Fidel Castro

Después de tantos intentos infructuosos de nuestros enemigos de acabar con su vida, los cubanos nos acogimos a la idea de su posible inmortalidad y lo sabíamos ahí, con su nombre de pueblo: Fidel, eterno e incorruptible para los mínimos poderes del tiempo.

Así permanecerá siempre, sin posibilidad alguna de que la llama de su intelecto irradiando luces sobre las más temibles adversidades se apague alguna vez.

Sigue poniendo al alcance de un pensamiento los necesarios razonamientos humanistas para vencer cada batalla que el pueblo cubano ha debido enfrentar desde su partida.

Al amanecer del 28 de enero de 2019, cuando la luz del sol develó los desmanes del tornado a su paso por La Habana, nos pareció verlo recorriendo la ciudad junto a las autoridades.

Hubo quien aseguró ser testigo de su mano sobre la frente de un  desconsolado, y ahí donde nuevas casas se erigieron, allá donde un hospital o una industria se reanimó en solo días para continuar trabajando, estaba su aliento de gigante.

Asimismo retumbaban sus palabras sobre la fuerza titánica de un ideal en los meses en que la administración de Donald Trump hacía hasta lo indecible por evitar el atraque de buques petroleros en puertos cubanos, y muchos comenzaban a temer el retorno de los años más oscuros del Período Especial.

Si los servicios básicos a la población no se detuvieron, si fue posible reajustar de tal modo el consumo de combustibles en el país para que a los hogares nunca les faltara el fluido eléctrico, fue porque Fidel vive en el alma de quienes hoy son continuidad.

Es posible palpar su impronta en los candidatos vacunales contra la COVID-19, frutos de un trabajo sistematizado en función del desarrollo científico de la nación, sobre todo vinculado a la esfera de la biotecnología.

Lo sabemos en cada proceso abierto para la certificación de una empresa de alta tecnología, en la creación de los consejos técnicos asesores en los ministerios y en el interés del Presidente Miguel Díaz-Canel en aplicar la ciencia y la innovación  a cada esfera de la vida nacional.

 A la luz de las exigencias epidemiológicas que representa el SARS-CoV-2 para un Estado en vías de desarrollo como este, vuelven a brillar con más sentido las estructuras base de la atención primaria de Salud, que también tuvieron en él un lúcido impulsor.

De tal suerte los consultorios del médico y la enfermera de la familia vuelven a convertirse en espacio clave al interior de las comunidades para enfrentar al nuevo coronavirus.

Los jóvenes, herederos en tantos sentidos de su ideario, juegan hoy un papel esencial y entre tantos, Fidel acompañó en cada recorrido a aquellos estudiantes de Ciencias Médicas que ocuparon sus vacaciones en apoyar la pesquisa en los barrios, luego de intensos meses dedicados a esa misma labor.

Y llegó de igual modo hasta cada rincón del planeta adonde un médico cubano arribó para ayudar a combatir la pandemia, con el mismo espíritu altruista que predicó siempre.

Continúa presente también en cada debate de la Federación de Mujeres Cubanas y fue su mirada de futuro la que brindó muchas claves para la elaboración del recién aprobado Programa Nacional para el Adelanto de la Mujer en Cuba.

Pervive en los programas priorizados de construcción de viviendas y producción de alimentos, en la agricultura urbana, suburbana y familiar, en la creación de las condiciones constitucionales para la autonomía municipal y el desarrollo local.

Él está, asimismo, a cada paso de la titánica tarea del ordenamiento monetario: una revolución dentro de otra... y en la certeza de que nadie quedará desamparado ante las medidas de reajuste que deberán asumirse.

Tan grande, y humano a la vez, puso su alma en cada detalle: el sistema de presas y embalses a todo lo largo del territorio, en la estructura de la Defensa Civil y en el corazón mismo de los cubanos que hacen que el paso de un huracán no deje la estela de muerte y desolación que Eta e Iota dejaron hace solo semanas en Centroamérica.

Extender aún más la lista de ejemplos en los cuales es posible verlo sobresalir en esa mezcla de padre y profeta sobre nuestras vidas, no terminaría de resumir la inagotable fuente de inspiración que representa o el compromiso moral que impone de ser cada jornada mejores seres humanos.

Su presencia (nadie lo dude, él vive) nunca será motivo de tristeza, sino de incontenibles esperanzas, pues nos legó para siempre uno de los más grandes tesoros a los que un pueblo pueda aspirar: la inamovible confianza en que toda victoria es posible.