Discurso pronunciado por Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba, en el acto de constitución del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve” y graduación nacional de estudiantes de medicina, en la Ciudad Deportiva, el 19 de septiembre de 2005, “Año de la Alternativa Bolivariana para las Américas”.

 

(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)

 

Médicos del curso 2004-2005 que acaban de graduarse;

Miembros de la brigada “Henry Reeve”;

Profesionales de la salud que han cumplido gloriosas misiones internacionales;

Estudiantes de cuarto, quinto y sexto años de las Facultades de Ciencias Médicas de la Capital (Aplausos);

Alumnos de la Escuela Latinoamericana de Medicina (Aplausos);

Jóvenes que cursan estudios de enfermería y tecnología de la salud (Aplausos);

Profesores, familiares e invitados (Aplausos);

Compatriotas:

La cifra de los graduados latinoamericanos y caribeños de la Escuela Latinoamericana de Medicina procedentes de países de Sur, Centro y Norteamérica, sumados a los jóvenes cubanos que se gradúan hoy, arroja 3 515 nuevos médicos que estarán al servicio de nuestros pueblos y del mundo.

Esta cifra crecerá hasta rebasar la de diez mil nuevos médicos por año para cumplir el compromiso de formar en Cuba cien mil médicos latinoamericanos y caribeños en diez años, bajo los principios del ALBA, suscritos entre Cuba y Venezuela, que aportará igual cifra, en marcha decidida hacia la integración de nuestros pueblos.

Graduarse de médico es abrir las puertas de un largo camino que conduce a la más noble actividad que un ser humano puede hacer por los demás.

Aunque cada persona y cada pueblo tiene derecho a una vida sana y a disfrutar el privilegio de una existencia prolongada y útil, las sociedades más ricas y desarrolladas, dominadas por el afán de lucro y el consumismo, han convertido los servicios médicos en vulgar mercancía, inaccesibles para los sectores más pobres de la población.  En muchos países del Tercer Mundo tales servicios apenas existen.  Y, entre los desarrollados y los eufemísticamente calificados como “países en desarrollo”, las diferencias son abismales.  Mientras las estadísticas hablan de países desarrollados con índices de mortalidad infantil inferiores a 10 por cada 1 000 nacidos vivos, y algunos exhiben perspectivas de vida que alcanzan o rebasan los 80 años de edad, otros países, como muchos de Africa, se tienen que resignar a mortalidades infantiles en menores de un año que superan los 100 y no pocas veces los 150 por cada 1 000 nacidos vivos, y una esperanza de vida que disminuye y en algunos fluctúa ya entre 30 y 40 años.  Mientras esto ocurre a los ojos del mundo, los gastos militares ascienden a un millón de millones de dólares cada año, solo comparable a otro gasto absurdo, el de la publicidad comercial, que también se eleva a un millón de millones.  Cualquiera de los dos, bien invertido año tras año, sería más que suficiente para que todos los habitantes del planeta alcanzaran a vivir decorosamente.

Ni el clima ni el potencial genético son la causa de la tragedia.  Cuba, país tropical, de clima caluroso y húmedo, más propicio a virus, bacterias y hongos, mezcla de etnias su población, sometida a cruel bloqueo y guerra económica durante casi medio siglo, muestra, a pesar de ello, un índice de mortalidad infantil menor de 6 por cada 1 000 nacidos vivos en su primer año de vida (Aplausos), debajo de Canadá por escaso margen, se encamina a menos de 5 y tal vez menos de 4 en un futuro no lejano, para ocupar el primer lugar del continente. A su vez tardará la mitad del tiempo que empleó Suecia y Japón para elevar de 70 a 80 años su perspectiva de vida, que hoy alcanza los 77,5 años.  Sus servicios médicos han elevado esas perspectivas en casi 18 años a partir de aproximadamente 60 al triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959.

Parecerían presuntuosas estas palabras si no se pudiera calificar hoy a nuestra Patria con toda justicia como el país que más ha hecho en el mundo para compartir con otros pueblos sus conocimientos y experiencias médicas.

Ni una sola vez, a lo largo de su abnegada historia revolucionaria, nuestro pueblo dejó de ofrecer su ayuda médica solidaria en caso de catástrofes a otros pueblos que la requirieran, sin importar cuán abismales eran las diferencias ideológicas y políticas, o las graves ofensas recibidas de los gobiernos de cualquier país.

Nuestros conceptos sobre la condición humana de otros pueblos y el deber de la hermandad y la solidaridad jamás fueron ni serán traicionados.  Decenas de miles de médicos y profesionales de la salud cubanos esparcidos por el mundo son testimonio irrebatible de lo que afirmo.  Para ellos no existirán jamás barreras idiomáticas, sacrificio, peligros u obstáculos.  Se han cumplido ya 43 años desde que Cuba envió la primera brigada médica a Argelia, recién liberada del colonialismo tras heroica lucha por la independencia.

