Un niño pasea en bicicleta frente a un mural con la bandera cubana y una imagen de Fidel Castro saltando de su tanque durante la invasión de Playa Girón. Guantánamo, Cuba, 25 de julio del 2018. Foto: Ramón Espinoza

El jefe del Pentágono de los Estados Unidos, James Mattis, aseguró este martes que “el modelo cubano ya no funciona para Cuba , ni para nadie más” y las autoridades del país lo saben.

El secretario de Defensa norteamericano hizo un balance sobre la situación en América Latina tras un reciente recorrido que lo llevó a Brasil, Argentina, Chile y Colombia, algunos de los alumnos más obedientes de la nueva escuela de Washington.

“A pesar de los problemas que evidentemente afrontamos en este hemisferio, tenemos la suerte de ser testigos de la creciente democracia y prosperidad en esta región”, dijo Mattis durante una rueda de prensa en la sede del Pentágono en Washington.

Aseguró además que Estados Unidos continuará colaborando con “nuestros amigos” para encarnar una “visión común de democracia, prosperidad y seguridad”.

De las palabras de Mattis se sobrentiende que el “modelo” exitoso es el neoliberalismo rampante que pudo observar durante su paseo por la región.

El General olvidó decir que el sistema actual en Brasil fue impuesto por un golpe Parlamentario ilegal contra la presidenta Dilma Rousseff y resulta necesario mantener encarcelado a Luiz Inácio Lula da Silva, para evitar que el pueblo vuelva a ubicar en el Palacio de Planalto a un representante de las clases populares.

En Argentina, donde Mauricio Macri ganó unas ajustadas elecciones, su paquetazo neoliberal ha empobrecido a millones de familias que lograron una mejoría en sus condiciones de vida durante el gobierno de los Kirchner.

Bajo el mandato de la supuesta eficiencia económica macrista, el peso argentino tuvo que ser rescatado gracias a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, pero aun así el país está al borde de una bancarrota similar a la ocurrida en el año 2001 durante el gobierno de Fernando de la Rúa, también un alumno destacado de Washington.

El acuerdo de paz alcanzado en Colombia entre la guerrilla de las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santo se tambalea en medio de los incumplimientos de lo pactado, las amenazas del nuevo gobierno uribista de Iván Duque y la falta de voluntad de una de las oligarquías más reaccionarias del continente para cambiar las causas objetivas de la guerra.

No por gusto Colombia sigue siendo uno de los países más desiguales en la tenencia de la tierra y se tolera que grupos paramilitares asesinen a líderes sociales y sindicales por el único motivo de luchar por un cambio, incluso de manera pacífica.

Chile, la vitrina neoliberal, es quizás el mejor ejemplo de cómo se impone el modelo de éxito de Washington. Fue necesaria una dictadura militar y decenas de miles de muertos, desaparecidos y torturados para allanar el camino para los Chicago Boys de Milton Friedman.

El experimento convirtió lo que era uno de los países más igualitarios y con mayor justicia social del continente en una fábrica de exclusión, donde millones de ciudadano quedan excluidos de los beneficios económicos.

Resulta cuando menos llamativo que Estados Unidos recurra a la violencia, golpes de Estado y dictaduras para imponer un  modelo tan “exitoso” y que los ignorantes y atrasados pueblos de la región luchen una y otra vez por desprenderse de él.

Sin embargo, cuando un país lo logra –como fue el caso de Cuba en 1959 y el de Venezuela con la revolución bolivariana de Hugo Chávez– Washington dedica millones de dólares para demostrar el fracaso de su “modelo”, aunque cuente con un mayoritario respaldo popular.

La política de bloqueo que aplica Estados Unidos contra Cuba acumula daños por más de 900 mil millones de dólares y en pleno año 2018 hace imposible la adquisición de un equipo de cirugía robótica e implementos deportivos para los atletas paralímpicos.

Hablar de la situación económica cubana sin mencionar los efectos del bloqueo es como arrojar un hombre al mar con un bloque de concreto en los pies y luego asegurar que murió ahogado porque no sabía nadar.

A pesar de que el sistema político y social cubano cuenta con suficientes méritos en el campo del bienestar social y la calidad de vida como para ser imitados, sus dirigentes no viajan por el mundo intento convencer a los demás de aplicar las mismas fórmulas ni dedican millones de dólares a imponerlas por la fuerza.

Por el contrario, las energías del país se emplean en resistir las políticas hostiles de los Estados Unidos, al tiempo que se actualiza el sistema político y social para hacerlo aún más próspero y sostenible en el tiempo.

Si cuando el general Mattis habló del “modelo cubano” se refería a una forma específica de gestionar la economía o de estructurar el Estado, es posible que los millones de cubanos que hoy debaten su nueva Constitución le den la razón en que resultan necesarios algunos cambios.

Pero si se refería al fracaso de la Revolución y la continuidad de un proyecto de nación soberano sobre la base de los intereses de la mayoría de los cubanos, el Mattis podría leer el primer artículo de la futura Carta Magna:

“Cuba es un Estado socialista de derecho, democrático, independiente y soberano, organizado con todos y para el bien de todos, como república unitaria e indivisible, fundada en el trabajo, la dignidad y la ética de sus ciudadanos, que tiene como objetivos esenciales el disfrute de la libertad política, la equidad, la justicia e igualdad social, la solidaridad, el humanismo, el bienestar y la prosperidad individual y colectiva”.

El Pentágono, aunque no lo reconozca, sabe que lo único que ha fracasado durante el último medio siglo es la idea de que Estados Unidos puede imponer su modelo en Cuba.