DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LOS CONSEJOS DE ESTADO Y DE MINISTROS DE LA REPÚBLICA DE CUBA, COMPAÑERO RAÚL CASTRO RUZ, EN LA CUMBRE DE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE SOBRE INTEGRACIÓN Y DESARROLLO. SALVADOR DE BAHÍA, BRASIL, 16 DE DICIEMBRE DE 2008.

 

Estimado compañero Luiz Inácio Lula, Presidente de la República Federativa de Brasil;

 

Distinguidos Jefes de Estado y de Gobierno;

 

Distinguidos Invitados:

 

Permítanme, en primer lugar, transmitir un mensaje de amistad de mis compatriotas al fraterno pueblo brasileño.

 

Al saludar a los líderes de nuestra región, les ratifico el agradecimiento de todos los cubanos por la ayuda y solidaridad recibidas, ante los cuantiosos daños causados por los tres huracanes que recientemente azotaron a nuestro país.

 

Estimados amigos:

 

El camino recorrido hasta aquí ha sido largo y difícil. Reunir por primera vez a los mandatarios de América Latina y el Caribe en un foro de nobles y justas pretensiones, sin exclusiones, ni la presencia de países extrarregionales, tiene incuestionable trascendencia.

 

Apreciamos que las condiciones son propicias para que esta magna cita sea el inicio de un proceso de extraordinaria significación estratégica para los destinos de nuestra región, en un mundo con escasas posibilidades para el accionar aislado, ajeno a los desafíos comunes que nos impone, de modo decisivo, la globalización. No me refiero al modelo neoliberal de ésta, que se propone realmente una globocolonización, sino a la construcción de la imprescindible globalización de la solidaridad.

 

El reto principal resulta pasar paulatinamente de las palabras a los hechos. Las acciones integradoras que se adopten en esta Cumbre, además de su sentido práctico, deben estar guiadas por la cooperación entre nuestros pueblos.

 

Resulta esencial que esta Cumbre tenga seguimiento, que esta promisoria iniciativa no se reduzca a la oportunidad de vernos e intercambiar en esta ocasión.

 

Antes de declararse la crisis económica global en curso, nuestros pueblos ya habían acumulado la experiencia histórica de la explotación y el subdesarrollo expresados, sucintamente, en la desigualdad del ingreso, injusticia social, hambre, analfabetismo, precariedad en la atención de salud, expoliación de los recursos naturales y las consecuencias de una insuficiente infraestructura económica y social.

 

No menos impactantes han resultado el robo de cerebros y la abusiva carga del servicio de la deuda externa, a lo que se añade el cuadro nefasto que comporta la criminalidad, el narcotráfico y el deterioro ambiental, agravados por las fracasadas recetas neoliberales aplicadas como un dogma incontestable.

 

No se trata ahora de credos o ideologías, sino del reconocimiento consciente del agotamiento de un modelo económico que sólo el Estado, con la participación del conjunto de la sociedad, puede rectificar, en última instancia, mediante una actuación sistemática, coordinada y comprometida con los intereses más prominentes de la nación.

 

Nuestra región experimenta un formidable renacer del espíritu de sus pueblos, con el surgimiento de una pujante fuerza ciudadana dispuesta a asumir los destinos de sus respectivos países, para hacer valer la prioridad que merecen los programas sociales, defender las riquezas nacionales y luchar por la justicia.

Han florecido en los años recientes los pronunciamientos políticos y las iniciativas que proponen nuevas fórmulas de integración.

 

El momento es claramente propicio para proponernos un paradigma regional, que rebase las diferencias, privilegie nuestra comunión de intereses y necesidades, promueva la acción solidaria y amplíe la cooperación.

 

Nuestras diferencias no deben privarnos de una integración que haga realidad los justos anhelos de la gran mayoría de los 550 millones de personas que convivimos desde el Río Bravo hasta la Patagonia.

 

Nuestras naciones atraviesan por dificultades, pero también cuentan con inmensos recursos  naturales, adelantos tecnológicos y productivos de escala mundial, y un potencial científico pobremente aprovechado y escasamente compartido a nivel de la región.

 

Cuba ha fortalecido sus relaciones con varias naciones de América Latina y el Caribe, muestra de ello fue la realización exitosa de la III Cumbre Cuba-CARICOM desarrollada recientemente, donde ratificamos nuestra voluntad de trabajar hacia una mayor integración y compartir la defensa de los intereses comunes.

 

Debemos acordar acciones concretas y adoptar decisiones prácticas y válidas para nuestros pueblos. Consideramos que entre las prioridades no debe faltar la búsqueda de una respuesta regional para encarar la actual situación  económica mundial.

 

La complejidad de esta situación requiere de la participación de todos para su solución. En este sentido, celebramos los esfuerzos que han conducido a la creación de diferentes grupos para buscar alternativas a una crisis cuyo alcance y profundidad no es posible prever. Compartimos el criterio del presidente de la República Dominicana, compañero Leonel Fernández, de aspirar a un G-192 que comprenda a todos los países que forman parte de la familia de Naciones Unidas.

 

Nuestra región debe exigir el rediseño del sistema financiero internacional y la reestructuración de las relaciones económicas entre los países. Para lograrlo no basta con que lo reclamemos en los foros internacionales, aunque no debemos dejar de hacerlo. Estamos en capacidad de ir construyendo nuestras propias normas y prácticas en la región, de aunar voluntades y recursos e instrumentar relaciones de nuevo tipo.

 

Asistimos a esta Cumbre con la disposición de cooperar y trabajar por un futuro con espacios para todos. Cuba, a pesar del vengativo y prolongado bloqueo que nos impone el gobierno de Estados Unidos, está dispuesta a compartir sus modestas experiencias en temas de colaboración, que junto a la solidaridad y el internacionalismo constituyen los pilares de nuestras relaciones con el mundo.

 

En nombre de Cuba, que ha tenido que sufrir casi 50 años de bloqueo económico, comercial y financiero, agradezco a los países de América Latina y el Caribe por su firme apoyo a la Declaración Especial de esta Cumbre que reclama el cese de esta ilegal e injusta política, violatoria de los derechos humanos de nuestro pueblo.     

 

En la ciudad de Salvador de Bahía, capital de este estado, hace 15 años el compañero Fidel Castro se refirió con vehemencia a la necesaria integración de nuestras naciones. Permítanme terminar mi intervención recordando sus palabras, cuando expresó:

 

“Ayer fuimos colonia; podemos ser mañana una gran comunidad de pueblos estrechamente unidos. La naturaleza nos dio riquezas insuperables, y la historia nos dio raíces, idioma, cultura y vínculos comunes como no tiene ninguna otra región de la Tierra”.

 

Muchas gracias.