Al cabo de más de cuatro décadas, y finalizando ya el período especial, los servicios médicos se convirtieron en el más importante renglón del intercambio de bienes y servicios de nuestro país con el mundo en la esfera de la economía, sin que por ello Cuba haya dejado de brindar su cooperación médica de forma absolutamente gratuita a más de 60 países del Tercer Mundo que no disponen de recursos económicos.  Así ha sido y será siempre.

Nada de lo que he dicho será, sin embargo, comparable a los Programas Integrales de Salud nacidos después que el huracán Mitch azotó Centroamérica en el año 1998, ocasionando la muerte a decenas de miles de niños y adultos, fundamentalmente personas pobres y desamparadas.

Prometimos enviar suficientes médicos para salvar, cada año, tantas vidas como las que destruyó el huracán.  Surgió también, casi de inmediato, la ELAM, Escuela Latinoamericana de Medicina (Aplausos).  El programa integral se extendió a otras naciones latinoamericanas y del Caribe y muy pronto a numerosos y apartados países de África.  Hoy, hasta Timor Leste (Aplausos), en la lejana Oceanía, está incluido en el Programa Integral de Salud cubano.

La ELAM cuenta ya con más de 12 mil estudiantes (Aplausos).  Hace apenas dos meses, graduó sus primeros 1 610 médicos.  A ese acto acudieron numerosos primeros ministros y altos funcionarios de la región, entre ellos nuestro entrañable hermano Hugo Chávez (Aplausos), Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, a la que nos unen indestructibles lazos históricos y de lucha común por la plena independencia e integración de nuestros pueblos.

Ambos, en nombre de los pueblos de Venezuela y Cuba, nos hemos comprometido profundamente con el apoyo a la salud, la alfabetización, la educación, la Misión Milagro, Petrocaribe, Electrocaribe, la lucha contra el VIH y otros importantes programas sociales y económicos de gran contenido humano e integrador en nuestra área.

La ingente tarea de preservar y devolver la vista a no menos de seis millones de latinoamericanos y caribeños y de formar 200 mil profesionales de la salud en diez años no tiene precedentes en el mundo.

Tengo, sin embargo, la convicción de que estos programas serán superados.  El 30 de junio se habló de extender la Misión Milagro a los países del Caribe.  Hoy, 81 días después, puedo informarles que el número de caribeños operados de la vista en nuestro país asciende ya a 4 212 y el de hermanos venezolanos, a lo largo del presente año, a 79 450 (Aplausos), que sumados alcanzan la cifra de 83 662.

Los grandes avances alcanzados en este campo por nuestra patria se extenderán a otros países hermanos de nuestra región a través de los jóvenes profesionales que comienzan a graduarse en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Aplausos).

Es un hecho real que la cooperación médica de Cuba y sus instituciones de investigación científica con otras partes del mundo se extiende rápidamente en beneficio de la humanidad.  No tiene por ello nada de extraño la conducta de Cuba, que no vaciló en ofrecer al pueblo de Estados Unidos el inmediato envío de personal médico experimentado con los recursos indispensables para la atención urgente de personas en riesgo de muerte a causa de un gran desastre natural.  A esto se unía el hecho de que nuestro país es el más cercano a la zona golpeada por el huracán y estaba en capacidad de enviar auxilio humano y material en cuestión de horas.  Era como si un gran crucero norteamericano con miles de viajeros a bordo estuviera hundiéndose en las proximidades de nuestras costas.  No podíamos permanecer indiferentes.  Nadie creería que tal auxilio pudiese ser considerado como una ofensa o una humillación.  Nuestro mensaje se envió a las autoridades federales de Estados Unidos apenas cruzó el Katrina con su devastadora fuerza sobre Nueva Orleans.  Duele pensarlo, pero tal vez algunas de aquellas personas desesperadas, sitiadas por las aguas y al borde de la muerte, pudieron salvarse.  Dura lección para los que el falso orgullo y erróneos conceptos los condujeron a no responder siquiera tardíamente a nuestro ofrecimiento, que no sería la primera vez en circunstancias similares.  Algunos han pretendido justificar esta conducta alegando el rechazo de Cuba a la ridícula oferta pecuniaria de 50 mil dólares que, por obvias razones históricas y morales, en medio de un bloqueo que ha costado decenas de miles de millones de dólares, unido a hostigamiento y agresiones durante medio siglo que han costado millares de vidas, debíamos rechazar.  Nosotros no ofrecíamos dinero; ofrecíamos salvar vidas, y nuestro ofrecimiento está en pie para hoy o para mañana, como es y será norma de Cuba con cualquier pueblo del mundo (Aplausos).

