DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE CUBA, EN LA SESION DE APERTURA DE LA OCTAVA REUNION DE LA COMISION SUR, EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 29 DE JULIO DE 1990, "AÑO 32 DE LA REVOLUCION".

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS-CONSEJO DE ESTADO)

Distinguido y querido Mwalimu Nyerere;

Amigos miembros de la Comisión Sur;

Distinguidos invitados:

Debo decirles, no solo en mi nombre sino en el del pueblo cubano, que consideramos un elevado honor el que la Comisión Sur seleccionara a nuestro país como sede de una de sus últimas reuniones, en vísperas de la presentación del informe que comprende los trabajos realizados en los tres últimos años.

Con gran entusiasmo confirmamos en la reunión de los No Alineados en Harare al Mwalimu Nyerere como conductor de lo que iba a ser la Comisión Sur. A su talento reconocido, a su larga experiencia como gobernante, Nyerere unía una ejecutoria impecable como dirigente del Sur, como hombre unido a los desvelos y angustias de nuestro Tercer Mundo, creador de fórmulas de unidad de los pueblos en sus empeños por avanzar hacia el progreso y el desarrollo. Tiene también la calidad suprema de saber unir a mentalidades ricas y diferentes, como era necesario congregar, para estudiar los problemas de nuestras tierras explotadas y casi marginadas del quehacer internacional.

Al organizar la Comisión Sur, Nyerere confirmó la maestría que todos le adjudicábamos. Congregó en torno suyo, para integrar la Comisión, a un grupo distinguido de hombres y mujeres con experiencia, creatividad y obra realizada, que aseguraba la multiplicidad de los puntos de vista, la diversidad de opiniones y la necesaria posibilidad de la contradicción, pero que tenía al mismo tiempo la suficiente coherencia para ofrecernos, como resultado de su trabajo conjunto, una obra integral, en la que a veces muchos de los que contribuyen a ella encontrarán tal vez excesos y defectos desde su punto particular de vista, pero en la que todos se reconocen como contribuyentes a un trabajo serio y profundo, que tiene como objetivo fundamental el de movilizar al Sur, el de atraer hacia el planteamiento de nuestros problemas y hacia la concreción de nuestras luchas a los millones de hombres y mujeres que lo constituyen.

Creo que ha sido una decisión sabia la de recoger las reflexiones y debates de la Comisión Sur en un informe. Por importante que sean las contribuciones aisladas a los problemas del Sur que la Comisión ha producido en estos años, tales como su análisis de la deuda externa y su valioso aporte a las deliberaciones sobre la Ronda de Uruguay, el mundo necesitaba de un análisis completo y profundo como el que han realizado ustedes, en que a partir de las realidades del mundo contemporáneo, de su estructura desigual, se presenten a la discusión colectiva los problemas del Sur.

Lo más importante tal vez del trabajo que entregan ustedes a la meditación universal es que el mismo se realiza a partir del Sur, por hombres y mujeres del Sur, con la visión del Sur y su problemática como centro de referencias. Por primera vez, se realiza un análisis colectivo que parta de esa perspectiva. Todos recordamos el Informe Brandt, en el que estuvieron presentes como colaboradores algunos de los miembros de la Comisión Sur. El problema del subdesarrollo, la miseria y del retraso, constituyó sin duda un elemento importantísimo de aquel informe. Pero el mismo se redactó no con el Sur como centro, sino como un punto de referencia en la problemática universal.

Hay, además, otro sello distintivo en este informe. Los años en que ha trabajado la Comisión Sur han coincidido con la transformación más acelerada y completa de las condiciones internacionales que la humanidad ha experimentado desde la posguerra. Se está pasando de la confrontación al diálogo en las relaciones globales internacionales, al punto de que algunos se atreven a predecir que la "guerra fría" ha terminado o está en vísperas de su terminación. Como parte de ese cambio, el mundo socialista como tal ha dejado de existir, y parte de sus antiguos integrantes toman hoy un rumbo distinto, que los acerca a las condiciones del capitalismo. En la Unión Soviética se están produciendo profundos cambios. Estos cambios van acompañados de considerables transformaciones estructurales en su economía difíciles de prever hace unos pocos años.

¿Qué puede esperar el Tercer Mundo de la nueva situación internacional? ¿Qué papel corresponde en ellas al Sur?

Como muy bien define el informe que ustedes han realizado, el Sur es en territorio y en población la mayor parte de la Tierra.

El "Desafío al Sur" es la respuesta que la comisión le ha dado a este problema.

