos, falsos. La etapa heroica no ha terminado y no se sabe cuándo termina, porque mientras andaban algunos por aquí diciendo que ya la etapa heroica había terminado, decenas de miles de hombres avanzaban hacia el sur, en Angola, convertidos en un poderoso puño, dispuestos a liquidar el ejército del apartheid si no se replegaba. Así que mientras unos hablaban de que ya había desaparecido la etapa heroica, nunca tantos hombres estaban escribiendo una página tan gloriosa de la historia de nuestro país. Esa es la realidad, y esas cosas pasaron a lo largo del año 1988; por un lado, escribiéndose las más hermosas páginas y, por el otro, teorías peregrinas y erráticas.

No se puede bajar la guardia y hay que estar dispuestos a combatir. Esto puede durar decenas de años, yo diría que mientras exista el imperialismo, mientras exista su filosofía guerrerista, agresiva, amenazante. Todos los días lo vemos; ahora mismo están marchando hacia el Mediterráneo escuadras yankis, amenazando un país del Tercer Mundo, entonces no podemos cometer el error de descuidar la defensa; es de esperar que las nuevas generaciones nunca cometan ese error fatal.

Cuando hablo de heroísmo no solo hablo del heroísmo de los combates; hace falta mucho heroísmo en todos los campos: heroísmo en el trabajo, hace falta mucho heroísmo en el trabajo. Cuando hablábamos de aquellos jóvenes que recibieron diplomas, estábamos hablando de héroes en el trabajo; necesitamos muchos héroes en el trabajo, no solo derramando la sangre, porque no solo en el campo de batalla se forman héroes. Este es un país lleno de hombres y mujeres con capacidades de héroe; puede ser héroe en la construcción, puede ser héroe en una fábrica, puede ser héroe en un centro de investigación científica, puede ser héroe cumpliendo una misión civil internacionalista, como maestro o como médico. El número elevado de médicos que tenemos cumpliendo misión internacionalista forma parte del contingente de héroes en nuestro país, médicos y de otras profesiones.

¡Ojalá en el futuro no tengamos que combatir! ¡Ojalá prevalezca un clima de paz! ¡Y ojalá en el futuro vayan no soldados, no combatientes, sino médicos, maestros, científicos, profesionales! En los cálculos del país, hay 10 000 médicos para la colaboración internacional, alrededor del año 2000, ¡ojalá para esa fecha las misiones que cumplamos sean de ese tipo! De manera que cuando hablo de heroísmo no solo hablamos del heroísmo en el campo de batalla, en el terreno militar, sino del heroísmo civil donde se pueden escribir tan bellas y tan extraordinarias páginas como en el campo de batalla. Esta es una cuestión muy importante, una idea clave, a mi juicio, para la actual generación.

Hay que desarrollar nuevas formas y nuevas concepciones de trabajo, hay que desarrollar el espíritu de los contingentes, dondequiera que sea posible desarrollar ese espíritu, no solo en la construcción. Empezó precisamente por un centro de investigación científica este espíritu de consagración. Hay que extender el espíritu de consagración; no trabajar, por gusto, desde luego, pero no dejar de hacer lo que debemos hacer porque nos falten brazos o porque nos falte tiempo.

Hay que buscar una disciplina del trabajo más consciente y una disciplina en el estudio más consciente. Las tendencias paternalistas debemos irlas dejando atrás; por eso a mí me gusta tanto el sistema de organización que tienen los contingentes, porque allí el colectivo es el que establece la disciplina.

Se han hecho muchas leyes, montones de leyes que más bien rememoran el capitalismo cuando el obrero era explotado por los capitalistas, y en el socialismo muchas veces se han vuelto una traba, un obstáculo, han fomentado la holgazanería, han dado una protección excesiva contra los intereses del pueblo.

Creo que no puede haber conciencia socialista y comunista si el trabajo no empieza a dejar de ser regido por normas legislativas o algo que coercitivamente impone la sociedad, y no como algo que se realiza realmente de una manera consciente.

