DECLARACIÓN CON MOTIVO DE SU PARTICIPACIÓN EN EL FUNERAL DE ESTADO DEL MUY HONORABLE PIERRE ELLIOT TRUDEAU

He venido a Canadá, en este momento de profundo dolor para el pueblo canadiense, para rendir homenaje a la memoria imperecedera de Pierre Trudeau, estadista de altura mundial a quien, además, me unieron lazos de amistad personal forjados en un sentimiento de sincera admiración hacia su persona. Lo consideré siempre un dirigente político serio, imbuido de genuinas preocupaciones sobre los problemas mundiales y la situación del Tercer Mundo, político consecuente que fue capaz de realizar una trascendental contribución a la historia moderna de Canadá, hombre recto y valiente que impulsó en difíciles circunstancias las relaciones de su país con Cuba. Tuve el privilegio de haber sostenido con él muchos y muy extensos intercambios de ideas y opiniones, si bien no siempre del todo coincidentes, invariablemente respetuosos.

Comparto en estos momentos la pena y el dolor de los familiares de Pierre Trudeau, y de todos los canadienses. No puedo tampoco olvidar que hace dos años esta familia tuvo que pasar por otra terrible tragedia: la pérdida de Michael Trudeau, a quien conocí desde muy temprana edad porque su padre lo llevó en su visita a Cuba cuando tenía apenas 4 meses de edad y al que más de una vez tuve cargado en mis brazos. Conmigo he traído fotos de aquellos entrañables días para entregar como recuerdo a la familia Trudeau.

He querido venir personalmente para testimoniar también mi respeto, amistad y simpatía por el pueblo de Canadá, uno de los pocos países en el mundo desarrollado de Occidente que no practicó la explotación colonial, y al que nos han unido décadas de fructífero intercambio cultural y económico.

El pueblo y el Gobierno cubanos expresan su más profunda condolencia a la familia de Pierre Trudeau, al pueblo de Canadá y a su Gobierno.

El recuerdo de la obra de Pierre Trudeau y de su condición de eminente y noble estadista en el complejo siglo que nos tocó vivir, permanecerá imborrable en todos los hombres de buena voluntad en cualquier parte del mundo.

Fidel Castro Ruz

Montreal, 2 de octubre del 2000