Discurso pronunciado por el Excmo. Sr. Felipe Pérez Roque, Ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, para presentar el proyecto de Resolución sobre la "Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba", correspondiente al Tema 34 del Programa del Quincuagésimo Sexto Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Nueva York, 27 de noviembre del 2001.

 

Señor Presidente:

Una curiosa noticia dio la vuelta al mundo en estos días. Por primera vez en más de cuarenta años, el gobierno de los Estados Unidos ha autorizado, de manera excepcional, la venta a Cuba de algunas cantidades de alimentos, medicinas y materias primas para producirlas. Por esta vez, Cuba podrá pagar directamente en dólares a los suministradores norteamericanos. No pudo resolverse, sin embargo, que barcos cubanos transportasen la mercancía desde puertos norteamericanos; es tan compleja la maraña de prohibiciones legales que el bloqueo a Cuba implica, que ni aun sumando la buena voluntad de ambos gobiernos este obstáculo pudo ser superado. Barcos norteamericanos o de terceros países cumplirán la tarea.

El 7 de noviembre pasado, el gobierno de los Estados Unidos expresó su profunda pena y preocupación por el pueblo cubano con motivo de los extensos daños causados por el huracán "Michelle" a su paso a través del territorio de Cuba, y expresó su disposición a tasar de inmediato las necesidades de ayuda con vistas a una posible asistencia humanitaria. Era un gesto inusual, que Cuba apreció en su justo valor. En cuarenta años de tensas relaciones entre ambos países, no había ocurrido nunca algo similar.

Cuba respondió solicitando que, de forma excepcional, el gobierno de los Estados Unidos permitiera a empresas públicas cubanas adquirir de forma expedita determinadas cantidades de alimentos, medicinas y materias primas para producirlas, a fin de restablecer cuanto antes sus reservas, en previsión de cualquier nuevo desastre natural. Solicitó también pagar al contado en dólares norteamericanos o cualquier otra divisa convertible, y el empleo de embarcaciones cubanas como la forma de transporte más práctica, rápida y económica para Cuba.

Los intercambios diplomáticos, a diferencia de muchas otras veces en el pasado, transcurrieron sin tensiones y primó en ellos respeto y espíritu de cooperación.

Ahora cabría una pregunta: ¿por qué se han requerido especiales negociaciones para una transacción tan simple y habitual en el mundo? ¿Por qué se necesitan trámites especiales para que Cuba compre en Estados Unidos eritromicina de uso pediátrico, o vitamina A, o hidrocortisona, o arroz, o leche en polvo?

¿Cómo pudo crearse a lo largo de los años un sistema tan meticuloso y perfecto para impedir a todo un pueblo acceder a alimentos y medicamentos esenciales, a tecnologías y piezas de repuesto, a equipos médicos e información científica? ¿Podrá explicarse algún día, a la luz de la ética, el derecho internacional y la justicia, el mantenimiento obsesivo por más de cuatro décadas del bloqueo económico, financiero y comercial de los Estados Unidos contra Cuba?

Sin embargo, he aquí que, por una vez al menos, Cuba ha podido comprar en Estados Unidos. ¿Significa esto acaso el fin del bloqueo? No. Esta Asamblea General no debería cometer jamás el error de entender esta excepción como una regla. ¿Significa siquiera el comienzo del fin del bloqueo a Cuba? No podría asegurarlo. El sentido común es a veces esquivo para algunos políticos.

¿Estaría Cuba dispuesta a repetir nuevas compras en estas condiciones? Sería deseable, pero es prácticamente imposible. Por eso, hemos dicho que resulta inconcebible que un país pueda comprar en Estados Unidos si no existe comercio normal, si no puede también vender allí sus productos y servicios. Sólo en estas circunstancias especiales y excepcionales, hemos podido actuar de esta forma, sin reciprocidad comercial alguna, superando obstáculos absurdos y buscando alternativas para sortear las innumerables leyes y regulaciones específicas que prohíben hoy las relaciones y el comercio entre Cuba y los Estados Unidos. No puede esperarse en el futuro relaciones comerciales normales entre los dos países si no es como resultado del levantamiento total del anacrónico bloqueo norteamericano contra Cuba.

Ahora bien, ¿desea Cuba el fin del bloqueo? Sí. El bloqueo es hoy el principal obstáculo al desarrollo económico de Cuba, y responsable del sufrimiento y las privaciones de millones de cubanos. ¿Desea Cuba el restablecimiento de relaciones normales y recíprocamente respetuosas con los Estados Unidos? Sí. Y está preparada para ello. No alienta odios estériles ni aspiraciones de venganza. Somos un pueblo noble y con cultura política, y consideramos a millones de norteamericanos y a la mayoría de los cubanos que viven en los Estados Unidos, víctimas también de las injustificables prohibiciones del bloqueo.

Para que cese el bloqueo, ¿está Cuba dispuesta a hacer concesiones que afecten sus principios? No, y mil veces no. Conocemos el precio de la independencia: hemos luchado 130 años por ella. Hemos probado ya el dulce sabor de la libertad, y no hay fuerza en el mundo que nos haga renunciar a ella.

El levantamiento del bloqueo y el cese de la guerra económica contra Cuba, requeriría que el gobierno de los Estados Unidos tomara las siguientes decisiones:

  1. Derogar la ley Helms-Burton, que entre sus múltiples medidas agresivas contra Cuba establece fuertes sanciones contra empresarios de terceros países que realicen negocios con Cuba. Conocemos a algunos de estos empresarios; a ellos y a sus familiares les han sido retiradas las visas para viajar a Estados Unidos, pero mantienen con dignidad su decisión de tener relaciones con Cuba.
  2. Derogar la ley Torricelli, que entre otras medidas prohibió el acceso a puertos norteamericanos a los barcos de terceros países que toquen puertos cubanos, y prohibió también las ventas a Cuba de las subsidiarias de compañías norteamericanas en terceros países, a las que nuestro país compraba en 1992 unos 700 millones de dólares anuales, especialmente en alimentos y medicamentos.
  3. Eliminar la absurda prohibición de que los artículos que Estados Unidos importe de cualquier otro país no contengan materias primas cubanas. ¿Se justifica realmente exigir a un fabricante japonés de automóviles que para exportar a Estados Unidos certifique que los aceros empleados no contienen níquel cubano? ¿Se justifica exigir a un productor canadiense de caramelos que éstos no contengan azúcar cubano?
  4. Cesar la enfermiza persecución que desarrollan hoy a escala planetaria las embajadas y agencias del gobierno norteamericano contra toda posibilidad de negocio con Cuba, contra todo intento cubano de acceder a un nuevo mercado o recibir un crédito.
  5. Permitir el acceso de Cuba al sistema financiero norteamericano e internacional. Si Cuba hubiera tenido acceso a los 53 mil millones de dólares que instituciones financieras mundiales y regionales prestaron a América Latina y el Caribe entre 1997 y el 2000, habría recibido préstamos ascendentes a unos 1.200 millones de dólares en condiciones incomparablemente más favorables que aquellas que Cuba puede obtener en estos momentos.
  6. Permitir a Cuba emplear el dólar estadounidense para sus transacciones externas, no sólo las que se realizarían con compañías norteamericanas, sino también con las de terceros países, lo cual está prohibido hoy por las regulaciones del bloqueo. Ello obliga a Cuba a constantes cambios de moneda con las consiguientes pérdidas derivadas de las fluctuaciones de las tasas de cambio.
  7. Autorizar a Cuba a comprar libremente, como cualquier otro país, en el mercado norteamericano. Ello podría significar para Cuba compras anuales superiores a los mil millones de dólares, si sólo ejecutara en este mercado la cuarta parte de sus importaciones actuales, con mejores precios y ahorro considerable de fletes y seguros, y mayores facilidades de transportación.
  8. Autorizar a Cuba a exportar libremente, como cualquier otro país, al mercado norteamericano. Ello no sólo beneficiaría a Cuba con el acceso a un nuevo mercado, sino permitiría a los norteamericanos acceder a productos cubanos, como nuestros afamados puros habanos o la vacuna contra la meningitis meningocócica, única de su tipo en el mundo.
  9. Permitir a los ciudadanos norteamericanos viajar libremente como turistas a Cuba. Ello permitiría a Cuba recibir no menos de un millón y medio de visitantes y a éstos conocer uno de los países más seguros y hospitalarios del mundo.
  10. Devolver los activos cubanos congelados en bancos norteamericanos, una parte de los cuales ha sido arbitrariamente robada.
  11. Autorizar a las compañías norteamericanas a invertir en Cuba, donde recibirían un trato no discriminatorio en relación con otros inversionistas extranjeros, con todas las garantías previstas en la legislación cubana.
  12. Establecer regulaciones para la protección de marcas y patentes cubanas en Estados Unidos, en virtud de la legislación internacional sobre propiedad intelectual. Cuando ello ocurra, no se repetirán actos tan deshonestos como, por ejemplo, el robo de la marca de ron cubano Havana Club por una compañía norteamericana.
  13. Eliminar las medidas discriminatorias que impiden hoy a los cubanos que viven en los Estados Unidos viajar libremente a Cuba y ayudar económicamente a sus familias en la isla. Los cubanos son hoy el único grupo nacional dentro de Estados Unidos contra el que se aplican estas medidas.
  14. Negociar con Cuba un arreglo justo y honorable para la compensación de las casi 6 mil empresas y ciudadanos de Estados Unidos cuyas propiedades fueron nacionalizadas en los primeros años de la Revolución como paso soberano indispensable para el desarrollo económico y social del país. Fue precisamente el bloqueo lo que impidió a los norteamericanos recibir la indemnización correspondiente. Cuba reconoce su derecho, y estaría dispuesta a llegar a un arreglo que tomara en cuenta también las gravísimas afectaciones económicas y humanas infligidas a nuestro país por el bloqueo.