De modo que nosotros tenemos que analizar todo esto relativo a nuestra propia legislación obrera, que no servía para proteger al buen trabajador, sino al incumplidor, al indisciplinado y esos se buscan veinte abogados, veinte leguleyismos. Hay que buscar formas nuevas de disciplina del trabajo y formas más conscientes de disciplina del trabajo.

En los contingentes no hay prácticamente ausentismo, y ni hay que preguntarle, porque cuando un hombre de esos ha tenido que faltar ya se sabe que está de verdad enfermo, ya se sabe que de verdad no pudo moverse al trabajo por alguna razón seria.

Los perfiles estrechos en el empleo hay que erradicarlos, hay que sustituirlos por el perfil ancho. No se sabe cuántos perfiles estrechos se inventaron aquí, que solo servían para que los trabajadores no cumplieran ocho horas de trabajo. Con esos perfiles tan estrechos era muy difícil encontrar contenido de trabajo para ocho horas, y eran solamente cuatro, cinco, seis o siete horas. Hay que utilizar el multioficio, es una tontería que este solo hace esto, o este lo otro. Ya hay experiencias, están surgiendo experiencias; no debemos precipitarnos con ninguna de estas cosas, pero debemos trabajar sostenidamente en ir llevando adelante esas ideas. A mi juicio, son claves para lograr la disciplina, para lograr la eficiencia en el socialismo.

Hay un grupo de centros de trabajo ya que empiezan a ser ejemplo.

Por otro lado, hay que apoderarse de la técnica, hay que dominar la técnica y aplicarla, porque la productividad del trabajo radica en eso. Usted puede estimular mucho a un hombre de modo material para que corte más caña —y digo que el corte de caña es un buen ejemplo de tipo de trabajo en que no se puede dejar de aplicar la fórmula socialista—, pero por mucho que se estimule a un hombre va y puede cortar un 30% más, un 50% más. Pero una máquina, la combinada KTP-1, corta por 40 hombres; y la KTP-2, puede llegar a cortar por 60, 70, y es posible que más adelante tengamos ya máquinas en que un hombre corte por 120 hombres. Ahí tenemos un ejemplo clarísimo de cómo la productividad depende de la tecnología, fundamentalmente.

Los estímulos materiales pueden llegar hasta un límite y hay que usarlos, sobre todo, en dependencia del tipo de trabajo de que se trate. En un torno programado automático se hace en dos horas y con mucha mejor calidad lo que el mejor tornero necesita 50 horas para hacerlo. En un equipo de computación, un proyectista, un ingeniero, puede hacer en hora y media los cálculos para los cuales necesita 40 ó 60 horas. En la tecnología está el secreto de la productividad del trabajo y en la disciplina.

La productividad del contingente "Blas Roca" y de los contingentes no depende de la velocidad con que el hombre vaya corriendo en un vehículo, sino de la constancia. Se le prohíbe correr a más de cierto número de kilómetros, se protege su vida, se protege la vida de los demás, el equipo se cuida mejor. La productividad en el "Blas Roca" depende del ritmo, va y viene el equipo de transporte sostenidamente. Siempre está el cargador allí, siempre está el buldócer allí, siempre está cada cual en su puesto, no se pierde tiempo. Ese es el secreto de la productividad y no el correcorre de los camiones a cualquier velocidad. A ellos se les prohíbe correr a más de cierta velocidad.

En la disciplina está el secreto de la productividad, en la tecnología, en la organización racional, eficiente; en el uso racional y eficiente de las máquinas, de los recursos humanos.

Por eso nosotros tenemos que tener disciplina, tenemos que desarrollar métodos científicos, verdaderamente, de organización y dirección, y tenemos que dominar la tecnología. Por esa vía podemos hacer mucho más de lo que pueden hacer los capitalistas, cuando nosotros perfeccionemos nuestro método de organización y cuando nosotros seamos capaces de saber dirigir a los hombres —que es donde está el secreto— por los métodos revolucionarios.

