Nubes de polvo sobre el golfo Pérsico el 13 de mayo de 2018. Imagen: NESDIS/NOAA.

Las tormentas de arena y polvo constituyen peligros meteorológicos en las regiones áridas y semiáridas del planeta. Son comunes en el norte de África, la península arábiga, Asia (desiertos de Gobi y Taklamakán), Australia, Estados Unidos, Argentina y Sudáfrica. Se producen cuando fuertes vientos turbulentos erosionan las partículas de arena y lodo y las lanzan a la atmósfera. Según las estimaciones, cada año se emiten entre una y tres gigatoneladas de polvo.

Una vez liberadas de la superficie, las partículas se elevan a través de la tropósfera. En dependencia de su tamaño y las condiciones del tiempo, el viento puede trasladarlas antes de depositarlas otra vez en el suelo (la precipitación también hace que el polvo descienda).  Actúan como núcleos de condensación en la formación de nubes, fundamentalmente si están cubiertas de polución. Igualmente, intervienen en el crecimiento de las gotas de agua y los cristales de hielo.

El polvo en suspensión funciona de forma similar al efecto invernadero: absorbe y dispersa la radiación solar que entra a la atmósfera terrestre, reduce la cantidad de radiación que llega a la superficie, absorbe la de onda larga que rebota desde el terreno y la reemite en todas direcciones.

Gigantesca polvareda en Big Spring, Texas, en junio de 2019/Wikipedia.

Riesgos para la salud

El tamaño de las partículas de polvo es clave al determinar el potencial peligro para la salud humana. Las que tienen un tamaño superior a 10 micras no se pueden respirar y solamente perjudican los órganos externos (provocan irritación en la piel y los ojos, conjuntivitis y mayor susceptibilidad a las infecciones oculares). Las que se inhalan (aquellas con un diámetro inferior a 10 micras), en general quedan atrapadas en la nariz, la boca y la parte superior del tracto respiratorio, y se pueden asociar al asma, la traqueítis, la neumonía, la rinitis alérgica y la silicosis.

La micra es una unidad de longitud equivalente a una milésima parte de un milímetro (0,001 mm) o una millonésima de un metro (0,000 001 m).

Partículas más pequeñas pueden penetrar hacia la parte inferior del tracto respiratorio e ingresar al torrente sanguíneo, pudiendo afectar los órganos internos y causar trastornos cardiovasculares. En 2014, un modelo de evaluación mundial calculó que la exposición a las partículas de polvo ocasionó alrededor de 400 mil muertes prematuras por enfermedad cardiopulmonar en la población de más de 30 años de edad.

Tormentas de arena afectaron el noroeste de China a finales de abril de 2011. Foto: Xinhua.

Pueden transmitirse a través del polvo algunas enfermedades infecciosas, por ejemplo, la meningitis meningocócica. Los investigadores consideran que la inhalación de partículas de polvo cuando el tiempo es cálido y seco puede dañar las mucosas de la nariz y la garganta, proporcionando condiciones favorables para una infección bacteriana.

Otros efectos

El polvo del Sahara fertiliza el bosque húmedo del Amazonas, y el hierro y el fósforo que trae benefician la producción de biomasa marina en partes de los océanos donde escasean dichos elementos. No obstante, tiene muchos efectos negativos en la agricultura, como la reducción del rendimiento de los cultivos, la pérdida de tejido vegetal, la disminución de la actividad fotosintética y el incremento de la erosión del suelo.

Entre los efectos indirectos del depósito de polvo se incluyen la obturación de los canales de riego, el cubrimiento de las rutas de transporte y la disminución de la calidad del agua en ríos y arroyos. La reducción de la visibilidad debido al polvo suspendido en el aire también afecta el transporte aéreo y terrestre.

En Arizona el 21 de julio del 2012/Ryan Behnke.

 Fuentes consultadas:

 – Global Assessment of Sand and Dust Storms, UNEP, WMO, UNCCD (2016).
– Sand and Dust Storms, WMO.
– Airborne Dust: A Hazard to Human Health, Environment and Society, WMO (2015).