Reflexiones del compañero Fidel

 

El 30 ANIVERSARIO SANDINISTA Y LA PROPUESTA DE SAN JOSÉ

 

El golpe de Estado de Honduras, promovido por la extrema derecha de Estados Unidos ―que mantenía en Centroamérica la estructura creada por Bush― y apoyado por el Departamento de Estado, evolucionaba mal por la enérgica resistencia del pueblo.

La criminal aventura, condenada de forma unánime por la opinión mundial y los organismos internacionales, no podía sostenerse.

El recuerdo de las atrocidades cometidas en décadas recientes por las tiranías que Estados Unidos promovió, instruyó y armó en nuestro hemisferio, estaba todavía fresco.

Los esfuerzos del imperio se encaminaron durante la administración de Clinton y en los años subsiguientes al plan de imponer el TLC a todos los países de América Latina a través de las llamadas Cumbres de las Américas.

El intento de comprometer al hemisferio con un acuerdo de libre comercio fracasó. Las economías de otras regiones del mundo crecieron a buen ritmo y el dólar perdía su hegemonía exclusiva como divisa privilegiada. La brutal crisis financiera mundial complicó la situación. En esas circunstancias se produjo el golpe militar en Honduras, uno de los países más pobres del hemisferio.

Tras dos semanas de creciente lucha popular, Estados Unidos maniobró para ganar tiempo. El Departamento de Estado asignó a Oscar Arias, Presidente de Costa Rica, la tarea de auxiliar al golpe militar en Honduras, asediado por la vigorosa, pero pacífica presión popular. Nunca un hecho similar en América Latina había recibido tal respuesta.

En los cálculos del Gobierno de Estados Unidos pesaba el hecho de que Arias ostentaba el título de Premio Nobel de la Paz.

La historia real de Oscar Arias indica que se trata de un político neoliberal, talentoso y con facilidad de palabras, sumamente calculador y aliado fiel de Estados Unidos.

Desde los primeros años del triunfo de la Revolución Cubana, el gobierno de Estados Unidos utilizó a Costa Rica y le asignó recursos para presentarla como una vitrina de los avances sociales que se podían lograr bajo el capitalismo.

Ese país centroamericano fue utilizado como base por el imperialismo para los ataques piratas contra Cuba. Miles de técnicos y graduados universitarios cubanos fueron sustraídos a nuestro pueblo, que estaba ya sometido a cruel bloqueo, para prestar servicios en Costa Rica. Las relaciones entre Costa Rica y Cuba se han restablecido en fecha reciente; fue uno de los dos últimos países del hemisferio en hacerlo, lo cual nos satisface, pero no por ello debo dejar de expresar lo que pienso en este momento histórico de nuestra América.

Arias, procedente del sector rico y dominante de Costa Rica, estudió Derecho y Economía en un centro universitario de su país, cursó estudios y se graduó después como Master en Ciencias Políticas en la Universidad Inglesa de Essex, donde finalmente recibió el título de Doctor en Ciencias Políticas. Con tales laureles académicos el presidente José Figueres Ferrer, del Partido Liberación Nacional, lo nombró asesor en 1970, a los 30 años de edad, y poco después lo designó Ministro de Planificación, cargo en el que fue ratificado por el Presidente que le siguió, Daniel Oduber. En 1978 ingresa al Congreso como Diputado de ese Partido. Asciende luego a Secretario General en 1979, y es Presidente por primera vez en 1986.

 Años antes del triunfo de la Revolución Cubana, un movimiento armado de la burguesía nacional de Costa Rica, bajo la dirección de José Figueres Ferrer, padre del presidente Figueres Olsen, había eliminado el pequeño ejército golpista de ese país y su lucha contó con las simpatías de los cubanos. Cuando combatíamos en la Sierra Maestra contra la tiranía batistiana, recibimos del Partido de Liberación creado por Figueres Ferrer algunas armas y municiones, pero era demasiado amigo de los yanquis y pronto rompió con nosotros. No debe olvidarse la reunión de la OEA en San José de Costa Rica, que dio lugar a la Primera Declaración de la Habana en 1960.

