Emilia de la Caridad Quesada Blanco

Emilia de la Caridad Quesada Blanco, según el documento de identidad, aunque también muchos la llamen María Emilia, como sus padres la bautizaron cumplió ayer 117 años.

En la avenida 54, de Cienfuegos, reside Mima. El carné de identidad registra una cifra sorprendente: 01010509291. Esto quiere decir que nació… ¡el 5 de enero de 1901! ¡Y vive!

Sus piernas, no faltaba más, casi no sostienen su cuerpo frágil, pero su mente está  alerta. Lúcida, plenamente consciente, no pierde detalle de lo que sucede a su alrededor, las señales de la vida cotidiana, la memoria familiar y cada domingo disfruta el sustancioso caldo que le envía con puntualidad meridiana su sobrina Leticia.

Ayer, día de su cumpleaños, fue, como acostumbra desde hace más de cien años, al oficio religioso en la ermita de los padres Jesuitas, a pocos metros de su casa. Y como sabe  de las atrocidades de algunos seres humanos, envilecidos por la ambición y el gusto por los tambores de la guerra, pidió paz y concordia, y suscribió el mensaje que en tal sentido emitió el Papa Francisco el primer día del 2018.

Recuerdo que cuando se hizo firme en  La Habana, por iniciativa de Cuba, la Proclama de América Latina como Zona de Paz, adoptada en la II Cumbre de la Celac,  me dijo: «Es lo correcto, pero tú sabes que las palabras no bastan; ojalá los hechos demuestren que es posible».

Emilia de la Caridad Quesada Blanco, según el documento de identidad, aunque también muchos la llamen María Emilia, como sus padres la bautizaron, sobrevive a 16 hermanos; varios de ellos existieron hasta pasados los 90 años de edad.

Ella  encuentra  inspiración en la fe como convicción personal –nunca entre los suyos, me consta, ha tratado de imponer su credo espiritual, pues siempre ha defendido el libre albedrío en un marco éticamente responsable–, los  buenos pensamientos, la alimentación sana y la convivencia armoniosa.

Sin embargo, Mima, como la he nombrado desde que tengo uso de razón, no aparece en los registros que llevan la cuenta de las personas vivas más longevas de Cuba y el mundo.

Sobre  eso, ayer mismo, llamó mi atención Monseñor Emilio Aranguren, obispo de Holguín  y amigo de Mima. El año pasado, una el 15 de abril y la otra el 15 de septiembre, fallecieron la italiana Emma Morano (había nacido el 29 de noviembre de 1899)  y la jamaicana Violet Brown (10 de marzo de 1900), que hasta ese  momento encabezaban la relación de personas más longevas del planeta, de acuerdo con el  Gerontology  Research Group, con sede en Estados Unidos, que certifica sus datos en el libro de los Récords Guinness.

En el listado le sigue, la japonesa Nabi Tajima, que vio la luz en la prefectura de Kagoshima el 4 de agosto de 1900 y reside actualmente en Kikai. Y luego su compatriota Chiyo Miyako, cuyo nacimiento ocurrió el 2 de mayo de 1901. ¡La cienfueguera le lleva casi cuatro meses de ventaja!

Comparto el final del mensaje de Aranguren: «Todo hace indicar, que a Guinness World Récords no ha llegado la información de la existencia de María Emilia Quesada, ya débil sobre la cama o el sillón, pero con la mente clara y la memoria bien dispuesta».

A estas alturas no faltará quien advierta mi cercanía con la cumpleañera centenaria. Mima es hermana de mi abuela, quien vivió lo suyo también y se despidió en Cienfuegos  en el 2001 a los 107 años de edad.