Palabras pronunciadas en el acto de recibimiento al primer grupo de atletas que regresó de Sydney, efectuado en el aeropuerto internacional "José Martí", el 29 de septiembre del 2000.

Compañero Comandante en Jefe;

Integrantes de la gloriosa delegación de Cuba a la Olimpiada de Sydney;

Sus familiares y amigos:

Hemos venido esta tarde a recibirles con una profunda emoción, que es la que siente nuestro pueblo al saber que el primer grupo victorioso y con nuestra bandera en alto, de 250 integrantes de nuestra delegación, arriba en esta tarde a suelo patrio.

Ustedes fueron a Sydney por la gloria de la patria y han regresado de Sydney con la gloria de la patria conquistada. La patria hoy los recibe orgullosa del desempeño de todos y cada uno de ustedes, de todos y cada uno de ustedes, de los que alcanzaron medallas y de los que no pudieron alcanzar medallas, de los que conquistaron el triunfo y de los que no lo conquistaron; del desempeño de cada uno de ustedes, como deportistas hijos de un pueblo humilde que les ha seguido en cada minuto.

Ustedes han cumplido ampliamente el compromiso contraído con el pueblo de regresar con la gloria de la patria engrandecida.

Este es un momento de alegría para nuestro pueblo. Ningún integrante de nuestra delegación debe sentir en este momento otra cosa que no sea una profunda alegría y una profunda satisfacción, lo digo porque expreso con eso el sentir de nuestro pueblo.

En la noche de ayer, en el acto por los 40 años de la fundación de los Comités de Defensa de la Revolución, en un acto emotivo y profundamente revolucionario, el compañero Fidel expresó, refiriéndose a ustedes, que no solo recibimos a nuestros atletas cuando regresan con la medalla de oro, recibimos a nuestros atletas en todo momento, y este es un momento de particular alegría y orgullo para nosotros.

Los recibimos con una profunda satisfacción, porque ustedes allí, con su comportamiento caballeroso, su respeto por el rival, su simpatía ante el público, el derroche de coraje defendiendo nuestra bandera, el esfuerzo hasta límites apenas alcanzados por sus iguales, derrocharon toda la energía y todo el valor para tratar de conquistar para la patria el triunfo deportivo.

Si no siempre fue posible, y antes de irse ustedes habíamos dicho que la victoria era veleidosa y que hay días en que no puede ser conquistada; sin embargo, ustedes sí han conquistado toda la gloria para la patria.

Nuestro pueblo, que es el pueblo del mundo —fíjense bien, del mundo— que más horas de televisión y de trasmisión radial ha podido seguir, más de 300 horas de televisión ha podido disfrutar nuestro pueblo viendo el desempeño de cada uno de ustedes, algo que no ha ocurrido en ningún otro país del planeta, incluso, ni en países que tienen muchísimos más recursos y dinero que nosotros; nuestro pueblo, que ha podido seguir con orgullo el desempeño de cada uno de ustedes, los recibe con un profundo orgullo. Se siente orgulloso de sus hijos, que han engrandecido la gloria de la patria en Sydney, como se lo habían propuesto en su lema.

En un día como hoy debemos decir que hay triunfos que nos han sido arrebatados, esa es la realidad. Algunos de los integrantes de nuestra delegación no regresarán con la victoria, para la que tanto se prepararon, porque sus triunfos han sido escamoteados.

Reconocemos la derrota, reconocemos el mérito del contrario cuando, en competencia deportiva limpia, nos vence —es algo que forma parte del deporte, y ustedes lo saben mejor que nadie—; pero nos sentimos profundamente heridos cuando vemos que años y años de entrenamiento, horas y horas quitadas al descanso, a la familia, una y otra vez entrenando, pueden escaparse por una mala decisión arbitral.

