Fidel Castro

Entre las espontaneidades nacidas cuando la desaparición física del Líder de la Revolución, estuvo: “Yo soy Fidel”, para reafirmar la continuidad en la protección permanente de su impronta.

Aparte de esa naturalidad, surgida en un momento trascendental, la frase encierra mucha responsabilidad, porque para ser como el Comandante se necesita excepcionalidad, porque no puede serlo quien no esté a la altura del momento histórico.

Su vida completa, dedicada a la Patria, identifica su nombre con Cuba, la bandera, el escudo o el himno nacional y es que Fidel, en nuestra historia nacional, llena de hombres extraordinarios, ocupa un lugar central por sus aciertos en la conducción del gobierno revolucionario.

Nos dio lecciones imperecederas en cuanto a prestigio, honestidad, ejemplo y altruismo, pero su más abarcador legado es, sin dudas, lograr la Obra del Primero de Enero y garantizar su continuidad.

El cumplimiento de todo cuanto nos propongamos debe ser la primera premisa para salvaguardarla. Hacer y convencer son obligaciones, para no caer en utopías inútiles.

Nos enseñó que la única arma para el crecimiento está en los esfuerzos de nosotros mismos y que gastar más de lo producido es comerse el futuro.

Defendió eliminar el desorden y la chapucería en cualquier acción, sin admitir el fracaso ni la renuncia a los deberes. Proclamó la equidad y tuvo al optimismo y la resistencia como principios irrenunciables.

En Fidel encontraremos contestas para este mundo caótico y para saber obrar con inteligencia, porque el talento no puede faltar en cualquier estrategia que signifique supervivencia, cuando existe una compleja situación internacional, atizada por: renovación de la derecha, determinación de destruir a gobiernos progresistas, golpes de estado parlamentarios, para acabar con administraciones legítimos, en un escenario de violencias, confrontaciones mediáticas, ideológicas, subversiones e injerencias.

Para Cuba, más bloqueo y con mayores restricciones, a las puertas del aniversario 59 del triunfo del Primero de Enero, estamos envuelto en palabras claves: resistencia y valentía, por la principal razón de preservar el designio de construir el socialismo prospero y sostenible a cualquier precio, a sabiendas de la nocividad del capitalismo para esta geografía.

La última Asamblea Nacional del Poder Popular, acaba de ratificar el carácter humanista de la Obra, liderada por Fidel Castro, al anunciar la materialización de un presupuesto diseñado, mayoritariamente, para resolver cuestiones del pueblo y eso es sui géneris en un mundo signado por beneficiar a un poco de ricos.

En este combate popular por mejorar la existencia cabe todo aquello que añada bienestar a la convivencia, como la eliminación de las indisciplinas sociales, corrupción, ilegalidades, maltrato, informalidad, prepotencia, injusticias, ineficacias, inmovilismo, los escasos de iniciativas y quienes, con total inflexibilidad, añaden permanentemente un No se puede a su lenguaje.

El desarrollo del país depende de los cubanos y con nuestros propios recursos y esa verdad, incuestionable, entra en contradicción con quienes piensan en avances y miran frontera afuera, con altas dosis personales, muy alejadas de la colectividad. Necesitamos salir a enamorar todos los días para desarrollar nuestro proyecto en cada instancia, con la misma seducción de Fidel.

Se impone conocer que la atomización de la sociedad supone el fracaso del proyecto, porque significa poner muros, encerrarse en sus casas y dejar a otros hacer. Si algo se entorpece, se enrarece, quiebra la unidad nacional. El lucro y acaparar es negativo, pero el que tiene prosperidad desde su trabajo honesto es bueno.

No hay varitas mágicas para resolvernos las dificultades con simples toques y, de más está decir, que la fuerza de los brazos cubanos es definitoria: Productividad, disciplina, entrega, consagración, eficacia, calidad, organización o trabajo útil son llamados vitales en estos momentos y sería lamentable convertirlos en nulidades a fuer de repetirlos.

Si eso no se comprende con interiorización estamos renunciando a un sistema comprometido con el humanismo, como ninguno en este mundo y sería muy triste, como expresó Fidel: “No permitamos jamás que lo que hoy nos alegra a todos sea mañana, por indolencia o irresponsabilidad, motivo de tristeza y frustración”.

Por eso necesitamos, cada día, susurrarnos al oído: Sí se puede, de Fidel.