Discurso pronunciado por el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, Fidel Castro Ruz, en el acto de graduación de todas las Facultades de Ciencias Médicas del país, efectuado en la Tribuna Antimperialista "José Martí", el 13 de agosto del 2000

  

Graduados de las Facultades de Ciencias Médicas de todo el país;

Compatriotas:

Hace algunos días me reuní con 70 trabajadores de la salud, que después de unas breves vacaciones regresaban a Gambia para reanudar su noble y abnegado trabajo en ese país de África Occidental. Al recordar ellos con expresiones de cariño y felicitaciones adelantadas que días más tarde sería mi cumpleaños, les respondí: mi cumpleaños es hoy, después de este encuentro con ustedes.

Experimenté ese día una emoción verdaderamente profunda tras el intercambio de tres horas que sostuve con aquellos compatriotas. Se trataba de profesionales universitarios altamente calificados, algunos muy jóvenes, otros de más edad, procedentes de las provincias orientales, centrales y occidentales, casi todos médicos de familia y de otras especialidades, aunque había también estomatólogos y enfermeras; eran hombres y mujeres de humilde origen, de todas las razas y mezclas de razas, tal como somos. Algo resaltaba por encima de todo: orgullo legítimo, optimismo, valor personal, confianza en sí mismo, espíritu creador, mente rápida, voz y gesto alegres, que de modo inconfundible e incomparable caracterizan a los internacionalistas cubanos. Volvían ansiosos a las decenas de puntos poblados que atienden, a ambas márgenes de un ancho río que se extiende por cientos de kilómetros, en un pequeño y alargado país donde prestan el más humano de todos los servicios: aliviar el dolor, preservar o restablecer el inmenso bienestar de la salud, y sobre todo salvar vidas.

Aquel mundo tan diferente es ya tan suyo como la propia Cuba. ¡Y cómo crece su amor a la vez por la humanidad y por la patria! ¡Cuán gigantesca y heroica puede ser la persona humana! ¡A qué asombrosas alturas pueden elevarse sus mentes y sus corazones!

¿Qué eran ayer esos hombres y mujeres? ¿Cuál habría sido su destino en la Cuba prerrevolucionaria? ¿Qué son hoy? "Nada de lo que hemos vivido podíamos siquiera imaginárnoslo", me decían al hablarme de los sufrimientos y la pobreza de los pueblos que fueron durante siglos suministradores de esclavos y explotadas colonias de Occidente. ¡Cuánta estima y amor despiertan en ellos sus habitantes! "¡Volveremos mejores!", me afirmaban una y otra vez. Con ellos también marcharían esa madrugada hacia Níger, uno de los países más pobres del mundo, 64 médicos y trabajadores de la salud cubanos para unirse a otros 28 que allí los esperaban.

Hace 40 años nuestros trabajadores de la salud se iniciaron en el cumplimiento de misiones de este tipo. Entonces Cuba tenía sólo 3 mil médicos; Estados Unidos nos había robado 3 mil y más de la mitad de los profesores de nuestra única Facultad de Medicina. Hoy contamos con 22 Facultades de Medicina y con más de 67 mil médicos, entre ellos decenas de miles titulados en una o más de las 51 especialidades existentes en nuestro país. Cuba se ha convertido, en la esfera de la salud la más apreciada de cuantas existen en la faz de la Tierra, en un gigante moral de donde emana un concepto nuevo, profundamente revolucionario y humano, de lo que deben ser los servicios médicos en el mundo. Ya esa luz no la puede extinguir ni apagar nadie. En el futuro, tanto en Cuba como en el seno de la mayoría de los pueblos del Tercer Mundo, principalmente los más pobres, tendrá que hablarse de dos etapas en la historia de este vital servicio: antes y después de la Revolución Cubana.

Los mensajeros cubanos de la salud, brindando servicios, sembrando Facultades de Medicina en otras tierras, a la vez que graduamos cada año en nuestra propia patria a miles de jóvenes procedentes de sectores humildes de decenas de países, que serán futuros apóstoles de una medicina mucho más humana, dejarán huellas que no se borrarán jamás. Las sociedades de consumo, incapaces de crear valores similares ni de hacer nada parecido, tendrán que enmudecer ante el ejemplo de Cuba.

Hoy tenemos la inmensa satisfacción de graduar a 4 mil nuevos soldados del glorioso contingente de profesionales que tanto honran a la patria.

El imperialismo, en su desesperado esfuerzo por sabotear nuestros planes integrales de salud ofreciendo dinero y promesas de todo tipo a nuestros médicos para inducirlos a la deserción y la traición, sin importarle cuántas vidas dejarían de salvarse, sólo puede cosechar mínimos y despreciables fragmentos de la escoria que, inevitablemente, queda en el fondo de los hornos donde se forja hoy el mejor acero humano del mundo: los médicos internacionalistas cubanos.

Para citar un ejemplo de la calidad y el temple de este acero: hoy acabamos de abanderar a los 104 mejores expedientes de Medicina graduados en las Facultades de todo el país en el curso que finaliza, los cuales comenzarán su ejercicio profesional en los más apartados rincones de la región oriental del país como médicos de familia. Al mismo tiempo, acabamos también de abanderar para otra nueva y honrosa proeza a los 96 mejores expedientes, que realizaron igual tarea el pasado año en la misma región oriental de Cuba al finalizar el curso, y que ahora cumplirán su primera misión internacionalista en la hermana República de Haití, donde millones de dignos descendientes de aquellos heroicos esclavos que protagonizaron la primera revolución social de este continente, son atendidos por médicos cubanos. Y todo lo hacemos con un mínimo de recursos económicos, porque lo que se requiere para realizar semejante hazaña es capital humano con las virtudes éticas y el espíritu de sacrificio necesarios, ese capital del que tanto carece el imperio y del que tanto ha creado y acumulado nuestro pueblo revolucionario. Por ello nada ni nadie lo podrá ya vencer.

¡Adelante, nuevos abanderados del honor de la patria, heraldos de la salud y la vida, vencedores de la muerte, campeones olímpicos del verdadero humanismo, que señalan el camino del mundo de mañana, sin explotación, sin saqueo, sin el genocidio de un orden económico y político mundial injusto que mata cada año, de enfermedad y hambre, a decenas de millones de niños y adultos! ¡Demostremos lo que hoy es Cuba! Esa Cuba cuyo pueblo supo resistir el bloqueo, la hostilidad y las agresiones del más poderoso imperio que jamás ha existido; esa Cuba cuyo pueblo supo proclamar, y reitera en esta Tribuna Antimperialista "José Martí", que es preferible perder la vida a perder la patria, la justicia y la libertad que únicamente el socialismo puede hoy encarnar y defender; ¡un pueblo que prometió vencer y vencerá!

¡Lo juramos!