Sequia debido al cambio climático

Todos conocemos la importancia del agua para la vida en la tierra, y cómo ante la perspectiva de su escasez, como está sucediendo en muchas partes del mundo, se prevén guerras por el acceso a ella.

También se sabe del poder destructivo del agua, algo que nuestros compañeros en el oriente de Cuba han vivido el año pasado después del paso del huracán Matthew en la provincia de Guantánamo y de los fenómenos que actualmente están azotando a Perú.

En realidad, en muchas partes de Cuba se puede notar en los paisajes esta fuerza del agua; sobre todo en áreas agrícolas se notan señas de la erosión hídrica en los suelos. Estas aguas se pierden sin ser aprovechadas, igual a otras “aguas residuales”, el lema del Día Mundial del Agua 2017. Pero aguas residuales no solo son aquellas que no aprovechan, sino también las que se desperdician y que pueden contribuir a la contaminación de los recursos hídricos y por lo tanto afectar otras aguas en su utilidad.

Curiosamente, señas de erosión hídrica se nota mucho en áreas secas del mundo. Y así, en la apertura del evento Cubagua el Ingeniero en Jefe del Ministerio de Agua de China, Wang Hong, mencionó los temas sequía, inundaciones, contaminaciones y medio ambiente como factores que coinciden en el tema agua.

Esto me lleva al tema actual que preocupa a Cuba: la sequía. Ningún cubano ha podido no percatarse de que estamos pasando una sequía. Y la culpa de la sequía la tiene en buena medida el cambio climático, o es lo que más se dice. Con esto casi se nos absuelve de nuestra parte del problema. ¿Pero es realmente así?

Volviendo a las Naciones Unidas que proclamaron el Día Mundial del Agua en 1993 – un año después de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro – podemos ampliar un poco más la visión de la complejidad del asunto: el año pasado el mundo con el liderazgo de la ONU aprobó una nueva agenda de desarrollo sostenible con 17 objetivos, todos interconectados. Dos de estos objetivos – el 6 y el 14 – son dedicados al agua y sus ecosistemas; pero el problema del agua y su gestión se relaciona con otros objetivos del desarrollo sostenible de forma directa o indirecta.

Por lo tanto, el cambio climático, el clima, es solo un factor que determina la disponibilidad del agua. Hay muchos otros factores, que están bajo nuestro control directo. Y como la agenda del desarrollo sostenible no se puede cumplir enfocando en objetivos aislados, el problema del agua no resuelve mirando solo al agua.

Si bien es cierto, que las lluvias en los últimos años han disminuido bajado y hemos pasado tiempo por debajo de la media en término de precipitaciones, todavía contamos con niveles de significativos: un promedio nacional por encima de mil milímetros por año. La reducción de las precipitaciones fue tan gradual, que no puede explicar la crisis actual que el país está pasando, con muchos de los acuíferos sobre-explotados, en condiciones críticas, con peligro de salinización por intrusión de aguas marinas y con las represas de captación con niveles históricamente bajos. Esta situación actual la arrastramos por muchos años en los cuales la explotación de las aguas terrestres superó al aprovechamiento de las precipitaciones.

Todavía tenemos muchas áreas en las cuales podemos mejorar el manejo y cuidado del agua; todos conocemos del derroche del agua, de las pérdidas en las líneas conductoras y la baja eficiencia en el uso. Un sector particularmente comprometido en este sentido es la agricultura, que usa casi el 70 % del agua consumida y que tanto sufre de la sequía. Muchos sistemas de riego usados, como el riego por inundación en los campos de arroz o el riego por aspersión causan en el clima tropical pérdidas significativas de agua, sin contribuir a la producción.

Pero hay un problema todavía más grave: aprovechamos solamente una parte de la lluvia. Cuando cae un aguacero sobre Cuba, solo en las áreas boscosas de la Isla esta agua está captada en el manto freático. Pero Cuba solo tiene 30% de su superficie con bosque. En el resto del país hasta el 90% del agua escurre en la superficie, causando las huellas de erosión que he mencionado, terminando sin utilidad, como “agua residual” y buscando su salida directa al mar, sin contribuir al rellenado de los acuíferos terrestres. Donde tenemos represas, podemos retener tal vez un 40% de esta agua, pero con la sedimentación en los embalses esta cuota también baja con el tiempo, y una buena parte evapora en las mismas represas. En fin, si solo aprovechamos menos de la mitad del agua de la lluvia que cae, no sorprende la sequía que estamos pasando.

Por esto tenemos que entender las relaciones entre el manejo de las tierras y los recursos hídricos. Tenemos que asegurar, que la mayor superficie posible de la Isla esté en capacidad de infiltrar toda el agua que cae y de rellenar los acuíferos, para aprovecharla al máximo y sin pérdidas. Si además reducimos el derroche y aumentamos la presencia de árboles en nuestros paisajes, estoy seguro, que no habrá sequía a pesar del cambio climático.

Pero tenemos que aprender, que la naturaleza es algo complejo y soluciones “obvias” o “fáciles” no resuelven los problemas grandes: la naturaleza no se deja engañar.

Así, la construcción de represas resolvió el problema de inundaciones, pero no el de la sequía, particularmente el del manejo de los acuíferos subterráneos. Tampoco la perforación de pozos de infiltración lo resolverá, lo cual además trae un peligro de contaminación del manto freático.

La solución sostenible será proveer a todas las tierras de Cuba la capacidad natural de infiltración de agua, que tienen nuestros bosques, a partir de recordar que esta capacidad de infiltración de los bosques no resulta de los árboles, sino del hecho que en los bosques no se labra la tierra, no se rompe la estructura natural del suelo. Así, esta tierra se abre con la labranza biológica y permite que el ciclo del agua pueda funcionar de forma natural.

Tenemos tecnologías, como la Agricultura de Conservación, que nos permiten convertir todas las áreas terrestres, particularmente las áreas productivas agrícolas, en “creadoras de agua”. Ayudemos a la naturaleza de funcionar de nuevo, con los suelos como elemento clave, para que ella misma pueda traernos los servicios del ecosistema, sobre todo, suficiente agua limpia. Tenemos que aprender a convivir con la naturaleza en vez de tratar de dominarla, para que ella nos provea de un ambiente seguro y agradable de vivir.