DECLARACIÓN DEL BURÓ POLÍTICO DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA


Tanto en el exterior como en el interior del país, numerosos creyentes cristianos se han interesado por la decisión que Cuba adopte el presente año en relación con el día de Navidad. Muchos de ellos con gran respeto han expresado sus esperanzas de que, al igual que se hace en toda América y en el resto del mundo occidental, se conceda carácter feriado a ese día, tal como lo hicimos el pasado año con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba. Ningún tipo de campaña o presión se ha ejercido dentro ni fuera de nuestro país en ese sentido.

El Buró Político analizó la cuestión profunda y cuidadosamente, a partir de los principios políticos y revolucionarios que han regido siempre nuestro proceso de lucha por la liberación nacional, la construcción del socialismo en nuestra Patria y su contribución al esfuerzo que ineludiblemente tiene que realizar la humanidad por el establecimiento de un orden económico-social justo y solidario en nuestro planeta.
El Buró Político, en nombre del Partido Comunista de Cuba, desea exponer lo siguiente:

Aunque la Revolución se defendió siempre y continuará defendiéndose enérgicamente contra todo intento de destruirla -para lo cual el imperialismo, entre otros muchos métodos sucios e inescrupulosos, utilizó y aún no renuncia a utilizar los sentimientos religiosos con fines contrarrevolucionarios, tratando de crear desde el primer instante confusiones, divisiones y conflictos entre religión y revolución, entre el sentimiento religioso y el espíritu patriótico- la Revolución Cubana nunca se caracterizó por un espíritu antirreligioso. Con admirable serenidad, supo mantenerse firme, rechazar y salir airosa de tales provocaciones.
Ninguna otra Revolución en la historia de la humanidad cuenta con una página tan limpia de violencia o represión por motivos religiosos, tan diametralmente diferente a lo ocurrido en cada etapa de la historia caracterizada por grandes cambios y convulsiones sociales: Revolución Francesa, Revolución Rusa, Revolución Mexicana, Guerra Civil Española, para citar sólo algunos de los ejemplos más connotados.

Las propias contiendas y guerras por motivos religiosos que caracterizaron toda la Edad Media, hasta bien entrada la llamada Edad Moderna, fueron sumamente sangrientas. Ningún hecho de tal carácter puede atribuirse a la cubana, que fue la más profunda revolución social que tuvo lugar en este hemisferio durante cinco siglos.
No sólo contribuyó a ello una correcta concepción política, sino también el hecho de que muchos honestos creyentes de las más diversas denominaciones religiosas y sinceros sentimientos de patriotismo, hastiados de la corrupción, las desigualdades sociales y las injusticias que habían imperado en nuestro país, no obstante incomprensiones y prejuicios, se mantuvieron con entera firmeza junto a la Patria y la Revolución, en tiempos dramáticos y difíciles que sin otra alternativa que la victoria o la muerte vivió nuestro heroico pueblo.

La suspensión del carácter feriado del 25 de diciembre, como todo el mundo conoce en nuestro país o puede comprobarlo en los documentos de la historia de la Revolución, no estuvo inspirada en sentimiento antirreligioso alguno, como hay quienes en el exterior han pretendido pérfidamente hacer creer.
Tuvo lugar al comenzar la zafra azucarera de 1970, cuando el país realizaba un colosal esfuerzo para alcanzar la producción de diez millones de toneladas de azúcar, con cientos de miles de trabajadores movilizados en todo el país desde fines de noviembre de 1969, cuando no existían combinadas y 90 millones de toneladas de caña debían cortarse totalmente a mano.

Diciembre, al revés de lo que ocurre en los países del Norte industrialmente desarrollados, abarrotados de riquezas y virtualmente cubiertos de nieve en esa época del año, sin cosecha o cultivo por realizar, que a todo el mundo permite refugiarse en sus hogares, en un país del Trópico como Cuba es un mes seco, fresco, de los más adecuados para el trabajo en las construcciones y en la siembra, cultivo o cosecha de papa, vegetales, caña, tabaco, y otros renglones decisivos para la economía nacional. Nos vimos obligados a suspender fiestas tradicionales, vacaciones de fin de año y actividades muy diversas, trasladándolas para los meses calurosos de verano, época habitual e histórica de descanso y vacaciones y de uso y disfrute de las playas y los mares que rodean nuestra isla. Mas no se suspendió solo el carácter feriado del 25 de diciembre sino también todos los actos conmemorativos del 1° de enero de 1959, fecha extraordinaria en la historia de nuestra Patria, cuando un pueblo que sufrió cuatro siglos y medio de colonización, y casi un siglo de lucha, alcanzó la plena independencia.
La mejor prueba de que la suspensión del feriado del 25 de diciembre no tuvo ni podía tener carácter político es que se mantuvo intocable durante diez años después del triunfo revolucionario, cuando ya se había proclamado el carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961, derrotado 72 horas después en forma aplastante la invasión mercenaria de Girón organizada por el Gobierno de Estados Unidos, soportado incontables actos de terrorrismo, sabotajes, guerras sucias, en montañas y llanos de todo el territorio nacional, y enfrentado en octubre de 1962 la más grave amenaza de destrucción nuclear que hasta hoy ha conocido el mundo. Pueden incluirse dentro de los hechos atroces de esos años la infame calumnia sobre un supuesto decreto que suprimía la Patria Potestad y el monstruoso secuestro y envío clandestino hacia Estados Unidos de 15 mil niños cubanos, en el cual participaron determinados miembros de instituciones religiosas con el total apoyo de las autoridades y los servicios de inteligencia de ese país.

En medio de estas brutales agresiones fue además implantado contra todos los habitantes del país el más prolongado y cruel bloqueo económico que se haya aplicado contra pueblo alguno.
Ni el carácter marxista, ni la profundidad de nuestra Revolución, que afectó intereses y provocó la reacción de sectores ricos, mucho más posibilitados de estudios en escuelas de élite y esmerada educación religiosa que la inmensa mayoría del pueblo, alteraron en lo más mínimo nuestras ideas básicas sobre las relaciones que debían existir entre Revolución y Religión.

Ninguna acción enemiga podía crear un sentimiento antirreligioso en la dirección revolucionaria cubana, siempre defensora de la más amplia unidad de nuestro pueblo, ni mucho menos engendrar la mezquina, torpe e impolítica idea de suspender, por diferencias filosóficas que no están reñidas con el profundo sentido humano y revolucionario de los propios Evangelios, un feriado religioso, ofendiendo con ello a cientos de millones de cristianos en América Latina y en muchos otros países del mundo, llamados a luchar junto a sus pueblos para transformar las injustas sociedades en que viven.
Ningún verdadero marxista cometería jamás ese error.

La Constitución Socialista de Cuba, aprobada en referéndum el 15 de febrero de 1976 por el 97,7% de los votantes, reformada y perfeccionada en julio de 1992, de modo especial en lo que se refiere a las relaciones con las instituciones religiosas reafirma el carácter laico del Estado y establece en su Artículo 8 de forma clara y categórica que "El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa".
Nuestro Partido en sus inicios, durante los años especialmente difíciles señalados anteriormente, aplicó normas tan estrictas de carácter político e incluso de índole filosófica, que excluía el ingreso de los creyentes en las filas de la vanguardia revolucionaria. Esto resultaba incuestionablemente discriminatorio a partir de los principios consagrados en la Constitución Socialista aprobada 14 años más tarde, en 1976. Tras un proceso de reflexión profunda y madura, que requirió de no poco esfuerzo de análisis y persuasión entre sus militantes, se abrieron de par en par las puertas del Partido a todos los creyentes que compartiesen sus nobles objetivos patrióticos, solidarios, humanos y sociales.

Muchas cosas han cambiado desde entonces. El mundo se ha globalizado irreversiblemente. El orden económico internacional imperante se hace insostenible; de crisis en crisis, arrastra al mundo a una catástrofe sin precedentes y a un desastre ecológico que amenaza la propia supervivencia de la humanidad, que en algunas decenas de años alcanzará la cifra de 10 mil millones de habitantes. Los cambios se asumen como una necesidad vital de todos los habitantes del planeta.
Nuestro pueblo ha resistido heroicamente las más increíbles pruebas y está preparado como pocos para el gran desafío que tiene delante la humanidad. Su prestigio crece. Su lucha y su acción en la esfera internacional a favor de una globalización sostenible y verdaderamente solidaria, que beneficie a todos los países de la Tierra, es cada vez más amplia.

En el orden interno, las filas revolucionarias están cada vez más unidas.
Libramos batalla tras batalla en los más diversos frentes contra viejos y nuevos desafíos, pero confiados cada vez más en que la Revolución es indestructible.

La hospitalidad y el caluroso recibimiento ofrecidos al Papa Juan Pablo II durante su visita a nuestro país mostraron al mundo la impresionante imagen de la madurez, la cultura, disciplina, organización, valentía moral, confianza en sí mismo y elevada capacidad intelectual y política de nuestro pueblo. La afirmación categórica del ilustre visitante de que las medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del país eran injustas y éticamente inaceptables; los pronunciamientos decididamente críticos de muchos de los Obispos participantes en el Sínodo de Roma contra la deuda externa, la pobreza, la desigualdad social y la injusta distribución de la riqueza en nuestro continente; las múltiples muestras de solidaridad, las donaciones de medicamentos y la condena al bloqueo de numerosas instituciones religiosas de las más variadas denominaciones; la cooperación entre sacerdotes católicos y pastores evangélicos y el personal cubano de salud que se enfrenta con abnegación y sacrificio ejemplares a los enormes daños humanos ocasionados por el huracán «Mitch»; los dos mil médicos, y aun más si fuesen necesarios, ofrecidos gratuitamente a los países afectados por una catástrofe natural sin precedentes, y las 5 500 becas concedidas a los jóvenes de esos países para estudiar Medicina, en un período de 10 años; la receptividad de los pueblos y las autoridades, sus expresiones de reconocimiento y gratitud al esfuerzo desinteresado de nuestro pueblo, demuestran los cambios que se van produciendo en el mundo y las amplias posibilidades de cooperación que se abren a todos los hombres de buena voluntad, por encima de cualquier diferencia política, ideológica o religiosa, para trabajar unidos por el bien de la humanidad.
Ya no existe la necesidad imperiosa de movilizar cientos de miles de trabajadores en diciembre para cortar a mano toda la caña de una zafra.

Combinadas y máquinas realizan gran parte de la cosecha, aunque es enorme, y sigue y seguirá siendo enorme por causas naturales, el esfuerzo que debemos realizar en esa época del año.
En esta hora gloriosa, victoriosa y heroica de nuestra Patria, toda prueba de consideración y respeto a los sentimientos y deseos más sanos de muchos de nuestros conciudadanos contribuye a la unión de nuestro pueblo. Aun cuando un día feriado en pleno período especial y bajo implacable bloqueo económico significa el sacrificio de decenas de millones de pesos en salarios y en bienes y servicios dejados de producir, el Partido Comunista de Cuba, plenamente consciente de que todo lo que contribuya a la unidad más indisoluble de nuestro pueblo fortalece a la Revolución y su admirable y heroica lucha por un mundo mejor; absolutamente seguro de que los costos pueden ser ampliamente compensados con nuestro propio trabajo de cada día y la mucho mayor eficiencia con que nos estamos proponiendo administrar nuestros recursos; consciente asimismo de que todo nuestro pueblo, próximo a cumplirse el 40 Aniversario del Triunfo de la Revolución, disfrutará igualmente de un día de descanso y encuentro familiar; habiendo consultado previamente y obtenido unánime aprobación de líderes y representantes de las más diversas religiones presentes en Cuba, cristianas y no cristianas, propone al Consejo de Estado que a partir del presente año cada 25 de diciembre sea considerado en lo adelante día feriado para cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes.

Buró Político del Partido Comunista de Cuba
30 de noviembre de 1998