DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA Y PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS, EN LA CLAUSURA DEL X PERIODO ORDINARIO DE SESIONES DE LA TERCERA LEGISLATURA DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL PODER POPULAR, EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 27 DE DICIEMBRE DE 1991.

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Compañeras y compañeros:

Hemos tenido un gran número de eventos, empezando por el congreso, que fue bien reciente, en el mes de octubre, y en estos dos meses ha habido una gran cantidad de actividades de todo tipo, de reuniones, en que ha sido necesario hablar con cierta extensión, porque hay que explicar problemas. Tuvimos la reunión de los pioneros, después tuvimos la reunión de la FEEM, hemos tenido la reunión del foro de piezas de repuesto, hemos tenido la reunión de los maestros; hace unos días, aunque eso, divulgado por la televisión, no salió publicado en el periódico, tuve oportunidad de hablarle a un numeroso grupo de dirigentes sindicales de la capital, y en cada una de esas ocasiones me he extendido hablando y explicando los problemas, las situaciones.

No me gusta repetir cosas, aunque hay veces que se deben repetir, porque hay ideas que tenemos que insistir en ellas y reiterarlas, para hacer conciencia de las realidades. Hoy era evidente la necesidad de decir algunas palabras al finalizar esta Asamblea; pero, afortunadamente, tengo muchas cosas dichas y algunas he dicho también aquí.

Creo que hemos tenido unas sesiones de intenso trabajo y de trabajo serio, de análisis profundo.

En general, creo que todos los compañeros tienen muy buena impresión de estos dos días de trabajo, de las numerosas intervenciones que se han producido; tienen la sensación de que ha sido fecundo el trabajo.

Hemos analizado problemas importantes todos, relacionados unos con otros; hemos tomado acuerdos, hemos adoptado medidas con urgencia, con rapidez, de acuerdo con las actuales circunstancias, no vivimos tiempos en que se puedan dejar las soluciones para las calendas griegas; hemos recibido mucha información de distinto tipo.

Ha habido intervenciones muy buenas: el discurso del compañero Colomé, además del importante y valioso informe que hizo el jefe de la Dirección de la Policía Nacional Revolucionaria, la brillante intervención de Aldana esta mañana. Tenemos razones para sentirnos satisfechos del trabajo realizado.

De gran importancia es el problema relacionado con el perfeccionamiento del Poder Popular.

Como dije aquí, se podía hablar de muchos otros temas, porque es más amplio que lo que aquí discutimos sobre Consejos Populares, sobre período de duración del mandato del delegado de circunscripción, sobre la recomendación de que pudieran ingresar en ese consejo de administración, o como le llamen finalmente, personas que no sean delegadas de circunscripción y varios temas que aquí se discutieron. Sobre todo de los Consejos Populares se discutió bastante. Quedé particularmente satisfecho de esa discusión, porque vimos ya el resultado de las ideas que hacía falta aplicar para un real perfeccionamiento.

Habíamos tomado la decisión, desde la discusión y los debates sobre el llamamiento del Partido, de ir aplicando todas aquellas cosas en que evidentemente había consenso. Mientras tanto, sí había que perfeccionar los Poderes Populares, algunas ideas había que someterlas a la práctica, no esperar ni un minuto más y eso fue lo que hicimos con los Consejos Populares.

Fue muy agradable percatamos aquí, gracias a la intervención de los compañeros, de que esta idea tiene un excelente uso y aplicación también en el campo, no solo en las ciudades. Para mí quedó despejado, de una manera muy clara, que nosotros tenemos que llevar, de inmediato, los Consejos Populares al campo y a todas las demás ciudades importantes del resto del país. Es un instrumento formidable y de especial importancia en este período especial, aunque creo que la tendrá siempre, porque es la única forma de dirigir, realmente, con eficiencia, los recursos, las actividades, los servicios y las fuerzas de que disponemos.

Durante la discusión de la cuestión de los Poderes Populares se mencionó tres o cuatro veces, de manera muy espontánea por parte de distintos diputados, la idea de que la democracia en nuestro país es la mayor del mundo, que no hay país más democrático que el nuestro, que no hay sistema más democrático que el nuestro. Me agradó mucho escuchar eso. Tengo esa íntima convicción y lo he discutido con algunos visitantes.

Nuestro sistema político, cuando se habla de democracia, no tiene que envidiarle nada, en absoluto, a ningún país de la Tierra, y creo que es mucho el mérito de esa democracia cuando tiene lugar aquí a 90 millas de Estados Unidos y bajo una espada de Damocles que ha estado sobre nuestras cabezas durante tanto tiempo.

Uno de los temas importantes que no se mencionaron aquí, fue la cuestión de la elección directa de los diputados, no hubo tiempo. Claro, está en las recomendaciones del congreso, y también la elección directa de los delegados provinciales.

Tuvimos la suerte de escoger una buena fórmula desde los inicios del Poder Popular. Recuerdo como si fuera hoy el día —y hace mucho más de 15 años— en que se estaba discutiendo este asunto. Nos pusimos a pensar cómo íbamos a elegir a nuestros representantes, ¿por el sistema aquel del candidato único que conocíamos en algunos lugares? Yo sentía verdaderamente rechazo por una fórmula de ese tipo. Digo: ¿Por qué no buscamos otra cosa, no inventamos otra cosa?

Así es como surge la idea de la forma de postulación de los delegados de circunscripción. ¿Quién iba a postular a los delegados de circunscripción? ¿El Partido iba a postular? Yo defendí la tesis de que los delegados de circunscripción fueran postulados por los vecinos en asamblea, después discutimos cuántos candidatos podían ser —en total, ocho como máximo— y si nadie saca más de la mitad más uno, entonces repetir la elección.

Por cierto, a mí casi siempre me tocó ir a dos elecciones, dos domingos electorales consecutivos, porque nunca nadie sacaba más del 50% de los votos.

En aquella idea está el germen de que nosotros hayamos establecido un procedimiento que realmente no existe en ninguna otra parte, en ningún otro país socialista, ni en ningún país capitalista. Es decir, ¿quién postula? El pueblo postula. ¿Quién elige? El pueblo elige.

Ahí nosotros nos colocamos por delante de los demás países, porque en los demás países postulan los partidos, el partido o los partidos, como regla. Son los que hacen las listas, por lo general, de los candidatos; calculan más o menos cuántos votos le va a tocar a cada partido y saben el número de los que van a ser electos, y es el partido el que prácticamente elige a los diputados. Cada uno de esos partidos, si sabe que va a sacar uno, en la lista pone en primer lugar, de acuerdo con su fuerza, al que quiere elegir. Si son 20 y saben que van a elegir seis o siete, les dan los primeros lugares a los seis o siete que desean elegir.

Como regla, en casi todos los países son los partidos políticos los que deciden quiénes van a ser los diputados. No es el pueblo el que postula, son los partidos los que postulan; y no solo postulan, sino que deciden quién va a ser electo ya por ese mecanismo, y eligen un Parlamento; esos Parlamentos a veces eligen un presidente, al jefe del Estado, y eligen después al jefe de gobierno.

Hay muchos países donde el jefe de Estado es hereditario, sencillamente un rey, un emperador; no participa nadie absolutamente en su elección. Fue algo decidido tal vez hace 300 años, es genética la cosa, y así se van sucediendo uno tras otro los jefes de Estado en algunos países que impugnan el sistema nuestro. Yo creo que hay jefes de Estado elegidos hace más de 300 años, es hereditario el cargo.

Un compañero hacía alusión a la cuestión de algunas preguntas injustas que hacían determinados periodistas, y afirmaba el apoyo popular a la dirección en nuestro país. En realidad, soy contrario a las elecciones directas de los jefes de Estado y a las elecciones directas de los presidentes de los Poderes Populares, es una convicción íntima; lo que necesitamos no es gente con mucho poder, con excesivo poder; lo que necesitamos es gente con un poder moderado.

Si en el partido al primer secretario lo elige el congreso, después prácticamente responde nada más que ante el congreso, no responde ante el Comité Central.

Hay ocasiones en que hay gente que le ha gustado la elección directa por el congreso, le da más fuerza, le da más poder por encima de los demás. Si al primer secretario lo elige el Comité Central y no el congreso directamente, tenemos un primer secretario, o un secretario general, o como le llamen, con menos poder que si lo elige el congreso. Tiene que rendir cuenta ante ese organismo que lo ha elegido y que se puede reunir en 15 días o en un mes; de lo contrario, hay que reunir un congreso realmente para cambiar, sustituir, o exigirle cuenta a un secretario del partido.

Lo mismo ocurre con la jefatura del Estado. Es mucho más democrática y más práctica la elección por un organismo colegiado, por una asamblea, porque el individuo que recibe en una elección el voto directo tiene un poder enorme, se puede endiosar y sentirse por encima de todos los demás. Resulta investido de ese poder en una elección después de la cual no tiene que rendirle cuenta a nadie.

Yo encuentro mucho más democrática, mucho más práctica, realmente, la elección por una asamblea, como se elige en nuestro país la jefatura del Estado o del Consejo de Estado; me parece más humilde y más democrática.

En Estados Unidos eligen al Presidente con el 25% de los votos, porque en ese país la mitad de la gente no se molesta en ir a votar.

Tienen dos partidos que son exactamente iguales; podemos hablar casi de unipartidismo en Estados Unidos, porque los dos partidos son igualitos en ideología, en programa, en todo. Allí se turnan dentro de un mismo sistema y lo eligen en unas elecciones generales.

