Día Internacional de la Lengua Materna

Hoy, 21 de febrero, se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna, proclamado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por la importancia que reviste para los nativos de cualquier lugar hablar y escuchar el idioma que aprenden desde el hogar, ese que los enseña a mirar y a asumir posiciones ante el mundo.

Los cubanos tenemos la dicha de haber conocido cuánto nos rodea a través de nuestro lenguaje, que es ahora el segundo compartido por un mayor número de personas y con un considerable alcance en las más diversas latitudes.

Ser hispanohablantes en un mundo donde cada vez se imparten y reciben más cursos de Gramática española, nos obliga a repensar algunos criterios que pudieron demeritar en distintos momentos la importancia de conocer en profundidad nuestro idioma.

Hablarlo de manera cotidiana, o haberlo escuchado desde que nacimos, no significa que lo usemos siempre del modo adecuado ni que lo dominemos a cabalidad. El estudio del español, incluso en esas variantes que pudieran parecernos distantes como el uso del vos, o el vosotros, es una necesidad, especialmente para quienes vivimos en el Camagüey, donde esas personas gramaticales siempre han formado parte de nuestra identidad.

Aún hoy, los camagüeyanos llegamos a cualquier sitio y escuchamos decir que en nuestra provincia siempre se ha hablado muy bien el español, tanto como escuchamos hablar de nuestro orgullo a ultranza por ser de esta tierra, ¿qué hacemos entonces con las heridas que causa en ese orgullo, escuchar a personas de cualquier generación abusando de este idioma, y con nuestros propios descuidos?

Defender nuestra Lengua Materna, aquí o en cualquier lugar del mundo, es defender nuestra Cultura, nuestra idiosincrasia, a nuestros padres, esa voz de mamá cuando nos corregía de pequeños, esa por la que al primer lenguaje que aprendemos se le llama materno, y que nos hace por siempre hijos del español; y como hijos, más que aprender de él hay que aprender con él, desde la comprensión de su magnitud.

Más que usarlo, hay que honrarlo, como al abrazo fraternal que acompañará siempre cada uno de nuestros pasos.