DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA INAUGURACIÓN DE LA VILLA PANAMERICANA, EFECTUADO EL 25 DE JULIO DE 1991.

(VERSIONES TAQUIGRÁFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Querido compañero Nelson Mandela y demás miembros de la delegación del ANC;

Trabajadores destacados;

Atletas;

Invitados:

Voy a hablar muy breve.

Hace unos días entregamos la bandera a nuestra delegación. Hoy nos reunimos aquí en este sencillo acto para un acontecimiento, en realidad, muy importante: la inaugración simbólica —y digo simbólica porque las instalaciones están distribuidas en muchos lugares— de las obras de los Panamericanos.

Como explicó aquí Fernández, son 21 instalaciones nuevas y 46 instalaciones remozadas.

Quiso la suerte en este caso, porque no lo planificó nadie, que se produjera al fin en estos días la visita de esta personalidad extraordinaria, de este luchador prestigioso y mundialmente conocido que es Nelson Mandela (APLAUSOS). El está haciendo un rápido recorrido por América Latina y el Caribe, y coincidió con esta fecha y también con el aniversario del 26 de julio, por eso ha sido un gran honor para nosotros y un gran placer la oportunidad de tenerlo aquí.

Debo tomar en cuenta que a Mandela le gustaron los deportes y en su juventud practicó deportes, después tuvo que dedicarse a actividades de enorme trascendencia para su país y sus compatriotas y, como consecuencia de sus luchas contra el apartheid, tuvo que sufrir muchos años de prisión más de una vez, la última permaneció 27 años en las rigurosas prisiones de Sudáfrica y allí, si no podía practicar deportes, hacía ejercicios todos los días.

Para hacer ejercicios no hace falta más que la voluntad y la conciencia de la necesidad de hacer el ejercicio, y aquí vemos los resultados, que nos sirve de magnífico ejemplo su figura. En su caso no se puede hablar de obesidad, ni de sedentarismo; una figura atlética y, sobre todo, nadie podría adivinarle los años, porque no se le ven por ninguna parte, más cuando se toma en cuenta la actividad infatigable que desempeña todos los días y a todas horas; su salud, el enorme aporte que personalmente realiza en una etapa decisiva de su histórica lucha por la justicia en su país, de su histórica lucha por la igualdad, de su histórica lucha contra el racismo, de su histórica lucha contra el apartheid, de su histórica lucha por el gobierno de su pueblo.

Creo que los que siempre estamos predicando la necesidad del deporte y de los ejercicios físicos, tenemos en Mandela un magnífico modelo a imitar —claro, no nos vamos a olvidar de Manolo que acaba de izar la bandera aquí, a pesar de que Manolo no se ve tan atlético (RISAS)—, por eso esta presencia le da un especial significado a nuestra inauguración.

Creo que nuestro reconocimiento más profundo, el de todos los que estamos aquí presentes y el de nuestro pueblo, debe expresarse hacia los que realizaron estas obras, acá en el este de La Habana, o en el oeste, o en Plaza, o en el Parque "Lenin" o en otros muchos lugares de la capital, o de la provincia de La Habana o de Santiago de Cuba. Si algo puede destacarse por su significado especial es el hecho de que estas obras han sido construidas con un inmenso patriotismo, con un inmenso espíritu revolucionario y con un inmenso amor.

Se habrán inaugurado muchas obras para eventos deportivos, pero considero que en ninguna ha habido jamás tan espontánea, entusiasta y masiva participación del pueblo. El mero hecho de que más de 300 000 habaneros hayan participado en estas construcciones lo dice todo; unos pocos miles de trabajadores profesionales y cientos de miles de trabajadores voluntarios. Creo que eso no tiene precedente en la historia del deporte de los eventos panamericanos e incluso de los famosos eventos olímpicos. Han sido construidas estas obras con el sudor del pueblo, con la voluntad del pueblo y con el cariño del pueblo; pienso, por eso, que tienen sobrados motivos para sentirse orgullosos y sobrado derecho a disfrutar indefinidamente de este fruto de su trabajo.

