El tornado no tiene nombre, pero nosotros sí: Cuba

Al tornado, explicó el profesor Rubiera en el noticiero de ayer por la noche, le bastaron unos 16 minutos para devastar varios municipios de La Habana, de la ciudad que se preparaba, cual quinceañera, para celebrar la mitad de un milenio.

Pero han pasado más de 24 horas y los habaneros no hablan de otra cosa: «No tiene nombre esto» decía una señora en la tarde noche del lunes, viajando en el P9 mil veces desviado por las heridas que nos dejó el viento.

Y tiene razón, descarnado , insensible, cruel, ni siquiera lo llamamos, Irma o Gustav, es así a secas «tornado» y se llevó cuatro vidas: «los cubanos no estamos acostumbrados a que se nos muera gente, siempre tomamos medidas, cuando viene un huracán todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, pero es que esto ha sido inesperado, insólito» escucho que le comenta una voz más joven pero igual de consternada.

Yo no vi nada, así que me animo a preguntar a los viajeros más cercanos. Son Gilda y su hijo Reinier, ellos estaban en Alamar, en una parada cuando sintieron «como un avión y yo dije, pero cómo es posible, cuando hay estos fenómenos suspenden los vuelos y no era un avión, era el mismo tornado» me cuenta Reinier.

Ellos viven en Coco y Rabí, llegaron cuando todo había pasado, pero entre la imagen que los esperaba y las vivencias de sus vecinos no salen del shock: «Las personas me dicen que dobló en la esquina, tú te imaginas, pero a mí eso no me cabe en la cabeza, es algo inusual, yo soy psicóloga, pero eso no me cabe en la cabeza.» repite Gilda.

Y de pronto su hijo cuenta: «Fuimos a la casa de una vecina para buscar la tapa de uno de los tanques de la casa y la encontramos todavía azorada, dice que salió a la puerta porque sintió el ruido y que ya no le dio tiempo ni cerrar, el viento le arrancó la puerta,  hoy ella estaba todavía afectada, dice que gritaba y el esposo, que también es un señor mayor gritaba»

Gilda encuentra un símil: «una cosa dantesca todo aquello» y agrega: «Cuando llegamos vimos techos levantados, placas, las mantas, que eso es una cosa pegada con asfalto, tú la miras y eso estaba así como si lo hubieran separado completico, enganchada en un poste»

La conversación era conmigo y con todos, eventualmente cualquiera tomaba la palabra y hasta el habitual choteo cubano perdió todo el terreno ante el dolor colectivo: «eso no puede ser natural, qué tiene que haber traído una sierra automática o algo, tenías que ver cono picaba una pared de concreto a la mitad» Él hablaba muy en serio y nadie, en una guagua atestada de gente, lo tomó de otro modo.

La razón la dio Reinier: «es muy triste, tres familias han perdido un miembro, más de 170 tienen a alguien ingresado en un hospital o en la casa pero sufriendo lesiones y quién sabe cuántos perdieron su casa, eso nos está doliendo a todos»

En la mañana, otro ruido, el de los helicópteros de rescate y salvamento dando vueltas, muy bajito y despacio» calmó a Gilda y sus vecinos, les hizo llegar un rallito de esperanza.

Y de pronto mis compañeros de viaje también me cuentan otras historias, agradecen, por ejemplo, «el trabajo de esta muchacha de la televisión, Aleida se llama, que sacó todo, tiró fotos, y ella es del Vedado y andaba por aquí»

O se permiten una grosería muy cubana: «aquí la gente habla basura, pero enseguida que pasan estas cosas todo el mundo acude, viste la foto del enfermero y los bomberos rescatando a los bebés, es que esto no lo esperábamos, y gracias que todo el mundo acudió enseguida»

Todo el mundo incluye a profesionales de la salud, paramédicos, bomberos, policía, dirigentes, vecinos, cubanos y cubanas que lloramos la pena colectiva y ponemos juntos manos a la obra.

 «tornado»

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