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Diga lo que diga el refrán, no todo lo que bien empieza tiene que acabar bien. Tampoco un mal comienzo predetermina un final desastroso. De un punto al otro de la historia muchas cosas pueden pasar y darle un giro de 180 grados  al más presumible de los desenlaces y este año lo demuestra.

La arrancada de 2019 no pudo ser peor. La noche del 27 de enero un fortísimo tornado asoló La Habana. Bastaron 16 minutos para devastar zonas enteras de cinco municipios, incluido 10 de Octubre, uno de los más densamente poblados del país. Muertos, heridos y una legión de damnificados; hogares, escuelas, fábricas, hospitales y muchos otros inmuebles en ruinas o severamente dañados.

Tremenda conmoción la de entonces. Todavía hoy no pocos se persignan ante una intempestiva ventolera u otra desmesura de nuestro clima. La catástrofe nos “movió el piso” a todos, habaneros o no. Aturdidos quedamos, cielo y tierra parecieron juntársenos.

Una vez más la adversidad nos ponía a prueba, pero, resiliencia es un término hecho a la medida de este pueblo, que nuevamente y al conjuro de ¡Sí se puede! logró sobreponerse, convertir en peldaños los muros y ese golpe demoledor en otra victoria de la solidaridad, la unidad, la voluntad, el esfuerzo, la creatividad y la confianza en nosotros mismos y nuestra capacidad de resistir, luchar y vencer.

La celebración toda y cada homenaje a La Habana por los 500 años cumplidos este noviembre fue, además de una declaración de amor, expresión de legítimo orgullo, porque hacer lo que se hizo en nueve y medio meses, solo es posible con una montaña de dinero o a fuerza de coraje, y lo uno podrá faltarnos, pero de lo otro tenemos para dar a manos llenas, lo mismo que voluntad política y liderazgo, que también hacen falta, y mucho.

Específicamente para Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el tornado constituyó una durísima prueba, la segunda en menos de un año, pues no hay que olvidar el accidente aéreo del 18 de mayo de 2018 en la capital cubana, que cobró 112 vidas e igual conmocionó a la nación. Entonces, tan solo llevaba un mes desempeñándose como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.

A cualquiera se le caerían las alas, pero, de casta le viene al galgo. Lejos de amilanarse, ante las dificultades se creció y sigue creciéndose. Ver en los desafíos oportunidades, no impedimentos, plantarle cara a los problemas, empeñarse en resolverlos y hacer partícipe a la gente del esfuerzo y de la propia búsqueda de soluciones: todo eso es parte del estilo de trabajo de Díaz-Canel.

También lo es hablarle claro y escuchar al pueblo. Fue así tras el tornado y lo ha sido después, sobre todo durante la “coyuntura”, esa situación de emergencia que debió enfrentar el país, principalmente en septiembre y octubre, ante el desabastecimiento de combustible provocado por el recrudecimiento del bloqueo yanqui.

Estrecho y permanente es el vínculo, que el gobierno electrónico expande a lo virtual, pero que ante todo es real, en vivo y en directo. A menudo la prensa reseña un encuentro suyo con representantes de los más disímiles sectores y ocupaciones para madurar ideas, intercambiar criterios y barajar propuestas, en una búsqueda que, como nunca, precisa del consenso y la participación colectiva.

Y están, también, las visitas gubernamentales a los territorios, que no son paseos y sí oportunidad para tomarle el pulso a la realidad, llegar a la gente ahí donde vive, estudia, trabaja, retroalimentarse y verificar “in situ” la marcha de inversiones y programas económicos y sociales estratégicos, la mayoría con dificultades, algunos hasta con atrasos, pero que contra viento y marea avanzan, y a los cuales el país no renunciará.

Trabajar con pasión, multiplicarse hasta parecer que puede estar a la vez en todas partes: ese es el estilo de Díaz-Canel, que en esto nos recuerda mucho a Fidel y se ha ganado en buena lid el respeto y cariño, la aprobación y, más aún, el acompañamiento del pueblo, que cierra filas con él en el combate contra esas “poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional”, a las cuales alude el Comandante en Jefe en su concepto de Revolución.

Ha sabido, sí, granjearse la confianza de la gente. Cada vez con mayor frecuencia escuchamos a alguien decir: ¡Deja que Díaz-Canel se entere! o preguntar: ¿A dónde debo escribir? ¿Cómo hago llegar al Presidente este mensaje, para que sepa lo que está pasando?

Poco a poco va calando ese llamado a pensar y actuar como país de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que para su gestión cuenta con el mandato y las facultades que al Presidente de la República -cargo para el cual fue electo este 10 de octubre por la Asamblea Nacional del Poder Popular- otorga la Constitución, proclamada en abril último, luego de la victoria del SÍ en el Referendo del 24 de febrero.

Se despide un año durísimo, harto complicado, extremadamente tenso, pero al que no faltaron los momentos felices, como esa victoria en Naciones Unidas de David frente a Goliat, que vale un Potosí, aunque el Imperio siga poniéndose el mundo por montera y dando más y más vueltas de tuerca a su bloqueo genocida.

Se va 2019, pero en modo alguno como empezó. A pesar de los pesares, mucho se ha logrado, y tanta perversidad, tan ruin y feroz acoso, no han hecho sino avivar el antimperialismo, el patriotismo y la creatividad de los cubanos. Hemos cargado las “pilas” en el camino y en eso de plan contra plan tenemos ya varios posgrados. Este pueblo no es de los que se rinden. ¡A Cuba jamás la tendrán!