Imágenes como esta se reiteran por estos días en los servicentros de la capital.

Parecían estampas de la impaciencia. Ni una sonrisa entre las decenas y decenas de rostros, que a las 3 y 20 minutos de la tarde de este lunes esperaban su turno en el servicentro El Tángana, ubicado en 15 y Malecón. La hilera de vehículos era extensa. Aun así, había orden.

«Esto no es nada para lo que vivimos el viernes y el sábado últimos», aclara Yaimara Machín Valera, quien funge como especialista Comercial de Carga de Combustibles en El Tángana.

Según la funcionaria, el viernes último el servicentro recibió la indicación de vender en efectivo una cuota menor de combustible, debido a la insuficiente disponibilidad de ese recurso.

En tal circunstancia, continúa explicando la entrevistada, se le dio prioridad a los vehículos que habilitan mediante tarjetas magnéticas, porque el propósito es proteger las actividades de la economía, y algunos servicios principales.

«La situación es difícil, pero no podemos desesperarnos», explica Ricardo Leyva, quien acudió al sitio en busca de combustible para su auto. «El bloqueo nos crea ese problema», añade el hombre sin ofuscarse.

Pero, según Yaimara Machín Valera –y en eso coinciden personas entrevistadas en otros servicentros de la capital–, aunque la causa principal del problema (el bloqueo económico) está clara, no siempre la gente lo entiende, y hasta culpan a los dependientes, e incluso a las autoridades en distintas instancias. Sin embargo, refiere, «aquí no hubo mayores incidencias».

«En los momentos de desabastecimiento les explicamos a las personas que cumplimos una orientación», admite Yosvani Valdés Salermo, jefe de turno del servicentro situado en la esquina de la calle g y 25, sobre lo cual consideramos que el argumento debe ser más acertado para esclarecer dudas e incomprensiones.

Sin embargo, de otra manera encaró el asunto Yoel Miguel Pérez Ponce, jefe de turno en el servicentro La Rampa, quien hizo del diálogo un instrumento contra el oportunismo y la mala fe «de dos o tres individuos que intentaron utilizar el lógico malestar de los clientes, para atribuirle la culpa del problema a quien no la tiene y, de paso, absolver al verdadero culpable (el Gobierno de ee.uu.)».

Elementos oportunistas los hubo también en Santa Catalina y Boyeros, e igualmente la jugada les salió mal. Hubo respuestas inteligentes y firmes, por parte de los trabajadores y de un grupo de atletas que se encontraban cerca.

Las conductas de los individuos que trataron de manipular a la gente en los servicentros de La Rampa y en el de Santa Catalina y Boyeros, parecieran encajar en la lógica perversa revelada en el memorándum secreto del 6 de abril de 1960, del Departamento de Estado de Estados Unidos, donde queda clara la intención de ese país contra Cuba.                                                                                                   

En ese documento se afirma que «el único modo previsible para restar apoyo a los líderes de la Revolución es a través del desencanto y la insatisfacción que surgen del malestar económico y las dificultades materiales. Hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba».

Las medidas de agresión no convencionales y sin precedentes en la práctica internacional, dirigidas a privar a Cuba del suministro de combustible, han provocado situaciones complejas en extremo, que impactan la vida cotidiana del ciudadano y de toda la economía.

Por ejemplo, de cada cien cubanos que diariamente precisa de transporte público, alrededor de 30 se ven imposibilitados de usar este servicio por falta de combustible, lo que representa más de 200 millones de pasajeros al año, como publicó Granma recientemente.

La situación de la transportación de mercancías para la oferta en la red de tiendas minoristas y otros servicios, es una de las causas que provocan desabastecimientos en renglones demandados por la población, a pesar de que estén disponibles en los diferentes puntos de embarque, fuera y dentro del país.

La generación de electricidad y la disponibilidad de gas para cocinar se han visto limitadas. Para disminuir al mínimo posible el impacto sobre la población, se han paralizado actividades productivas vitales para la economía, con lo que se han perjudicado también muchos trabajadores, debido a interrupciones laborales que tienen efecto sobre sus ingresos personales.

La tarde de este lunes –casi seis décadas después de implementado ese implacable bloqueo–, mientras eran testigos de la impaciencia frente a los servicentros de La Habana, los reporteros de Granma pensaban en las expresiones felices dibujadas en quién sabe cuántos rostros, en hospitales del país a los que no les faltará el recurso energético que hoy no abunda en las gasolineras de la Isla.