En los últimos días se ha desatado, realmente, una verdadera conspiración contra una parte de nuestros boxeadores, por ejemplo. Mientras ustedes volaban hacia Cuba, ocurrió otra bochornosa decisión, en la que se le arrebató el triunfo a nuestro boxeador Diógenes Luna. He traído aquí el cable de la agencia española de noticias, la agencia EFE, que es, por supuesto, imparcial en el tema, por cuanto Diógenes estaba combatiendo con un púgil norteamericano. Leeré solamente dos párrafos de lo que dice la agencia EFE y está publicado hoy en el mundo.

Dice: "El resultado de la que perdió Luna [se refiere a la pelea], podría ser la cuarta reclamación que Cuba presente ante la Asociación Internacional de Boxeo Amateur, por lo que considera una falta absoluta de imparcialidad en los jueces.

"Una vez más las cámaras de televisión que siguieron las acciones de la pelea entre Luna y Williams, mostraron con claridad cómo cuando la puntuación era de 42 a 41, dos golpes clarísimos del boxeador cubano con la izquierda y la derecha a la cara de su rival, que vieron los espectadores presentes en el Centro de Convenciones de Sydney, no fueron contados.

"’Nos han vuelto a hacer la misma jugada que en las peleas anteriores, sencillamente, nuestro boxeador fue el que tenía que haber ganado la pelea por lo que hizo en el cuadrilátero, pero los jueces tuvieron otro criterio, el porqué es algo que no necesita explicación’, comentó Alcides Sagarra, máximo responsable del equipo cubano.

"Faltaban 30 segundos para el final y los jueces dieron dos puntos consecutivos para el peleador estadounidense que se colocó con 42 a 40, y desde la esquina le dijeron que se agarrase, pero Luna no se lo permitió y le metió cuatro golpes clarísimos por ninguno del boxeador estadounidense, pero los que tenían que contarlos solo vieron uno y ahí se acabó la pelea.

"Luego llegó de nuevo el abucheo de los espectadores a la decisión de los jueces, con gritos de ‘fuera’, ‘fuera’, mientras coreaban el nombre de Cuba y ovacionaban a Luna, para dedicarle a Williams la indiferencia y más silbidos que aplausos."

Esta es la descripción que en la mañana de hoy agencias extranjeras están haciendo del último combate en que fue despojado uno de nuestros boxeadores. Sin embargo, yo les puedo confirmar a cada uno de ustedes que nuestro pueblo ha visto, en cada medalla de bronce, una medalla de oro para la gloria y la dignidad de la patria; en cada medalla de plata, una medalla de oro para la dignidad y el sentido de espíritu de combatividad de nuestro pueblo, y ha disfrutado extraordinariamente las medallas de oro que ustedes han conquistado en el día de hoy.

También se produjo una alegría, en horas de la madrugada en nuestro país, cuando uno de nuestros taekwondocas, el joven Angel Valodia Matos Fuentes, conquistó la medalla de oro, en los momentos en que ustedes volaban (Aplausos).

Debemos decir, porque él lo sabe, que Angel Valodia ha sufrido una noticia triste, junto a la alegría de su medalla: se sobrepuso al dolor de la pérdida física de su mamá, y compitió y obtuvo la medalla de oro para nuestro país. Nuestro pueblo en este momento comparte, tanto la alegría de su triunfo como el dolor de él y su familia, y él sabrá que en las madres cubanas tiene el relevo a su mamá perdida, mientras él competía por la patria.

Nuestros atletas se han podido sobreponer a muchas dificultades, a la lejanía de la patria, a las dificultades en los entrenamientos, a decisiones arbitrales que en una u otra ocasión nos arrebataron un triunfo, a la calidad creciente de los contrarios, al hecho de que esta sea una olimpiada de un gran nivel competitivo y técnico.

Nuestro pueblo los ha visto a ustedes competir con toda valentía, con la misma que les pedíamos cuando ustedes salieron de Cuba.

