Calixto García Íñiguez

Basta recordar la histórica frase de la heroína cuando Calixto cae prisionero y uno de los militares españoles le comunica la noticia y ella responde que no, ese no era su hijo, él no caería prisionero vivo, y cuando seguidamente le dicen que este ha intentado suicidarse, entonces Lucía replica que sí, que ese sí era su hijo, muerto antes que rendido.

 Lucía Íñiguez

Doña Lucía no ripostó ante los rumores de que Calixto se encontraba dentro de los planes para un levantamiento armado y que estaba precisamente frente de una partida insurrecta.

No se asombró cuando escuchó relinchos desesperados, voces que clamaban ¡al combate!, fusiles maltrechos y machetes bien afilados en el octubre cespedista de 1868 cuando su hijo se lanzó a la manigua a defender la Patria.

Lucía, la mujer incautada y hecha prisionera en La Habana por ser fiel a los principios de la Patria amada, desterrada de Holguín y alejada de los bélicos acontecimientos del Oriente de Cuba, la madre desesperada ante los peligros de Calixto en Madrid, siempre confió en los ideales del hijo que, por sobre todas las cosas, le guardaba a Cuba el corazón leal.

Aunque es indescriptible su reacción cuando le anunciaron la muerte del vástago indómito, cualquier cubano puede imaginarse el sufrimiento que cavó hondo en la madre mambisa.

Con seguridad se conoce que, con rabia y dolor, pidió que solo los cubanos dieran digno enterramiento a Calixto, un sepelio mambí para el General de las Tres Guerras en su tierra natal, como debía ser, pero fue hasta más de ocho décadas después, el 11 de diciembre de 1980, que el deseo de la madre y de los holguineros se vio finalmente realizado.

Hoy los restos de Calixto García Íñiguez descansan, junto a los de su amadísima madre, en su natal Holguín, en el Mausoleo que se le erigió en la Plaza de la Revolución que lleva su nombre y que recuerda el legado de su amor infinito a la Patria y sus principios independentistas a toda prueba.
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