LOS PRIMEROS FRUTOS DE LA MONSTRUOSIDAD
 

Las abuelas de Elián tuvieron el miércoles el placer infinito de ver físicamente al niño después de 70 días de dramática y torturante ausencia. Por lógico instinto se lanzó sobre ellas abrazándolas y besándolas. Vinieron después minutos amargos, cuando llegó el momento de establecer intercambios con Elián. Estaba aturdido. Quién sabe cuántas horas de agitación, movimiento, entradas y salidas de gente, carros, cámaras, policías y corre-corre de todo tipo había visto el niño desde que se despertó ese día. Por segunda vez llegaban las abuelas. Eso lo sabía. ¿Las verá o no? ¿Qué significaba todo aquello? La lobezna Marisleysis, la que ha salido mil veces por televisión propinando sus besos de Judas, que en ningún caso ha recibido siquiera una mirada del niño, había declarado esa mañana a decenas de periodistas que asediaban la casa que: "Elián no quiere ver a sus abuelas ahora, porque tiene miedo de que se lo lleven a Cuba" .

Tráfico, tranques, ruidos de motores y sirenas, patrulleros que encendían y apagaban luces rojas y azules, acompañaron el lujoso carro conducido por Jorge Más Santos ?"chofer oficial de la familia González", según lo calificó el Departamento de Estado en diálogo con el Jefe de nuestra Oficina de Intereses? que transportaba, junto al niño, al diabólico tío-abuelo postizo que lo había visto una sola vez en su vida, y a la lobezna sedienta de publicidad y riquezas, que a su edad tuvo y tiene tiempo de sobra para traer un hijo al mundo sin necesidad de robárselo a nadie. Así llevaron a Elián hasta una extraña casa, donde en una instalación adjunta se habían congregado los principales cabecillas de la Fundación mafiosa "con el portavoz y los abogados de Elián". Era la "casa neutral" donde la Fiscalía General de Estados Unidos, el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS), en coordinación con las autoridades de Miami, habían escogido para la reunión del niño con las abuelas. Funcionarios del INS, policías, monjas asociadas a la mafia, y la mismísima Marisleysis filtrada entre ellas cual si fuera una monja más, completaban el cuadro. Algo macabro. En la habitación del segundo piso, cual una celda carcelaria, esperaban las solitarias abuelas.

Al llegar el niño acompañado de una monja real y otra falsa, la desvergonzada y cínica Marisleysis, ésta pudo escuchar los primeros minutos del encuentro antes de ser descubierta.

Cuando se quedaron aparentemente solas en aquella habitación, tal vez llena de micrófonos e incluso medios electrónicos de observación visual, comenzó el calvario silencioso de las abuelas. Con gran tacto e inteligencia desarrollaron el contacto con el niño. Apenas quince minutos después se produce la irrupción violenta de una monja: orden perentoria de no hablar por teléfono e instrucciones a un policía de arrebatar el celular al niño cuando precisamente el padre impaciente, que acababa de establecer comunicación telefónica con ellas, iniciaba un intercambio con su hijo. ¿Por qué conocieron las monjas y la policía de inmediato lo que en una habitación supuestamente privada e íntima hablaban las abuelas con el niño y que éste se estaba comunicando con su padre?

Con nervios de acero continuaron las abuelas su tierno trabajo con aquella criatura que había sufrido diez semanas de indescriptible trauma desde el naufragio de la frágil embarcación, la desaparición de la madre, dos días solitarios amarrado o aferrado a una goma en mar tempestuoso, y finalmente el descabellado, criminal y prolongado secuestro que lo separó brutalmente de las únicas personas que, por haber vivido desde que nació con ellas, podía conocer y querer entrañablemente un niño que no había cumplido todavía los seis años.

Poco a poco las abuelas, aunque reiteradamente interrumpidas por inesperados y no solicitados suministros de chucherías, o por mensajes repetidos que una monja extrañamente trasmitía desde el exterior de la habitación a una de las abuelas, fueron desarrollando los contactos afectivos con el nieto. No se les escapaba que el niño no era ya el mismo, que en su personalidad y en su mente se habían producido cambios. Nervioso, a veces poco comunicativo, sin preguntar por otros familiares íntimos y entrañables, les hizo temer por la salud del nieto. Lograron en tan breve e interrumpido tiempo, a través del álbum fotográfico, los dibujos que le enviaron sus compañeritos, los obsequios de crayolas, material escolar de primer grado y el libro de aventuras de Elpidio Valdés, despertar su interés, hizo comentarios sobre los dibujos, recordó a sus amiguitos, y le pidió a la abuela Raquel que le leyera las aventuras de Elpidio. Más animado ya al final, se mostró expresivo y cariñoso en medio de su tristeza, les dio abrazos para el padre, para los abuelos, para la bisabuela, para el hermanito de cuatro meses y otros familiares. No olvidó a ninguno, y para las abuelas, largo y apretado abrazo como cuando náufrago se abrazó a la cámara con la que instintivamente pudo salvar la vida.

La monja rectora que comandó las operaciones en aquel siniestro episodio, Jeanne O'Laughlin, la que permitió el ingreso a la habitación de la falsa monja, ordenó a un policía arrebatar el celular al niño, e interrumpió abruptamente la entrevista mucho antes de concluir las dos horas mínimas y el tiempo adicional indefinido que prometió el Departamento de Estado, declaró al día siguiente a la prensa local de Miami su apoyo a la permanencia de Elián en Estados Unidos. Dijo: "Me pondré de parte de lo que el niño necesita ahora mismo, y eso es libertad." "No creo que ese niño pueda vivir sin temor si regresa a Cuba."

Informó que planeaba viajar a Washington para hablar con el senador Connie Mack, patrocinador principal y figura a cargo de la presentación en el Senado del proyecto para la concesión de la ciudadanía al niño de seis años Elián González, y con Bob Graham, senador por la Florida. Habló también de reunirse con la Fiscal General, Janet Reno, a la que ofreció su mansión para la reunión.

Elián volvió al encierro de su secuestro y al infierno de un hogar de voraces y lejanos parientes repleto de raros objetos y de visitantes canallas y cínicos, de origen cubano o yanqui, de los más grotescos que ha procreado aquella sociedad.

En sus primeras palabras trasmitidas telefónicamente a sus familiares en Cuba, las abuelas expresaban la alegría de aquellos últimos momentos de su breve y mutilada entrevista. No quisieron decir nada más. Horas más tarde, sin embargo, Mariela, a través del celular ya recuperado, llorando con profunda amargura, le dijo a una compañera que le brindó durante estos duros meses constante solidaridad y apoyo a toda su familia: "Me han cambiado al niño."

Este sentimiento lo expresaron al día siguiente más de una vez en declaraciones recogidas por diversos medios de prensa norteamericana.

Mariela (por televisión): "Lo han cambiado completamente, hay que salvarlo, salvarlo urgente y regresarlo a su padre y a su familia."

Mariela (por otra emisora televisiva): "Nuestro nieto está totalmente diferente. Ha cambiado completamente, tenemos que salvarlo lo antes posible."

Raquel: "Mientras más tiempo dejen a Elián quedarse en Miami, más va a sufrir. Elián estaba muy tímido."

Mariela (a través de la CNN a las siete de la noche): "Apenas hablaba, no era expresivo y él no era un niño así. Era muy cariñoso, se pasaba el día besándome, abrazándome, haciéndome maldades." (Llora)

Raquel: "La despedida fue muy triste. Cuando fuimos a despedirnos del niño, vinieron y nos dijeron: 'se terminó la visita', imagínense ustedes que vayan a ver a un familiar preso, y le dicen así: la visita terminó, tiene que retirarse; cogieron al niño y se lo llevaron." (Llorando)

Mariela (en una conferencia de prensa): "Entraron y estuvieron cada un minuto molestando, que eso no era lo acordado tampoco. También nosotros estábamos hablando con el padre por teléfono. A nosotros nadie nos informó que no podíamos hablar por teléfono. Vinieron y le arrebataron el teléfono de las manos al niño."

En un reportaje de la CNN sobre la entrevista de las abuelas con la congresista Sheila Jackson Lee, la periodista informó:

1. Frustración de las abuelas con la reunión.

2. No fue una reunión privada.

3. Tuvo una pequeña oportunidad de hablar con el padre antes de que le quitaran el celular.

4. El niño no era el mismo.

Raquel (en esa misma entrevista): "Me siento muy mal porque el objetivo era visitar al niño y regresarlo con nosotros; pero nosotros vamos a seguir esta batalla. Y tengo plena seguridad de que lo vamos a lograr. Si tenemos que regresar a Estados Unidos vamos a regresar".

Sólo ayer jueves las infatigables abuelas se reunieron con 50 congresistas que, añadiendo los 15 que vieron el martes, suman 65 representantes y senadores en solo dos jornadas.

Ambas abuelas piensan angustiadas que ese niño no puede permanecer mucho más tiempo en tan brutales condiciones.

¿Qué es lo que van a devolver a su familia y a su patria cuando el crimen repugnante contra la mente y el alma inocente de ese niño que hoy se comete a los ojos del mundo se haya consumado? Sano o enfermo, requerido de especiales cuidados familiares y médicos, seguiremos luchando hasta que lo devuelvan. Es y será todavía un menor durante muchos años. Para nosotros seguirá siendo el niño saludable, alegre y feliz cuya imagen inmortalizada se ha convertido ya para siempre en símbolo de los crímenes e injusticias que el imperialismo es capaz de cometer contra un inocente. La imagen de Elián, como la del Che, no importa lo que hagan de él, lo desaparezcan o lo destruyan moral y psíquicamente, recorrerá el mundo y permanecerá para siempre en nuestra mente y en nuestros corazones de hombres y mujeres jóvenes, adultos o de avanzada edad, y de los niños que hoy lo idolatran y luchan por él.

Editorial del periódico Granma del 28 de enero del 2000