Si sobre este tema hemos hablado, fue porque en una larga lista de países que ofrecieron ayuda se ocultó el nombre de Cuba, causando confusión y hasta asombro a muchos amigos de nuestro país en el mundo.  Así lo explicamos el 2 de septiembre, tres días después de nuestro ofrecimiento, concretando la disposición de enviar por aire, entre 12 y 36 horas a 1 100 médicos con 24 toneladas de medicamentos indispensables en sus mochilas.  Transcurridas 48 horas, el 4 de septiembre, aquella fuerza que alcanzaba ya el número de 1 586 profesionales, lista para partir con 36 toneladas de medicamentos, reunida en el Palacio de las Convenciones, fue denominada Fuerza Médica “Henry Reeve” (Aplausos), en memoria de aquel excepcional joven combatiente norteamericano que murió luchando por la independencia de Cuba.

El 12 de septiembre, en horas de la noche, se entregó al periódico Granma una nota informativa, publicada el día 13.  En ella se comunicaba que la graduación médica del curso 2004-2005 se llevaría a cabo el 19 de septiembre a las 5:00 de la tarde en la Plaza de las Banderas de la Escuela Latinoamericana de Medicina  —el tiempo nos obligó a cambiar a tiempo.  Se comunicaba igualmente, y cito de forma textual, que:

“Ese día será constituida una organización que hasta hoy no tiene precedente en el mundo:  el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias (Aplausos).  Este ocupará el lugar de la Fuerza Médica constituida para apoyar al pueblo de Estados Unidos tan pronto el Katrina golpeó con toda su brutalidad el sur de ese país.  Su objetivo no será sólo apoyar a una nación determinada, sino cooperar de inmediato, con su personal especialmente entrenado, con cualquier país que sufra una catástrofe similar, especialmente los que enfrenten grandes azotes de huracanes, inundaciones u otros fenómenos naturales de esa gravedad.  Llevará el mismo nombre que enarboló la Fuerza Médica nacida a raíz de la tragedia que acaba de sufrir el pueblo de Estados Unidos, ‘Henry Reeve’ (Aplausos).”

Habían transcurrido ya 14 días sin respuesta alguna a nuestro ofrecimiento.

El miércoles 14 de septiembre, en horas de la noche, me reuní de nuevo con todos los componentes de aquella fuerza en pleno proceso de profundización de sus conocimientos para informarles sobre la declaración de la Gobernadora de Luisiana, conocida en Cuba ese mismo día, y el mensaje enviado por Bruno Rodríguez, viceministro primero de Relaciones Exteriores de Cuba, cuyo contenido leo hoy de forma textual para información pública.

“Honorable Kathleen Babineaux Blanco, Gobernadora, estado de Louisiana.

“Señora gobernadora, hemos leído atentamente su Orden Ejecutiva No. KBB 2005-33 que establece la Declaración de Emergencia de Salud Pública y Suspensión del Procedimiento Estadual de Otorgamiento de Licencia a los Profesionales y Personal Médico Externo, la cual señala textualmente que ‘...aunque un número de personas han sido rescatadas, hay muchas otras esperando ser rescatadas, evacuadas y recibir asistencia médica y muchos ciudadanos han sufrido y sufrirán enfermedades y heridas...’.  La Declaración señala también que ‘...el número de profesionales médicos actualmente disponible en el Estado para responder a esta emergencia es insuficiente y existe una necesidad suplementaria inmediata de personal médico, con el objetivo de brindar asistencia a aquellos afectados por el desastre...

“Deseo comunicarle que el personal cubano necesario ofrecido a los Estados Unidos para socorrer a la población y aliviar los sufrimientos de las víctimas del huracán Katrina hasta la cifra de 1 586 médicos de calificación y experiencia, con los medicamentos adecuados o cualquier otro que las nuevas circunstancias demanden, está listo para partir de inmediato por vía aérea hacia el estado de Louisiana tan pronto usted disponga de la autorización correspondiente de las autoridades federales.

“Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro a.i.”

Han transcurrido hasta hoy, 19 de septiembre, otros cinco días, y las autoridades federales no han dicho una palabra.  Cada vez existen, por tanto, más razones para pensar que en esta ocasión el generoso y oportuno ofrecimiento de nuestro pueblo no será aceptado.

Como la tragedia que vive el mundo es cada vez más evidente, ratificamos la decisión de crear hoy, 19 de septiembre del 2005, el Contingente “Henry Reeve” (Aplausos).  Lo integrarán, en primer lugar, los miembros de la actual Fuerza que lleva ese nombre.  A ella se sumarán sucesivamente 200 voluntarios de la actual graduación de médicos, 200 de la anterior graduación 2003-2004, 600 alumnos del sexto año de Medicina del curso 2005-2006, y 800 del quinto año de este propio curso  —después vendrán los demás, nadie se sienta excluido— (Aplausos).

Las decenas de miles de especialistas en Medicina General Integral, así como los Licenciados en Enfermería y Tecnólogos de la Salud cubanos que cumplen o han cumplido misiones en el exterior constituyen una cantera inagotable para el Contingente “Henry Reeve” (Aplausos).

Independientemente de los conocimientos como médicos generales, los más jóvenes, o los especialistas en Medicina General Integral, que serán la mayoría, u otras especialidades, y sea cual fuere el lugar de nuestro país o del mundo donde desempeñen sus funciones normales, todos los miembros del Contingente deben poseer sólidos conocimientos epidemiológicos y de enfermedades asociadas a catástrofes, dos idiomas extranjeros de los más usuales; poseer condiciones físicas apropiadas y, según el caso, la disposición y preparación necesarias para trasladarse rápidamente por diversos medios al punto donde se les necesite con urgencia.  A esta gloriosa organización, la primera de su tipo en la historia de una humanidad cada vez más requerida de cooperación y solidaridad, podrán ingresar jóvenes latinoamericanos y caribeños graduados de la ELAM, incluidos ciudadanos norteamericanos que estudian en ella.

El Contingente “Henry Reeve” puede no sólo apoyar a la población en casos de huracanes, inundaciones y otros desastres naturales similares.  Determinadas epidemias constituyen verdaderos desastres naturales y sociales. Basta citar, por ejemplo, el dengue hemorrágico, que azota a un número creciente de países latinoamericanos, privando de la vida especialmente a los niños, y otras viejas o nuevas enfermedades graves, de las que podemos y debemos conocer las formas más eficientes de combatirlas.  Existe en particular una terrible epidemia ―llamémosla así― que azota al mundo:  el VIH, SIDA.  Esta amenaza con liquidar naciones enteras e incluso extensas regiones continentales.  En la prevención y la lucha contra esa enfermedad, Cuba ocupa lugar prominente en el mundo.  Analizado el índice que prevalece en este hemisferio, se puede apreciar que hay países de infestación media, donde la prevalencia del SIDA en el año 2003 —fue la última publicada— puede ser 2,4 por ciento, 2,3 por ciento, 3,2 por ciento de la población adulta entre 15 y 49 años. No cito nombres, por obvias razones.  En otros la infestación es todavía mucho más alta. El mejor índice después de Cuba es 0,6 por ciento.  Tampoco cito nombre.  En Cuba es 0,07 por ciento (Aplausos), es decir, 8,6 veces menos prevalencia que el país que más se acerca.

Nuestros médicos, nuestros científicos, nuestros químicos farmacéuticos, y de modo especial los que componen el Contingente “Henry Reeve”, deben conocer el máximo posible sobre el SIDA, los métodos más eficientes para combatirlo, y sobre todo que tales métodos se adapten a las condiciones concretas de cada país.

Cuando las naciones desarrolladas inmensamente ricas decidan cooperar realmente con los países africanos y otros del mundo en la lucha contra el SIDA, necesitarán profesionales como los del Contingente “Henry Reeve” (Aplausos).  Entonces se comprenderá en toda su magnitud el valor de este paso.  Los estados desarrollados y ricos disponen de capital financiero, pero no disponen de capital humano.  Si se desea evitar la transmisión de madre a hijo, por ejemplo, hay que practicarle una cesárea a la madre; las madres viven en las aldeas y a las aldeas africanas no van los médicos del mundo desarrollado, no están diseñados para eso.

Hay que formar los médicos que requieran los campos, las aldeas, los barrios marginados y pobres de las ciudades del Tercer Mundo.  Incluso en países inmensamente ricos, como Estados Unidos, decenas de millones de afroamericanos, indios, inmigrantes latinos, haitianos y otros, carecen de programa y asistencia médica.

Nosotros ofrecemos formar profesionales dispuestos a luchar contra la muerte (Aplausos).  Nosotros demostraremos que hay respuesta a muchas de las tragedias del planeta.  Nosotros demostramos que el ser humano puede y debe ser mejor.  Nosotros demostramos el valor de la conciencia y de la ética. Nosotros ofrecemos vidas (Aplausos).

¡Vivan los defensores de la vida que hoy se gradúan!  (Exclamaciones de:  ¡Vivan!”)

¡Vivan las médicas y los médicos capaces de vencer la muerte!  (Exclamaciones de:  ¡Vivan!”)

¡Viva el glorioso Contingente Internacional “Henry Reeve”!  (Exclamaciones de:  ¡Viva!”)

(Ovación).