Puede incluso darse el caso, en Estados Unidos, que con la mayoría de los votos no sea electo Presidente, porque puede perder las elecciones en determinados estados que tienen un mayor número de compromisarios, como les llaman, y teniendo mayoría popular no salir electo Presidente, porque se supone que cada estado tiene un número de votos. Se puede dar esa situación.

Tengo la convicción profunda de que lo que necesitan los hombres con grandes responsabilidades en el Gobierno y el Estado en un país socialista y democrático no es exceso de poder, sino un poder limitado, y ese poder tiene que ser limitado por el Partido, en primer lugar, y por las propias instituciones del Estado. Que no se crea un individuo investido de un poder que está por encima de todos los demás y que no tiene que rendirle cuenta absolutamente a nadie.

En el capitalismo las elecciones se convierten en verdaderos concursos. Las campañas políticas cuestan millones y millones de dólares. Existen hasta técnicas desarrolladas de cómo inculcar las decisiones del individuo; las desarrollaron los monopolios capitalistas que aprendieron a hacerles propaganda al tabaco, al cigarro, a la bebida, a los refrescos, a todas las cosas, y es la misma técnica que usan, incluso, en las campañas electorales: movilizan grandes cantidades de dinero para tratar de lograr influir en la voluntad, en la decisión de los electores.

En nuestro sistema político no existen esas campañas, encontramos un método magnífico, que fue el del mérito y el expediente de cada ciudadano para que, a partir de ese mérito y de ese expediente, la gente escogiera el delegado de la circunscripción. Nos liberamos de esa cosa viciosa, realmente viciosa, que son las campañas políticas y politiqueras, que eran las que se conocieron aquí en otros tiempos.

En ninguna de las asambleas para la discusión del llamamiento, en ninguna absolutamente se planteó nunca la cuestión de la elección directa de los diputados. Sí se habló a veces del Presidente del Poder Popular municipal, pero tengo entendido que este problema no se planteó. Se hablaba de perfeccionamiento en general.

Hay otra convicción íntima que albergo con relación a nuestros países y a nuestro país en especial. La convicción íntima es la altísima conveniencia del partido único; es una convicción íntima. En mi vida revolucionaria he meditado muchas veces sobre todos estos problemas, porque el pluripartidismo es el gran instrumento del imperialismo para mantener a las sociedades fragmentadas, divididas en mil pedazos; convierte a las sociedades en sociedades impotentes para resolver los problemas y defender sus intereses.

Un país fragmentado en 10 pedazos es el país perfecto para dominarlo, para sojuzgarlo, porque no hay una voluntad de la nación, ya que la voluntad de la nación se divide en muchos fragmentos, el esfuerzo de la nación se divide en muchos fragmentos, las inteligencias todas se dividen, y lo que tiene es una pugna constante e interminable entre los fragmentos de la sociedad.

Un país del Tercer Mundo no se puede dar ese lujo. Realmente se lo dan muchos, claro que hace rato que se lo vienen dando, y hace tiempo que gran parte de ellos están subyugados y dominados.

Claro que en una sociedad que tenga que enfrentar los problemas del subdesarrollo y tenga que desarrollarse en las condiciones tan difíciles que resulta desarrollarse en el mundo de hoy, es esencial la unidad. Eso lo vio Martí hace más de 100 años. En el año 1992 se conmemora el centenario de la creación del Partido Revolucionario Cubano, se van a cumplir 100 años; pero ya él debió haberlo visto desde antes estaba muy claro su pensamiento sobre la cuestión.

Martí vio cómo las fracciones y las divisiones habían dado al traste con la primera guerra de independencia. Lo dijo y lo repitió muchas veces, y todo su esfuerzo fue para que la nueva guerra de independencia estuviera organizada sobre otras bases. Martí no era simpatizante de aquella Cámara ambulante dando vueltas por todas partes, que consumía gran cantidad de recursos, de hombres, de medios, era un incesante debate en medio de la guerra; tuvo otra concepción de la forma de dirigir la guerra y de la organización del país durante la guerra, y un partido para dirigir la guerra, dirigir la revolución.

Pero las ideas de esta naturaleza no eran solo martianas, eran también bolivarianas, porque Bolívar era partidario de la unidad latinoamericana y era partidario de un gobierno central con gran autoridad. El sabía que había muchos factores de dispersión, de división en aquellas colonias españolas, y defendió con mucha fuerza la idea de una república unitaria con una fuerte autoridad central. No era partidario Bolívar de gobiernos de carácter parlamentario, aunque existiesen parlamentos, porque en aquella guerra larga que tenía que librar, en aquella lucha tremenda por unificar todos los componentes de aquellas sociedades, él veía que era imprescindible la unidad y la autoridad fuertes.

Podemos decir que Bolívar fue también partidario del partido único, al ser siempre crítico incesante de fracciones, fragmentos y partidos. Tanta razón tenía que, al final, los localismos dieron al traste con su gran sueño de unidad, con su lucha por la integración y la unidad, y surgieron muchas repúblicas independientes en un proceso parecido al que está pasando ahora en la Unión Soviética, se fragmentaron. Y luego muchas de esas repúblicas se fragmentaron en estados federales, porque surgió el federalismo frente al criterio del gobierno central, en cada una de esas repúblicas se desarrollaron luchas entre gobierno central y gobiernos locales.

Ya la América Latina pronto cumplirá 200 años de haber iniciado su lucha por la independencia, ¿y qué tiene? Pudo ser la América Latina, la América que procedía de España y de las colonias españolas y portuguesas, mucho más poderosa de lo que es hoy Estados Unidos.

Si América Latina se hubiera unido, a México no le habrían podido arrebatar más de la mitad de su territorio. Si América Latina se hubiera unido, Puerto Rico sería hoy parte de esa América Latina. No existiría un canal de Panamá propiedad de los yankis, ni habría estado esa república colonizada tanto tiempo. No hubiera sido Centroamérica fragmentada, sometida decenas y decenas de años a gobiernos tiránicos, sanguinarios, que han escrito la historia durante casi siglo y medio de ese segmento de nuestra América.

Si América Latina se hubiera unido como querían los fundadores, y como lo quería esencialmente no solo Miranda, que fue el precursor, sino también Bolívar, hoy posiblemente la América Latina sería la nación más poderosa de la Tierra, sin discusión, con sus territorios, su población, sus recursos naturales y su idioma común. ¿Y qué somos?

A algunos no les gustó, hubo quien se puso bravo en la cumbre de Guadalajara porque dije una frase: "Pudimos serlo todo y no somos nada." Por poco se desmaya uno de los señores que estaban allí, que, por cierto, no es modelo de amigo de Cuba, y empezó a hablar —porque no se ha publicado todo, allí hubo distintas discusiones—, se refirió a la frase del discurso breve aquel de ocho minutos en que dije: "Pudimos serlo todo y no somos nada." No dije más que una verdad clarísima, ¿qué somos hoy?

Hoy Estados Unidos invade a un país, mañana a otro, pasado a otro, hace lo que le da la gana en cada país. Cuando estaban de moda los golpes de Estado, promovió todos los golpes de Estado. Nadie sabe si vuelven a ponerse de moda, porque Estados Unidos promovió todos los golpes de Estado en los últimos tiempos, empezando por el que dio Pinochet en Chile contra Allende, y golpes de Estado que se dieron en muchos países fueron impulsados por Estados Unidos.

La CIA se convirtió en el maestro, se convirtió en el profesor de más alto nivel de todos los torturadores y de las tácticas de desaparecer gente y hacer horrores. La CIA convirtió la tortura en una ciencia y enseñó a torturar a todos esos gobiernos impuestos por la fuerza.

¿Qué es América Latina hoy? Un conjunto de Estados balcanizados y subdesarrollados. En las raíces de nuestra historia, no solo cubana, sino latinoamericana, hace mucho tiempo, hace casi 200 años se debatieron estas ideas, y hace 100 años el más grande pensador político de este continente, sin discusión de ninguna índole, Martí, vio con una claridad meridiana que hacía falta dirigir la guerra de una forma determinada, a partir de la experiencia histórica, y que hacía falta una unidad muy sólida, que hacía falta un partido para dirigir la revolución. No recuerdo haber visto ninguna otra idea diferente de Martí, ninguna referencia al pluripartidismo.

Les decía que el pluripartidismo era la fragmentación dentro del país.

En América Latina tenemos la fragmentación de los latinoamericanos y, dentro de cada país, la fragmentación de cada país, condiciones ideales para el dominio imperialista sobre todos esos países. Divida a todos los países del Tercer Mundo en veinte pedazos y el camino de la hegemonía mundial del imperialismo se facilita extraordinariamente.

Quién va a convencer a los chinos, por ejemplo, de que hay que dividir aquel país en 10 fragmentos. Ellos han declarado bien claro su posición, el papel del partido. No sé si formalmente existen algunos otros partidos allí; pero está bien claro el papel dirigente del Partido Comunista Chino, los principios de ese partido y de ese proceso revolucionario, los objetivos del socialismo. Imagínense a ese país dividido en 10 fracciones, si tendría alguna posibilidad de haber dado el salto histórico que ha dado, de acabar con las hombrunas y acabar con las calamidades, de alimentar, calzar y vestir con solo 100 millones de hectáreas a 1 140 millones de habitantes.