El libro van a presentarlo ustedes ante la atención universal en Caracas los próximos días. Se continuará así un debate del mayor interés para nuestros pueblos. Estamos en momentos verdaderamente dramáticos para el Tercer Mundo. Su realidad nunca ha sido tan dolorosa. Estamos completando una década de retroceso. En 1983, en ocasión de la Cumbre de los No Alineados en la India, presenté un informe en que se recogían la situación y las perspectivas del Tercer Mundo, con sus perfiles trágicos. Podemos decir —y lo confirma el informe de la Comisión Sur— que al no resolverse los problemas allí recogidos nuestros países, lejos de avanzar hacia soluciones de futuro, se encuentran hoy en condiciones más precarias.

Es por ello que durante la década de los 80, la calidad de la vida en los países subdesarrollados se ha deteriorado sensiblemente, en especial en América Latina, el Africa Subsahariana y algunos países asiáticos.

El número de personas en pobreza absoluta ha aumentado hasta 1 225 millones.

Ha aumentado la desnutrición en la población, al reducirse tanto la producción de alimentos por habitante como el volumen de importación de alimentos.

La desnutrición infantil (menores de 5 años) ha aumentado sobre todo en Africa (la tercera parte de los niños), pero también aumentó la desnutrición severa en América Latina y Asia.

Se han deteriorado las condiciones de salud, observándose aumentos en la mortalidad infantil, en menores de 5 años y materna.

En América Latina disminuyeron los porcentajes de población rural y urbana con acceso a los servicios de salud.

Se han deteriorado las condiciones de educación. Aumentó a 60 millones o más los niños entre 6 y 11 años no escolarizados.

En Africa y América Latina disminuyeron las tasas de escolarización en enseñanza primaria.

También aumentó en ambas regiones la deserción escolar (el porcentaje de niños que inician la primaria y no la terminan).

La población más golpeada por la crisis de los 80 es:

Los pobladores rurales que son el 80% de los que viven en pobreza absoluta, excepto en América Latina donde alrededor del 50% son urbanos.

Las mujeres que cargan sobre sí el peso principal del desempleo, la discriminación y la pobreza.

Los niños que constituyen las dos terceras partes de la población en pobreza absoluta. Durante esta década aumentaron notablemente el abandono infantil, los llamados "niños de la calle", la incorporación precoz al mercado de trabajo, la vinculación con actividades delictivas, el tráfico y consumo de drogas y la explotación sexual (prostitución y pornografía infantiles).

La deuda externa del Tercer Mundo ha ascendido a cifras que superan el millón de millones de dólares, es decir, un trillón si usamos la terminología norteamericana. Pocos países de nuestro mundo agonizante que tienen balances de pago positivos, lo logran mediante el incremento acelerado de las exportaciones, lo que ocurre es la contención feroz de las importaciones, restringiendo a niveles insoportables las formas de vida de su población. El ritmo y el porcentaje de las inversiones se reduce obligatoriamente. Las perspectivas trazadas hace décadas de que las exportaciones de nuestras zonas retrasadas lograran alcanzar el 25% de las exportaciones industriales del mundo, no han sido alcanzadas. El flujo inverso de capitales nos ha convertido en los últimos años en suministradores, por más de 200 000 millones de dólares, a las finanzas de los países desarrollados.

En una ocasión, se me ocurrió hacer unos cálculos acerca de la magnitud del saqueo actual de nuestro mundo, recordando que, por ejemplo, América Latina era exportadora neta de capital por 30 000 millones de dólares cada año. Traté de imaginarme cuánto oro habían sacado los conquistadores de este hemisferio durante más de tres siglos de coloniaje y me pregunté cuánto oro estaban sacando ahora, y llegué a la conclusión de que cada año, en la actualidad, se extrae más oro de América Latina que el que extrajeron los conquistadores durante más de tres siglos. Este cálculo lo hice convirtiendo los dólares al valor actual del oro, que tiene uno de los precios más altos que ha tenido nunca, y la conclusión era que sacaban, actualmente, 3 000 toneladas de oro de América Latina cada año, extracción neta, salida neta de capital, mientras que los cálculos que han hecho algunos investigadores, indican que el valor de todo el oro y la plata extraídos de nuestro hemisferio durante toda la época de la colonia, fue una cifra inferior a la cantidad de oro neta que los países capitalistas desarrollados extraen cada año en la actualidad de América Latina.

Por todo esto, el panorama que se presenta hoy en la mayor parte de los países del Tercer Mundo es de miseria, retraso, enfermedad, malnutrición, analfabetismo. Y el remedio que los ideólogos de las economías desarrolladas presentan a nuestros pueblos en sus teorías neoliberales, es el de la reducción todavía mayor, que aumente la desigualdad de ingresos, que convierta en parias a la mayoría de nuestros pobladores, para lograr así un falso equilibrio, dentro del cual solo podrían vivir adecuadamente las minorías que siempre han representado el privilegio y el bienestar.

El informe de la Comisión Sur hace algo más que definir este drama, presenta perspectivas y ofrece soluciones alternativas. Es imposible esperar de los pueblos y de sus dirigentes una coincidencia total con criterios que representan forzosamente una conciliación de concepciones, y no podía decirse que ni siquiera cada uno de ustedes muestre una coincidencia total con todos los propósitos enunciados. Pero lo importante, aquello que hay que agradecerle a la comisión como tarea mayor, es haber recogido en las páginas de su libro todo aquello que preocupa a los hombres y mujeres de nuestras tierras, y haber demostrado que la unión de nuestras fuerzas puede abrirnos un camino hacia el porvenir. "El Desafío al Sur" demuestra que, si bien el Sur requiere del Norte, de su tecnología, de su ciencia, de sus finanzas; el Norte, a su vez, no puede abandonar al Sur, no solo necesita de sus riquezas y de sus materias primas, sino también de su enorme capital humano.

Sin embargo, elementos decisivos del Norte siguen considerando al Sur no como una posibilidad, sino como una esfera de dominio irrenunciable. Ahora mismo, en vísperas de la reunión de Houston, el presidente Bush lanzó lo que él llama la "Iniciativa para las Américas". Por desdicha, en muchas regiones latinoamericanas ese pronunciamiento ha suscitado más esperanza irracional que meditación necesaria, porque si se examina a fondo lo que mueve la "Iniciativa para las Américas", es el mismo interés manifestado, a través de los siglos, de conservar a la América Latina como dominio privilegiado de los americanos de los Estados Unidos. Las esperanzas que allí se abren para los países deudores, que son la inmensa mayoría de los latinoamericanos, son magras, insuficientes, restringidas. La libertad de comercio que se proclama, permitirá a las economías mejor dotadas del Norte apoderarse de los mercados del Sur. Las inversiones que se proclaman como necesarias, entregarán nuevas riquezas naturales para el uso y disfrute de las transnacionales norteamericanas.

El plan del señor Bush supone un desmantelamiento de las defensas que resultan esenciales para la economía latinoamericana, mientras por otra parte solo se formulan promesas que, como el mismo Bush reconoce, provocarán "años de preparación y duras negociaciones". Sobre esto habría mucho que decir.

No quiero, sin embargo, detenerme a analizar todos los problemas a los cuales ustedes han prestado atención inteligente y audaz durante estos últimos años. Les agradezco que hayan reservado una parte del tiempo de la breve estancia de la comisión en nuestro país, para departir entre nosotros sobre estos problemas con el tiempo y la profundidad necesarios. Muchos de ustedes tuvieron la oportunidad de escuchar nuestras palabras en el XXXVII Aniversario del 26 de Julio. Me eximiré de repetir conceptos. Si algo añado, es para expresar lo siguiente:

Nuestro pueblo, tan calumniado y hostigado por el imperialismo, ha realizado un gigantesco y fructífero esfuerzo en estos años. Se puede demostrar con datos irrebatibles.

Si analizamos los datos o los factores que indican la diferencia entre los países desarrollados y los países que queremos desarrollarnos, se pueden enumerar o cuantificar esas diferencias. Por ejemplo, en los países que quieren desarrollarse en comparación con los países desarrollados, se vive como promedio 12 años menos; en Africa Subsahariana, 23 años menos. Se comen 1 000 calorías diarias menos por habitante; en Africa Subsahariana, 1 230 calorías menos. El 40% de las personas carecen de acceso a los servicios de salud. Hay 10 veces más habitantes por médico ( 5 000 como promedio, frente a 500). Mueren cinco veces más niños durante el primer año de vida. Mueren siete veces más niños antes de los cinco años. Mueren 12 veces más mujeres en el parto. El 40% de los adultos son analfabetos; en Africa Subsahariana, casi el 50%. Alrededor del 20% de los niños entre 6 y 11 años nunca asisten a la escuela. El 40% de los niños que inician la enseñanza primaria abandonan la escuela o no terminan en tiempo. El 55% de los varones y el 66% de las niñas no tienen acceso a la enseñanza secundaria.

Contra todos estos problemas hemos luchado nosotros muy duramente en estos 30 años, y puede servir de estímulo, si se demuestra que en la realidad es posible enfrentar muchos de ellos aun antes de alcanzar un gran desarrollo o una gran riqueza.

Por ejemplo, los indicadores seleccionados sobre la calidad de la vida alcanzan en Cuba valores superiores a los promedios que el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (PNUD) da para el conjunto de los países desarrollados, excepto en dos, a pesar de disponer Cuba solo del 25% del producto per cápita de un país desarrollado. Así tenemos, por ejemplo, estos datos:

Producto Nacional Bruto por habitante en países desarrollados: 10 760; algunos más, otros un poco menos. Cuba: 2 531.

Calorías diarias por habitante: en los países desarrollados, 3 390; en Cuba, 2 948, un poco menos. En los países desarrollados está 32% por encima de las necesidades mínimas; en nuestro país estamos a un 28% por encima de las necesidades mínimas.

Esperanza de vida al nacer: países desarrollados, 74 años; Cuba, 75.

Acceso a los servicios de salud: no todo el mundo en los países desarrollados tiene acceso a los servicios de salud y son por lo general muy caros; en Cuba, el 100% de la población tiene acceso a los servicios de salud, y son gratuitos.

Tasa de mortalidad infantil: países desarrollados, promedio, 15 (por cada 1 000 nacidos vivos); Cuba, 11,1.

Tasa de mortalidad menores de 5 años (por 1 000 nacidos vivos): países desarrollados, 18; Cuba, 13,6.

Partos atendidos por personal de salud: países desarrollados, 99%; Cuba, 99,8%.

Mortalidad materna directa (por 100 000 nacidos vivos): países desarrollados, 24; Cuba, 29,2, un poquito más.

Habitantes por médico: países desarrollados, 500; Cuba, 300.

Alfabetización de adultos en los países desarrollados: una parte, aunque reducida, de la población es analfabeta: en Estados Unidos, entre analfabetos absolutos y analfabetos funcionales como ellos los llaman, tienen un número relativamente elevado; en Cuba contamos con un 98% de alfabetizados.

Escolarización neta de la enseñanza primaria en los países desarrollados: varones, 97%; en Cuba, el 100%. Niñas en los países desarrollados, el 97%; en Cuba, el 100%.

Porcentaje de niños que inician la primaria y la abandonan o no la terminan en tiempo: países desarrollados, 11; Cuba, 7.

Alumnos por maestro en primaria: países desarrollados, 19; Cuba, 12,3.

Escolarización bruta en secundaria: varones en los países desarrollados, 90%; niñas, 93%. En Cuba, 94%.

Es por ello que nosotros defendemos con pasión la Revolución y su obra, ya que, precisamente, estos hechos hablan por sí mismos y demuestran cómo en medio de la pobreza es realmente mucho lo que se ha alcanzado o se puede alcanzar. Y, como decía el compañero Nyerere, lo importante en el desarrollo es el hombre, es el pueblo. Hay muchos lugares en que se habla de desarrollo, pero no hay ningún progreso social.

Solo quisiera ahora, para no extenderme más, al iniciarse esta reunión de la comisión en Cuba, reiterarles el reconocimiento por estos tres años de trabajo continuo, por esa movilización que ustedes realizan de las potencialidades del Sur, por las meditaciones que entregarán en Caracas a la opinión universal en forma de libro, y decirles cuánto respetamos esa colaboración de ustedes a la problemática del Sur y del mundo actual en su conjunto.

Se ha dicho en estos propios días que resulta prematuro considerar que la "guerra fría" ha terminado ya. Pero, aun si la amenaza de conflicto entre las potencias nucleares parece conjurada y se entra en el camino de las discusiones constructivas, permanece en plena actualidad, como lo muestra la Comisión Sur, todo un mundo de problemas. No son los más insignificantes los creados por las contiendas locales y las amenazas de guerra que aún persisten en muchos lugares del mundo. Pero lo más grave de la situación surge en la desigualdad que prevalece entre los países desarrollados y los que en el Sur se afanan por encontrar una vía para el desarrollo, entendiendo como tal, según lo deja establecido la Comisión Sur, "un proceso de crecimiento autosostenido, logrado a través de la participación del pueblo que actúa en defensa de sus intereses tal y como lo concibe y lo realiza bajo su propio control". Ese desarrollo, cuyo primer objetivo, según ustedes consideran, debe ser el fin de la pobreza, es el que nuestro país se ha propuesto alcanzar y está alcanzando. La Revolución, cuya fase final comenzó hace ahora treinta años, pero que ha sido conducida a lo largo de casi siglo y medio por sucesivas generaciones de cubanos, es nuestra contribución más destacada a la causa del Sur. Lograr que ella se desenvuelva y se enriquezca con todas las potencialidades, es nuestro deber y nuestro compromiso. Lo ratificamos hoy, al dejar inaugurado el octavo período de trabajo de la Comisión Sur.

Muchas gracias (APLAUSOS).