Toda Centroamérica sufrió durante más de 150 años y todavía sufre desde los tiempos del filibustero William Walker, que se hizo presidente de Nicaragua en 1856, el problema del intervencionismo de Estados Unidos, que ha sido constante, aunque el pueblo heroico de Nicaragua logró ya una independencia que está dispuesto a defender hasta el último aliento. No se conoce de apoyo alguno de Costa Rica después que la alcanzó, aunque hubo un gobierno de ese país al que vísperas de la victoria de 1979, le cupo la gloria de ser solidario con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Cuando Nicaragua era desangrada por la guerra sucia de Reagan, Guatemala y El Salvador habían pagado también un alto precio de vidas debido a la política intervencionista de Estados Unidos,  que suministraba dinero, armas, escuelas y adoctrinamiento a las tropas represivas. Daniel nos contó que los yanquis finalmente promovieron fórmulas que pusieran fin a la resistencia revolucionaria de Guatemala y El Salvador.

Más de una vez Daniel me había comentado con amargura que Arias, cumpliendo instrucciones de Estados Unidos, había excluido a Nicaragua de las negociaciones de paz.  Se reunió solo con los gobiernos de El Salvador, Honduras y Guatemala para imponerle acuerdos a Nicaragua. Expresaba por ello enorme gratitud hacia Vinicio Cerezo. Me contó igualmente que el primer acuerdo se firmó en un convento de Esquipulas, Guatemala, el 7 de agosto de 1987, después de dos días de intensas conversaciones entre los cinco presidentes centroamericanos. Nunca hablé públicamente sobre eso.

Pero esta vez, al conmemorarse el 30 Aniversario de la victoria Sandinista el 19 de julio de 1979, Daniel lo explicó todo con impresionante claridad, como lo hizo con todos los temas a lo largo de su discurso, que fue escuchado por cientos de miles de personas y transmitido por la radio y la televisión. Utilizo sus palabras textuales: “Los yanquis lo nombraron mediador. Tenemos una profunda simpatía al pueblo de Costa Rica, pero yo no puedo olvidar, en aquellos años duros el Presidente de Costa Rica convocó a los Presidentes centroamericanos y no nos invitó a nosotros…”

“Pero los otros Presidentes centroamericanos fueron más sensatos y le dijeron: Aquí no puede haber plan de paz si no está presente Nicaragua. Por la verdad histórica, el Presidente que tuvo el valor de romper el aislamiento que habían impuesto los yanquis en Centroamérica ―donde les habían prohibido a los presidentes conversar con el Presidente de Nicaragua y querían una solución militar, querían acabar a través de la guerra con Nicaragua, con su revolución―,  quien dio ese paso valiente fue el presidente de Guatemala, Vinicio Cerezo. Esa es la historia verdadera.”

De inmediato añadió: “Los yanquis corrieron a buscar al presidente Oscar Arias, ¡porque ya lo conocen!, para buscar cómo ganar tiempo, para que los golpistas comiencen a hacer demandas que son inaceptables. ¿Desde cuándo un golpista va a negociar con la persona a la que le está arrebatando sus derechos constitucionales? Esos derechos no pueden ser negociados, simplemente hay que restituir al presidente Manuel Zelaya, tal como lo dijeron los acuerdos del ALBA, del Grupo de Río, del SICA, de la OEA y de las Naciones Unidas.

“En nuestros países queremos soluciones pacíficas. La batalla que está librando el pueblo de Honduras en este momento es una batalla pacífica, para evitar más dolor del que ya se ha producido en Honduras”, concluyó textualmente Daniel.

En virtud de la guerra sucia ordenada por Reagan y que en parte ―me dijo él― fue costeada con drogas enviadas a Estados Unidos, perdieron la vida más de 60 mil personas y sufrieron invalidez otras 5 800. La guerra sucia de Reagan dio lugar a la destrucción y el abandono de 300 escuelas y 25 centros de salud; 150 maestros fueron asesinados. El costo ascendió a decenas de miles de millones de dólares. Nicaragua disponía solo de 3,5 millones de habitantes, dejó de recibir el combustible que le enviaba la URSS y la economía se hizo insostenible. Convocó a las elecciones e incluso las adelantó, y respetó lo decidido por el pueblo, que había perdido toda esperanza de preservar las conquistas de la Revolución. Casi 17 años después, los sandinistas regresaron victoriosos al gobierno; hace solo dos días conmemoraban el 30 aniversario de la primera victoria.