Creo que esas son tareas de la actual generación y son tareas muy serias. Es una tarea histórica que ustedes tendrán dentro de 30 años. Si vamos a medir de 30 en 30, tendrán que rendir cuenta de lo que hayan hecho en los próximos 30 años —pasan rápido, fíjense que ustedes no habían nacido— y tendrán que reunirse en el futuro con nuevas generaciones que no han nacido ahora. Las que nacieron el día primero —como aquí, creo que hay algunas decenas de compañeros que nacieron el día primero de enero de 1959— ya tienen 30 años (APLAUSOS). Muchos de ustedes, dentro de 30 años hasta los pioneritos, tendrán ya 40, 41, 42, según la edad de los pioneritos que están por aquí; y los jóvenes tendrán cuarenta y tanto, 50. Tendrán nuevas generaciones, como lo son ustedes, a las cuales deberán rendir cuenta de lo que hagan, y nosotros esperamos que ustedes les entreguen una revolución fuerte, victoriosa; más fuerte y más victoriosa de lo que es hoy nuestra Revolución (APLAUSOS).

Pienso, ciertamente, que las responsabilidades de ustedes son muy grandes y no solo en nuestro país. La tarea de esta generación no se va a circunscribir solo al asunto interno de Cuba.

Vivimos en un hemisferio y en un continente, lo cual tiene una enorme importancia. Somos parte de los pueblos latinoamericanos y del Caribe; esos pueblos, en conjunto, reúnen una población de más de 400 millones de habitantes; casi el doble de la población de Estados Unidos.

Es inmensa, es gigantesca la tarea que tiene la actual generación cubana, como la tiene la actual generación de latinoamericanos. Yo lo veo por todas partes, veo mucha gente joven, veo mucha gente brillante que procede de todos estos países. En estos días hemos visto cientos de ellos, y hay que ver con qué respeto, con qué cariño se han expresado hacia Cuba, han hecho declaraciones de todo tipo apoyando a la Revolución, explicando cuánto confían, qué esperanza tienen en la Revolución.

Este es un momento decisivo en la historia de América Latina y del Caribe. Nosotros percibimos una gran ebullición, una gran rebelión, entre esos pueblos contra el dominio imperialista, como no lo habíamos percibido nunca antes. Son tiempos verdaderamente nuevos y no soportan más, no resisten más: no resisten más las consecuencias de la deuda, del intercambio desigual, del proteccionismo, del saqueo sistemático, del robo continuado, a través de estos procedimientos; no resisten más las fugas de capitales, las fugas de cerebros; no resisten más las condiciones a que están sometidos, y hay por ello ebullición en este hemisferio.

Nuestro pueblo tiene una tarea histórica de enorme importancia, y es la de luchar unido a los pueblos latinoamericanos; tiene el deber de ser ejemplo, tiene el deber de la solidaridad, tiene el deber de hacer adelantar la Revolución para levantar y para engrandecer la idea del socialismo, el prestigio del socialismo; tiene el deber de colaborar, de ayudar con espíritu amplio (APLAUSOS).

No me atrevería a decir que el socialismo está en el orden del día inmediato de América Latina, pero sí me atrevo a decir que la independencia de los pueblos de América Latina está en el orden del día; los pueblos de América Latina perdieron su independencia, salieron del colonialismo español y han caído en una forma de dominación todavía más grave, que es la dominación neocolonial, la dominación imperialista.

Hay una realidad histórica: los Estados Unidos surgieron a partir de un puñado de colonias inglesas en la costa este de Estados Unidos, después se fueron extendiendo por el centro del país, exterminando las poblaciones indígenas; llegaron hasta la costa del Pacífico por métodos brutales, por métodos de exterminio, y después se apoderaron de más de la mitad de México más de la mitad del territorio de México le fue arrebatado a ese país por Estados Unidos, en una guerra expansionista. Después intervinieron en Centroamérica por distintos medios; trataron también de apoderarse de Cuba, ya expliqué lo que había sido la expedición de Narciso López; estuvieron también las expediciones de los piratas en Centroamérica. Se apoderaron del istmo de Panamá para establecer allí su canal, y han establecido formas terribles de dominio en toda América Latina. No en vano Martí dijo en vísperas de su gloriosa muerte que todo cuanto hizo y haría era para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.

