143 años de la caída del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes

La Habana 27 feb.- Transcurridos 143 años de la caída del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, en desigual combate contra las tropas colonialistas españolas, los cubanos evocan hoy con tristeza y admiración el sacrificio de ese prócer.

Quien fuera el iniciador de las luchas por la independencia de Cuba, el 10 de octubre de 1868, y el primer Presidente de la República en Armas, encontró la muerte el 27 de febrero de 1874, a los 54 años de edad, en la localidad de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, en el oriente cubano.

Según los historiadores Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo, luego de su destitución por la Cámara de Representantes, el 27 de octubre de 1873, en Bijagual de Jiguaní, Céspedes fue autorizado a desplazarse a San Lorenzo donde se le otorgaría un salvoconducto para salir del país.

Las contradicciones iniciales de los patriotas —aparentemente resueltas por la Asamblea de Guáimaro efectuada del 10 al el 12 de abril de 1869—, así como las manifestaciones de caudillismo y regionalismo que tanto costarían al pueblo cubano a lo largo de esta guerra, posibilitaron el desafuero.

En San Lorenzo, el presidente viejo, como era conocido Céspedes por los moradores, llevó una vida modesta; enseñaba a leer y a escribir a los niños de la zona, practicaba ajedrez y realizaba visitas a los lugareños conocidos, mientras esperaba el salvoconducto que nunca llegó.

Injustamente privado de la escolta que por el alto cargo desempeñado le correspondía, y probablemente víctima de una delación, cayó en una emboscada perpetrada por el Batallón de Cazadores de San Quintín, de los cuales se defendió con solo un revólver.

Prácticamente ciego, no permitió que sus enemigos le capturaran vivo, y ya herido de muerte, se lanzó por un barranco.

Los restos mortales del prócer fueron enterrados en una fosa común en el cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, y posteriormente recuperados para ofrecerle debida sepultura en un mausoleo sobre el cual reza la frase que dedicara a su esposa Ana de Quesada:

“En cuanto a mi deposición, he hecho lo que debía hacer. Me he inclinado ante el altar de mi Patria en el templo de la ley. Por mí no se derramará sangre en Cuba. Mi conciencia está muy tranquila y espera el fallo de la Historia”.

Sobre su muerte existen diversas versiones, pero lo cierto es que Céspedes sacrificó su familia, posesiones y su vida por la independencia, convencido de que “Cuba tiene que ser libre porque no puede ya volver a ser esclava”.

Como Martí apuntó sobre él “(...) dejó de ser el hombre majestuoso que siente e impone la dignidad de la patria. Baja de la presidencia cuando se lo manda el país y muere disparando sus últimas balas contra el enemigo”.