El sábado 18 de julio el Premio Nobel propuso los conocidos 7 puntos de la iniciativa personal de paz que restaba autoridad a las decisiones de la ONU y la OEA, y equivalían a un acta de rendición de Manuel Zelaya, que le restaban simpatía y debilitarían el apoyo popular. El Presidente Constitucional  envió lo que calificó de ultimátum a los golpistas, que los representantes suyos debían presentar, anunciando a la vez su regreso a Honduras para el domingo 19 de julio por cualquier departamento de ese país.

En horas del mediodía de ese domingo, se produce en Managua el gigantesco acto sandinista con históricas denuncias a la política de Estados Unidos. Eran verdades que no podían dejar de ser trascendentes.

Lo peor es que Estados Unidos estaba encontrando resistencia del gobierno golpista a su maniobra edulcorante. Estaría por precisar el momento en que el Departamento de Estado envía por su parte un fuerte mensaje a Micheletti, y si los jefes militares fueron advertidos de las posiciones del Gobierno de Estados Unidos.

Lo real es que para quien siguiera de cerca los hechos, Micheletti estaba insubordinado contra la paz el lunes. Su representante en San José, Carlos López Contreras, había declarado que la propuesta de Arias no podía ser discutida, pues el primer punto, es decir, el restablecimiento de Zelaya, no era negociable. El gobierno civil golpista había tomado en serio su papel y no se percataba siquiera de que Zelaya, privado de toda autoridad, no constituía riesgo alguno para la oligarquía y políticamente sufriría un duro golpe si aceptaba la propuesta del Presidente de Costa Rica.

El propio domingo 19, cuando Arias pide otras 72 horas para explicar su posición, la señora Clinton habla telefónicamente con Micheletti y sostiene lo que el portavoz Philip Crowley califica de una “llamada dura”. Algún día se conocerá qué le dijo, pero bastaría ver la cara de Micheletti cuando habló en una reunión de su gobierno, el lunes 20 de julio: parecía realmente la de un niño  de kindergarten regañado por la maestra. A través de Telesur pude ver las imágenes y los discursos de la reunión. Otras imágenes transmitidas fueron las de los representantes de la OEA pronunciando sus discursos en el seno de esa institución, comprometiéndose a esperar la última palabra del Nobel de la Paz el miércoles. ¿Sabían o no lo que la Clinton le había dicho a Micheletti? Tal vez sí, o tal vez, no. Quizás algunos, aunque no todos, lo conocían. Hombres, instituciones y conceptos se habían convertido en instrumentos de la alta y arrogante política de Washington. Nunca un discurso en el seno de la OEA brilló con tanta dignidad como las breves, pero valientes y brillantes palabras de Roy Chaderton, embajador de Venezuela, en esa reunión.

Mañana aparecerá la pétrea imagen de Oscar Arias explicando que han elaborado tal y mas cual propuesta de solución para evitar violencia. Pienso que hasta el propio Arias ha caído en la gran trampa montada por el Departamento de Estado. Veremos qué hace mañana.

Sin embargo, el pueblo de Honduras es quien dirá la última palabra. Representantes de las organizaciones sociales y de las nuevas fuerzas no son instrumentos de nadie dentro o fuera del país, conocen las necesidades y sufrimientos del pueblo; sus conciencias y su temple se han multiplicado; muchos ciudadanos que eran indolentes se han sumado; los propios afiliados honestos de los partidos tradicionales que creen en la libertad, la justicia y la dignidad humana juzgarán a los líderes a partir de la posición que adoptaron en este minuto histórico.

No se conoce todavía cuál sería la actitud de los militares frente a los ultimátums yanquis, y qué mensajes les llegan a los oficiales; solo hay un punto de referencia patriótica y honorable: la lealtad al pueblo, que ha soportado con heroísmo las bombas lacrimógenas, los golpes y los disparos.

Sin que nadie pueda asegurar cuál será el último capricho del imperio, si a partir de las últimas decisiones adoptadas Zelaya regresa legal o ilegalmente, sin duda que los hondureños le harán un gran recibimiento porque será una medida de la victoria que ya han alcanzado con sus luchas.

¡Nadie dude de que solo el pueblo hondureño será capaz de construir su propia historia!     

 

Fidel Castro Ruz

Julio 21 de 2009

8 y 55 p.m.