La mayor parte de los golpes de Estado que se dieron en este siglo en América Latina fueron promovidos por Estados Unidos; de los más conocidos fue el golpe de Estado contra Allende, que trajo la dictadura de Pinochet, que ha durado más de 15 años. En Centroamérica promovieron golpes de Estado; en Suramérica promovieron todo tipo de golpes de Estado. En Santo Domingo intervinieron cuando se produce allí una revolución; a Granada enviaron sus tropas, aprovechando los errores y los actos suicidas de ese proceso revolucionario. A Cuba la han mantenido bajo permanente amenaza; en El Salvador llevan a cabo una guerra genocida; en Nicaragua llevan a cabo la guerra sucia.

Ningún joven puede olvidarse de estas realidades de nuestro hemisferio, de nuestra gran patria, ¡y nuestra gran patria es América Latina y el Caribe, solo en esa gran patria los pueblos de América Latina y el Caribe podrán sobrevivir! (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES)

Las ideas bolivarianas y las ideas martianas cobran más fuerza que nunca; son una necesidad política, una necesidad económica y una necesidad histórica.

En el mundo se están constituyendo grandes comunidades económicas: Estados Unidos y Canadá constituyen una gran comunidad económica; Europa, una gran comunidad económica; los países socialistas de Europa, una gran comunidad económica; Japón, una gran comunidad económica; China es una gran comunidad económica y lo será cada vez más. No tienen porvenir nuestros pueblos sin la unidad, sin la integración.

Estas ideas cobran más fuerza que nunca, y estas ideas y estos lazos de unión, de solidaridad, tienen que desarrollarse más que nunca entre la actual generación y los pueblos de América Latina. Tienen ahí una gran tarea, una enorme tarea: hay que estrechar los vínculos por todas las vías, nuestra lucha hoy es muy amplia, porque llamamos a unirnos para resolver problemas vitales, para garantizar la independencia de nuestros pueblos. No nos incumbe el sistema social que deba tener cada uno de ellos, pero nos incumben todas aquellas cosas que nos unen, y nos unen no solo todos estos intereses que hemos mencionado: nos une el interés de la paz, del respeto debido a cada uno de nuestros pueblos, el interés por definir en qué clase de mundo vamos a vivir, qué clase de paz nos va a tocar en el futuro.

Nuestra generación fue aislada, bastante aislada por el imperialismo, que obligó a los gobiernos a romper vínculos con Cuba, aunque nunca se rompieron los vínculos con los pueblos de América Latina; pero ya ese período ha ido quedando atrás, y hoy se desarrollan amplios vínculos en todos los sentidos con los pueblos y con un gran número de gobiernos de América Latina.

Entramos en una etapa de aunar fuerzas entre los latinoamericanos. Para sobrevivir, para alcanzar nuestra independencia, para desarrollarnos, para tener un lugar en el mundo del futuro, estas son tareas de gran importancia.

Por eso pienso que la actual generación no solo debe estudiar historia de Cuba; la actual generación debe estudiar la historia de América Latina, la geografía de América Latina, la economía de América Latina, los fenómenos económicos y sociales de América Latina. Afortunadamente todos hablamos el mismo idioma, tenemos muchas raíces culturales comunes, incluso, los que hablan portugués se entienden perfectamente con nosotros —los entendemos a ellos y ellos a nosotros—; el mejor ejemplo es el de Angola, que habla portugués, nadie tuvo que hablar portugués aquí para ir a cumplir misión internacionalista, incluso como profesor o maestro, en Angola. Es una enorme ventaja esa comunidad de idioma, esa comunidad de cultura.