De modo que tengo la más profunda convicción de que la existencia de un partido es y debe ser, en muy largo período histórico que nadie puede predecir hasta cuándo, la forma de organización política de nuestra sociedad. Son dos convicciones profundas.

En las recomendaciones de nuestro congreso y en la búsqueda de perfeccionar nuestro sistema, se planteó recomendar la elección directa de los diputados a la Asamblea Nacional, que constituye el órgano del cual emanan los demás poderes del Estado. Esto no quiere decir que no fuera democrático nuestro sistema. Ya hice la comparación con lo que ocurría en los países capitalistas y el papel que juegan los partidos que son los que eligen a los que van a ser diputados al Parlamento, y el Parlamento después elige los gobiernos.

Nuestro sistema de elección indirecta de los diputados a la Asamblea Nacional es muy democrático, porque el germen es democrático: los delegados de circunscripción son nominados y elegidos directamente por el pueblo, estos después eligen a los delegados de la provincia y a los diputados a la Asamblea Nacional.

Grande es nuestra responsabilidad histórica, cuando vayamos ahora a aplicar los principios del perfeccionamiento en la práctica; es muy grande, ahí sí que no podemos reaccionar como delegado de circunscripción. Desde que se creó la Asamblea Nacional se siguió un principio —no por ley, sino como costumbre—, que la mayoría de los diputados fueran delegados de circunscripción. Así que cuando ustedes vayan a votar honestamente, el día que les toque, por ejemplo, sobre si son dos años y medio o cinco años el período para los delegados, tienen que hacer un ejercicio fuerte de conciencia desde ahora, para que no actúen con criterio de delegado de circunscripción y realmente piensen lo que es más conveniente; digo que ese es un momento en que hay que poner a funcionar la conciencia de la manera más pura, ya que esta Asamblea tiene que tomar decisiones de ese tipo. Es decir que es muy alta la responsabilidad.

Y nadie reclamó la elección directa de diputados, como dije, esto no era un reclamo. Fíjense que transcurrió ahora toda la discusión sobre los Poderes Populares, y no hubo uno solo de los diputados que interviniera acerca de esta cuestión de la elección directa. Digo que es un paso de perfeccionamiento, no un paso que haga más democrático nuestro sistema, sino que a la luz internacional lo hace más incuestionable como sistema, puesto que ha causado gran impacto la recomendación de la elección directa de los diputados.

Ellos no querían eso, sabemos bien lo que quería el imperialismo y todo el mundo: pluripartidismo, politiquería, economía de mercado, regreso al capitalismo, todo ese tipo de cosas. Por eso, lo que hacemos lo hacemos a partir de nuestros principios y lo hacemos para perfeccionar nuestro sistema; creo que, efectivamente, dar ese paso es perfeccionar nuestro sistema, va a establecer una participación directa de la población en la elección del diputado. Pero esto tenemos que hacerlo sin politiquería, ahí es donde sí es verdad que tenemos que volver a meditar mucho y utilizar la inteligencia, para que nuestros mecanismos no nos conduzcan a la politiquería, a la competencia, a la guerra de unos candidatos con otros. Eso es muy importante.

Afortunadamente tenemos el principio básico. ¿Quién postula? Debe ser el pueblo quien postule, no el Partido, lo que va a hacer todavía más clara, ante los ojos de la gente honrada en este mundo, y de los verdaderos pensadores políticos, progresistas y revolucionarios, la comprensión del papel del Partido en la sociedad. El Partido no postula al delegado de circunscripción y no debe postular, a mi juicio, al diputado.

El mecanismo de postulación tiene que ser del pueblo. Ahora, ¿quiénes son los representantes del pueblo? Los delegados de circunscripción. Tenemos que seguir el mismo mecanismo. El pueblo elige a sus delegados. Primero, el pueblo postula a los delegados de circunscripción, después el mismo pueblo los elige; ahora bien, los delegados postularían al diputado, no el Partido. Es decir, esos hombres y mujeres elegidos directamente por el pueblo en la circunscripción, a mi juicio, deben ser los que postulen, y estoy avanzando algunas ideas. Estas cosas las discutimos también cuando estaba hablándose del tema, y tenemos que seguir pensando en todo esto. Debe ser el pueblo a través de sus delegados quien postule y haga la lista de quiénes son los candidatos a diputados.

Deben existir comisiones que participen en el proceso. Ahora, tenemos que meditar sobre los mecanismos de cómo damos la más amplia participación en las proposiciones que se hagan. Nosotros tenemos las organizaciones de masa, por ejemplo, ningún país tiene más organizaciones de masa que nuestro país, ni más fuertes, y podemos preparar y crear instrumentos inobjetables para llevar a cabo de manera consecuente el principio de que quien postula y quien elige es el pueblo.

En el futuro, por tanto, a mi juicio, es una opinión, no serán los delegados quienes elijan a los diputados a la Asamblea Nacional, pero postularán a los diputados para que el pueblo los elija. Es en estos mecanismos que tenemos que buscar fórmulas que no den lugar a la politiquería, ni a la división, ni a la fragmentación entre los hombres que se han propuesto en una lista. Tenemos que rompernos bien la cabeza de cómo debe ser el mecanismo de la elección directa de los diputados por el pueblo, porque en algunos lugares hay que elegir cinco, en otros uno, en otros habrá que elegir siete, según el municipio, según la provincia, porque esto tiene que ser una representación más o menos proporcional de la población.

No hemos discutido sobre esto, pero la comisión tiene que trabajar duro en la elaboración de una serie de ideas para cuando llegue el momento de proponer los proyectos a la Asamblea.

Nuestro sistema presupone la mayoría del pueblo. Si no hay mayoría del pueblo en nuestro sistema, como el pueblo es el que postula, y el pueblo es el que elige, si la Revolución perdiera la mayoría del pueblo, perdería el poder; no perdería el espíritu revolucionario, seguiría el espíritu revolucionario, seguiría la lucha, porque digo que la Revolución es un principio, es un ideal, es un programa por el cual hay que luchar en cualquier condición y en cualquier circunstancia.

Tenemos que ser consecuentes con lo que hagamos, y ya lo que creamos hace más de 15 años presupone la mayoría del pueblo. ¿En qué sentido es un perfeccionamiento? Supone que los revolucionarios hagan todavía un esfuerzo mayor y que los revolucionarios hagan un trabajo mejor a partir de esta premisa establecida de que es necesario conservar siempre el respaldo de la mayoría del pueblo.

Ese fue el gran desafío que se hizo hace más de 15 años, eso no es nuevo, gracias precisamente a esa fórmula tan idónea y tan democrática que escogimos para elegir los Organos Locales del Poder Popular.

Ahora damos un paso más y hay que afrontar la elección directa de los diputados, es un paso más, que supone, desde luego, una mayor exigencia a los revolucionarios en su trabajo político y en su deber de conservar la unidad y la mayoría de la población.

No hay nada nuevo, repito, en ese sentido. Hoy, con lo que tenemos, podía ocurrir exactamente lo mismo, pues nuestro sistema actual presupone la mayoría de la población para mantener el poder, el de ahora, y el nuevo será más o menos igual, presupone la mayoría de la población; mantenerla debe ser, precisamente, la tarea de los revolucionarios.

Hay muchas ideas que no quiero adelantar alrededor de esto si queremos hacer las cosas bien hechas, y tenemos que procurar cerrar todas las vías que puedan dar lugar a la injusticia, a la politiquería, a la demagogia.

El otro día les propuse a los maestros que hicieran un cambio en la elección del sindicato, porque había uno que estaba con la Y por allá, aparte de que podía haber un montón de boletas anuladas. Les propuse en el caso del sindicato que votaran por tantos como iban a estar postulados. No tiene que ser necesariamente así en la elección directa de diputados.

Nosotros tenemos que estudiar muy bien el mecanismo. Es algo sobre lo que hay que meditar bien, cuál es el mejor mecanismo, porque no podemos caer en la politiquería, y que de repente los compañeros se dediquen a buscar votos, a hacer política. Tenemos que evitar eso en los hombres y mujeres que sean postulados como candidatos a diputados de la Asamblea Nacional, y hacerlo, además, de una forma tal que no quede la menor duda acerca del carácter democrático del procedimiento.

Esta es una cosa que hace la Revolución en su esfuerzo por un perfeccionamiento. Eso le va a dar más autoridad todavía a la Asamblea Nacional, pero tenemos que procurar que este procedimiento abra paso a la calidad. No hacemos nada si llevamos a cabo cosas muy democráticas y la calidad es marginada.

Nuestros mecanismos deben buscar la calidad de las mujeres y hombres que sean electos —parece que el futuro será de las mujeres, ya que aquí mismo en las primeras intervenciones se produjeron casi diez consecutivas por parte de mujeres; los hombres estaban más callados, las mujeres estaban más activas—, pero tenemos que abrirle paso a la calidad y cerrarle el paso a la politiquería.

Es por ello que debemos meditar muy bien las fórmulas que vayamos a sugerirle a la Asamblea Nacional en la búsqueda de estos objetivos: democracia, perfeccionamiento del sistema, y abrirle paso a la calidad; y cada uno habrá de tener, cuando lo confronten con las masas, autoridad y prestigio ante ellas.

Buscamos la forma de armonizar la existencia de un partido con la más genuina forma y contenido democrático que pueda concebirse, y a partir de eso no debe importarnos lo que digan o lo que hablen en el exterior; debemos tener un juez primero que ningún otro, y ese juez debemos ser nosotros mismos y nuestra propia conciencia.