Señor Presidente:

El cese de la política de agresiones contra Cuba, que por más de cuatro décadas diez sucesivas administraciones norteamericanas han ejecutado con implacable rigor, y el establecimiento de relaciones normales entre nuestros dos países, demandaría la adopción por el gobierno de los Estados Unidos de las siguientes decisiones:

1. Derogación de la Ley de Ajuste Cubano, responsable de la muerte de miles de emigrantes ilegales, incluyendo niños. La última tragedia ocurrió la pasada semana. En una operación de tráfico de personas, naufragó una lancha que, procedente de Miami, recogió ilegalmente en las costas cubanas a un grupo de emigrantes ilegales, con el trágico saldo de más de 30 muertos, entre ellos numerosos niños. En un momento como este, en que Estados Unidos incrementa la protección de sus fronteras, constituiría un contrasentido inexplicable el hecho de que no contribuyera a ordenar el tráfico migratorio entre los dos países. Cuba propuso a Estados Unidos una ampliación sustancial del acuerdo migratorio vigente, y espera una respuesta.

2. Cooperación con Cuba en la lucha contra el tráfico de drogas. Hoy existe un intercambio muy limitado en esta área. Cuba propuso un incremento sustancial de la cooperación, incluyendo la firma de un acuerdo antidrogas, y espera por la respuesta de Estados Unidos.

3. Cese de las trasmisiones ilegales de televisión y radio hacia Cuba. ¿Cómo se podrá justificar un día que el gobierno de los Estados Unidos haya dedicado casi 400 millones de dólares a este programa subversivo, para complacer a la minoría extremista que en Miami lucra con este financiamiento, en vez de dedicarlos, por ejemplo, a comprar computadoras para escuelas públicas de los barrios pobres de este país?

4. Cese de la arbitraria inclusión de Cuba en la lista de Estados que patrocinan el terrorismo, que elabora el Departamento de Estado. Constituye una afrenta para el pueblo cubano, que como se sabe ha sido víctima precisamente de incontables acciones terroristas organizadas y financiadas con total impunidad desde el territorio de los Estados Unidos.