Si unimos la cultura de nuestro pueblo con la cultura de todos los demás pueblos de América Latina, creamos una fuerza cultural, gigantesca, yo diría que superior a la de cualquier otra región del mundo. Y eso se ve en los encuentros culturales, en las actividades de la Casa de las Américas, en los festivales de cine, en los festivales de teatro, en los festivales de danza y ballet, en las bienales de pintura; en cuanta actividad de tipo artístico-cultural tiene lugar, se ve con qué enorme potencial contamos, y debemos hacer de ese enorme potencial cultural una riqueza común.

Por eso digo también que imprimimos de todo, pero me pregunto: ¿cuántos libros imprimimos de historia de América Latina?, ¿qué sabemos de historia de América Latina y del Caribe?, ¿qué sabemos de su geografía, qué sabemos de su economía, qué sabemos de sus recursos naturales?

Hoy, que hablamos de educación política, no se puede concebir la educación política sin una amplia información de lo que tiene que ver con nuestra patria grande, con nuestra patria común, con nuestro destino futuro, que es la América Latina y el Caribe.

Algunos hablan inglés, pero no es tan difícil el inglés y a lo mejor un día lo estudiamos con más gusto del que lo hemos estudiado mientras hemos estado siendo agredidos por los imperialistas yankis. No es tan difícil el inglés para comunicarnos con los países del Caribe de habla inglesa.

Pienso que estas son cuestiones fundamentales, no podemos perder tiempo en esto; y no estoy hablando de enseñanza escolar, debemos dar, por lo menos, un mínimo de enseñanza escolar, hablo de enseñanza a toda la población. Nuestra población lee, a nuestra población le gustan los libros, hay que exhortar a nuestros jóvenes, si a todos nos gusta leer un libro científico o una novela, y yo les digo que no hay novela más real, no hay historia más interesante que nuestra propia historia, ni hay historia más interesante que la historia de los pueblos de América Latina. Pienso que esta debe ser una de las tareas de la actual generación.

Nosotros no somos dignos de envidia por haber vivido períodos determinados de la historia —y hemos vivido períodos realmente muy importantes—; dignos de envidia son ustedes por las tareas que tienen por delante, por la historia que tienen por delante, por el punto de partida con que hoy cuentan para llevar adelante la obra de la Revolución, para llevar adelante las grandes tareas de nuestro hemisferio, y nuestras tareas en el mundo. Pues esto no quiere decir que se debiliten los lazos internacionalistas nuestros con los demás países; tenemos que seguir desarrollando nuestros lazos internacionalistas con nuestros hermanos de Africa y otros continentes.

Es un gran placer, y pudiéramos decir un gran privilegio, tener hoy aquí a la representación de jóvenes de 18 países de Africa y de otras regiones del mundo que estudian en la Isla de la Juventud, participando en este acto (APLAUSOS). Quién iba a soñarlo hace 30 años, que hoy, en la Isla de la Juventud, tendríamos más de 18 000 estudiantes de otros países. Es para nosotros un motivo de satisfacción y un motivo de orgullo. Y si en días recientes explicaba que había muchas cosas únicas, yo diría que la experiencia cubana de la Isla de la Juventud es un hecho único en el mundo, fruto de los sentimientos internacionalistas de nuestro pueblo (APLAUSOS). Vean lo que significa, vean qué gran símbolo que aquí se reúnan la juventud cubana y los pioneros, y entre ellos haya 1 000 estudiantes de otros países, como representación de más de 18 000 que están en la Isla de la Juventud y como representación de más de 24 000 que hay actualmente en nuestro país.

Vean qué relaciones, qué vínculos, qué lazos, qué hermoso ejemplo de lo que es el mundo interrelacionado de hoy, qué hermoso ejemplo de lo que es el Tercer Mundo, qué hermoso ejemplo de las tareas que nos esperan por delante. Esta generación tiene que seguir desarrollando ese sentimiento, tiene que seguir desarrollando ese espíritu. Es mucho lo que hay que hacer unidos al Tercer Mundo, es mucho lo que hay que hacer junto al Tercer Mundo.