No vamos a esperar que un día deje de existir el monopolio tremendo, enorme, gigantesco que hoy tiene el imperialismo sobre los medios de divulgación. Habrá que escribir, imprimir libros, hacer declaraciones, hacérselas llegar a los parlamentos; habrá que inventar muchas cosas para hacer llegar nuestro mensaje, casetes y más casetes, y quizás tengamos que revolucionar toda la forma de divulgar nuestras ideas y nuestra realidad en el mundo. Pero los ejemplos que se pusieron en esta misma reunión demuestran que la batalla es muy desigual frente a los medios y a los recursos con que cuenta el imperialismo.

Vean que ya las guerras se trasmiten por televisión. Si en Tbilisi se combate, allá está la televisión norteamericana en Tbilisi. ¿Cuántos millones de dólares hacen falta para eso? Si en Moscú ocurre cualquier problema, allí está la televisión norteamericana; si algo ocurre en Iraq y hay una guerra, es una guerra televisada por ellos. ¿Qué posibilidades tiene un país del Tercer Mundo, un país pequeño, un país en desarrollo, de disponer de tales medios de divulgación? Y muchos nos preguntan: "¿Pero por qué no se conoce mejor de Cuba?" Digo: "¿Pero qué culpa tenemos nosotros de que no se conozca?"

Se conoce muy poco de nuestro sistema, de nuestra vida. Por eso mucha gente llega aquí, se asombra y dice: "Caramba, yo traía tal idea." Lo dicen con mucha franqueza: "Yo creía tal cosa, yo leí tal cosa, y yo vi tal cosa muy distinta." Cuando confrontan con los puntos de vista nuestros muchos de ellos cambian; no es poca la autoridad, el prestigio, la moral que tiene la Revolución, son las armas con que cuenta para persuadir.

Ahora, ¿las masas cómo reaccionan? Las masas reaccionan de una manera increíble, porque lo he visto por América Latina y lo recuerdo cuando el viaje a Venezuela, a pesar del diluvio de propaganda en contra de Cuba, contra la Revolución y personalmente contra mí; fue increíble la reacción de la población, sobre todo cuando tuvimos los primeros contactos y se produjeron las primeras entrevistas por la televisión, por la prensa. Se creó una situación allí que no se podía andar, no se podía caminar.

¿De qué han valido 30 años de campañas y de calumnias? Las masas tienen su instinto, se dan cuenta. Las masas ven hoy que hay una bandera levantada cuando hay muchas banderas que se han rendido, cuando hay muchas banderas que se han plegado; cuando hay muchas banderas que han desaparecido ven una bandera levantada, y esa es la bandera de la estrella solitaria, es la bandera de la Revolución Cubana (APLAUSOS)

Nosotros tenemos el deber de ser revolucionarios y seguir una línea de principio, ser consecuentes con esa línea de principio y ser los jueces de nosotros mismos, en primer lugar; nunca desmoralizarnos ni desanimarnos ni amargarnos porque la mentira y la calumnia den vueltas y más vueltas por el mundo. Los cubanos saben cómo son las cosas y los pueblos tienen el instinto de ver cómo son las cosas. Ya hay todo un mundo que empieza a reaccionar frente a esta monstruosa hegemonía que quiere imponer Estados Unidos.

De modo que trabajemos por nuestro sistema, apliquemos consecuentemente nuestros principios y aprendamos a ser jueces de nosotros mismos, sin temor a pedirles opinión también a los demás, a escuchar opiniones críticas, criterios, todo lo que se quiera, y discutir todo lo que se quiera; pero debemos tener confianza en nosotros mismos.

Como decíamos recientemente, esa falta de confianza en nosotros mismos, ciento por ciento, hizo que se cometieran equivocaciones, errores, que mucha gente viera que todo lo que venía de la URSS era perfecto: "Si vino de la URSS es perfecto, si vino de la URSS no puede haber error, no puede haber nada", y se incurría en una cierta subestimación de una revolución que ha sido tan creadora como la Revolución Cubana, tan rica en experiencia, tan rica en aportes. Porque miren que la Revolución Cubana ha hecho aportes; no voy a hacer ahora el recuento de esos aportes, pero son muchos. Expliqué esto porque me parece que es un complemento necesario de lo que se discutió sobre lo del Poder Popular.

No me voy a extender sobre otros temas muy interesantes que discutimos, como la cuestión del delito común, aunque este ocurra en menor escala que en otros países; fue seria, fue profunda la discusión, el análisis y las conclusiones que se sacaron sobre el daño político y moral que ocasiona a la Revolución y a nuestra sociedad esta forma de delito, sobre la necesidad de tomar un conjunto de medidas y todo un programa de lucha, en el cual vamos a seguir trabajando y trabajando rápidamente para llevar a cabo la guerra de todo el pueblo contra el delito.

Fue profundo y serio, a partir del informe del campanero Aldana, el análisis de la cuestión de los grupúsculos contrarrevolucionarios y de la actividad contrarrevolucionaria, de las tácticas y estrategias del enemigo, la forma en que está trabajando y los objetivos que persigue.

Ahora tenemos que examinar la conciencia de cada uno de nosotros, de todos los que estamos aquí y que formamos parte de esta Asamblea Nacional. Normalmente ya tendríamos una nueva asamblea.

Las circunstancias en que se vio envuelto nuestro país a consecuencia del desastre de Europa —la idea que teníamos ya de la necesidad de perfeccionar nuestro sistema desde que se hizo el llamamiento al IV Congreso del Partido—, no nos dejaron tiempo suficiente para llevar a cabo todas estas ideas, llevarlas a la práctica en cuestión de unos meses. No nos quedó más remedio que prolongar el período de la Asamblea Nacional.

0 sea que nosotros necesitábamos un tiempo para todos los estudios que había que hacer en la Constitución, las modificaciones de la Constitución y las nuevas leyes, todas las cosas. No era correcto que nos pusiéramos, a toda velocidad, a hacer una elección de renovación de un mandato por un año o año y medio, sino esperar; creo que hicimos esto de una manera correcta.

El hecho de que lo hiciéramos así le da a esta Asamblea una responsabilidad muy grande, y le da a cada una de las mujeres y a los hombres que hay en esta Asamblea una responsabilidad muy grande, porque les ha tocado la Asamblea Nacional del período especial, del período más difícil de la historia de Cuba, no voy a decir de la historia de la Revolución, ¡de la historia de Cuba! (APLAUSOS)

Apelo a cada uno de ustedes a que, en primer lugar, piensen en ese hecho real. Espero que para cada uno de ustedes sea un gran honor, no una desgracia, ni una tragedia; espero que ninguno de ustedes se sienta agraviado por la vida o por la historia, puesto que les dio esta responsabilidad sino, más bien, pienso que cada uno de nosotros debe estarle agradecido a la vida, a la historia de haber recibido esta responsabilidad que tenemos que cumplir.

El año más difícil —no me atrevería a decir que el único— del período especial es el que comienza ahora, 1992. No le podíamos llamar el año del período especial, porque el período especial va a durar más de un año; en el período especial se fue cayendo y su punto más crítico debe ser en 1992, y como del punto más crítico no se puede bajar más, entonces empezará a remontarse el período especial poco a poco.

Siempre advierto a los compañeros: Preparémonos para las peores circunstancias, calculemos las peores circunstancias. Si hacen falta 6 millones y medio de toneladas de combustible o 7 millones, digo: Calculemos a base de 4 millones, pensemos en las peores circunstancias —siempre se lo advierto a los compañeros—, hagamos los peores cálculos. Porque llegamos a un punto en que el enemigo se mueve para hacernos difícil el año 1992, todo lo más difícil posible, tratar de que no tengamos mercado para nuestros productos, tratar de que no consigamos combustible ni siquiera comprándolo al contado.

El enemigo se mueve en todas partes; se mueve muchísimo allá por Moscú. Ahora el enemigo se mueve por Moscú, hay mucha gente de la gusanera en Moscú tratando de influir, haciendo ofertas y cosas; y están tratando de lesionar nuestros vínculos económicos con lo que quedó de la URSS. Están tratando de obstaculizar, por todas las vías posibles, nuestra gestión, para conseguir aunque sea ese tercio de combustible, con el cual tal vez tengamos que arreglárnoslas.

Sabemos eso, cómo se mueve el enemigo para hacer más riguroso el bloqueo y para hacer más difícil la vida de nuestro país. Por eso tenemos que aprender a calcular siempre a partir de las condiciones peores, más difíciles. Si es un poquito mejor, mejor; pero lo que sí es seguro es que lo peor es ahora en 1992.

Para que tengan una idea, baste decir que cuando comenzamos este año 1991, según los acuerdos comerciales —que ya implicaban una disminución grande del precio del azúcar, porque se disminuyó como en 300 dólares para este año 1991, y a pesar de todo existían una serie de convenios, objetivos industriales que estaban en construcción, algunos créditos— debíamos recibir 3 763 millones de dólares en mercancías, ¡tres mil setecientos sesenta y tres!, repito, y se han embarcado hasta el 21 de diciembre —esta es la cifra más actual— 1 673. Así que ya se habían disminuido las importaciones tradicionales de la URSS en más de 1 000 millones, y de lo que quedó se han disminuido en 2 100 millones. De modo que si en cierto momento las importaciones de la URSS eran de más de 5 000 millones de dólares, este año ascienden a 1 673. ¿Se puede concebir una reducción más drástica? ¿Se puede concebir algo tan drástico, realmente?

Súmenle a todo esto la situación de la desaparición del comercio con el campo socialista, lo que perdimos al desaparecer el campo socialista sin contar la URSS, que ya lo veníamos sufriendo desde el año 1990. Súmenle a esto los yankis envalentonados y más influyentes que nunca, apretando las clavijas todo lo que puedan, moviéndose el imperialismo y sus agentes por todas partes.

Por eso yo ayer decía: ¿No se han enterado ustedes que la URSS ha desaparecido? Fue de esas cosas que parecían absolutamente inconcebibles y, como he dicho otras veces, parecía extraño cuando mencioné esa posibilidad hace casi dos años y medio. Es una realidad tristísima de hoy, pero es una realidad: ¡No existe!

Allá están moviéndose el imperialismo y sus agentes para ver todo el daño que nos pueden hacer en la nueva situación. Les digo que si tuvieran azúcar serían capaces de regalarla, aunque los imperialistas nunca regalan nada; si tuvieran azúcar serían capaces de regalarla para que no nos compraran ni una tonelada; si pudieran deprimir los precios del azúcar los deprimían para hacernos el camino más difícil. Ya es poco lo que queda de lo que pueda ocurrir, que nos haga más daño que todo el daño que se nos ha hecho, que todo el daño que hemos recibido por esta situación; ya es poco porque es que en este mismo año 1991 hemos recibido 2 100 millones de dólares menos de los que debíamos recibir, y la situación del embarque de combustible ha sido crítica en diciembre. De modo que es posible un poco peor, pero no que pueda esperarse mucho más daño.

Nos corresponde a nosotros, como no pertenecemos a los tipos de llamados gallos criollos que tiran un revuelo y se van; como —hablando en un lenguaje popular, campesino, como en los tiempos de Pepe— somos como los gallos finos y los gallos finos no vuelan la valla, no abandonan el combate, combaten hasta el final, no somos de la estirpe de los que se rinden, somos otra clase de gente...

¿Qué se podría decir de los descendientes de Maceo, de Máximo Gómez, de Agramonte, de Céspedes, de Martí; de los descendientes morales, espirituales que somos de ellos, de Mella, de Guiteras, de todos los que han caído en esta larga lucha en el Moncada, en el "Granma", en la Sierra, en las misiones internacionalistas? ¿Qué se podría decir de nosotros, los herederos espirituales y morales de generaciones enteras que han caído en esta larga lucha por tener patria y por tener una patria con dignidad y con vergüenza, no la basura aquella que tuvimos por culpa de los yankis durante más de 50 años? ¿Qué se puede esperar de nosotros?, ¿que capitulemos, que arriemos la bandera, que nos rindamos, que abandonemos la lucha? De nosotros hay que esperar el combate, sí, el combate, en cualquier terreno.

Si en el terreno militar logran articular, crear algún tipo de provocación o algún tipo de pretexto para intervenir ahora que la URSS ni existe, tendríamos la batalla en la esfera militar.

El esfuerzo de ellos se dirige ahora a debilitar la Revolución, en primer lugar, a erosionarla lo más posible, provocar la escisión, conflictos internos, para tener entonces las condiciones ideales y llevar a cabo sus proyectos. Por eso debemos estar preparados para todas las luchas y hacerlo de una manera inteligente, ¡muy inteligente!

La situación que afrontamos nos obliga a ser muy inteligentes. No podemos aquí hablar abiertamente de tácticas o de variantes, pero sí digo que tenemos que estudiar para cada cosa su variante y saber bien qué debemos hacer en cada situación y cómo hacerlo. Es una cosa decisiva, fundamental, mantener elevada la moral de los revolucionarios y la moral del pueblo combatiente, el espíritu de lucha del pueblo. La combatividad del pueblo es un factor fundamentalísimo en la estrategia de la Revolución frente a la estrategia imperialista. Nosotros debemos saber muy bien, repito, qué cosa debemos hacer en cada momento y en cada circunstancia, de modo que hay que estar mentalmente preparados para la lucha. Pertenecemos a la estirpe de los luchadores, esa es nuestra responsabilidad; y no solo pertenecemos a la estirpe de los luchadores, pertenecemos a la estirpe de los vencedores (APLAUSOS). Nosotros no concebimos nada que no sea la victoria, y creo que la vida nos ha enseñado y nos ha dado muchos ejemplos de que la victoria es posible aun en condiciones muy difíciles.

Realmente la Revolución, en sus primeros momentos de esta última etapa, después del Moncada y del "Granma", atravesó momentos muy muy muy difíciles. Y una lección permanente, de las más útiles, es que, en ninguna circunstancia, por difícil que sea, por dificilísima que sea, debe decaer la moral del combatiente, la moral del revolucionario.

Estoy viendo aquí a algunos compañeros que me recuerdan hazañas realizadas por nuestros compañeros en muchos lugares, en distintos momentos; ya no solo en momentos de reveses muy duros, como fue el Moncada o como fue el "Granma"; incluso, en momentos en que avanzábamos. En cierto momento lanzaron contra nosotros 10 000 hombres y no teníamos ni 300 hombres con qué defender nuestro territorio; pero lo defendimos y aquel ejército que parecía indoblegable lo derrotamos.

Cuando andábamos por unos cañaverales con unos pocos fusiles, o Raúl y yo nos encontramos en Cinco Palmas, realmente lo que habíamos reunido eran siete armas, nada más, ¡siete armas! Si nos ponemos a contar las balas y las armas que teníamos contra todo aquel ejército que tenía tanques, aviones, millones y lo tenía todo, ¿qué? Podíamos habernos desanimado.

Recuerdo las columnas de Camilo y del Che invadiendo Las Villas. Aquí hay que tener valor y audacia para atravesar todo el sur de esa larga antigua provincia de Camagüey, llena de pantanos, marismas, mosquitos, y en época de lluvia, hasta un ciclón los agarró por el camino, y pasaban días enteros y no comían; pero nunca se declararon vencidos, nunca consideraron que la meta que llevaban a cabo no la cumplían, la llevaron adelante y la cumplieron.

Cuando les dijimos: "Tomen La Habana", tan seguros estaban ellos, como estaba yo, de que la tomaban; tan seguros estaban ellos, como estaba yo, de que el enemigo no disparaba ni un tiro más. Pero había que ir preparado, no se perdió un minuto, se avanzó rápido.

También tuvimos momentos como el famoso de Girón. Todos los mejores cálculos del Pentágono, de los más inteligentes, dominio aéreo total, OEA preparada, gobierno preparado, y, sin embargo, no les dejamos ni un minuto para realizar sus planes; no se les dejó de combatir, se les combatió durante 68 horas consecutivas y fueron liquidados.

Después vino la Crisis de Octubre, y aquí no vaciló nadie cuando la Crisis de Octubre. No recuerdo haber visto un solo compañero vacilando o desmoralizado. Podíamos desaparecer del mapa, porque no sabíamos en qué momento estallaba cualquier cosa —ni se sabe lo que podía estallar—, si bombardeaban o no bombardeaban aquellas bases, si alguien disparaba un cohete. Eso era un peligro real de guerra atómica, nuclear: no vi a un solo ciudadano de este país desmoralizarse ni acobardarse, y bien indignados que nos quedamos cuando hicieron "la gracia" nuestros aliados de negociar allá sin hablar una palabra con nosotros y comprometerse a retirar los proyectiles; pero no nos desmoralizamos.

Los yankis se afilaron los dientes y dijeron: Ahora que aquellos se van echando, se llevan su ejército y se llevan sus cohetes, estos no resisten el golpe moral ese. Pero nadie se desmoralizó, inmediatamente sacamos nuestros cinco puntos, nuestras demandas, nos pusimos duros.

Cuando llegamos a la convicción hace un número de años, sobre todo desde el momento en que Reagan asumió la presidencia de Estados Unidos, cuando ya eran conocidos sus planes agresivos contra Cuba, y nosotros sabíamos que nadie nos iba a ayudar, que si un día los yankis decretaban un bloqueo aquí, no entraba ni una bala en este país y que nunca se iba a disparar un cohete por nosotros, y llegamos a la convicción de que la defensa de este país dependía de nuestra propia piel y de nuestro propio corazón, nadie se desalentó.

Empezamos a desarrollar todas las ideas de la guerra de todo el pueblo, que eran nuestras viejas ideas, nuestras ideas de la Sierra, nuestras ideas de los primeros años de la Revolución y empezamos a rectificar, porque también ciertas doctrinas en el terreno militar nos hicieron daño, nos hicieron apartar un poco de las ideas que teníamos al principio de la Revolución, de los conceptos de la guerra de todo el pueblo.

¿Y quién iba a discutir con los soviéticos, que habían destrozado al ejército nazi, que habían librado tantas gloriosas batallas, desde Volgogrado —en aquella época se llamaba Stalingrado, ahora no sé cómo se llamará; creo que el río Volga se sigue llamando así— hasta Berlín? ¿Quién discutía con ellos?

La verdad es que un día nos vimos ante el hecho real de que si había una guerra de Estados Unidos contra nosotros, tendríamos un número de divisiones, 8 ó 10 divisiones dislocadas en tal sector, en tal otro, en la dirección principal tal y más cual, y tendríamos al ejército regular, la reserva; pero el pueblo era simple testigo en esa guerra. No es que pensáramos que el pueblo iba a ser solo testigo —siempre creíamos en el pueblo y contábamos con el pueblo—, pero no lo teníamos organizado, la verdad es que no lo teníamos organizado para la guerra de todo el pueblo, ni siguió desarrollándose esta concepción. Era el tipo de guerra convencional, estilo Saddam Hussein, de acuerdo con la doctrina prevaleciente.

¿Y quién iba a discutir con los soviéticos? ¿Sobre cuestiones militares quién sabía más que ellos? Ellos sabían mucho más que nosotros y podían saber de guerras estratégicas, de lo cual no estoy muy seguro ahora, después que he visto los errores que cometieron, y vimos los errores que cometieron cuando la Crisis de Octubre, ¡muy serios errores, señores!

Visité algunas bases de cohetes antiaéreos que tiraban de 1 000 metros para arriba, y los aviones yankis empezaron a volar de 1 000 metros para abajo. No había manera de que un cohete de esos se empatara con un avión yanki a baja altura. Y cuando veo qué defensa antiaérea para esta situación tenían, contaban solo con una chiringuita que era una pieza calibre 25, de dos bocas. Aquello desaparecía nada más con que le volara cerquita el avión, con aquello liquidaba la defensa y desarmaba todos los cohetes, no tenían ni que disparar contra eso.

Vi cometer errores muy serios cuando la Crisis de Octubre, vi cometer errores militares muy serios; pero, bueno, dominaban el cosmos, sabían cuántos cohetes estratégicos tenían, qué precisión, qué alcance. ¿Quién discutía?

Un día nos dimos cuenta —sobre todo tenemos que agradecerle a Reagan eso, cuando llegó con sus amenazas multiplicadas— y llegamos a la convicción de que en caso de una agresión yanki nosotros tendríamos que defendernos solos.

Quedaba una brigada ahí que —como ustedes saben— se convirtió por arte de magia en un centro de estudios en cuestión de horas. Y lo digo con todo respeto por los militares soviéticos, con todo el respeto por los hombres de esa brigada que han prestado sus servicios aquí, como prestaron otros durante la Crisis de Octubre, y cuando pasamos por la autopista, en dirección a San Antonio, siempre miro con mucho respeto aquel cementerio que guarda los restos de los soldados soviéticos que murieron prestando servicio en Cuba.

Siempre lo recuerdo con gratitud y lo miro con mucho respeto (APLAUSOS). Pero la dirección cometió errores muy serios.

Un día nos dimos cuenta —repito— que por nosotros no se dispararía ni un siquitraqui, y volvimos con toda la fuerza necesaria a nuestras viejas ideas, a nuestros conceptos de la guerra de todo el pueblo.

Ustedes son testigos de cómo han trabajando las fuerzas armadas en estos casi 12 años, cómo ha trabajado el Estado Mayor, cómo ha trabajado el compañero Raúl (APLAUSOS), en la preparación del país para la guerra, en la preparación de todas las unidades, en la preparación de todo el pueblo. ¡Qué trabajo se ha hecho en estos doce años, es impresionante!

Difícilmente ningún país haya hecho lo que hemos hecho en 12 años y estamos haciendo todavía en periodo especial, porque aun sin combustible para mover un taxi preparamos el teatro de operaciones; aun sin cemento para construir algunas cosas, construimos fortificaciones, preparamos defensas de todo tipo, y nos hemos fortificado más que en ningún otro año anterior de la Revolución.

Qué esfuerzo se ha hecho desde la creación de las zonas de defensa hasta ahora con las Milicias de Tropas Territoriales. Cuántas decenas y cientos de millones de horas le han dedicado millones de personas a la preparación para la guerra, desde que llegamos a la conclusión de que con la vieja URSS, aun cuando estaba en la plenitud de su poder y tenía no se sabe cuántos cohetes y cuántas cosas, no se podía contar para la defensa de este país si venía una invasión yanki, como no fueran los lamentos y las declaraciones de solidaridad y de protesta.

Claro, los yankis tienen más divisiones que nosotros, y si tú tienes 10 divisiones y las llevas allí ... Vamos a suponer que tú destruyas 10 divisiones yankis y te destruyan cinco, que después destruyas otras 10 y te destruyan las otras cinco, después pueden mandar otras 10 y tú no tienes ninguna división. A partir de un simple cálculo aritmético, se acababa todo.

Con el pueblo no es lo mismo, con la guerra de todo el pueblo es diferente, no se acaba nunca la guerra. En estas condiciones, bueno, se puede acabar una división o dos y queda el equivalente a decenas y decenas de divisiones. Pueden ocupar una ciudad o dos, pueden ocupar todo el país. El día que ocuparan todo el país estarían peor que cuando desembarcaran, porque ese día tendrían que luchar ya con millones de gente, hasta contra los adolescentes, mezclados unos con otros —el momento en que se mezclen con nosotros es cuando peor estarían—; y una división se puede liquidar, pero no se puede liquidar a un pueblo que lucha, eso está demostrado en todas las guerras a lo largo de la historia (APLAUSOS).

Los saharauitas allá en un desierto pelado, donde no hay ni una mata de hierba, a pesar de ser un país muy pequeño, han estado años y años luchando contra 200 000 soldados marroquíes ayudados por Estados Unidos, y ahí están los saharauitas más fuertes que nunca, ahora en un proceso de plebiscito, tratando de que no les hagan trampas, de que no les lleven a votar a otra gente allí disfrazada de saharauita. De esa forma están tratando de que su guerra heroica los lleve a la liberación. Los argelinos contra la aviación y el ejército francés, que era muy poderoso; los vietnamitas contra todo el poderío militar de Estados Unidos.

Nunca un pueblo que ha luchado en cualquier terreno, decidido a vencer, ha sido vencido, no puede ser vencido. Habría que pagar un costo tan alto que no lo pueden pagar los imperialistas, ya lo sabemos.

Cuando todo es triunfo, cuando todo es fácil, aplausos, chovinismo, fiestas; cuando empiezan a morir los soldados del imperio, todo cambia. Lo ideal para el imperio en una guerra contra nuestro país es una guerra convencional, clásica, de divisiones contra divisiones; pero nosotros hace mucho rato que dejamos ese concepto a un lado y trabajamos en la preparación del pueblo para la lucha, de acuerdo con la doctrina de la guerra de todo el pueblo, y creo que la hemos desarrollado muchísimo.

No nos desanimamos, sino que nos pusimos a trabajar, y llevamos 12 años trabajando duramente. Así es como tiene que reaccionar un pueblo revolucionario, es como tiene que reaccionar la Revolución. No son nuevos para nosotros estos problemas, pero se hacen duros porque, en condiciones de paz, al parecer normales, debemos cargar con las necesidades de 10,5 millones de habitantes; esa es nuestra responsabilidad.

No es cuestión de que tengamos que subir y bajar montañas, caminar más, caminar menos, disparar más tiros o menos tiros —eso puede ser hasta más fácil—, sino que, como Revolución en el poder, tiene que atender las necesidades y los intereses de toda la población. Estamos enfrentados a un tipo de problema diferente, pero a nosotros nunca ningún problema nos ha desanimado ni nos ha desmoralizado.

Yo dije hace dos años y medio: Si un día nos despertamos con la noticia de que la URSS no existe, seguiremos defendiendo la Revolución, seguiremos defendiendo el socialismo. Yo sabía lo que estaba diciendo, estaba tranquilo.

Es muy amargo todo lo que ha ocurrido en ese país con tanta historia, tanta gloria, tantos méritos, tanto servicio prestado a la humanidad. Veíamos claramente las consecuencias de todo lo que estaba pasando, las consecuencias que iban a caer sobre nosotros y crearle a la Revolución, al país una situación difícil, muy difícil. Pero había que hacer lo que estamos haciendo, exactamente lo que estamos haciendo, entrar en el período especial en época de paz, aplicar las medidas que se correspondan, prepararnos todavía para etapas más difíciles, conscientes ya de que estamos llegando al límite, como decía antes, del daño que se nos podía hacer.

Esto que están haciendo los compañeros en todas partes; esto que hacen los compañeros de Las Tunas, de Granma, de Santiago de Cuba, de Pinar del Río, Cienfuegos, Holguín, Guantánamo, de todas las provincias; eso de movilizar miles de caballos, de quitrines, de coches para taxis y prepararse como quedó demostrado hoy aquí cuando les preguntaba a los compañeros si están listos y preparados para enfrentar el período especial más complicado y más crítico, si pueden alimentar a la población y si pueden resolver todos esos problemas, es lo que hay que hacer, y eso es lo que estamos haciendo, que, como decía anteriormente, es mucho más fácil a nivel de las provincias que a nivel de la capital, donde tenemos los problemas más complicados por el hecho de la concentración de 2 100 000 habitantes que tenemos aquí.

Y tenemos que arreglárnoslas también, venimos trabajando, ya aquí hay casi medio millón de bicicletas repartidas; además, decenas y decenas de campamentos, miles y miles de movilizados en la provincia de La Habana, 32 contingentes, todo un programa de siembra que va a liberar al resto del país del tributo que tenían que pagarle a la capital mandando viandas para acá. Todavía una parte se recibe. Estos planes grandes y ambiciosos que se están llevando a cabo para suministrar la capital requieren un mínimo de tiempo.

Venimos trabajando; a medida que la situación se hace difícil trabajamos más, hacemos más y más cosas, hay muchos compañeros dedicados a hacer el trabajo que hay que hacer. No nos desanimamos, no nos desmoralizamos ni podemos desmoralizamos; estamos haciendo lo que hay que hacer, y entre las cosas que hay que hacer está mantener alta la moral —no olvidarse de eso, mantener alta la moral—, en primer lugar, de los militantes del Partido y de la juventud, mantener alta la moral de las masas, mantener alta la moral de los revolucionarios. Que nada de lo que ocurra pueda hacernos mella, que ya no puede ocurrirnos nada peor; que ninguna dificultad pueda desalentarnos, que ya no pueden ser mucho mayores que las que inevitablemente se derivan de todo lo que ha ocurrido. Es ahí donde está la gran responsabilidad de esta Asamblea Nacional, donde está la gran responsabilidad de cada uno de ustedes, y el examen de conciencia que tiene que hacerse cada uno de ustedes.

Es cierto que todos no tenemos las mismas responsabilidades, unos tenemos más, otros menos; es cierto que todos no tenemos las mismas energías, unos tenemos menos y otros más; unos tenemos más años y otros menos; es cierto que todos podemos haber tenido un tropiezo u otro problema, pero estamos hermanados en una misma causa y una gran causa. El destino, la historia, la vida, nos dieron esta responsabilidad a cada uno de nosotros.

Aquí están presentes los cuadros principales del Partido, del Gobierno y del Poder Popular, y tenemos tareas muy grandes, tenemos programas bien analizados, priorizados; primero, los programas destinados a impedir que nuestra población pase hambre; segundo, los programas científico-técnicos.

También todo nuestro comercio exterior se dirige hoy a que el país tenga, primero, los alimentos necesarios, el mínimo de combustible necesario, que tenga medicamentos; de ser posible, jabón, pasta de dientes y aquellas cosas esenciales para la vida. Es decir, nuestro comercio exterior encamina sus esfuerzos en esa dirección.

Otros esfuerzos como los que hemos mencionado, son esfuerzos para incrementar nuestros ingresos, para incrementar las exportaciones a través de productos nuevos que tienen posibilidades, bastantes posibilidades; también a través del turismo, que tiene posibilidades, bastantes posibilidades; e igualmente a través de otros productos.

Entre otras cosas tenemos ahora la zafra, uno de los desafíos más difíciles. Se nos junta todo: la siembra de muchos productos de la llamada temporada de frío, la zafra, las cosechas. Me parece muy bien que si no tenemos cemento, si no tenemos materiales, haya decenas de miles de hombres del MICONS en la agricultura.

Nos parece excelente lo que han hecho los santiagueros con la textilera, es un magnífico ejemplo, ya lo dije hace unos días; dondequiera que exista la posibilidad de poner al hombre o la mujer a hacer algo útil lo han hecho.

Desde luego que nuestras normas son las más justas: no dejamos desamparado a un solo ciudadano, no abandonamos a su suerte ni a un solo ciudadano, ni a un solo graduado universitario, ni a un solo técnico medio que se gradúe; no dejamos abandonado a su suerte a nadie. Eso no lo puede hacer ningún país capitalista, eso lo puede hacer solo un sistema socialista, esto que estamos haciendo nosotros, este principio de distribuir lo que tenemos entre todos, como una familia.

No es esto lo único que estamos haciendo, entre las cosas que mencioné desde el punto de vista de la economía; hay otras muchas cosas que van surgiendo y otras muchas posibilidades —de eso he hablado—para que las fábricas no se detengan, para emplear, siempre que sea posible, esa fuerza de trabajo y esas maquinarias.

Desde luego, hay períodos de ajuste. Ahora estamos en un período de ajuste difícil, de aseguramiento del mínimo de combustible para que no se apaguen las luces, o para que se apaguen lo menos posible. Hay un período de ajuste difícil. Ese período de ajuste es ahora, en el año 1992.

Hay muchas ideas y se está trabajando en muchas direcciones para encontrarles soluciones a los problemas. Ahora, indiscutiblemente tenemos que atravesar limitaciones, eso es inevitable; tenemos que atravesar un período de inevitables sacrificios.

Vean cómo hasta ahora hemos podido mantener todas las escuelas y todos los hospitales funcionando. Vean cómo, incluso, este año, en el que hemos recibido miles de millones menos, la mortalidad infantil está más o menos en el mismo nivel que el año pasado; según datos, quizás dos décimas más alto, tres décimas, fue 10,7 el año pasado y puede estar en 10,9 este año, en 11, todavía no tienen los datos finales. Hay que esperar la evolución en el último mes. Eso es increíble, un país que ha tenido problemas con el jabón, con la ropa, con veinte productos de todo tipo, ha tenido una mortalidad infantil en ese nivel.

Ahora, hay que ver cómo trabajan nuestros médicos, nuestros enfermeros, nuestros hospitales, cómo trabaja todo el mundo para mantener ese índice y, si se nos eleva, tratar de que se nos eleve el mínimo; para mantener estos índices de salud, para mantener nuestras escuelas funcionando.

Los maestros están en una disposición extraordinaria para mantener la educación en cualquier circunstancia del período especial; los científicos, los técnicos, los obreros calificados, los ingenieros, todo el mundo en la misma disposición.

En el VI Foro se presentaron 34 000 ponencias, 40 000 soluciones; es increíble lo que este enjambre, este hormiguero que es nuestro país hoy día es capaz de hacer, y tenemos que mantener todo eso en período especial.

Es de imaginar cómo se nos complicarán los problemas del transporte; puede ser que tengamos que reducir el número de viajes antes de que tengamos un número mayor de bicicletas, porque este desmerengamiento se ha producido a un ritmo más acelerado todavía. Cualquier merengue hubiera durado un poquito más, pero este ha sido un desmerengamiento a toda velocidad, acelerado. Como decíamos nosotros, si algunas de las cosas ocurridas se hubieran dilatado cuatro o cinco años, cuántos problemas habríamos resuelto en ese tiempo con la rectificación. Pero las cosas han tenido lugar en forma demasiado acelerada y nos crea desajustes en los programas, sin embargo, tenemos que estar preparados para los desajustes; y ustedes que dirigen al pueblo, dirigen a los militantes, dirigen las organizaciones de masa, tienen que tenerlos preparados también para todas estas situaciones y, sobre todo, para las más críticas que se van a presentar.

Yo decía que cuántas cosas habríamos hecho si no se presenta esta catástrofe, pero algún día nos expresaremos de otra forma y diremos: ¡Cuántas cosas hemos hecho gracias a esta catástrofe! Algún día se invertirán los términos y, al lado de la satisfacción de pasar por la prueba, podremos hacer el recuento de cuanto hayamos hecho; porque todas estas cosas que maravillan a muchos compañeros han surgido en el período especial, y muchas de las cosas que estamos experimentando ahora van a tener validez aun cuando dispongamos un día de recursos, de combustible y otras cosas. Espero que no volvamos nunca a hacer los gastos que hacíamos cuando había 70 000 u 80 000 tractores disponibles en la agricultura, había acumuladores, gomas, combustible, y andaban para arriba y para abajo todas aquellas máquinas.

Cómo vamos a aprender a ser austeros, a ahorrar, a utilizar bien los recursos. No se sabe lo que vale la inteligencia de cientos de miles de personas trabajando y creando.

No diré que nos alegraremos jamás de la desgracia de lo que ha ocurrido en el campo socialista; pero como país, al final, tendremos un saldo extraordinariamente favorable, adquiriremos la independencia más plena que se pueda haber adquirido nunca. Hoy tenemos una independencia política total, pero no podemos decir que tengamos una independencia económica total. Hoy podemos decir que tenemos suficiente valor y disposición para sufrir las privaciones; pero algún día tendremos una economía desarrollada en estas condiciones, que nos permitirá resolver todos los problemas que queramos resolver.

Yo decía hace poco que el caudal más grande que tenemos está en la mente, en la inteligencia de nuestro pueblo; que el cerebro es un recurso natural fabuloso, no se agota como el petróleo, por ejemplo, sino que se multiplica.

El petróleo será muy importante, pero es más importante tener cerebros que tener petróleo; en definitiva, hay países muy desarrollados que no tienen petróleo. A nosotros puede ser que nos aparezca algún petróleo, en tierra o principalmente en el mar; eso no está descartado, pero no podemos contar por ahora con eso. Lo que tenemos es el cerebro de nuestro pueblo, que es un recurso que, lejos de agotarse, se multiplica; y digo y repito que es más importante tener cerebro como recurso natural, que tener petróleo. Y con ese recurso que es la inteligencia de nuestro pueblo, lo que hemos sembrado durante 30 años, no solo en los corazones, sino también en las inteligencias, con ese recurso saldremos adelante, ¡saldremos adelante, no hay duda!, primero con lentitud y después rápidamente.

No vayan a creer que nuestros vecinos están más felices que nosotros, tienen tremenda recesión y han perdido el sueño, porque han violado todas las leyes de su economía, empiezan a pagar el precio de las violaciones que han cometido, y hay una gran intranquilidad en los círculos gobernantes de Estados Unidos con motivo de la recesión económica, muy real. En el momento de la euforia, en el momento en que se derrumba el campo socialista, en el momento de la hegemonía, viene la recesión económica a aguarles la fiesta.

Y los problemas del mundo están por ver, veremos cómo se agravan los problemas de los países del Tercer Mundo; veremos cómo surge una feroz competencia entre los grandes bloques económicos, veremos cómo la pobreza se incrementa en una gran parte de la Tierra, y ya entonces nosotros estaremos saliendo de nuestra hora más difícil.

Así serán los acontecimientos, y en esta lucha la conciencia tiene un papel muy importante, la ideología juega un papel decisivo.

Esta mañana lo analizábamos aquí, qué piensa cada cual, cómo piensan nuestros enemigos, cómo se mueven, cómo tratan de trabajar, cuánta hipocresía en algunos enemigos solapados, que hace mucho rato que sabemos cómo piensan —y Aldana lo explicó—, siempre al acecho a ver en qué momento, como buitres, le pueden caer arriba a la Revolución; las partes blandas, los elementos flojos, el potencial con que pueda contar el imperialismo dentro del país a partir de los elementos más negativos, menos patrióticos, a partir de los elementos que se acobarden, a partir de los elementos que se desmoralicen.

Por eso la cuestión ideológica tiene una importancia enorme, y nunca debemos ceder terreno en la ideología, nunca debemos ceder terreno en la combatividad y en el espíritu de lucha. No se lo admitamos a nadie, y recuerden que en cada hombre hay siempre un poco de vergüenza. La vida nos lo enseñó, sobre todo en la guerra, incluso cuando vimos a hombres cometer errores; incluso casos de hombres que se acobardaron y después tenían un valor tremendo, eran temerarios. Hay que saber hurgar en la vergüenza del ser humano.

No se preocupen que cuando parece que no le queda nada a un revolucionario, siempre le ha de quedar un poco de vergüenza y se puede hacer mucho con ese poco de vergüenza.

Nuestro pueblo es un pueblo de tradiciones, un pueblo digno. Tradiciones de dignidad, tradiciones de valentía, tradiciones de honor. Las golondrinas aisladas no hacen verano. Siempre habrá golondrinas, lo sabemos; siempre habrá casos bochornosos de gente que degenera, se debilita, se acobarda, se cansa; siempre habrá esos casos, debemos saberlo ver con filosofía; pero les aseguro que por cada uno de esos hay por lo menos diez que tienen un nivel de dignidad tremendo, de honor, de vergüenza (APLAUSOS).

No olvidemos jamás que este fue el país de las más generosas misiones internacionalistas, que fue el país que ofreció cientos de miles de hombres, los ofreció. Cada vez que había una misión internacionalista se presentaban cientos de miles de voluntarios. Miren qué espíritu, y en qué espíritu se educó nuestro pueblo, dispuesto a ir a cumplir, por difíciles que fueran, esas misiones.

No olvidemos que aquí en nuestro suelo patrio están los restos de la inmensa mayoría de esos compañeros, que en cada municipio les han levantado un monumento, sencillo, modesto. Algún día podremos hacer mejores monumentos en recuerdo de aquellos hombres que tanto nos enseñaron con su ejemplo. No olvidemos que esos son nuestros muertos, nuestros muertos; esos son los restos de nuestros compañeros. Hay muchos restos regados por la isla desde que empezó la guerra del 68, esos son nuestros restos, y en más de 30 años de Revolución, desde el Moncada, el "Granma", a lo largo de todas nuestras luchas; montones de escuelas llevan los nombres de esos mártires, montones de fábricas, montones de edificios, montones de granjas, llevan los nombres de esos compañeros gloriosos que cayeron.

Estos que hablan de repartirse el país desde allá, o se lo están repartiendo desde allá, centrales azucareros, tierras, casas, escuelas; esos que sueñan con volver a apoderarse de todo y darle un dueño a cada cosa, un propietario privado a cada cosa, algo a lo que ninguno de nosotros se resigna ni siquiera a pensar y que no podrá ocurrir mientras un solo revolucionario y mientras un solo hombre o mujer de vergüenza esté vivo, nos obligan a preguntarnos, ¿qué harían con la memoria de nuestros gloriosos muertos? ¿Qué harían con las tumbas que les hemos construido a lo largo y ancho del país? ¿Qué harían con los recuerdos? ¿Qué harían con esas modestas lápidas que a lo largo de la carretera de Girón nos recuerdan los que allí cayeron el 17, el 18 y el 19 de abril de 1961 en los combates contra los invasores mercenarios, o los que cayeron en el Escambray? ¿Qué harían con nuestros muertos? ¿Qué haría esa horda de gente llena de odio y de venganza, esa horda de gente reaccionaria que no querría dejar en nuestro país ni el más leve símbolo de la Revolución?

¿En qué convertirían nuestras escuelas, en cabarets, en prostíbulos? ¿Qué harían con las escuelas en el campo? ¿Qué harían con nuestros círculos infantiles, con nuestras escuelas especiales? ¿Qué harían con nuestras universidades? ¿Qué harían con nuestros cientos de miles de maestros y profesores? ¿Qué harían con nuestras decenas de miles de médicos, con nuestros cientos de miles de profesionales universitarios?

¿Qué harían con nuestros jóvenes? ¿Qué harían con nuestros adolescentes, qué destino les depararían? ¿Qué harían con las mujeres de nuestro país? ¿Qué harían con su proletariado, su clase obrera? ¿Qué harían con los que lucharon durante estos 30 años defendiendo la Revolución desde el Partido, desde la juventud, desde la federación universitaria, desde los comités de defensa, desde los sindicatos, desde las asociaciones campesinas, qué harían?

¿Qué harían con los restos de nuestros muertos?, porque ya sabemos lo que harían con los símbolos de la patria: entregárselos miserablemente al enemigo; entregarle la patria, entregarle la tierra, entregarle las aguas, entregarle los recursos naturales, entregarle la sangre y el sudor de nuestro pueblo al imperio.

Tendrían un escudo; el mundo está lleno de escudos que no significan nada, están plegados, y lleno de banderas, muchas de las cuales, desgraciadamente, significan muy poco. Estos recuerdos los tenemos muy presentes todos nosotros y tenemos cosas muy grandes que defender, valores muy sagrados por los cuales luchar y una causa extraordinaria por la cual morir.

¿Quién querría la vida? ¿Quién que tenga un poco de honor y de vergüenza se resignaría a ese destino? ¿No será mejor que nos quedemos con una camisa durante cinco años? ¿No será mejor que dejemos de ver la televisión un montón de horas, la mitad de las veces, o dejemos de ver televisión? (APLAUSOS) ¿No será mejor que nos olvidemos de gustos cuando hay tantas cosas que están en juego?

Y he hablado solo de Cuba, no he hablado del mundo; porque el mundo espera de nosotros que sepamos estar a la altura de la situación, todos nos lo dicen. El mundo espera de nosotros que seamos capaces de resistir, el movimiento revolucionario y los revolucionarios del mundo esperan, las ideas esperan por nosotros, las banderas esperan por nosotros.

Somos todo un símbolo y estamos jugando un papel que no lo buscamos, pero que nos cayó encima y tenemos que desempeñarlo; somos una esperanza; somos una trinchera de la independencia de América Latina, como decía esa declaración que se aprobó hoy aquí; somos una trinchera de las causas justas de este mundo.

Como decía recientemente, el heroísmo y la valentía se admiran, no se les mira con lástima; no necesitamos la lástima de nadie. No queremos que nos den consejos claudicantes, ni que venga nadie a decirnos lo que tenemos que hacer. No queremos que nadie sienta lástima por nosotros; lástima habrá que sentir por aquellos que han perdido el honor y la vergüenza (APLAUSOS); lástima se puede sentir por aquellos que mueren en balde o aquellos que mueren de enfermedad o de vejez sin haber hecho ninguna cosa útil en la vida.

La muerte nos espera a todos de todas formas, es una ley natural, y ojalá todos muramos de muerte natural; no queremos que se adelante ni un segundo la hora de la muerte de nadie, pero tampoco querríamos jamás que se aumente ni un segundo la vida sin honor, sin patria, sin dignidad (APLAUSOS).

Nadie tendrá razón para sentir lástima por nosotros, como nadie tendrá razón para sentir vergüenza por nosotros, como nadie tendrá razón para decir que nos desalentamos, que nos desmoralizamos, que nos rendimos, que abandonamos nuestras ideas, que abandonamos nuestra bandera. ¡Nadie tendrá jamás razón en esto!

Los revolucionarios cubanos no tendrán que sufrir el desprecio de otros; se desprecia a los traidores, y se saluda con admiración y se quita el sombrero ante los que tienen vergüenza, ante los que sepan defender sus ideas hasta el final. Por eso expreso aquí mi seguridad de que siempre tendrán que mirar a esta generación de cubanos, a las que vengan detrás y a las que nos precedieron, con respeto y con admiración. Siempre tendrán que reconocer que supimos luchar en las condiciones más increíblemente difíciles, que estuvimos dispuestos a darlo todo por la defensa de todo lo que consideramos sagrado, que fuimos capaces de darlo todo por la victoria; porque si actuamos como debemos actuar, si nos comportamos como debemos comportarnos, y como estoy seguro de que nos vamos a comportar, solo nos espera la victoria (APLAUSOS).

¡Que jamás se diga que ninguno de los que hoy estamos aquí presentes, de los que integran esta Asamblea Nacional, incluso de nuestros invitados, flaqueó! (APLAUSOS) ¡Que jamás se diga que uno solo se desmoralizó! ¡Que jamás se diga que uno solo traicionó! ¡Que jamás se diga de ninguno de los que somos testigos de este momento histórico que estamos viviendo, que no fue capaz de estar dispuesto a luchar y que no fue capaz de estar dispuesto a morir por la patria, por la Revolución y por el socialismo!

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)