En este momento tenemos seis medallas de oro conquistadas, con la de la madrugada; ocho medallas de plata, y dos medallas de bronce. En total, 16 medallas, y esperamos que todavía puedan superar esta actuación. Estamos seguros de que de aquí a que terminen tendremos motivos para nuevas alegrías.

En este momento nuestro país ocupa el onceno lugar por países, y somos el único país del Tercer Mundo que se acerca en la lista a los primeros países que han conquistado medallas. Todos son —como ya vimos— países desarrollados, con inmensos recursos financieros, muchos de cuyos títulos no han sido logrados por sus nacionales, sino por atletas comprados a otros países.

Ustedes han podido ver allí, sobre los terrenos de competencia, cómo atletas destacados no han podido competir ni ver izarse la bandera de su país; han tenido que ver otra bandera, la del país por el que desafortunadamente han tenido que aceptar competir. Ustedes lo vieron allí mucho mejor que nosotros, ustedes han podido ver allí lo que ha traído como consecuencia el comercialismo en el deporte, la introducción del mercantilismo en el movimiento olímpico, cosas sobre las que ya hablamos con mucha más amplitud antes de que ustedes salieran de Cuba.

Pero el día de hoy es día de satisfacción, de reencuentro orgulloso con sus familiares y amigos que han venido en esta tarde a recibirlos; de satisfacción y orgullo para el Comandante en Jefe, para todos nosotros; pero especialmente para Fidel, que los ha seguido minuto a minuto, como solo un padre puede seguir a sus hijos en el momento de la competencia (Aplausos).

Nuestro pueblo rió y lloró cuando Legna obtuvo su medalla de oro, cuando la dedicó con profunda humildad a su pueblo; cuando Sybelis no pudo contener las lágrimas al saber que el triunfo le pertenecía; cuando Azcuy entraba a la historia del olimpismo mundial reteniendo su corona tras cuatro años de largos entrenamientos; cuando Anier parecía un bólido indetenible que avanzaba en unos segundos a conquistar mucha más gloria para nuestra patria.

Nuestro pueblo no olvidará nunca la alegría de la madre de Anier cuando conoció la victoria de su hijo en Sydney; pero nuestro pueblo disfrutó también, como medallas de oro, los triunfos de Driulis; el triunfo de Sotomayor, que es toda una reivindicación del honor del deporte cubano (Aplausos).

Nunca una medalla de oro de Javier Sotomayor llenó de más orgullo a este pueblo que esa medalla de plata conquistada en Sydney; nunca nuestro pueblo estuvo más orgulloso de Javier que en el momento en que se alzó con la medalla de plata en Sydney; nunca nuestro pueblo estuvo más confiado en toda la injusticia que se cometió con él como cuando lo vio salir hacia los 2,35 metros de altura bajo un aguacero que le impedía siquiera ver el lugar donde tendría que saltar; nunca nuestro pueblo ha estado más orgulloso del desempeño de Javier que cuando lo vio salir a combatir no por una medalla, sino por su honor y el honor del deporte cubano, que es el honor de la Revolución Cubana.

Ese es el tipo de atleta que la Revolución ha formado, que nuestro pueblo ha podido parir de su seno; atletas para los que significa más la bandera de la patria que el dinero, atletas que no cambian el cariño de su pueblo por las glorias y las promesas que les ofrecen los extraños. Ese es el sentido de nuestro orgullo en este momento.

Nuestras yudocas, nuestros levantadores de pesas, nuestros atletas de atletismo, todos y cada uno de los compañeros que hoy vienen, nos han dado la alegría de verles luchar con orgullo por el triunfo.

Especialmente quiero en este momento referirme a nuestros atletas del Equipo Nacional de Béisbol. Sabemos, porque nos lo han contado, que vienen tristes; que algunos dijeron, incluso, que les daba pena pararse en este lugar, y nosotros queremos decirles en este momento que nuestro pueblo se siente orgulloso de ustedes, que nuestro pueblo no les reclama el triunfo.