Debemos seguir desarrollando nuestras relaciones con los países socialistas, independientemente del estilo, del modelo de construcción de socialismo que lleven adelante. Tenemos nuestras ideas, pero empezamos por proclamar nuestro más absoluto respeto al derecho de cada país socialista de tratar de construir el socialismo por las vías y los métodos que estime más conveniente. No nos incumbe a nosotros lo que hagan, respetamos lo que hagan los demás, de la misma forma que exigimos el más absoluto respeto por lo que hacemos nosotros (APLAUSOS).

Es importante, es estratégico que la actual generación siga desarrollando esos vínculos con los países socialistas y que continúe desarrollando los vínculos con las fuerzas revolucionarias, las fuerzas progresistas, la clase obrera, los intelectuales progresistas y honestos, los demócratas de los países capitalistas. Incluso, si prevalece un clima de paz y de coexistencia, es conveniente el desarrollo de los vínculos de colaboración científica, técnica y económica con otros estados, aunque no sean socialistas.

Creo que nuestra Revolución ha adquirido suficiente madurez y suficiente experiencia en estos 30 años, para que la nueva generación pueda seguir una política sabia, inteligente y fecunda en este camino.

Si nos preguntan, como nos preguntó la compañerita, qué podíamos decirle, qué queríamos decirle, pienso realmente que temas para hablarles a ustedes hay muchos, el tiempo que se requeriría es mucho.

Creo que ustedes estén conscientes de que el futuro no caerá, como el maná, desde el cielo; que los bienes que se necesitan para la elevación del nivel de vida de nuestro pueblo hay que seguirlos creando y desarrollando; hay que crearlos cada vez más, y solo pueden ser fruto de nuestro trabajo, de nuestra inteligencia.

¡Más que de pedir, tenemos que desarrollar la mentalidad de dar, de entregar! Desconfíen de los que andan pidiendo y exigiendo en exceso, ¡desconfíen!, porque no será de los que exigen sin realismo de los que vendrán los frutos; los frutos tienen que salir de los que dan, de los que aportan, de los que crean, de los que trabajan. Solo del trabajo y solo de la inteligencia de nuestro pueblo podrá venir la satisfacción cabal de todas nuestras necesidades y de todas nuestras aspiraciones.

Creo que es justo, creo que es legítimo luchar por satisfacer esas necesidades, por alcanzar todas nuestras aspiraciones, y estoy seguro de que podemos lograrlo y de que lo lograremos, aunque la vida va creando siempre nuevos anhelos. Estoy seguro de lo que he dicho otras veces, que podemos, en lo adelante, convertir cada año en dos años, en tres años; estoy convencido de que los años futuros tienen que ser más fructíferos que nunca.

De la misma forma que hablo de la disciplina como condición indispensable, creo que la bandera de la exigencia, de la rigurosa exigencia a cada cual con relación al cumplimiento de sus deberes sociales, debe ser otro de los principios fundamentales de las nuevas generaciones.

Decía que mucho podríamos hablar, pero me parece que es suficiente. Me falta tal vez expresarles que nuestra generación, la que se llamó la Generación del Centenario porque inició su lucha cuando se cumplía el centenario del nacimiento de Martí; la generación de la Revolución, la generación del lro. de enero de 1959, cree en ustedes, tiene seguridad en ustedes, la generación del 30 Aniversario.

Sé que son los dignos hijos de la que reinició la Revolución para alcanzar la plena independencia de nuestra patria, y les expreso, en nombre de nuestro Partido, en nombre de todos los combatientes revolucionarios de esa generación —más viejos, o más jóvenes—, nuestra absoluta fe en ustedes, nuestra absoluta seguridad de que sabrán enfrentarse a los grandes desafíos del futuro, que sabrán batallar y vencer en la lucha ideológica, que sabrán batallar y vencer en la consolidación de la Revolución, el perfeccionamiento del socialismo y el desarrollo del socialismo (APLAUSOS PROLONGADOS).

¡Permítanme expresarles la más completa seguridad de que ninguna generación en la historia de nuestro país ha tenido jamás el privilegio de ver venir detrás una juventud como esta! (APLAUSOS)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)