Tan extraordinario como esto es el hecho de que a pesar de que muchos de ellos nunca habían construido, sin olvidar por cierto que nos hemos convertido en un pueblo de constructores, en un pueblo de trabajadores, donde desde la enseñanza secundaria los estudiantes participan de una forma u otra en el estudio y en el trabajo, de modo que nadie se asusta cuando hay que ir a la agricultura o cuando hay que tomar una carretilla o cuando hay que poner un ladrillo; sin olvidar eso de que nos hemos convertido en un pueblo de constructores, sin embargo, no sería posible que eso explicara la calidad que tienen estas obras.

No solo han sido capaces de construir mucho, sino que han construido bien, con una extraordinaria calidad, y lo digo aquí sin que me quede nada por dentro: jamás había visto una comunidad tan bella como esta llamada Villa Panamericana (APLAUSOS), que se podría llamar —si se quiere— Villa Olímpica.

Es de una belleza realmente impresionante; no he visto barrio en ninguna otra parte, ni aquellos en los que viven las familias más ricas, donde se haya podido crear una estética como esta. Uno no sale de su asombro a pesar de que pueda estar rato y rato contemplándola, merecen especial felicitación los que la concibieron y los que la proyectaron, tanto como los que la construyeron (APLAUSOS). Y demuestra lo que puede hacer la arquitectura, incluso el prefabricado famosísimo, cuando se emplean la inteligencia y el espíritu creador. Por eso decimos que habrá dos épocas en la historia de nuestra arquitectura: antes de los Panamericanos y después de los Panamericanos (APLAUSOS).

Habrá muchos pueblos y muchas comunidades en la propia provincia de La Habana que copien parte importante del estilo de estas construcciones. No podremos hacer comunidades exactamente iguales, puesto que aquí están todos los estilos, todos los tipos de prefabricados, pero haremos comunidades casi tan bonitas como esta para nuestros obreros agrícolas.

Lo mismo puede decirse de las instalaciones. En mi opinión el velódromo es una maravilla, el estadio ha quedado extraordinariamente bello, las instalaciones de natación son impresionantes, y así se dice de otras. No he visto la polivalente de Plaza después que la terminaron, pero desde fuera se ve también como una gran obra arquitectónica. Y allá en la Habana Vieja, donde estamos conservando los valores de la arquitectura de otros siglos, hemos construido una sala polivalente dentro del esqueleto de una vieja construcción, sin alterar en lo más mínimo el estilo de aquella zona.

Se dice que la instalación para remos es también una maravilla. Con dolor entregamos aquella presa que iba a ser para la agricultura --una pequeña presa--, nos prometieron que era solo para los Panamericanos y aquello ha quedado tan bien, tan bonito y tan valioso, tan excepcionalmente adecuado para ese tipo de actividad que ya me olvidé de la presa (RISAS Y APLAUSOS); porque ese es un asunto, realmente, que se discutió --como puede decirse-- al más alto nivel (RISAS)

Todavía no estaban hechas las instalaciones de regadío, pero aquí apreciamos mucho cada gota de agua, cada presa, cada embalse. No es un embalse de 1 000 millones como la presa del Zaza o como va a ser la del Agabama, es una presa pequeña de 13 millones de metros cúbicos. Después me puse a discutir con los ingenieros hidráulicos cómo no perder esa agua, porque si ponemos los sistemas de riego se nos vacía una parte del año, esa presa si se mantiene así siempre está llena y si se vacía los botes no tienen por donde navegar, y solo se podría usar en la primavera. Y les dije: Piensen cómo, a pesar de todo, no perdemos esta agua; piensen si un poco más abajo podemos hacer una pequeña presa y si un poco más arriba podemos hacer dos o tres pequeñas presas, de modo que el agua esa que sobra, al final de la primavera, teniéndolo todo lleno, podemos usarla, y en época de seca usamos la de las otras presas más pequeñas y dejamos siempre el agua de la presa que quedaría en el medio.

Les cuento esto para darles una idea de cómo cada una de estas cosas fueron motivo de análisis y de preocupación. No creo que haya habido mala fe por parte de Manolo, ni por parte de Fernández, ni de los compañeros del INDER, no, no; estoy absolutamente convencido de su buena fe, pero ellos no podían imaginar lo bien que iba a quedar todo eso y si se lo imaginaron no se lo dijeron a nadie. Pero después que aquello está construido tiene que ser para remo, no queda más remedio, y para toda la vida.