5. Cese de los intentos de subversión dentro de Cuba, con el empleo incluso de cuantiosas sumas del presupuesto federal; cese de las campañas difamatorias y de la presión contra nuestro país en los organismos internacionales. Cese de la impunidad para los grupos terroristas que han actuado contra Cuba desde Miami.

6. Renuncia a continuar ocupando, en contra de la voluntad soberana del pueblo cubano, el territorio de la base naval de Guantánamo. Aunque allí se sostienen hoy relaciones respetuosas y de cooperación entre los militares estadounidenses y cubanos, símbolo premonitorio de lo que pudieran llegar a ser alguna vez las relaciones oficiales entre nuestros países, y al parecer quedaron atrás los años en que desde allí se asesinó a jóvenes cubanos, Cuba no renuncia a ejercer algún día su soberanía sobre ese territorio mediante métodos políticos y pacíficos. Se cerraría con ello una página amarga de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

 

Señor Presidente:

El bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba debe ser levantado. No pueden continuar desconociéndose las resoluciones que desde 1992 esta Asamblea ha venido aprobando.

El bloqueo es ilegal. Viola la Carta de las Naciones Unidas, afecta el comercio internacional y la libertad de navegación. Sanciona a empresarios de terceros países en franca actuación extraterritorial.

El bloqueo no tiene justificación ética ni jurídica. Viola las convenciones de Ginebra. Impide el acceso de los cubanos a medicinas y alimentos, lo que el derecho internacional prohíbe hacer aun en tiempo de guerra.

El bloqueo no tiene apoyo mayoritario en los Estados Unidos. En el Senado y la Cámara de Representantes resulta evidente el consenso a favor de cambiar esta política. La prensa, las iglesias, el sector empresarial, la gente común, se cuestionan cada vez más por qué se trata como enemigo a un país que no constituye una amenaza para los Estados Unidos y no se siente enemigo de su pueblo.

El bloqueo viola los derechos del pueblo norteamericano, para favorecer los intereses mezquinos de una minoría inescrupulosa que no ha vacilado incluso en usar la violencia y el terrorismo contra el pueblo cubano.

El bloqueo viola los derechos de los cubanos que viven en los Estados Unidos. Les impide sostener relaciones normales con sus familias en Cuba.

El bloqueo ha ocasionado daños económicos a Cuba que superan los 70 mil millones de dólares, los cuales se suman a cifras aún más elevadas por el daño humano y económico infligido a nuestro pueblo durante más de 40 años de agresiones armadas, sabotajes y terrorismo, cuya indemnización nuestro país, con toda justicia, ha reclamado.

El bloqueo es rechazado por la comunidad internacional. El año pasado, por novena ocasión consecutiva, esta Asamblea reclamó, con el voto favorable de 167 de sus miembros, el cese del bloqueo contra Cuba.

El bloqueo es la más grave violación de los derechos humanos de los cubanos.

El bloqueo se mantiene por razones de política interna en los Estados Unidos. Se dice que la minoría que reclama el mantenimiento del bloqueo tiene influencia electoral y se opone con su dinero y sus votos a cualquier cambio. Se dice que así es la política en Estados Unidos y que hay que aceptar sus reglas. Y yo pregunto: ¿acaso se puede justificar con estas razones el intento de rendir a todo un pueblo mediante el hambre y las enfermedades?

Señor Presidente:

Se equivoca quien vea en estas palabras un lamento. Se equivoca quien confunda nuestra ausencia de odio con debilidad. Se equivoca quien crea que el pueblo de Cuba puede ser rendido. Se equivoca quien piense que los cubanos estamos dispuestos a renunciar a nuestra independencia y a nuestra libertad. Se equivoca quien espere que los cubanos renunciemos a la justicia social que hemos conquistado.

En nombre del pueblo cubano, en nombre del derecho internacional, en nombre de la razón, en nombre de la justicia, pido a la Asamblea General de las Naciones Unidas expresar nuevamente su apoyo al cese efectivo del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba.

Muchas gracias.