Nuestro pueblo, claro, hubiera querido que ustedes ganaran, por ustedes y por nosotros; pero nuestro pueblo no les reprocha, porque comprende bien que ustedes hicieron todo lo posible por la victoria; y nuestro pueblo los aplaudió cada vez que en estos años ustedes regresaron con las medallas de oro, y los aplaude y los recibe hoy, cuando ustedes vienen con la medalla de plata.

Es verdad que ha dolido en nuestro pueblo —y no se lo ocultamos— el no haber podido conquistar la medalla de oro olímpica por tercera ocasión consecutiva; pero ninguno de ustedes tiene hoy razón para no mirar de frente a sus compatriotas.

Al primer pelotero que bajó por esa escalerilla, el compañero Fidel le ha dicho: "¡La mirada en alto, la frente en alto!" Y eso es lo que nuestro pueblo les dice hoy a cada uno de ustedes: "¡La mirada en alto!"

Habrá otras oportunidades de demostrar nuestra maestría deportiva, de demostrar nuestra convicción por la victoria, y en ningún caso nuestros atletas de béisbol recibirán un reproche, ni sus directivos. Comprendemos que pudimos haber hecho cosas de manera diferente, que nos faltó una u otra cosa por hacer, y sacaremos la experiencia; pero en ningún caso debemos, en el día de hoy, considerar que ustedes no han hecho el máximo esfuerzo por darle toda la gloria a la patria.

Nuestro pueblo los recibe después de haber disfrutado de sus victorias; después de haber sufrido enormemente con su derrota los recibe con orgullo. Así que nuestros peloteros, a los que hemos visto de alguna manera cabizbajos, y lo comprendemos porque sabemos que querían regalarle a nuestro pueblo la medalla de oro, deben saber que hoy nos sentimos más orgullosos que nunca de ustedes, y que hoy cuentan con el cariño y la admiración de nuestro pueblo para continuar entrenando, sacar experiencias de esta derrota y tratar de revalidar el prestigio y el primer lugar.

Es verdad que en béisbol solo nos conformamos con la victoria; pero no tenemos reproche para el momento en que ella no fue conquistada. Sabemos de la calidad moral, de la maestría deportiva de cada uno de ustedes, de su sentimiento profundo de compromiso con el pueblo que va a los estadios a aplaudirlos; por tanto, los recibimos también con un profundo orgullo y una gran convicción de que ustedes regalarán en el futuro muchos más motivos de alegría para nuestro pueblo.

En el día de hoy les damos la bienvenida a la patria, que no ha dormido en estos días siguiendo el desempeño de cada uno de ustedes.

Los felicitamos a todos y cada uno por haber puesto en alto el nombre de la patria.

En nombre de sus familiares; en nombre de sus vecinos, que son su familia más grande; en nombre de sus compañeros que quedaron aquí; en nombre de los miles y miles de entrenadores anónimos que constituyen, en nuestro país, la columna vertebral del trabajo masivo que hacemos y que permite que broten nuevos campeones; en nombre de nuestro pueblo humilde y generoso, que trabaja y se esfuerza para que ustedes puedan representarnos con honor; en nombre especialmente de la dirección de nuestro Partido, de nuestro Gobierno, y en nombre especialísimo del compañero Fidel, que nos da cada día una nueva lección de humanismo y de solidaridad, a cada uno de ustedes les expresamos la bienvenida más cordial y orgullosa; les expresamos que la patria os contempla orgullosa, y que tienen todas las razones del mundo para regresar a sus casas al merecido descanso y a recibir el cariño que, como mar de pueblo, estamos seguros, brotará en cada uno de los barrios de Cuba para recibirlos a ustedes, que han sabido hacer ondear con honor, como pocas veces en nuestra historia, nuestra querida bandera cubana.

¡Bienvenidos campeones de la dignidad y del decoro de la patria! (Aplausos.)

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(OVACION).