De modo que lo que se dice de esta villa se puede decir de todas las instalaciones y no tengo ningún temor de afirmar que si un día existiera el chance podíamos organizar hasta unas olimpiadas. Que nadie se asuste, porque por ahí hay quienes se asustan; de aquí a que nos den la sede para unas olimpiadas pasará tiempo, indiscutiblemente, porque ya ustedes saben cómo es el negocio de las olimpiadas, son los poderosos, los superpoderosos. Unas olimpiadas en el Tercer Mundo casi ni se conciben hoy por hoy.

Pero digo que esas instalaciones son olímpicas: el velódromo, las piscinas, el estadio que, incluso, puede ser ampliado y las áreas que tenemos por aquí para construir más si queremos.

Una parte de estas instalaciones quedarán al servicio del turismo, la mayor parte --me refiero a la villa-- pasará a manos de los que trabajaron en su construcción; no de todos, porque en esa villa han trabajado decenas de miles de personas, pero la mayor parte de las edificaciones y los apartamentos quedarán en manos de los que trabajaron sistemáticamente en la construcción. De modo que alrededor de 1 000 familias —no recuerdo el número exacto— vivirán en esos palacios que hemos construido como Villa Panamericana.

Pensamos seguir desarrollando esta área. No lejos de aquí tenemos excelentísimas playas y, como dije el día del abanderamiento, en poco tiempo recuperaremos todas las divisas convertibles que hemos invertido en nuestras instalaciones panamericanas. Ya algo se recaudará a lo largo del evento, aunque ese no fue el objetivo ni mucho menos. No hubo ningún objetivo de tipo económico; pero, lógicamente, hemos tenido que terminar estas construcciones en período especial y no tenemos el derecho de olvidarnos del aspecto económico.

Dije que eran las más económicas que se habían hecho nunca, porque la inmensa mayoría del esfuerzo fue trabajo voluntario y material cubano. Esas divisas convertibles eran para aquellos materiales que no podíamos producir aquí o determinados equipos.

Fernández explicó que desde noviembre 1986 nos concedieron el evento. Todo marchaba muy bien por aquellos días, vinieron después problemas serios en la esfera internacional que repercutieron muy directamente sobre nuestra economía. Como él explicó, los proyectos andando, las obras construyéndose, e incluso la mayor parte de los gastos ya habían sido realizados, los necesarios para construir todo esto.

Pero no somos un pueblo que tiemble, no somos hombres que temblemos o nos detengamos ante las dificultades. Podía no comprenderse perfectamente bien, algunos no llegaron a comprenderlo; pero si comprendemos perfectamente bien nuestro sentido del deber y de nuestras obligaciones internacionales. Por eso cuando las cosas se complicaron seriamente o empezaron a complicarse en el año 1990, que empezaron las dificultades por las causas conocidas e innecesarias de repetir aquí, no hubo ninguna duda, no hubo ninguna vacilación en seguir adelante con las obras. No solo era lo más correcto, sino lo más saludable, además. No íbamos a desperdiciar lo que habíamos invertido, no íbamos a dejar convertida esta zona en una ruina o en unas interminables obras, ¡no! Había que seguir adelante, seguimos adelante y aquí estamos en presencia de lo que es realmente una maravilla del trabajo y de la inteligencia humana.

Creo que nuestra capital se ha enriquecido, se ha embellecido y que todos cuantos crucen por el este de la ciudad, a lo largo de decenas de años, tendrán oportunidad de apreciar estas maravillas y las nuevas que continúen haciéndose. Creo que las presentes y las futuras generaciones se alegrarán siempre de la decisión valiente de continuar las obras cuando vino el período especial y terminarlas.

Ahora cuánta fuerza hemos liberado, porque no hemos hecho esto solo. Junto a esto hemos estado construyendo decenas de fábricas y de instalaciones económicas, junto a esto hemos construido más de 60 campamentos en la agricultura, junto a esto hemos construido decenas de miles de hectáreas de drenaje y riego parcelario, de sistema ingeniero en el arroz, cientos de kilómetros de canales, y junto a esto, en el año que acaba de pasar, hemos hecho las más grandes inversiones en obras hidráulicas. De manera que no se dedicó nuestro país a hacer solo las obras de los Panamericanos.

Estas obras han significado una parte pequeñísima de nuestro esfuerzo y cuando aquí había un día 4 000 ó 5 000 trabajando de modo sistemático, en la agricultura había casi 17 000 voluntarios en los campamentos, en la agricultura de la provincia de La Habana. Capitalinos allá, capitalinos aquí, y los domingos las movilizaciones más grandes. Cuando aquí se reunían 10 000, allá se reunían 25 000, de modo que ha trabajado el pueblo y ha trabajado en muchos frentes y en muchas esferas; y sabemos bien lo que saben hacer cada uno de los que trabajaban aquí y lo que nos corresponde hacer ahora, para dónde van las fuerzas profesionales, para dónde van las microbrigadas, para dónde van los contingentes de las microbrigadas, para dónde van el "Blas Roca" y todo ese conjunto enorme de fuerzas que participaron en esta proeza.

No debemos olvidar tampoco la extraordinaria cooperación que reinó entre todos los organismos, no hubo una sola institución de las cuales dependiera algo aquí que no prestara todo su apoyo; por eso ha sido posible el milagro de aquello que parecía que no se terminaría y que hoy día 25 estamos inaugurando.

Solo nos falta desear que caigan sus lluvias --¡ojalá que no tantas como las que cayeron cuando estábamos aquí enfrascados en la construcción!--, las suficientes como para que la hierba crezca. Nos quedan siete días, más o menos, de aquí a la inauguración, y si la hierba creciera por aquí como crece en los platanales, tengan la seguridad de que vamos a tener suficiente pasto y áreas verdes, aun en esas últimas que acaban de sembrarse. Dije que la hierba crece mucho en los platanales y digo que crecía, ya no la dejan ni crecer, porque ahí está el fruto de los movilizados de la capital y de la provincia de La Habana: en el estado de limpieza en que se encuentran nuestros campos y en la forma en que están creciendo las diversas plantaciones, cuyos frutos fundamentalmente se podrán apreciar en el próximo año.

Dije que iba a ser muy breve, pero al parecer me embullé y me inspiré un poco en estas cosas; pero de todas maneras, para los parámetros míos, voy a ser breve (APLAUSOS).

No sé lo que aplauden, puede ser el hecho de que haya dicho que iba a ser breve, ¡ven cómo aprecian ustedes mis discursos! (RISAS)

Solo me quedaba por decir que aquí está ya nuestra delegación instalada en la villa. Era lógico que nosotros los anfitriones fuéramos los primeros, y por eso está izada ya la bandera cubana; creo que están llegando ya las demás delegaciones y pronto se llenarán todas estas astas con las banderas de los países que vendrán a las competencias. Creo que es una ventaja para los atletas.

Ya se dijo y se repitió que la medalla número uno tiene que ser la de la hospitalidad, pero no debemos renunciar a las demás, y esperamos que sean abundantes y de calidad.

Estoy seguro de que nuestro país vivirá días de sano esparcimiento, vivirá días de alegría y de fiesta en estos Panamericanos. Lamentamos mucho que el compañero Mandela no pueda disfrutar de los juegos, pero le mandaremos todas las noticias que sean necesarias, le mandaremos un resumen de cómo se han efectuado estos Panamericanos, donde hemos tenido el privilegio de contar con su presencia en el acto inaugural de las obras.

El se interesa mucho por el deporte. Una de las primeras cosas que me preguntó --porque él ha estado aquí dos veces, yo lo he ido a recibir dos veces: una en escala técnica y otra en visita oficial-- fue sobre Stevenson, cómo estaba Stevenson y si todavía estaba boxeando. Le digo: Yo creo que si lo provocan sí es capaz de boxear y de noquear a cualquiera, pero ya él no está en el deporte activo. Le dije: Seguramente que nos lo encontramos por ahí y tendrá usted oportunidad de saludarlo, porque me dijo que quería saludar a Stevenson, y aquí mismo lo estoy viendo: ¡Stevenson, demuestra que todavía estás ágil y sube rápido a darle un abrazo a Mandela! (APLAUSOS)

Como esto es deportivo, en el deporte no se debe hablar de política, ¿no? Pero como todavía no estamos en la competencia, que eso no es lo mismo que en la inauguración, ya el discurso de inauguración ustedes saben cómo es, una línea: Declaro qué sé yo, qué se cuándo y nada más (RISAS), ese sí va a ser un discurso corto, va a ser más corto que el de México; como todavía estamos entre nos aquí, y en presencia de tan ilustre combatiente, es lícito repetir una vez más:

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACIÓN)