DISCURSO PRONUNCIADO POR FIDEL CASTRO RUZ, PRESIDENTE DE LA REPUBLICA DE CUBA, EN LA CLAUSURA DEL V CONGRESO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA, EFECTUADA EN EL PALACIO DE LAS CONVENCIONES, EL 10 DE OCTUBRE DE 1997.

(VERSIONES TAQUIGRAFICAS - CONSEJO DE ESTADO)

Queridos compañeras y compañeros:

Un discurso más, pero con el consuelo de que será el último del congreso (RISAS), y si la otra vez hablé casi siete horas —lo peor de todo, sin darme cuenta de que pasaban las horas, y gracias a la infinita paciencia de ustedes—, en esta ocasión seré lo más breve posible.

Es difícil a estas horas decir algo que no se haya dicho a lo largo de este proceso y al final ya, desde que se inició este congreso, o que no esté planteado en las distintas resoluciones; además, han sido tres días de intensísimo trabajo para todos y de poco descanso, trabajo no físico, trabajo mental, trabajo emotivo, y eso desgasta energías y merece tomarse en cuenta.

Como ustedes ven, hemos discutido todo lo posible. Realmente nos hemos ganado el salario, sin estímulo material (RISAS), pero sí con muchos, muchísimos estímulos morales (APLAUSOS); y hemos trabajado más de cuatro horas, tal vez hasta bastante más de ocho. Solo el primer día, con el primer discurso, ya fue casi una jornada completa —nos hace falta que ocurra así también con el trabajo en general.

Ha sido fecundo. En todos los congresos siempre se aprende mucho, muy especialmente en un congreso del Partido; no precisamente en los tres días del congreso, sino en los meses y meses que dura su preparación, en las infinitas reuniones, asambleas, análisis y estudios que se hacen.

En este congreso se ha trabajado duro, muy duro, antes de llegar al Palacio de las Convenciones; y no solo nosotros hemos aprendido, sino también el pueblo, porque todo el pueblo participó en la discusión del documento político fundamental y ha recibido mucha información por todos los medios disponibles.

Precisamente en los días del congreso a uno le queda siempre la insatisfacción de ese inmenso tesoro de conocimientos y de experiencias que se deja de recibir, porque resulta materialmente imposible que intervengan todos los compañeros que desean hacerlo y que tenían, sin duda, sobre infinidad de temas, mucho que decir y mucho que enseñar.

Esa es la tragedia, ver cómo el tiempo pasa veloz y las solicitudes de palabra se amontonan. Es inevitable pensar en los compañeros que querían decir algo y no pudieron decirlo aquí, aunque lo hayan dicho en otros momentos del proceso.

Vimos cuántas cosas magníficas se dijeron, cuántos ejemplos son capaces de trasmitir los compañeros que hablaron, qué honda impresión causaron muchas de las intervenciones. Vale la pena haber tenido el privilegio de escucharlas.

Si venía uno nuevo a decir algo, siempre nos impresionaba. Así ocurrió hasta el final, como cuando habló el compañero que nos explicó el trabajo de las empresas del MINFAR. Con qué precisión, con qué seguridad, con qué claridad; en los breves minutos que le dieron, nos dijo cosas que realmente estimulan, que tienen valor económico, político; pero no solo valor económico y valor político para nosotros, sino que tienen desde el punto de vista ideológico un valor universal, ahora más que nunca, porque cada cosa que se diga vale no solo por su contenido, sino por la oportunidad, por el momento en que se dice. Hoy el socialismo y las ideas revolucionarias necesitan más que nunca de ese aporte.

Hablaron otros, como el mismo compañero de la empresa citrícola. A mí me sorprendió no solo por lo qué hacía y decía; meditaba lo bien que se expresaba y con qué claridad. Cómo maneja aquello, cómo demuestra lo que puede hacerse.

Así por el estilo, 100 más, 200 más, 300, ¡quién sabe cuántos más nos podrían decir cosas como las que nos dijeron muchos compañeros! Aquel de Guantánamo que dejó de ser inspector del trabajo para trabajar directamente en la producción. No es que los inspectores del trabajo no trabajen, y hacen falta los inspectores del trabajo; pero es admirable que cuando se ha alcanzado ya, mediante el estudio o la superación, un trabajo de ese carácter, se vaya allí a las montañas a luchar en condiciones duras y difíciles. O la compañera de la cooperativa de crédito y servicios; todo el mundo habla de esa excelente militante que nos contó su experiencia, incluso familiar, con relación al trabajo del Partido. Y seguramente que a todos ustedes les pasó igual que a mí, que querían saber qué pasó con el marido al que exigió en el núcleo la separación de responsabilidades administrativas y sanciones partidistas (RISAS). Ella es tan inteligente que no esperó a que nadie le preguntara, aunque la cosa era difícil de preguntar, y se encargó de decirnos que en el matrimonio no hubo problemas de ninguna clase, y espero que ahora haya menos; al contrario, la reciban con más admiración todavía en el hogar, acompañada de la admiración y de los aplausos que se ganó en este congreso.

Decía que cuánto hemos dejado de recibir a causa del tiempo; pero también pensemos en cuánta experiencia se ha acumulado. Si somos capaces de emplearla bien, ¿qué cosas no podríamos hacer? Eso vale mucho. Sí, falta petróleo, faltan divisas, faltan muchas cosas; pero lo que se ha acumulado en la cabeza de nuestros compatriotas, y en especial de nuestros militantes, ¿con qué puede compararse, cuánto vale? Eso sí que no puede ir a comprarse en ningún mercado, eso no tiene precio. Y en eso sí somos millonarios, tenemos más dinero que esos millonarios de que hablaba, algunos de los cuales tienen hasta 40 000 millones. Y son conocimientos para hacer millonario al pueblo. Luchamos no por crear millonarios individuales, sino por convertir en millonarios a todos los ciudadanos. Ahí tenemos uno de los importantes instrumentos.

En el mundo hay conocimientos de mucha gente al servicio de intereses particulares, personales y privados. Esa es la regla, y lo que aquí se ha acumulado en conocimientos y experiencias está al servicio del pueblo.

Los bienes materiales los conquistaremos del mismo modo que hemos conquistado muchísimos bienes culturales, del mismo modo que hemos realizado grandes conquistas sociales, del mismo modo que hemos conquistado muchos derechos para todos, si nos apoyamos en esas realidades que hemos percibido aquí, si nos apoyamos en esos conocimientos, si somos capaces de hacer cosas como las que hicieron allá en Jagüey.

Claro, esas cosas era importante hacerlas siempre; pero antes, cuando se gastaba mucho de todo, tractores, combustible y de todo lo demás, había tractores, combustible, recursos. Lo importantísimo es hacerlo ahora, ahora más que nunca, cuando esas cosas faltan.

¡Qué excelente si en todas las cooperativas y en todas las UBPC se hicieran cosas como las que nos explicó ese joven dirigente de una cooperativa de Mabay, Ramoncito. ¡Si en todas partes hacemos eso! Y somos hombres; es decir, la especie que es capaz de pensar, de tener voluntad, de actuar. No somos un rebaño de seres inconscientes. Esa es nuestra apuesta, el hombre y la capacidad del hombre.

El capitalismo es un sistema que trata al hombre cual si fuera una especie diferente, cual si fuera un animal, movido solo por egoísmo y por instinto. El socialismo apuesta a que el hombre sea hombre, actúe como hombre y sea capaz de hacer cosas como esas. ¿Es acaso un sueño? ¿Es acaso un imposible? ¿Podemos tener tan bajo concepto de la especie humana que consideremos un imposible hacer aquello que comprendemos, que valoramos, que necesitamos hacer, que podemos hacer?

Insistía por eso en la experiencia de algunas empresas. Ojalá hubiéramos podido preguntarles a muchos más compañeros; y experiencias no solo de compañeros militares, sino también civiles que en otros lugares se han alcanzado; en el níquel, por ejemplo, las van alcanzando, en materia de organización y racionalización, porque esas experiencias también se han ido extendiendo, y los compañeros, en la medida que las tareas son difíciles, han ido recogiendo las mejores y las han ido trasmitiendo.

Hay muchos centros de salud, muchas escuelas, muchos centros de producción y servicios y muchos lugares, en todas partes y cada vez más, donde los colectivos están trabajando con una gran consagración y con una gran eficiencia, podemos decir, o una gran búsqueda de eficiencia, en medio de dificultades de todo tipo.

¡Qué buena frase aquella de que cada UBPC necesita un traje a la medida! Eso está asociado realmente con los climas diferentes, los suelos diferentes, por aquello también que dijo Ramón —creo que fue Ramón— de que cada caña requiere su tierra y cada tierra requiere su caña.

Bastante que se ha presionado a las instituciones de investigación en la búsqueda de variedades de caña, y bastantes cosas que hoy están realizando. Villa Clara es un ejemplo, los investigadores de la Universidad Central de Las Villas están haciendo cosas extraordinarias en la búsqueda de variedades nuevas de papa que resistan plagas, que rindan bastante; de plátano que resistan plagas, que produzcan mucho; de granos, piña, frutales, pero priorizando siempre las más importantes.

Antes se trabajaba solo mediante cruzamientos, hoy trabajan mediante métodos biológicos de ingeniería genética y de una célula empiezan a sacar plantas. Están las fábricas de vitroplantas, cuya función es producir y extender plantas nuevas y de calidades nuevas, desde la papa hasta la caña. Y hacen notables esfuerzos por nuestro país, que hoy tiene los recursos científicos para eso; los están utilizando.

En la caña hubo un período realmente de olvido, que estuvo asociado con el golpe inicial, olvido por ejemplo de los bancos de semilla. Hubo períodos, y aun antes del golpe, en que se descuidaron las investigaciones en busca de nuevas variedades de caña, y en esto hay que trabajar con las que vamos creando y hay que trabajar con las que han desarrollado también en otros países, pasándolas por la correspondiente cuarentena, sometiéndolas a todas las pruebas. Tienen que trabajar con miles y miles de plantas diferentes, decenas de miles, para buscar aquellas que tienen buen azúcar, que resisten todas y cada una de las enfermedades, que pueden resistir sequías, etcétera.

Uno de los recursos que tiene el hombre frente a las plagas naturales y a las guerras biológicas es buscar variedades, y en eso la ciencia moderna ha alcanzado ya niveles extraordinarios. Tenemos, por ejemplo, la clonación en los animales, la futura posibilidad de que una vaca que dé mucha leche —Ubre Blanca— pueda reproducirse tantas veces como se quiera. Antes había que esperar mucho tiempo, a través del cruzamiento, con la genética clásica y los híbridos; hoy no, hoy se trabaja con células, buscando variedades nuevas y buscando ejemplares nuevos de plantas y animales para la producción, incluso, hasta de medicamentos.

Hoy se trabaja en la creación de animales cuya leche tenga más proteína, o tal medicamento, de manera que individuos con determinadas enfermedades puedan tener una leche que tiene tal cosa contra la enfermedad que padece, o que es anticancerígena, por ejemplo, o que ayuda a combatir enfermedades infecciosas, o cardiacas. Todo eso está asociado, tenemos un caudal científico y hubo un tiempo en que no se avanzó mucho. Pero hay métodos nuevos, muy modernos, así que ahora no solo debe prestarse más atención a todo eso, sino utilizar las técnicas nuevas.

Ahí podríamos decir otra de las ventajas del socialismo: puede desarrollar algo y divulgarlo, extenderlo rápidamente, tan rápido como se quiera. Tenemos ahí perspectivas y tenemos creadas las inteligencias y los centros que pueden trabajar en todo eso.

Claro, no debemos pensar en que marchemos adelante solo con lo que nosotros podamos crear, sino con lo que pueda crear el resto del mundo, porque hay mucha gente trabajando en estos campos.

Nosotros estamos trabajando y probando una vacuna contra el SIDA, pero hay muchos laboratorios en el mundo, muchos países buscando vacunas contra el SIDA; claro, países desarrollados, fundamentalmente. En ese campo estamos a nivel de los países desarrollados. Hay que insistir siempre en la necesidad no de inventarlo todo, pero sí debemos estar informados de todo. Ahora existe Internet, cualquier información se puede obtener en cuestión de minutos de cualquier parte del mundo; un científico nuestro en un centro de investigación puede buscarla lo mismo en China, que en Japón, que en cualquier otro lugar, y eso sí que no se puede bloquear. No nos pueden bloquear la obtención de conocimientos.

Luego, sí podemos buscar la caña para cada tierra, y cada tierra para la caña. Y estoy seguro de que si nosotros aplicamos los métodos más correctos es posible que no haya que cerrar ni un solo central; si empleamos los métodos de gestión, dirección, administración, la técnica, con más lluvia o con menos lluvia. Aquí se ha demostrado cómo una buena administración, un buen empleo de métodos es capaz de producir eso que se llama ganancias, aun en lugares donde la caña no tiene mucho más de 50 000 arrobas por caballería, se ha demostrado. No creo que haya un solo lugar de Cuba en que aplicando las técnicas correctas y trabajando bien no puedan producirse 75 000, 80 000; pudiera decirse que 100 000 casi sería el límite inferior de la peor tierra, con una buena estructura de cepas, todo eso. Sobre este tema se discutió bastante. Hay armas, disponemos de armas para ello.

Los problemas climatológicos se agravan, hay más calor, eso es incuestionable, se eleva la temperatura, habrá que adaptar muchas plantas a esas temperaturas. Primero que todo, tenemos que adaptarnos nosotros a esos calores, los calores de julio y de agosto, a la sombra, para muchas personas y para casi todo el mundo eran insoportables. Tenemos que adaptarnos nosotros y tenemos que adaptar las plantas, los animales; para eso está la inteligencia, afortunadamente el hombre tiene inteligencia, ya anda explorando los espacios y ya casi juegan allá en el espacio.

Todos hemos leído noticias sobre la estación Mir, no se sabe cuántos problemas han tenido y allá están encantados, hasta chocaron en el espacio, que es la primera vez, por una nave que no atracó bien allí en la estación. Y el próximo siglo verá cosas extraordinarias en todo lo que se refiere al espacio y a la exploración de los planetas que rodean nuestro Sol. Ya se habla, incluso, de hacer en el próximo siglo instalaciones en la Luna, instalaciones en Marte, colonias en esos lugares. Menos mal que no hay indios, porque si no estaría repitiéndose la historia de la colonización del espacio. Pero, ¡cuidado!, que puede surgir la propiedad privada y empezar a registrar allí los pedazos de Marte o de otros planetas; pero se habla ya incluso de establecimientos humanos, se habla seriamente y se hacen investigaciones con ese objetivo.

Algunas de las investigaciones que hemos hecho nosotros, y se han publicado, tengo noticias de que se han utilizado en vuelos espaciales, en los intentos de producir algunas plantas, utilizar algunos materiales; algunas de las cosas por las cuales no hemos recibido nada, pero nos alegramos, nosotros también nos beneficiamos de los avances que obtienen otros en el campo de la ciencia.

Espero que esa locura de parcelarlo todo no ocurra, como ocurrió en la Antártida. La Antártida se la repartieron en pedazos unos cuantos países; allí no puede vivir nadie, allí no vivía nadie, pero la repartieron. Hay que procurar que las ideas avanzadas, las ideas justas marchen más rápidamente que todas esas investigaciones, no vaya a ser que nos privaticen todo el sistema solar, todos los planetas. Hay otros sistemas que están más lejos, ya eso es otra cosa, todavía nadie se imagina cómo podrá viajarse a una velocidad casi igual a la de la luz y si eso es posible, todavía es algo que pertenece a la imaginación y a la ficción.

Pero ya estamos en vísperas de grandes avances científicos. Utilicemos la ciencia como recurso en esta lucha, en esta batalla para enfrentar los problemas, incluso los problemas energéticos, uno de los mayores; en la lucha contra la contaminación. Una de las cosas preocupantes es que el sistema imperialista y capitalista —como dije el primer día— conduce al mundo hacia el abismo de la contaminación, que puede hacer irrespirable el aire, que puede envenenar los mares, ríos; muchos están en parte envenenados y dejan de ser fuentes de alimento, fuentes de salud.

Los problemas del agua que tiene el hombre ya y que va a tener en los años futuros son tremendos. Cada vez se toma más conciencia en el mundo de estos problemas; incluso, hasta las hidroeléctricas, como decíamos, tienen tremenda oposición. Es el caso que se hablaba del Toa, y explicaron que hay unas reservas biológicas allí, y no se sabe lo que pierde el hombre cada vez que desaparece una especie de animal o de plantas, o se pierde un hermoso paisaje.

Es cierto que se están creando especies nuevas. Pero es un crimen terrible, antes había tanta selva, tanto bosque que no se preocupaban; hoy se están agotando y a un ritmo creciente se pierden millones y millones de hectáreas todos los años, así que hay más conciencia de estos problemas del envenenamiento y la liquidación del medio natural de vida del hombre. Hace 30 años casi no se hablaba de eso en el mundo, solo algunos precursores, hombres de larga vista; hoy hay una conciencia creciente en el mundo.

En el planeta, actualmente en cuestión de horas se viaja de un extremo a otro, las comunicaciones tienen una velocidad tremenda, se hace cada vez más pequeño. Todo eso tiene muchas cosas positivas, desde luego. Nosotros como revolucionarios y como marxista-leninistas, como martianos, no podremos ser enemigos del progreso, ni del acercamiento entre los pueblos y entre las naciones. ¡Ojalá el mundo fuera una sola familia! Con lo que no estamos de acuerdo es con un mundo bajo la hegemonía del imperialismo y del capitalismo; un mundo de explotación, de injusticia de todas clases.

Estamos conscientes de que la población del mundo pobre crece constantemente. Cada día constituye una parte mayor de sus habitantes. Si hoy es un problema de ideas, de conceptos, para las futuras generaciones, para los que van a vivir ya en el otro siglo, en qué mundo van a vivir. Y la conciencia del hombre tiene que reaccionar y está reaccionando en todas partes.

Bastaría ver lo que ha ocurrido con la fecha del 30 aniversario de la caída del Che, cómo se conmemora, cómo se le respeta. Se ve un despertar de la conciencia, simpatías con todas las ideas que él representó, con todas las virtudes que llevaba en sí, el tipo de hombre que representa, y eso se ve en cualquier parte.

Ahora, ya expliqué, los defensores del sistema capitalista e imperialista tendrán que irse desilusionando cada vez más con los desastres que han ocurrido en muchas partes. Sus ideas se están desprestigiando, y no podrán conquistar a nadie. Podrán comprar a mucha gente, podrán corromper; pero no podrán persuadir, no podrán conquistar el corazón y la mente. Por eso son tan importantes las ideas, más que nunca, porque ellos quisieran que las mentes no despierten. Quisieran envenenarlas de todas formas para que la gente esté confundida, para que la gente no reaccione, y la gente va reaccionando cada vez más.

El hecho insólito ocurrió hace unos días. Las Naciones Unidas creó una comisión para estudiar cuestiones relacionadas con la pena de muerte en Estados Unidos y la forma en que aplican la justicia, cómo resultan condenados a muerte ciudadanos de otras etnias y orígenes: negros norteamericanos, o gente procedente del Tercer Mundo, gente procedente de México, de América Latina y otras partes.

Recientemente aplicaron la pena de muerte a dos mexicanos, y ya han reconocido que en muchos casos han aplicado esa pena a personas inocentes; pero por primera vez se crea una comisión. Tienen miles de condenados allá esperando en capilla ardiente.

Ahora los legisladores quieren reducir el tiempo para las apelaciones, porque a veces duran hasta 10 años: recursos y más recursos; pero al final, van a la silla eléctrica o a la inyección letal. Tienen más de 3 500, entre 3 500 y 4 000 sentenciados a muerte. Ahora están compitiendo los legisladores para que todo ese proceso se reduzca y no darles esas oportunidades a personas sancionadas a la máxima pena, y las Naciones Unidas, viendo todos estos problemas de discriminación en la aplicación de la justicia —es decir, la falta total de justicia y de equidad en las sanciones que se imponen—, llevará a cabo una investigación.

Están furiosas alguna gente. El señor Helms, bien conocido por todos los ciudadanos de este país, dicen los cables que está encolerizado, que revienta. Quisiera casi casi que le lanzaran una bomba atómica al edificio aquel de las Naciones Unidas, porque una comisión investigue lo que ocurre en Estados Unidos. ¿Qué es eso? ¿Cómo se va a admitir semejante cosa? Y es de los que se oponen a que ese país pague su cuota y pague los 1 500 millones de dólares que debe. No lo quieren pagar, quieren pagar la mitad de lo que deben, y quieren contribuir con una cantidad menor, a pesar de que están en uno de los mejores momentos de su economía.

Es que ya ni las Naciones Unidas se quiere seguir plegando, por qué tiene que estar soportando la hegemonía; y lo hemos visto, es que son muchos países y no los pueden manejar a todos.

Hay algunas cosas en que ellos, sus aliados y antiguos países socialistas logran algunos de sus objetivos; pero hay cosas, como las del bloqueo, en que ustedes han visto lo que ha ido pasando año por año: dos votos, tres votos, cuatro votos a su favor es lo que tienen, a veces.

La primera vez que se votó a favor de la Resolución cubana, lo hicieron cincuenta y tanto; mucha gente se abstuvo o algunos se ausentaron. Para no buscarse dolores de cabeza con los que manejan el Fondo Monetario, el Banco Mundial, las instituciones de créditos, etcétera, se ausentan a la hora de la votación, otros se abstienen; pero el año pasado, después de cuatro o cinco años de votaciones, ya fueron ciento y tantos países los que allí, abiertamente, apoyaron la Resolución cubana contra el bloqueo. Son cada vez más. Vamos a ver este año.

Este año hay un grupo de países a los que les quitan el voto, desgraciadamente. Como algunos tienen problemas y dificultades y no han estado al día en la cuota, les quitan el voto y son países que como norma han estado votando a favor de Cuba. Pero crece; es decir que hay resistencia allí en Naciones Unidas al hegemonismo, a las imposiciones. Y cada vez hay más resistencia, es algo que puede apreciarse. Eso es una señal de conciencia, de despertar de conciencia.

Después del derrumbe socialista y la desintegración de la URSS, ahora la gente empieza a pensar más y a ver las cosas y las realidades. Y todos de una forma o de otra sufren.

Hay que ver las medidas que han tomado en esa frontera de México. ¡Qué muro de Berlín!, el muro de Berlín parece un juguete al lado de un muro de 3 000 kilómetros que han establecido, de murallas prácticamente, con los medios más sofisticados de la electrónica y obstáculos de todas clases, inversiones, empleo de personal. Mueren ahí todos los años muchísima gente que se introducen por los desiertos y mueren o las matan.

Quieren poner una barrera infranqueable, porque los de Centroamérica, los de México quieren ir para allá. Y los del Tercer Mundo. También Europa está asustada, porque los del norte de Africa y los de Africa en general quieren ir para allá, y toman drásticas medidas; pero hay que ver las medidas contra la inmigración que está tomando Estados Unidos en la frontera con México.

¡Hay tantas cosas que investigar en ese país sobre derechos humanos!, y ya ahora los empiezan a investigar.

Sí, ahora hay, incluso, tribunales internacionales, y ellos, cuando les conviene, quieren enviar a alguna gente a tribunales internacionales. Y, bueno, si se crean tribunales internacionales equitativos, para impartir justicia, nadie se opondría, ¡bienvenidos fueran! Pero hay que juzgar, en primer lugar, a los grandes culpables, a los que cometen los mayores crímenes contra la humanidad.

¿Qué es eso de decir que murieron 4 millones de vietnamitas con los bombardeos y todas las cosas que hicieron allí en ese país? ¡Cuatro millones! ¿Y no van a llevar a nadie a los tribunales internacionales por matar 4 millones de personas a 20 000 kilómetros de distancia? ¡Bienvenidos los tribunales de justicia internacionales si llevan allí a los grandes culpables y los juzgan!

Si murieron tantos en Guatemala, más de 100 000 desaparecidos, hoy se sabe quiénes lo hicieron, hoy se sabe quiénes enseñaron a todos esos órganos represivos. Decenas de miles de gente fueron educadas en las artes de la tortura y del crimen que aplicaron en toda la América Latina.

En El Salvador, la matanza de El Mozote —y ellos lo sabían, pero calladitos, ni una palabra— costó la vida a 900 personas aproximadamente —hay un libro sobre eso—, hombres, mujeres y niños. No querían que viviera uno solo. La historia se conoce por una señora que se salvó que ha dado más datos. El exterminio total, y lo sabían, ahí estaban los asesores de Estados Unidos. En Guatemala estaban los asesores también, desaparecieron incontables personas. En Nicaragua la guerra sucia, ¿cuántas vidas costó? En Panamá la invasión. En Chile el apoyo al gobierno que secuestró, torturó, asesinó. Y en Argentina se dice que hay hasta 30 000 desaparecidos. Se conocen las historias hoy de lo que ocurrió allí. ¿Es que nadie rinde cuenta de eso? Los organizaron, los entrenaron especialistas de Estados Unidos.

Los que invadieron Santo Domingo, o los que invadieron Granada, han cometido todos esos horrores, o los que armaron la UNITA. En Angola la UNITA —nosotros lo sabemos muy bien— mató cientos de miles de personas, aldeas enteras fueron arrasadas. Es decir que han cometido crímenes tremendos y no le han rendido cuenta a nadie, y entre ellos, a mi juicio, uno de los más grandes fue el de Viet Nam. La gente no olvida esas cosas.

¿Y qué hacía un hombre de la CIA allí en la habitación aquella donde estaba el Che? Un hombre de la CIA, supervisando, viendo, y tratando de ver si podía interrogar al Che, y después hacen declaraciones y hasta fabrican historias: que si la CIA no quería que lo asesinaran porque quería obtener información. ¿Información de quién, del Che? Hasta dice el hombre de la CIA que trató de convencer a los otros de que no lo asesinaran.

Ellos estaban en todas partes, en toda la América Latina. Han cometido en épocas recientes muchos crímenes, o han sido sus inductores y cómplices, de los cuales no han rendido cuenta a nadie. Pero la gente va conociendo todo eso, va despertando. No puede concebir un mundo dirigido con esos egoísmos, con esa hipocresía, pidiendo una excusa al cabo de algunos años y revelando papeles y más papeles. Hay algunos que dicen que después de 200 años es que los van a publicar.

Se va formando conciencia en el mundo, y eso tiene una extraordinaria importancia; ya no solo conciencia en cuestiones políticas, en cuestiones económicas.

Ya referí lo que nos contaban del Sudeste Asiático, cómo han liquidado en unos días la economía de países que trabajaron durante mucho tiempo. El mundo en manos de los especuladores, de los que arruinan y empobrecen países, y la gente dondequiera lo comprenderá cada vez más.

Las generaciones futuras de nuestro país vivirán en un mundo que tendrá mucha más información de la realidad. Ya no la futura, esos niños que estuvieron ahí; los jóvenes de hoy, los estudiantes de secundaria y los universitarios van a vivir en un mundo que tendrá otra conciencia. Eso no se puede impedir porque las leyes objetivas de la historia provocan inevitablemente esa toma de conciencia y provocan la rebelión de los pueblos, y demostrarán que las ideas que quieren imponer son inviables, no tienen porvenir.

Porvenir habrá solo para las ideas que defendemos nosotros, los principios que defendemos los que hoy parecemos un puñado de soñadores; más que un puñado, un pueblo de soñadores.

Cuando empezamos parecíamos un puñadito de verdad, y ahora hay millones, y millones en América Latina. Que lo digan los maestros que vienen aquí cada vez que hay un congreso de maestros donde se reúnen miles y miles; o cuando la CTC convoca a una reunión de dirigentes obreros. Es notable la cantidad de personas que ya van teniendo conciencia de todas estas cosas.

Esas son las armas fundamentales de que disponemos, eso es lo que hemos estado sembrando en todos estos años, eso es lo que siembra este congreso.

Lo que nos hace más felices es ver una organización como la nuestra defendiendo con tanta pasión, con tanto fervor, tenacidad y firmeza las ideas que hoy defiende nuestro Partido, esas ideas que quieren barrer de la faz de la Tierra los reaccionarios, los explotadores, los imperialistas, los capitalistas. No podrán barrerlas.

Sí, ya en el pasado barrieron algunas, las de los comuneros de París las barrieron, fusilaron allí a millares de combatientes; pero unas decenas de años después, apenas 50 años, surgió la primera revolución socialista.

Hace 150 años llegaron a Hong Kong los ingleses, desataron la guerra del opio, que es como desatar una guerra para buscar un mercado para la cocaína, vendiéndoles opio a los chinos, y allá las potencias coloniales organizaron coaliciones y expediciones. Hace apenas unos cuantos días, tuvieron que devolver Hong Kong a una China que no puede invadirse hoy con unos cuantos marines, a un Pekín que no puede tomarse, a una nación de 1 250 millones de habitantes, que tiene un partido comunista e ideas revolucionarias con los mismos orígenes que las nuestras: las de Marx, Engels y Lenin, que ellos complementaron con las de Mao y después con las de Deng Xiaoping. Son 1 250 millones que han declarado con mucha energía que defenderán, lucharán y no renunciarán jamás ni al papel del Partido ni al socialismo.

A nosotros lo menos que nos piden es que liquidemos el Partido. ¡Ah!, claro, nosotros no somos 1 250 millones, somos 11 millones; no somos como aquel mercado colosal, lo real es que estamos aquí cerca de Estados Unidos y somos un país pequeño.

Allá lo que quieren es invertir lo más posible, pues saben lo que es China ya y lo que será en el futuro. La historia enseña cómo van cambiando las cosas. La India era una colonia hasta hace solo 50 años; hoy son casi 1 000 millones de habitantes. Muchas de aquellas colonias dejaron de ser colonias. Qué mundo aquel en que una población tan pequeña como la de Inglaterra dominaba una gran parte del planeta y entre ellos países como la India o como China. Hoy ni con armas nucleares, ni con todo lo que poseen las potencias occidentales pueden establecer ese tipo de dominio; hoy lo tratan de hacer por otras vías.

Allá los chinos debaten sobre lo que deben hacer; nosotros respetamos sus ideas y sus puntos de vista, es otro país. Ellos están tratando de hacerse su traje a la medida, y nosotros estamos haciéndonos nuestro traje a nuestra medida (APLAUSOS) y defendemos ese derecho. ¿Qué derecho tiene el imperialismo a decirnos cómo tenemos que vestirnos nosotros y cómo debe ser el traje? Eso lo decidimos nosotros; pero tiene que ser un buen traje.

Meditamos sobre algunas de estas cosas: el papel del Estado, qué debe hacer el Estado. Desde luego, hay cosas que sí son difíciles de manejar por el Estado, hay algunas cosas que yo les explicaba esta mañana; pero si el Estado tiene tiendas, ¿no hay compañías norteamericanas que tienen miles de tiendas? ¿Y los que venden hamburguesas por todas partes? Tienen las hamburguesas ya hasta en la India, sin mencionar a los antiguos países socialistas; Coca-Cola y hamburguesas hasta en la India, lo que en la India, como no pueden utilizar carne de res, utilizan carne de búfala, la adaptan. Cadenas de miles de tiendas, ¿cuál es la diferencia? Que si nosotros tenemos miles de tiendas, esas tiendas son de todo el pueblo, son del Estado, y aquellas son de una compañía privada. Esa es la única diferencia, y ya Lenin vio estos problemas, cómo a medida que se desarrollaba el capitalismo y surgía el imperialismo, se creaban las grandes transnacionales, se estaba construyendo la estructura de un sistema socialista, la estructura del socialismo.

Lenin también habló mucho de la lucha por los mercados y materias primas, las competencias entre las grandes potencias, sobre todo la competencia económica, que conducía a las guerras. Ya hablé de eso el primer día.

Esas cadenas se extienden por el mundo, y si un privado puede administrar miles de tiendas con su compañía, o los ejecutivos que tiene allí, ¿por qué el Estado no puede tener miles de tiendas, sí, tiendas, y administrarlas bien? Puede ser que tengamos que aprender cómo administran ellos, cómo llevan los controles, cómo tienen los inventarios, que técnicas utilizan, porque son decenas y decenas de años, se puede decir que cientos de años de experiencia. No son gente que bajó de la Sierra Maestra con el Ejército Rebelde, o de los que se alfabetizaron recientemente.

¿Quiénes administraban nuestras fábricas en todas partes, y nuestras granjas? Muchas veces compañeros que eran semianalfabetos, no tenían ni experiencia, ni conocimientos, nada, eso era lo común y corriente de los primeros tiempos. Hoy no es así, hoy hay mucha gente con mucho nivel.

Estaba viendo unos datos y creo que de los delegados al congreso más de la mitad —no recuerdo qué tanto por ciento exactamente, un número elevadísimo— eran profesionales universitarios; ya, en este congreso. Eso refleja la cantidad de conocimientos que ha adquirido nuestra gente.

Discutimos mucho del azúcar ayer. ¿Saben cuántos profesionales universitarios tiene la rama azucarera? ¡Dieciocho mil! ¡Dieciocho mil, señores! Está claro que no estamos empleando esos conocimientos, esa cultura, esa inteligencia, no los estamos empleando bien. Claro, también es difícil, no es cuestión de contadores, hace falta que los contadores de nivel medio y superior estén donde tienen que estar, hay que luchar por eso, del mismo modo que los médicos están donde tienen que estar, en las montañas, en el campo, en las zonas rurales, y los maestros están en las montañas y en las zonas rurales, en todas partes. Sí, en otros países del mundo no van a esos lugares ni por mucho dinero que les paguen. Nosotros debemos tener a ese personal universitario trabajando, es una de las conquistas de la Revolución, cómo no vamos a poder hacerlo.

Es indiscutible que la esencia consiste en saber lo que debemos hacer y cómo hacerlo.

Che una de las primeras cosas que hizo, tengo entendido, he leído, fue recoger archivos y expedientes de unas cuantas transnacionales para averiguar cómo administraban, y todo lo que pudiera ser útil en esto. Es que Lenin habría hecho exactamente lo mismo, y hacía exactamente lo mismo, estudiaba todo, cómo eran aquellas empresas, qué hacían.

Y recuerdo algunas conversaciones con el Che antes de irse, cuando estuvo en Cuba por última vez, estaba entrenándose, realmente tenía una enorme cantidad de ilusiones, a partir de su experiencia. El Che era un hombre dispuesto a dar la vida en cualquier instante, en cualquier segundo, con un desprendimiento total, y, al mismo tiempo, siempre estaba pensando en el futuro, en las cosas que iba a hacer en el futuro, a partir de toda su experiencia, no solo guerrillera, sino de su experiencia administrativa, y a partir de su experiencia cubana ya él estaba elaborando ideas, sobre lo que haría en su país natal y cómo lo haría. El era un estudioso, le gustaba profundizar, hacer planes para el futuro, era optimista. Claro que sabía que para poder hacer todo aquello tenía que conquistar el poder, por eso estudiaba esas experiencias, para apropiarse de los conocimientos necesarios para saber cómo hacer las cosas y cómo administrar con eficiencia las propiedades del pueblo. Esa era una constante en él.

Es cierto que las cuestiones de contabilidad, todo eso se lo aprendía muy bien, las cuestiones de la ciencia y la técnica, a pesar de que cuando triunfa la Revolución, hace casi 40 años, no existían los conocimientos que hay hoy, las comunicaciones que hay hoy, las computadoras que hay hoy, la información, las tecnologías que hay hoy. Yo trato de imaginarme cómo él estaría viendo todo eso, qué estaría haciendo para utilizar eso en beneficio del pueblo y de la Revolución; qué medidas tomar y cuánto habría aprendido en estos años transcurridos, con todo lo nuevo que hay en el mundo.

Ahí está la clave, es una de las tareas. Eso se vio aquí muy claro, aunque no se discutieran todas las ramas. Si seguimos discutiendo todo y discutiéramos tanto como se discutió sobre caña y sobre agricultura, habríamos estado sacando la misma conclusión. Y sobre la caña y la agricultura dejaron de discutirse muchas cosas; se llevaron bastante tiempo y no se discutió todo, no era posible.

Pero este congreso tiene que hacer realidad esa toma de conciencia, el ascenso a un peldaño superior de conciencia sobre las tareas económicas; y las tareas económicas están indisolublemente asociadas a las tareas políticas, no puede haber solo política sin economía, ni puede haber economía revolucionaria sin una política revolucionaria.

Claro que la primera batalla era política, era militar prácticamente, la que condujo al pueblo al poder y a la independencia. Después empezó la más difícil de todas, y nosotros lo sabíamos, habíamos aprendido un poco sobre guerra, pero no había ninguna experiencia administrativa, económica.

Vean ustedes que han pasado años, y qué jóvenes eran los compañeros, muchos de los que participaron en aquella guerra, y qué joven era el pueblo, y qué falta de experiencia; no es como ahora en que podemos y debemos poner el acento principal en esas cosas que hemos discutido aquí.

Cuando se vuelva a reunir el congreso de nuestro Partido  —esperamos que no pasen seis años sino cinco—, albergamos la esperanza de que las cosas que hoy se presentaron como ejemplos, todas las cuales demuestran que todo es posible, se presenten como una práctica general en el país (APLAUSOS). Que de cada central azucarero pueda decirse lo que aquí se dijo de algunas fábricas; que lo que se dijo de cada UBPC, de cada cooperativa de créditos y servicios —de las cuales se habló ayer cosas nuevas e inteligentes que están haciendo con beneficio y satisfacción de los campesinos— se pueda decir de todas. Claro, me refiero a todas con cierta relatividad; sería tal vez una utopía pensar que no haya excepciones, pero que la excepción sea la ineficiencia y los errores y no la regla. Que la excepción no sea aquello que marcha de una forma buena, casi perfecta.

Esa tiene que ser la tarea clave de nuestro Partido en estos próximos cinco años. Nos gustaría que todos lleváramos de este congreso esa promesa, ese compromiso, porque tenemos todo lo suficiente para alcanzarlo: 780 000 militantes, con un nivel de preparación como el que tienen nuestros militantes y nuestros cuadros, más de 50 000 núcleos y las organizaciones de masa.

El otro día cuando hablé de organizaciones de masa, después me dijeron: "Oye, no mencionaste a la Federación de Mujeres Cubanas." Digo: "¿Cómo que no la mencioné? No, no es posible; es imposible." Bueno, lo que conservo en mi mente es que yo dije: "Las mujeres", que lo que hice fue tratar a la federación familiarmente como siempre la trato. A mí muchas veces me gusta decir las mujeres, porque para mí las mujeres y la federación es la misma cosa (APLAUSOS). ¿O puede uno pensar una palabra y no pronunciarla? Recuerdo que también dije los campesinos, no dije ANAP; dije los pioneros, los estudiantes de nivel tal y más cual, no dije el nombre de cada una de las organizaciones; a todas las trato con familiaridad. No puedo olvidarme de ninguna, como no puedo olvidar la recién creada organización de los combatientes (APLAUSOS).

Tenemos el Partido, tenemos nuestra magnífica juventud —sí, así con esas palabras, ¡magnífica juventud!—, a la cual, desde luego, le pedimos y siempre le pediremos más, y le pediremos más trabajo político, trabajo político que no es lo mismo que usar una consigna; no quiero decir que hayan usado consignas, concepto para mí diferente al de sintetizar ideas en una frase. Pero el Partido también, durante mucho tiempo, a veces fue esquemático, dogmático, trabajó a veces con consignas, no siempre con argumentos, con trabajo de persuasión y comprometimiento, trabajo de hombre a hombre, de mujer a mujer; es decir, trabajar con cada hombre y con cada mujer, con cada joven y cada estudiante.

A mí me llamó la atención cuando explicaba Raúl que, en el trabajo de perfeccionamiento, habían hablado uno por uno con cada trabajador; no con el trabajador en abstracto, sino con el trabajador en concreto.

Aquí también hay que trabajar con los ciudadanos en concreto, uno por uno; no es solo el trabajo de la prensa y de la televisión, o de las conferencias, o de los mítines políticos, sino uno por uno. Y el trabajo de uno por uno es histórico. Las religiones se crearon así y han durado miles de años, pero empezaron por uno o dos, después fueron millones. Los apóstoles dicen que eran 12 y hoy son cientos de millones. Los católicos y demás cristianos y todas las religiones que hay en el mundo hicieron su trabajo uno por uno, formaron muchos cuadros, y estudiaban.

Para ser, por ejemplo, sacerdote jesuita —me acuerdo por lo que conocí en las escuelas donde recibí clases de secundaria y bachillerato— se estudiaba no se sabe cuántos años, tenían que estudiar más que un médico. Quizás un médico de la familia, especialista en medicina general integral y con otra especialidad, estudia los años que estudiaba uno de aquellos sacerdotes que ejercían como profesores.

En las grandes religiones de la India, o en el resto de Asia, e igualmente los musulmanes, empezaron y continuaron inculcando sus creencias uno por uno. Todas las religiones lo hicieron de esa forma. Y nosotros, como revolucionarios, tenemos que hacer también el trabajo uno por uno. Nuestros cuadros y los de la juventud tienen que trabajar así, y nunca dar a nadie por perdido.

A partir de la más profunda convicción de que tenemos la razón y defendemos lo más justo, lo más hermoso, lo más humano, discutir todo el tiempo que haya que discutir, explicar todas las veces que haya que explicar. Enseñar, educar, no se puede hacer trabajo político en abstracto. Profundizar en los conocimientos, en las ideas, en lo que pasa aquí y en lo que pasa en el mundo. Ser franco, ser valiente, ser veraces.

¿A quién obligaron en este país a ser socialista o a ser comunista? A nadie lo obligaron. Es absolutamente voluntario y pasa por un proceso difícil, único, el ingreso de cada militante en nuestro Partido, que es la aceptación y apoyo de las masas, y son 780 000, más 500 000 de la juventud.

En el Partido, que ya son personas de más edad, como promedio, hay 780 000 y luego están todos los demás revolucionarios que existen en este país. Trabajando unidos, ¿qué no podemos alcanzar? Esa es la tarea de este Comité Central que se acaba de elegir, es la tarea de este Buró Político, es la tarea de la Asamblea Nacional y de la nueva Asamblea Nacional que surja, es la tarea del gobierno central, es la tarea de los poderes populares, esa tarea a la que me refería, y lo repito, de convertir en regla lo que en muchos casos es excepción, la tarea de generalizar nuestras mejores experiencias.

Cómo fuera posible que no lo lográramos. Qué somos, qué valemos si no podemos. Con todo lo que conocemos hoy día, con todas las posibilidades que tenemos, hay que hacerlo. Esa es la victoria de las ideas.

Hagámoslo no solo por el progreso y el bienestar de nuestro pueblo; hagámoslo por las hermosas ideas que defendemos (APLAUSOS); hagámoslo para combatir ese cruel sistema imperialista; hagámoslo para combatir ese insostenible y despiadado sistema capitalista que no tiene porvenir, por inhumano, por caótico, por anárquico. Por eso que no nos venga a decir nadie, por ejemplo, que renunciemos a toda planificación.

Los del Pentágono trabajan con planes minuciosos y detallados, casi a nivel de inventario de hormigas en el mundo, y cómo matar hormigas, y qué aviones para tal fecha y para la otra, y qué armas nuevas, y programas espaciales. Y los políticos reaccionarios tienen también sus programas, la reacción en el mundo tiene su programa político, tiene planificado cómo apoderarse de las riquezas del mundo, cómo dominar más el mundo y explotarlo.

Nosotros seguiremos con nuestros programas y con nuestros planes, con la necesaria descentralización que se ha planteado, y a la vez con la necesaria supervisión para no caer en la anarquía capitalista, que es su mayor desgracia.

Cada uno de esos millonarios hace lo que quiera con el dinero; pero, a pesar de eso, en determinadas áreas no pueden renunciar a planes.

El mismo Japón, que alcanzó un crecimiento sostenido después de la guerra bastante amplio, trabajó con programas para la economía y tomó medidas de todo tipo, para vencer la competencia, para conquistar mercados, para que no pudieran competir con sus mercancías. Hoy ese es uno de los problemas que hay en el mundo, las diferencias de intereses que existen, por ejemplo, entre Japón y Estados Unidos, y entre otras potencias económicas.

Nosotros no podemos entregar nuestro desarrollo económico y social a las leyes ciegas del mercado. Las leyes ciegas del mercado no imperarán aquí, eso no quiere decir que no podamos aplicar alguna forma de mercado, determinadas formas.

Los chinos hablan de economía de mercado socialista, ellos emplean ese término. Observamos lo que hacen, pero tienen programas, planes, un partido y están buscando qué mecanismos capitalistas pueden serles de alguna utilidad. Aquel es un país de 1 250 millones de habitantes, repito —y deben tener un poco más, esta cifra puede estar algo  atrasada—, muy grande, mucho más difícil de dirigir, desde luego. Allá todo se cuenta por cientos de miles de industrias, decenas de millones de parcelas agrícolas y de otras actividades económicas; tienen que adaptarse —ellos dicen— a un socialismo con características chinas, pero siempre dicen y recalcan: el papel hegemónico del Estado, el papel determinante del Estado, el papel fundamental del Estado.

Ya explicaba cómo se discute hoy mucho —y con eso tienen que ver en el mundo los que se dedican a estas cuestiones— cómo van a resolver el problema, que también tenemos que resolver nosotros, de las empresas que resulten irrentables, que ocasionan pérdidas. Claro, si hay una empresa que produce algo que salva por ejemplo vidas, o es de gran importancia estratégica y social, entonces nuestro Estado tiene que gastar; en ese caso es posible subsidiar, puede dar lo necesario, es más bien un servicio público. Debe tenerse en cuenta que por razones absolutamente objetivas relacionadas con la guerra económica de Estados Unidos, no siempre podemos superar determinados atrasos tecnológicos o resolver necesidades de forma más económica mediante el comercio internacional. Puede haber, por tanto, repito, excepciones en que el Estado considere, por determinadas razones, absolutamente conveniente subsidiar; lo que no debe haber es un solo centro de producción desperdiciando recursos, botando dinero, trabajando de manera ineficiente.

Todas estas cuestiones son bastante complejas, porque también las ganancias tienen que ver con los precios. A veces ha habido tendencias de resolver los problemas de la ineficiencia pidiendo precios más altos; subiendo precios se acaban al parecer todas las deficiencias, sí, con 5 000 millones en la calle de déficit presupuestario, que llegamos a tener, según nos explicaron ayer. Cero déficit si es posible, o mínimo, pero aceptable, tolerable, permisible; no podemos botar el dinero y tenemos el problema, sencillamente, de pérdidas por razones de organización, eficiencia. Realmente hay que superarlas y que aquí un subsidio a la producción siempre sea solo por excepción y no como regla.

Ahora, desde luego, sí les aseguro que en la mente de los cuadros y los dirigentes de nuestro Partido no está la idea de las privatizaciones en nuestras industrias.

Si un central hay que cerrarlo, que se cierre porque sea absolutamente imposible desde el punto de vista económico hacerlo rentable, útil a la economía, convertirlo en un central que no deje pérdidas. ¿Pero se puede admitir la idea, aceptar la idea de que no podemos los revolucionarios cubanos, y sí puede un privado, sí puede un capitalista?

Los chinos en su reciente congreso, aunque no tenemos toda la información, según cables públicos hablaron de acciones, reparto o ventas de acciones, cooperativas por acciones y otras variadas formas de propiedad colectiva que han estado ensayando. Sus condiciones son muy particulares y su proverbial sabiduría no debe ser subestimada.

En otros países se entregaron acciones a dirigentes administrativos y a trabajadores de las empresas, fuesen o no rentables, así lo hicieron muchos de los que formaron parte de la antigua URSS; pero la mayoría de aquellas acciones se convirtieron pronto en papeles, y luego unos cuantos, de alguna manera o de otra, adquirieron las acciones, especialmente de las más ricas y productivas, y ya son grandes empresas de propiedad privada. En realidad, lo ocurrido con el diseño y las recetas capitalistas, es que gran parte de las industrias y centros de producción y de servicios han caído en la ruina total.

Nosotros no tenemos que regalarles las fábricas a los obreros, porque ya los obreros como clase social revolucionaria son los dueños de las fábricas (APLAUSOS). ¿Y qué vamos a hacer con una de esas fábricas que son incosteables, por falta o insuficiencia de energía o de materias primas, por razones organizativas, tecnológicas, de improductividad o de mercado, se la vamos a regalar, por ejemplo, al colectivo que allí labora? ¿Pueden los obreros por sí solos arreglar aquella fábrica incosteable? ¿Qué les vamos a regalar, las pérdidas? En nuestras peculiares condiciones es el Estado, que posee mayores facilidades y recursos, el que tiene la responsabilidad de arreglar esa fábrica y hacerla costeable, hacerla rentable, hacerla productiva, hacerla eficiente y, en último término, asumir las pérdidas o cerrarla protegiendo siempre a los trabajadores.

Tampoco nosotros queremos crear mediante privatizaciones una clase de ricos en este país, que después adquiriría un poder tremendo y empezaría a conspirar contra el socialismo.

Ya hablábamos de un ejemplo ayer, del individuo que si tiene mucho dinero empieza a hacer favores, se convierte en un santo, en un benefactor y, a la vez, en sobornador y corruptor de cuanta gente pueda. No queremos eso.

Varias veces se insistió en la idea de que algunas de las cosas que ocurren ahora como consecuencia de las medidas tomadas en período especial, traen el inconveniente de que crean un número de ricos en el país, y que tenemos que aceptar ese remedio, ese tipo de medicina. Pero, claro, si realmente se aplican los programas, si hacemos lo que debemos hacer, llegará un momento en que no sea posible, con un timbiriche, hacerse millonario.

Hay cosas que son, digamos, inevitables. Usted puede observar el caso de los que alquilan a los turistas, o a extranjeros de algunas compañías que tienen negocios con nosotros, a pesar de que esto último no está autorizado —alquilar a funcionarios de empresas extranjeras—, porque existe una institución que presta esos servicios, aunque no hay suficientes viviendas, y se lucha por disponer de las necesarias para ello, porque esos son recursos que capta el Estado para necesidades esenciales del pueblo.

Nosotros sabemos de casos hasta de 3 000 dólares mensuales por el alquiler de una vivienda —recibida de la Revolución— a extranjeros, si lo multiplican por 23 pesos, ya son casi 70 000. ¿Qué diría un médico, un maestro, un ingeniero? ¿Qué menos podemos hacer que cobrar un impuesto a los que alquilan a turistas? Bien, si hace una contribución con el impuesto, si cumple las regulaciones, si no alberga allí a un terrorista que venga a sabotear la economía, si se establecen los controles que existen en todas partes, e inscripciones, si se cumplen las leyes, no vamos a sufrir porque alguien obtenga un ingreso por esa vía.

Claro que no todo el mundo tiene una casa para cobrar 3 000 dólares. Eso no tiene remedio. El que vive en un apartamento de dos habitaciones se busca un pariente, se muda para allá, le dan algo y alquila, bueno, en 700, 800 dólares; pero en un país donde no hay que pagar servicios de salud, ni educación, ni muchas otras cosas, tales ingresos en divisas, cambiados por pesos, son altos. Y esos servicios no los cobraremos, esos serán servicios esenciales del Estado que se los presta al pueblo gratuitamente. Eso forma parte de la esencia de nuestra Revolución, y no porque haya algunos que ganen mucho dinero vamos ahora a empezar a cobrar escuelas, a privatizar escuelas o venderlas, o venir a decirles a los maestros: "Oigan, quédense con esa escuela porque cuesta muy caro, háganla privada, cobren lo que quieran." ¿Y quién paga, y con qué paga? Sería un desastre. Nosotros estamos orgullosos de nuestras escuelas y de nuestro sistema educacional, son fenomenales los frutos que ha dado.

Las casas se hicieron diferentes casi todas y de distintos tamaños a lo largo de la historia, unas tienen más posibilidades y otras menos. Bien, todas las que eran objeto de pagos de alquiler, o las que se construyeron después o dejaron los burgueses que se marcharon del país, excepto unas pocas que son bienes básicos, se entregaron al pueblo. Eso se prometió desde el Moncada, que cada familia fuera dueña de su vivienda, desde el primer programa de la Revolución; y el campesino dueño de su tierra, esa fue la primera ley agraria que hizo la Revolución. Todos aquellos que pagaban rentas o eran precaristas, todos son hoy dueños, y en la vivienda lo hicimos, fue una medida revolucionaria; lo que tenemos que hacer ahora son nuevas casas para los demás que no tienen o que las necesitan, las familias que crecen, los nuevos matrimonios, los nuevos núcleos. Y es magnífico que estemos haciendo casi 50 000 por año en pleno período especial.

Ahora algunos quieren vivir estrecho: unos fueron para el garaje, para aquí, para allá; lo que corresponde es regular eso. Si un número de ciudadanos recibe por esa vía un ingreso, sobre la base de hacer un sacrificio personal o porque le sobra casa, no es una tragedia para la Revolución. A la Revolución le interesan las cuestiones de seguridad, las cuestiones de economía, es decir, los ingresos que hacen falta para comprar alimentos, para importar, para pagar hospitales, escuelas, para construir más casas; eso es lo que le interesa, no va a sufrir porque alguien tenga determinado ingreso. Lo que no vamos a vender es una fábrica, eso lo aseguramos; no vamos a crear una clase industrial, propietaria, empresarial. No vamos a privatizar las empresas, no vamos a seguir ese camino, lo cual no está en contradicción con el trabajo familiar que se lleva a cabo con esfuerzo propio y que no se desarrolla para explotar, especular y empobrecer a los demás ciudadanos.

Alguien tiene un pequeño restaurante con la familia, lo que pedimos es: pague impuestos, no compre cosas robadas, cumpla las leyes, leyes sanitarias, las normas establecidas, trabaje con la familia, no invente un pariente; trabajen y trabajen honestamente todo lo que quieran. Claro que el Estado tendrá que atender sus propias instalaciones, y tendrá que librar esa batalla de la que se hablaba ayer, servir productos más económicos, con calidad, con higiene. Lo que allí se recaude será para todos.

Imagínense cuánta gente se haría rica en este país y qué problemas surgirían si se privatizan las tiendas. No, que se administren como las mejores empresas capitalistas administran sus cadenas de tiendas, de restaurantes y de otras actividades de servicios y económicas, que se administren como deben administrarse, porque si el capitalista puede, nosotros podemos más que el capitalista (APLAUSOS). ¿Cómo administrar una bodega?, aprendamos hasta que podamos tener mejores y mayores tiendas, es decir, de otro tipo, de otro carácter, más avanzadas. Aprendamos, tenemos la obligación de aprender a manejarlas.

Y no vayan a creer que en las cadenas capitalistas el dueño está allí, en esas cadenas el dueño muchas veces vive en el extranjero, está en sus oficinas centrales y viajando o paseando todo el tiempo, tiene un administrador, un ejecutivo bien pagado, bien preparado para la tarea que está desempeñando. Los propietarios de la United Fruit y todas aquellas grandes empresas que eran dueños de los centrales principales y de las tierras en Oriente, Camagüey y en muchos lugares, ninguno vivía en Cuba, todos vivían en Estados Unidos y en las grandes ciudades.

Los dueños de esas grandes fincas bananeras en Centroamérica y Suramérica, ninguno vive allí, muchos ni siquiera las han visitado nunca; tienen experiencia, administradores bien preparados, cada vez mejor equipados para la estadística, la dirección, y casi ninguno ha viajado nunca a ver un platanal, ellos no saben lo que es un platanal.

Los dirigentes del Estado por lo menos están aquí y están, además, en todas partes. El del municipio, que tiene un cine o algo parecido, vive allí en el municipio, está mucho más cerquita que el dueño de la transnacional, y puede ver el cine todas las semanas si quiere.

Ahí están los consejos populares creados en el período especial, con bastantes facultades, profesionales de entre los compañeros elegidos en las circunscripciones, están allí al lado, están al lado de la tienda, están al lado del cine, están al lado de la escuela, están al lado del policlínico; en el municipio más pequeño de Cuba, ¿cómo no van a poder dirigir con eficiencia?

Entonces poseer cualidades, conocimiento y experiencia en materia económica y en cuestiones de administración, se vuelve cada vez más y más importante.

Si al principio lo que teníamos que ser era de ¡Patria o Muerte!, y correr todos los días para las costas porque se anunciaba una invasión, o movernos para el Escambray donde se movilizaron 40 000 trabajadores de la capital a luchar contra bandidos, o en Girón, en las crisis, en todo, ahora tenemos que movernos en otro sentido. Por eso hablé de soldados de la economía; ahora no es ese espíritu, esa cuestión de ¡Patria o Muerte! Lo único que se pide y se requiere. Raúl habló de los cañones y de los frijoles, si una cosa era tan importante como la otra, y al final terminó diciendo que eran más importantes los frijoles que los cañones, y miren que nosotros apreciamos los cañones, no hay duda, porque los necesitamos, y si a última hora hay que darle un cañonazo a cada invasor que tenga un chaleco antibala de esos que inventan, pues habrá que dispararle un cañonazo.

Pues bien, administrar cualquier cosa, una UBPC, dirigirla, una bodega; administrar las unidades económicas y de servicios, que no deben olvidarse, debe ser una ciencia de cada revolucionario.

Hoy tenemos que seguir siendo de patria o muerte; pero, además, tenemos que convertirnos en administradores, y en buenos administradores. Un cuadro de un municipio, además de doctrina política y contacto con las masas y todo eso, debe saber lo necesario para hacer que marche bien todo lo que tiene que ver con su responsabilidad allí.

Eso es lo que quiere decir que son más importantes los frijoles que los cañones. Es decir que hoy la economía tiene la importancia número uno, y más importancia todavía en el período especial, más importancia a medida que se recrudece el bloqueo contra el país, más importancia en la medida en que tenemos que pagar 42 centavos adicionales por cada dólar que nos presten para comprar combustible, de lo que se habló ayer.

Piensen en eso y hagan que la gente piense: "Mira que esto se obtuvo, porque no hubo suficiente azúcar o no hubo suficiente de esto o de lo otro, sobre la base de créditos que hay que pagar a este precio", cada vez que alguien va a pasear, a botar, a despilfarrar.

Aquí se explicó cómo cuando hubo que pagar en divisas algunos insumos, incluso de combustible, unas cuantas entidades económicas empezaron a gastar la mitad de lo que gastaban. ¡Miren que cuesta trabajo meterle en la cabeza a la gente que su deber es gastar la mitad, no acaba de comprenderlo! Pero cuando ya les toca la esfera de su actividad, y tiene tanto y no tiene más que eso, entonces ahorra ese dinero para tener otras cosas; porque no se puede cuestionar el amor de nuestros cuadros por sus fábricas y por todo, pero es amor puro y tiene que ser un amor fecundo, un amor que dé frutos.

Entonces, cuando les toca de cerca, a ahorrar. Por eso se establecen normas de ese tipo, donde se pueden establecer. No se pueden establecer en todas partes, no hay las condiciones, no son las mismas circunstancias; hay una serie de factores que inciden en la imposibilidad de aplicar la misma receta en todas partes. Pero ese hombre que está ahí tiene que aprenderlo; cada cuadro político tiene que saber eso, y tiene que tener eso en la cabeza y, en primerísimo lugar, ese principio. Igual que el principio de que ningún interés debe prevalecer por encima de los intereses de la nación; ningún interés personal, ni de empresa debe prevalecer por encima de los intereses del país. Ese debe ser un principio sagrado, a medida que descentralicemos o demos facultades, más libertad para manejar las cosas con más eficiencia.

Cuando hablamos de libertad y de descentralización, es para hablar de más eficiencia; no debe servir jamás para ser menos eficientes, o para malgastar, o despilfarrar o hacer lo que le dé la gana a alguien con los recursos.

Al cuadro político es imprescindible dotarlo de los conocimientos, o escogerlo con las cualidades no solo de político, sino con las cualidades de un buen gestor y de un buen dirigente económico. No quiere decir que tenga que ser economista, puede trabajar con los economistas, puede asesorarse con los economistas; pero él tiene que responsabilizarse con eso. Hay que lograrlo.

Si este país ha hecho tantos milagros, ¿cómo no va a poder hacer ese milagro entre todos, queriendo hacerlo, con este grado de unidad, de conciencia que hoy tenemos? Estoy convencido de que podemos, porque creo en el hombre, creo en las ideas, creo en la capacidad humana, y pienso que es de una especie diferente el hombre a la de otras especies animales.

Nosotros tenemos el aspecto, estamos regidos por todas las leyes físicas y biológicas de cualquier otro ser viviente; pero lo que distingue al hombre de las demás especies vivientes es la conciencia.

Renunciar a esa idea es renunciar a la idea del ser humano. Yo no creo que se resigne fácilmente nadie a la idea de no ser un ser humano, porque muchas veces, incluso, gente que comete delitos y hace tal cosa, tiene alguna faceta, algún rasgo y algún aspecto de tipo humano.

Además, está el sistema. El sistema capitalista produce bestias; el sistema socialista en nuestro país, en nuestra Revolución, produce seres humanos. Produce un hombre diferente, ya lo dije, no hay que repetirlo, demostrado con hechos y hasta con números.

¿Quién podía mover en este hemisferio en el mundo la cantidad de ciudadanos que movió la Revolución Cubana para cumplir misiones internacionalistas?

Hablaba de iglesias. Hay iglesias que tienen gente muy consagrada a hacer obras de tipo caritativo. Ustedes vieron recientemente lo que ocurrió con la muerte de la Madre Teresa, conocida en todo el mundo —por los días también en que ocurre el accidente de la princesa de Inglaterra—; bueno, a esa persona le fueron a rendir honores millones de personas, de todas las religiones. ¡Ah!, porque se dedicó allí a trabajar con la gente pobre, a ayudar a los pobres, después vino el reconocimiento universal; no estaban reconociendo al hombre de los 40 000 millones. Cuando ese hombre concluya su vida, quiero saber si millones de gente de todas la religiones van a ir allí a rendirle tributo al lado de la tumba.

La Madre Teresa tenía realmente lo que llevaba puesto. Una vez visitó a nuestro país, conversamos; incluso envió alguna gente suya a trabajar en Cuba. Se dedicó a los pobres, se consagró a ellos.

Digo que algunas religiones tienen instituciones que trabajan en ese tipo de obras. Nosotros tenemos esa experiencia a lo largo de los años de la Revolución, siempre han sido muy respetadas y muy consideradas aquellas monjas que estaban en el leprosorio, o atendiendo niños en algunos lugares, o enfermos o ancianos; las hemos visto trabajar. Permítanme decirles que son bien eficientes.

Yo he visitado algunos asilos, y ahorran muchísimo —eso lo he dicho otras veces—, son económicas, administran, están consagradas.

Nosotros, como revolucionarios, tenemos que consagrarnos igual o más. Nosotros no lo hacemos por un sentimiento religioso, pero para nosotros la justicia es una religión; para nosotros la libertad, el bienestar de nuestros compatriotas es una religión, la independencia es una religión, la patria es religión. Es decir, todo, revolución, patria, independencia, justicia social, el socialismo es para nosotros como una religión (APLAUSOS).

Nosotros, que tenemos motivaciones estrictamente humanas, hacemos esas cosas o debemos hacerlas; no esperamos nada a cambio de eso, ningún tipo de recompensa, es una cuestión de conciencia. No somos religiosos, aunque los religiosos pueden estar en el Partido, como se hizo; no somos ni mucho menos fanáticos. Si morimos por la patria, morimos por la patria; si morimos por el socialismo, morimos por el socialismo; si morimos por ayudar a otro país, morimos por solidaridad.

Martí, Mella, el Che —ahí los tienen, los vuelvo a mirar (Señala)—, con un altruismo infinito, insuperable, murieron por sus ideas, murieron por su patria, murieron por la Revolución, murieron por el socialismo (APLAUSOS).

Incluso, Martí, que fue inspirador de nuestra Revolución, fue ejemplo y labró el camino, despejó el camino para que un día se pudiera proclamar la Revolución socialista en Cuba.

Cuando les rindamos tributo o visitemos sus tumbas, no es posible olvidar ni por un segundo qué móviles tuvieron esos hombres y qué los llevó a darlo todo.

¿Y no seremos capaces de cualquier sacrificio por los demás? ¡Los tenemos a montones capaces de hacerlo! Cuántos trabajadores, enfermeras y médicos en esos mismos hospitales de leprosos; hospitales a veces donde el trabajo es muy duro, atendiendo a personas que nacieron con anormalidades congénitas insolubles, que si viven 50 ó 60 años allí están. Y van también con leprosos o con enfermos de cualquier clase, aquí y en cualquier parte.

Se habla de misioneros. La gente nuestra ha cumplido misiones en los lugares más apartados, son como misioneros. No se puede ser revolucionario sin ese espíritu, por eso dije que para nosotros eso era como una religión y nos sentimos orgullosos porque es una cualidad humana muy alta.

Por eso dijo el Che aquella frase de que ser revolucionario era el escalón más alto de la especie humana. Fíjense qué frase, qué magnífico y brillante concepto: Ser revolucionario es ascender al escalón más alto de la especie humana. Hagamos nuestra esa idea.

El hombre tiene más virtudes de lo que se imagina. Recuerdo cuando llegó El Vaquerito, tan conocido, a la Sierra Maestra —se apareció con unas botas de vaquero, por eso le pusieron El Vaquerito—, menudito. La gente bromeaba con él, bromeaba, y ese Vaquerito allí, en poco tiempo, fue primero aprendiendo a subir y bajar montañas, sufrir las privaciones, todo aquello sin ninguna responsabilidad, ningún cargo; participa ya cuando la ofensiva final enemiga, se enrola en la columna invasora del Che y termina siendo jefe del conocido pelotón suicida. Tengan la seguridad de que ni él mismo se podía imaginar eso cuando llegó a la Sierra con aquella facha, la ropa que llevaba y las boticas que tenía; después vean lo que hizo.

La gente tiene muchas más cualidades de lo que se imagina y nuestro deber es descubrir esas cualidades, estimularlas, promoverlas, desarrollarlas en nuestros compatriotas. Sí, es una mina infinita.

Una de las cosas que tenía el Che era su capacidad de promover esas virtudes y el método mediante el cual lo alcanzaba, fundamentalmente, con su ejemplo.

Ahora que tenemos los restos del Che, creo que tenemos que tener algo más que sus restos mortales; tenemos que tener sus ideas inmortales (APLAUSOS), su ejemplo inmortal.

Cuando perdimos a Camilo, dije aquello de que en el pueblo hay muchos Camilo, y después lo repetimos cuando cayó el Che.

Ya expliqué cuán relativa fue aquella caída y cuán vivo y presente está entre nosotros. Sí, si siempre hemos creído que en el pueblo hay muchos Camilo y en el pueblo hay muchos Che, nosotros tenemos que luchar y tratar de que cada compatriota sea un Camilo o sea un Che. Y no se trata de soñar, es algo en lo que creemos. Esto no quiere decir que lo vamos a lograr de manera absoluta, pero sí debemos luchar de una manera absoluta para que nuestros compatriotas sean como ellos, para que nuestros militantes sean como ellos, hay que luchar por eso. No significa la utopía de que logremos que todos sin excepción lo sean, pero sí podemos lograr que muchos, muchos lo sean, más que suficiente para que este país se crezca más todavía, para que este país avance mucho más todavía, para que este país alcance la gloria de vencer al imperio en su intento de destruirnos y de asfixiarnos, para que este país sea más fuerte que el podrido capitalismo.

Pedir eso no es mucho pedir; pedírselo a un comunista mucho menos es mucho, y es lo que les estamos pidiendo a los comunistas, es lo que les estamos pidiendo a nuestros cuadros, a los trabajadores, a las mujeres, a los campesinos, a los estudiantes, a los jóvenes, a los combatientes que preside Almeida, y si a alguien no he mencionado denlo por mencionado, porque no tengo olvidado a nadie; hablo de cada cubano (APLAUSOS). Eso es lo que les estamos pidiendo a los comunistas en este V Congreso en este período especial.

Y si alguien pregunta, y algunos preguntan: "Oiga, ¿cuándo se acaba el período especial?" Hay que decirle: No importa si dura toda la vida. Porque algunos preguntan hasta la fecha en que termina. A ver si vamos a Haití y le preguntamos cuándo termina el período especial, llevan como 200 años en período especial.

Ya decía que mucha gente vive en período especial. Es que la pobreza y el subdesarrollo que padecen los países es período especial permanente, y nosotros, aunque sea un granito de arena, avanzaremos cada día, y avanzaremos cada año, y cuando las cosas no puedan medirse en toneladas, podemos medirlas en calidad: cuál es la calidad con que se educa a cada niño, cuál es la calidad con que se atiende la salud de cada ciudadano y de qué depende, de qué depende el espíritu de solidaridad, cuál es la calidad con que debemos atender y servir a los demás. Por eso digo que frente a esa pregunta debemos decir: No importa, si soy capaz de enfrentarlo con honor, si soy capaz de enfrentarlo con valor, si soy capaz de enfrentarlo con dignidad, con patriotismo, con espíritu revolucionario (APLAUSOS).

A todos nos gustaría lo que deseaba Marquitos sobre los apagones. Una vez lo obtuvimos, luchamos y vencimos; vinieron después nuevamente, luchamos y venceremos. Pero no sentiría tranquila mi conciencia si les decimos: Oigame, esto es tres años, esto es cuatro años.

Maceo no preguntó cuándo se acababa la Guerra de los Diez Años, y cuando se acabó —y aquella vida era dura, terriblemente dura— protestó muchísimo, y no tardaron en volver.

Esta lucha es larga, viene siendo larga, lleva mucho tiempo, mucho para alcanzar la independencia y empezar la Revolución, mucho para alcanzar las conquistas, es larga. Y no es una pregunta que un revolucionario debe hacerse; el revolucionario lo que tiene es que luchar por desarrollar el país, por acabar con la pobreza, por disponer de los medios y recursos para satisfacer sus necesidades espirituales y materiales. Porque cuando podamos mejorar y podamos tener lo que teníamos antes del período especial, ¿qué vamos a hacer, detenernos ahí, empezar a gastar? No, por el contrario, cuando venzamos la peor etapa, que estamos enfrentando y que estamos venciendo, lo que hay que hacer es volver la vista, construirle un monumento al período especial, darle las gracias por las cosas que nos ha enseñado y las virtudes que está desarrollando entre nosotros, y seguir adelante. Esta lucha de que hablo no es para ahora, es una lucha para siempre, para avanzar siempre. Y digo realmente que ahora somos mucho mejores y más conscientes y más responsables de lo que éramos antes cuando casi teníamos de todo.

Hoy nuestro país tiene más méritos, es más heroico nuestro pueblo; y nunca creció tanto a los ojos del mundo, nunca tuvo tanta gloria y tanto prestigio nuestro país, nuestra nación, cosa que no hay que demostrar porque lo vemos todos los días. Así que nunca dejarnos perturbar, provocar ni enloquecer por la impaciencia.

Nosotros tenemos y debemos tener la impaciencia dentro, el máximo de impaciencia, y combinar dos cosas: el máximo de impaciencia con el máximo de paciencia. ¿Qué sería nuestra lucha sin la paciencia? Si esta Revolución un día pierde la calma, pierde la paciencia y dice: "Bueno, esta base yanki me la tienen que devolver, porque la tierra donde está ilegalmente ubicada es nuestra": Una guerra contra el imperio, con todas sus armas, todo su odio y toda su crueldad. Y qué paciencia no ha demostrado la Revolución soportando eso, y siempre vimos que mucho más importante que tener una base dentro era tener una Revolución alrededor de la base (APLAUSOS). A veces hay que combinar las dos cosas, la paciencia que requiere responsabilidad, sabiduría, sangre fría, y la impaciencia por llevar el bienestar a cada uno de nuestros compatriotas, sin perder un segundo, por ayudar a nuestro pueblo.

Y cómo no vamos a tener esa impaciencia por el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo si hemos sabido ayudar a otros que estaban a miles de kilómetros de distancia. Recuerdo aquella ocasión cuando se encontraban los maestros en Nicaragua —allá fueron a vivir y trabajar no se imaginan ustedes en qué condiciones—, se habían ofrecido 30 000, y cuando mataron a algunos se ofrecieron 100 000; los criminales lo que hicieron fue multiplicar ese espíritu internacionalista y solidario.

Hemos dado nuestra sangre por la impaciencia de ver avanzar el mundo y ver el progreso y la justicia en el mundo, ver la libertad en el mundo, la soberanía de los pueblos. Esas virtudes que son evidentes, que son probadas, hay que emplearlas aquí, en esta lucha, en un deber de todos los días, o como maestros, o como médicos, o como responsables de cualquier tarea, y si alguien se cansa en el camino, no desalentarse: los corredores de los maratones no se paran cuando uno se cae o se sale de la fila, siguen mientras puedan, y llegan. Y dicen que el primero de la carrera de maratón fue alguien que en la antigua Grecia corrió 42 kilómetros para avisar a sus compatriotas de una victoria sobre los persas. Nosotros tenemos que ser maratonistas y ser como ese primer maratonista, hay que correr como maratonistas para alcanzar la victoria, y cuando la alcancemos ya lo estaremos anunciando; o no hace falta, porque a nosotros no hay que anunciarnos la victoria ya que estamos absolutamente seguros de la victoria (APLAUSOS).

Me comprometí a no ser muy extenso y hay que cumplir. Debo añadir que estamos satisfechos, hemos hecho en este congreso cosas razonables, correctas y no eran fáciles. No fue fácil entre tantos compañeros de tantos méritos confeccionar, elaborar una candidatura para el Comité Central. No se imaginan ustedes cuán difícil el trabajo de todos los que han participado, que dieron opiniones. Miles de compatriotas fueron propuestos, porque hay miles de compatriotas con cualidades para ser miembros del Comité Central, eso es seguro, y había que escoger, era muy difícil, y escoger en un momento en que se reduce el número de miembros del Comité Central, o se acuerda proponer, y se acordó, reducirlo de 225 a 150. A la mente de todos los que dieron sus opiniones e impresiones surgían nombres y más nombres y, sin embargo, había menos plazas, podemos decir, para ese honor y esa responsabilidad. Se reduce considerablemente la lista de candidatos, como consecuencia el número de compañeros que no podían ser reelectos se elevó a la cifra más alta de todos los congresos, más de 100; en cambio, las posibilidades para nuevos miembros eran de cincuenta y tantos. Era una renovación difícil, pero absolutamente necesaria. Eso lo explicó Raúl, citó incluso algunos ejemplos de compañeros que fueron, dejaron de serlo y más tarde de nuevo volvieron.

Claro que el comunista no lucha por cargos ni honores, eso se da por sabido. Claro que a los comunistas les honran los reconocimientos que les hacen sus compañeros, las responsabilidades que les asignen; pero ha tenido que producirse esta reducción de una forma en que, repito, resultaba difícil.

Para los que tenemos más responsabilidad en la dirección del Partido era mucho más cómodo y mucho más fácil que hubiera un número mayor de miembros del Comité Central y que ese honor pudiera corresponder a un número mayor de compañeros. Realmente —como se explicó—, para la magnitud de nuestra militancia y para las funciones del Comité Central les puedo asegurar que ya un Comité Central de más de 200, de 225 o más, porque era el camino que llevaba, se convierte en una multitud; es mucho más práctico, mucho más razonable un comité central con el número que se propuso, de 150.

Saben ustedes también que se adoptó el principio de la cooptación, para no tener la rigidez de esperar cinco años si se considera conveniente incluir un nuevo miembro; se acordó creo que hasta un 10%, que es relativamente reducido, pero permite resolver el problema. No se olviden que el Partido es una organización que tiene muchas responsabilidades, que ese Comité Central tiene que trabajar, que muchos de los que están en el Comité Central tienen importantes responsabilidades de otro tipo en el Estado o en la defensa, y que muchas veces las funciones del Comité Central han carecido de cuadros consagrados todo el tiempo a la tarea del Partido, ese es un elemento muy importante a tener en cuenta.

Hay que tener presente igualmente la necesidad de que surjan cuadros nuevos, necesidad cada vez mayor.

Ya se mencionó el número de los que quedan que fueron miembros del primer Comité Central, se va reduciendo. Después viene la generación intermedia, ha crecido: Lazo, que es ya todo un veterano, era un estudiante cuando triunfa la Revolución, y ahora es un cuadro con responsabilidades tremendas, en una ciudad tan complicada como esta. La generación intermedia es importante, y las nuevas generaciones son muy importantes, aunque no sean compañeros muy conocidos. Bueno, es imposible que puedan tener la historia de Almeida, o la de Ulises, o la de Colomé, o la de otros compañeros; ellos comenzaron muy temprano, pero hace mucho más tiempo.

Hay que preparar cuadros de dirección. Ustedes dicen que sin dirección no funciona nada, sin dirección no funciona el Partido. Y las experiencias históricas nos enseñan lo que pasa cuando falla la dirección en un proceso revolucionario. Ya no voy a hablar de la Revolución Francesa, duró poco tiempo —su influencia no, su influencia se extendió por el mundo y sus ideas—, y aquella revolución, como ustedes saben, fue una revolución burguesa, cuando la revolución burguesa era progresista y avanzada, según nos enseñaron de sobra. La Revolución de Octubre y lo que pasó cuando falló la dirección, y la experiencia de otros países. Podríamos mencionar, incluso, la amistosa China. Hubo cierto momento de divisiones fuertes en la dirección de ese país que provocó consecuencias dolorosas, costosas.

La Revolución Cubana de 1868, como dijo Martí y repitió, fracasa porque se divide; y en la guerra de 1895 hay problemas también en la dirección. Luego una enseñanza histórica para nosotros es que hay que garantizar la dirección y que la dirección no puede fallar, el Partido no puede darse el lujo de que un día falle su dirección, porque el precio es impagable. Esa es una idea clave: tenemos que arreglárnoslas para garantizar eso durante un largo período histórico. En los tiempos que estamos viviendo y con el largo enfrentamiento que tenemos ante el imperialismo y el capitalismo, no es posible renunciar a la idea de la necesidad de una dirección unida y eficiente.

Que no nos pase jamás lo que pasó en años tan recientes. Que nuestra Revolución nunca pueda ser desbaratada por nadie. Que nuestro Partido nunca pueda ser destruido por nadie. Desde luego, que nunca pueda ser destruido por el imperialismo; pero también es preciso señalar que se trata de una Revolución que nunca pueda ser destruida por nosotros mismos.

Hay que ser previsores. La mejor previsión son las ideas, vuelven a ser lo más importante, la conciencia de las realidades históricas, que no debe faltar nunca en nuestro Partido. Desde el principio siempre hemos progresado, año por año, en conciencia sobre todas estas cosas, lo demuestra el documento, que es una síntesis de la historia de nuestra Revolución y de nuestro país, una síntesis política.

Hay que avanzar siempre, cada vez con más conciencia de nuestros más sagrados deberes, eso es irrenunciable, y nadando en aguas revueltas y con muchos escollos en el camino, aguas turbias; hay que aprender a nadar en esas aguas sin que nadie nos pueda confundir nunca. En la conciencia de los militantes, en la conciencia del Partido está la garantía número uno de que eso no ocurra nunca, y que los esfuerzos y los sacrificios desde hace tanto tiempo, desde que empezó aquella lucha, cuya fecha hoy se conmemora y de la cual habló Leal, el 10 de Octubre.

Fíjense en qué momento estamos meditando sobre estas cosas: un 10 de octubre. Da idea de los sacrificios, pensémoslo todos, acerquémoslos a nuestras mentes.

Leal decía: "Hace 119 años...", él no sacó bien la cuenta en su elevada inspiración, son 129, desde el 10 de Octubre de 1868. ¡Ciento veintinueve años de lucha y de sacrificio, y cuánta sangre derramada! Solo la reconcentración de Weyler costó más de 200 000 vidas a este país, ¡solo la reconcentración!

¿Puede permitirse la idea de que algo o alguien destruya todo esto, todo ese esfuerzo, todo ese avance, toda esa historia? No. Si buscamos vacunas contra el SIDA y hasta contra el cáncer o algunas formas de cáncer, hay que vacunarse contra las más graves enfermedades políticas.

La peor enfermedad, la más terrible, la más dramática que pudiera existir en el orden político, social e histórico para nuestra patria, es que un día esta Revolución sea destruida por los mismos revolucionarios. Contra eso hay que estar inmunizado al ciento por ciento. Lo tiene que garantizar el Partido, y su dirección es fundamental. Tales seguridades hay que buscarlas siempre.

A los compañeros del Comité Central les decía en unas breves palabras que todas estas cosas hay que preverlas y hay que garantizar siempre la continuidad de la Revolución. Mencioné también la importancia de que tengamos un Segundo Secretario. Los títulos que hemos tenido nosotros no son pomposos ni nada parecido. El título de Primer Secretario, no hace falta más ninguno, un primero y un segundo.

Esto se origina en tiempos en que todos los días querían eliminarnos y me querían eliminar a mí, en primer lugar. Ya desde entonces había la preocupación, en otras circunstancias, de la cuestión de la continuidad, la garantía de la continuidad de la Revolución, y bien meditado, realmente, y bien informado y bien convencido de las cualidades de los distintos compañeros, entonces mencionamos el nombre de Raúl.

El hablaba ayer de cosas de familia. Esto no tiene nada que ver con familia; ustedes lo saben muy bien, de sobra.

La vida nos ha deparado muchas satisfacciones y muchas emociones, mucha suerte, y digo realmente que ha sido una suerte para nuestro Partido, nuestra Revolución y para mí que hayamos podido disponer de un compañero como Raúl (APLAUSOS), de cuyos méritos no tengo que hablar, de cuya experiencia, capacidad y aportes a la Revolución no es necesario hablar. Es conocido por su actividad infatigable, su trabajo constante y metódico en las fuerzas armadas, en el Partido. Es una suerte que tengamos eso.

Bien, pero ahora vivimos otros tiempos. En 1959, en 1960, en 1961 no teníamos que defender lo que tenemos que defender hoy. No teníamos un partido como el de hoy, ni teníamos un reto como el que tenemos hoy, ni una tarea tan difícil como la que tenemos hoy. Hoy todo esto es más importante, mucho más importante, pero no son los hombres los que puedan garantizar esta tarea. Es lo que decía anteriormente, es el Partido, es el colectivo de dirección.

Los hombres, como individuos, van teniendo una importancia relativamente menor cada vez. En los primeros años, el papel de un dirigente central del movimiento de la Revolución tenía mucha más importancia que ahora, desde luego, porque había incluso ciertos hábitos en la mentalidad de las personas de identificar los procesos con los individuos. El papel del individuo, que efectivamente existía y existe, tiene importancia. Cuando no teníamos la capacidad doctrinal que tenemos hoy, los conocimientos políticos que tenemos hoy, los conocimientos de la historia, las leyes de la historia, entonces un individuo se volvía clave; sin embargo, los individuos siguen teniendo su importancia y, además, el tiempo pasa.

A algunos compañeros que hablaban de cosas de seguridad, yo les decía: "Cuiden a Raúl más que a mí, porque a Raúl le queda más juventud, más energías que a mí", y añadía: "Si fuera el imperialismo no andaría tratando de liquidar a Fidel, sino andaría tratando de liquidar a Raúl", porque yo le llevo unos cuantos años a Raúl. Espero que ustedes puedan contar con él mucho más tiempo.

Pero el problema no es Raúl y Fidel. Nosotros, por lo general, ni nos montamos en el mismo avión, ni en el mismo helicóptero. Tomamos algunas medidas para no estar todos los días corriendo el riesgo de que desaparezcan dos cuadros de los históricos; pero hay que pensar más allá realmente, hay que pensar en el colectivo de dirección, las tradiciones, las ideas, los principios. Hay que garantizar cuando no estén ni Fidel, ni Raúl. Seríamos realmente unos irresponsables imprevisores si no pensáramos en eso.

Los imperialistas han fracasado en sus intentos de eliminarnos. Eso en parte es cuestión de suerte. Unas cuantas veces nos tuvieron en la mirilla de sus armas. Pero eso también es la fuerza de la moral. Los mercenarios más de una vez frente a una oportunidad se acobardaban; vaya, hemos tenido, repito, lo que puede llamarse suerte. Eso no tiene nada que ver con nosotros, es el azar, el azar tiene que ver hasta con el origen de cada ser humano. Para que un individuo en particular, con sus características peculiares y genéticas, nazca, debe ocurrir una casualidad increíble, se concreta una posibilidad entre millones y millones de posibilidades diferentes.

No constituyen méritos de nadie los favores del azar. ¿Cuántos compañeros cayeron en esta lucha antes de ver el triunfo de la Revolución? Nosotros hemos tenido la oportunidad de ver el triunfo de la Revolución y participar en esta lucha durante muchos años, la casualidad nos ha librado no se sabe de cuántos peligros. Realmente ha sido un privilegio de la vida, y no por la vida, tan breve como una estrella fugaz y que solo vale por el bien que pueda hacerse en un segundo de la historia, sino por la idea de haber luchado junto a nuestro pueblo por las cosas que hemos luchado, haber compartido con tantos extraordinarios compañeros y haber visto en gran parte los nobles frutos de esa lucha.

Hemos tenido etapas históricas en que el azar no nos ayudó, cosas que ocurrieron en 1868, cosas que ocurrieron en 1895, muertos los principales dirigentes, la república ocupada por los invasores yankis, cosas que ocurrieron a lo largo de aquella neocolonia y en la revolución del 33, que no fueron las circunstancias en que hemos tenido la posibilidad de poder garantizar la continuidad de la dirección, acumular muchos años de experiencia revolucionaria, crear las instituciones que tenemos hoy.

Es necesario que le digamos esto al Partido, porque nos lo ha enseñado la vida con lo que ha ocurrido tan dramáticamente en otros lugares, y que nos hagamos el juramento de que jamás pase eso en nuestro país, y quien tiene que realizar ese juramento es nuestro Partido, ¡nuestro Partido! (APLAUSOS.) Nosotros tenemos que garantizar en los cuadros del Buró Político esta convicción, esta idea y este permanente compromiso, y en los cuadros del Comité Central.

El hecho de que ustedes hayan escogido a los miembros del Comité Central, no significa que hayan escogido a un grupo de compañeros perfectos, se han conciliado los factores que pretenden, tomando en cuenta circunstancias, hacer la elección mejor posible; pero somos humanos y tenemos defectos, tenemos que revisarnos constantemente. No es posible sentirnos con derecho nunca, ninguno de nosotros, a estar contentos con nosotros mismos, y tenemos que seguir la idea de que nuestros méritos no son los suficientes, que nuestros conocimientos no son los suficientes, que nuestras virtudes no son las suficientes; y cada día, hasta el último día, hay que tratar de ser mejor, conocer más, cultivar las virtudes, luchar contra cualquier debilidad, cualquier tendencia a la vanagloria, a la vanidad, y en los más jóvenes que nosotros, contra cualquier tendencia a la ambición personal.

Pienso que eso debe ser como un voto de pureza o de renuncia que tiene que hacer cada cuadro del Partido: el desinterés, el desprendimiento, la idea de la unidad y la idea de que los hombres, cada vez más, iremos cediendo en nuestro papel, en nuestras funciones, a la tarea y al esfuerzo colectivos. Eso es clave, se lo digo hoy, absolutamente convencido, a ustedes, donde está la representación de nuestro Partido, y a los compañeros que han sido electos dirigentes.

A mí me han hecho el honor los compañeros del Comité Central, con el apoyo de todos ustedes, de reelegirme en este cargo. Pienso que esto es algo que se acepta porque ningún revolucionario puede renunciar al deber que el Partido le asigne (APLAUSOS), porque ninguno de nosotros tiene derecho ni a cansarse ni a descansar, ninguno de nosotros tiene derecho a dejar de luchar hasta el último segundo y mucho menos en un tiempo como este, y hacerlo desde cualquier puesto.

Hemos tenido ahí el ejemplo de Carlos Rafael (APLAUSOS), con dificultades físicas, con dificultades para el trabajo, pero no ha faltado a una sola sesión; es un compañero con una gran claridad mental, pero con grandes dificultades para el trabajo diario. El Partido lo mantiene aquí entre los compañeros del Comité Central, lo ha elegido.

Por eso, si queremos ser acreedores a ese título de comunista, tenemos que estar siempre dispuestos a combatir hasta el final cualquiera que sea la tarea.

Me han asignado una vez más esta responsabilidad, y si hoy puedo asumirla es, sencillamente, porque nuestro Partido ha formado muchos y capaces cuadros, porque el trabajo está mucho más repartido y porque de la Revolución, del Partido y del país, se ocupan muchos compañeros. Mi tarea es por ello mucho más sencilla y simple.

Claro, los enemigos, los yankis, aunque sea para encontrar un pretexto con qué sentirse felices, se alegrarían mucho de que el Partido no pudiera contar con uno de sus más antiguos luchadores. No es algo que pueda importarme ni preocuparme personalmente. Ya les dije el primer día el concepto que tenía de la vida, de la muerte, y de la importancia esencial de las ideas. Nosotros sabemos lo que valen las ideas por las cuales hemos luchado, y sabemos que esas ideas tienen una vida muy larga, y comprendo el papel relativo de los hombres, ya lo dije.

Los tiempos difíciles que vivimos requieren el esfuerzo compartido de todos. Al principio yo realmente tenía que ocuparme personalmente de muchas cosas. No me cansé de recorrer este país muchas veces, de cabo a rabo, y estuve en muchas actividades. Hoy el Partido, su aparato, sus cuadros en el Comité Central, los cuadros de la Revolución en el Estado, en el Gobierno, en la Asamblea Nacional, en las provincias —ustedes ven que hay una nutrida representación provincial en el Buró—, en los Poderes Populares municipales, en todas partes, son los que hacen posible mi modesto aporte.

Creo que es difícil que una persona pueda haber recibido más honores que los que yo he recibido de este pueblo (APLAUSOS); creo que es difícil que una persona pueda tener más satisfacciones de tipo personal; es difícil que haya una persona más obligada a la gratitud de lo que yo estoy obligado; difícil también que la fe que tuve siempre, la confianza que tuve siempre en las ideas justas y en el pueblo de Cuba, puedan dejar de crecer y crecer con la experiencia vivida.

Tengo idea de la dimensión del compromiso histórico de nuestro Partido, tengo idea de aquellas cosas que debe prever, y pienso por ello en la necesidad ineludible de ser exigentes con nuestros cuadros, con todos los cuadros, pero especialmente exigentes con los cuadros del Partido.

Tenemos que levantar una montaña de acero, contra la cual se estrelle todo; tenemos que desarrollar un partido de acero; tenemos que asegurar la supervivencia de nuestra Revolución contra cualquier desvío, contra cualquier peligro, externo o interno, hoy, mañana y siempre. Me parece que esa es la idea clave, es el mensaje que quiero trasmitirles hoy.

Nuestro Buró en especial tiene que ser exigente consigo mismo, muy exigente; nuestro Comité Central tiene que ser muy exigente consigo mismo; nuestro Partido tiene que ser muy exigente con nosotros, con todos los cuadros y todos los hombres y mujeres que integran sus heroicas filas.

La Revolución y la historia serán muy exigentes con el Partido, aunque Revolución y Partido sean hoy la misma cosa. Habrán de ser igualmente exigentes con el Estado y la administración.

Espero que estas ideas ustedes las conserven todo el tiempo posible, en especial dos de ellas: una, la que tiene que ver con los próximos años, la expliqué bien, convertir lo excepcional en regla; y otra, garantizar la unidad, los principios, los ideales y las condiciones que preserven siempre nuestra Revolución.

No tengo que decir mucho más, no hay que mencionar ejemplos, porque sé que ustedes comprenden lo que estoy diciendo y están pensando exactamente lo mismo que pienso yo, y habrán tenido exactamente las mismas preocupaciones que nosotros, y que no pasará jamás lo que les pasó a otras revoluciones, en otros tiempos y en los tiempos modernos, y que nuestro pueblo, nuestra Revolución y nuestro Partido lograrán realizar la inmensa proeza histórica no solo de vencer al imperio en el campo de las ideas, no solo vencerlo en sus planes de destruirnos, sino de garantizar una Revolución inspirada en los más nobles y humanos objetivos, que no se detenga nunca, que no pueda destruirla nadie; una Revolución y un Partido que se garanticen a sí mismos para cumplir sus deberes en el presente y en el futuro.

No importan las adversidades, los problemas, ni que la atmósfera se caliente, también nos calentaremos nosotros y se calentarán nuestros motores. No importan ciclones, temporales, Tormenta del Siglo o huracanes como el que nos azotó en fecha tan reciente. Tenemos confianza por los recursos que disponemos, en especial la inteligencia y educación de nuestro pueblo, sus crecientes conocimientos científicos y también por los recursos naturales conocidos o por conocer.

Hoy casi todo lo gastamos en combustible. Otros encontraron mares de petróleo, nosotros no los hemos encontrado; sin embargo, hoy hay mejores perspectivas. No sé si ustedes se percataron de que ya viene a ser algo realmente interesante la idea de una unidad de 100 000 kilowatts suministrada con gas, ese gas que se pierde, ese gas que va a la atmósfera, que en cierta forma contamina un área tan importante como aquella. Lo vamos a convertir en luz, lo vamos a convertir en higiene ambiental, lo vamos a eliminar del aire que respiramos y que respiran nuestros visitantes; y la perspectiva es que haya cantidades mayores, van apareciendo.

Pero lo más importante es que empresas con mucha experiencia en estudios sísmicos, geofísicos y otros, con equipos muy modernos, han ido descubriendo estructuras geológicas más prometedoras que la que conocemos hasta ahora. No, no es algo con lo que estemos contando, fíjense bien, pero ahora estamos conociendo nuestra geología mucho mejor y es posible buscar con mayor perspectiva. Hay áreas importantes donde explorar y perforar.

La tierra es un enorme recurso natural, y aquí se demostró, en cifras, lo que puede dar una hectárea en alimentos, en productos de exportación y de consumo, en divisas. Es como si pudiéramos multiplicar varias veces la superficie de nuestra patria simplemente con un buen trabajo, con un mejor trabajo, y aplicando rigurosamente los conocimientos técnicos.

Las capacidades son menores y los costos de los centrales y sus equipos de cosecha y transporte son mayores cuando trabajan solo tres meses y no los cinco que permite perfectamente nuestro clima, en la producción de azúcar, bagazo, electricidad y otros valiosos derivados. En lo adelante se contará, además, con los equipos de automatización y control del proceso, ya probados, que se producen en el país a muy bajo costo, y están instalándose en muchos centrales para garantizar el máximo de rendimiento y eficiencia industrial. Lo que falta ahora es caña. Toda la caña necesaria.

En el conjunto de cosas que se discutieron aquí hoy, fue ilustrativo realmente lo que se planteó y se explicó para buscar soluciones al problema eléctrico.

No tengo duda, por otro lado, de que llegaremos a las 100 000 toneladas anuales de níquel y cobalto en tiempos no lejanos.

Los recursos humanos, bien organizados, cuánto pueden aportarnos; los conocimientos que tenemos, cuánto pueden ofrecer y producir; la buena voluntad de los trabajadores, el entusiasmo con que apoyan todas las tareas de la Revolución, cuánto puede contribuir al avance de nuestra patria y a la solución de los problemas y dificultades más apremiantes.

Por no dejar de buscar recursos, estamos explorando en busca de oro, o cualquier otro mineral, también con la cooperación de algunos asociados extranjeros y modernas tecnologías, alcanzándose determinados resultados favorables.

Se están dedicando al turismo esfuerzos importantes y todos los recursos necesarios. Ese campo se vislumbra como un manantial inagotable de recursos para captar divisas.

Nuestras incomparables playas están ahí, están nuestro sol, nuestro aire y la belleza de nuestros paisajes; se construyen los hoteles y otras instalaciones con creciente ritmo. Estamos aprendiendo lo que puede aprenderse en ese campo sobre comercialización, explotación de hoteles y actividades de recreación sana. Estamos adquiriendo experiencias de todas partes, y el enemigo lo sabe, por eso quiere ahuyentar de aquí a los potenciales visitantes que son muchos. Ganaremos esa batalla como hemos ganado otras muchas.

En las industrias creadas con las manos laboriosas de nuestro pueblo, con sus abnegados colectivos de trabajadores, en los centros científicos, hay también un manantial considerable.

Contra las plagas lucharemos, contra las enfermedades, contra los sabotajes, contra el terrorismo.

Captaremos las divisas que requerimos para adquirir alimentos, medicinas, libros, ropa, calzado, materias primas y otros muchos productos que necesitan nuestros niños, nuestros enfermos, nuestros ancianos y todo nuestro pueblo para su vida, su bienestar y su desarrollo.

Hemos hablado con gran sinceridad de los problemas, nadie puede cuestionar la honestidad y la franqueza con que se han expresado aquí todos los que han podido expresarse, y vemos que hay muchas posibilidades.

Salgo con esa convicción del congreso, con más convicción que nunca; y había que tener convicciones fuertes cuando nos decidimos todos a salvar la patria, la Revolución y el socialismo, y luchar sin campo socialista y sin URSS, y defender nuestras ideas cuando en muchas partes, otros que fueron comunistas empezaron a jurar que no, o que se habían arrepentido; y no fueron pocos los que abjuraron de sus ideas.

Nosotros nos reafirmamos en esas ideas (APLAUSOS) y la vida y la historia nos están dando la razón y están fortaleciendo nuestras convicciones.

De este congreso puedo decir, a título personal —aunque estoy seguro de que es también el estado de ánimo y el sentimiento de todos los compañeros y de ustedes—, que salgo con más seguridad que nunca de que estamos siguiendo el camino correcto (APLAUSOS), con más seguridad que nunca de que nuestro pueblo preservará las cosas que más ama, los intereses que le son más sagrados; de que nuestro pueblo conquistará un lugar importante en la historia (APLAUSOS), esa historia en la que el Che va delante como símbolo, como abanderado, como profeta del mejor futuro de la humanidad (APLAUSOS).

Con esa convicción más que nunca, digo hoy:

¡Socialismo o Muerte!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION)