Cuba

Isla querida:

Confieso que he temido, ante el vendaval de (des) información, incluso ante las miradas de ojos familiares que desde allá veían y sentían con indignada furia la situación, comencé desesperadamente a intentar acercarme a lo que estaba sucediendo. De a poco, fue apareciendo el clamor de tu presencia invicta, las señales de tu fortaleza histórica, la voz de tu pueblo que no vacila, el que a pesar de muchos pesares y por la convicción de tanta utopía consumada, sigue y seguirá venciendo.

Vivimos hoy en esta especie de caverna moderna, desde donde, vaya paradoja de la modernidad, se nos sigue dificultando distinguir la sombras proyectadas en la pared de la vastedad del mundo real, nuestros ojos miran hoy hologramas, nuestras vidas viven versiones diferentes de una realidad común, forjando convicciones diferentes, enfrentando al pueblo con el pueblo desde consignas que son como aquel molde universal del mundo de las ideas, y entonces son las mismas cuestiones para todos los procesos, que si la corrupción, que si la falta de capacidad, que si no somos capaces de resolver con nuestras propias manos nuestros problemas. Entonces tu ejemplo es castigado isla querida, tu antinatural capacidad de subvertir el destino asignado, tu capacidad de hacer vacunas desde el mundo subdesarrollado (vaya palabra que aceptamos con total naturalidad), tu tesón, tu fuerza abrumadora de vencer, con mucho pesar y dificultad para tu pueblo, el feroz y cada vez más intenso bloqueo. Lo lograron con Haití, castigaron a una nación que osó declarar la independencia, que tuvo el desparpajo de abolir la esclavitud recién iniciado el siglo XIX, y a pesar de sus permanentes luchas, ha sido arrojado a la miseria. Pude conocer esa patria hermosa gracias a ser parte de otra de tus insolencias, brigadas médicas cuidando la salud del hermano pueblo de Haití, ante el terremoto y la epidemia de cólera del 2010.

Mis 12 años vividos me han permitido conocerte, pues he crecido y aprendido a ser y a pensar y a estar, desde las enseñanzas de muchos de tus hijos. Con el ejemplo de tus acciones, isla querida, he comprendido que la solidaridad es un modo de vivir, y que no está sujeta a discusiones. También entendí que es el otro un nosotros, que la virtud adquirida en una circunstancia es deber hacia ese otro, que es un nosotros, y hállese allí una herramienta para ese mundo mejor que es anhelo de tantos. Aprendí que los valores se forjan en la lucha, en la resistencia, que las ideas valen más que piedras o armas, que las palabras curan y que si no se puede curar abrazan. Aprendí que el camino es la unidad, que por encima están los valores compartidos, defendidos en acciones consecuentes, sustentadas en martianas convicciones. Aprendí sobre el amor a un otro que es humano, a ser sensible a la injusticia cometida, ante la afrenta provocada vilmente por el egoísmo. Aprendí a reaccionar con inteligencia y fortaleza ante cada agresión, a ser como esa estaca que recibe el golpe y con él más va consolidándose y fortaleciéndose. Gracias al empeño de tus mejores hijas e hijos, mi isla querida, soy lo que hago con lo que han hecho de mí, soy uno más de los más de 30 mil profesionales médicas y médicos formados solidariamente en Cuba desde el 2005. Soy un cubano nacido en otras tierras, como nos gusta sentirnos.

No tengo dudas que tu pueblo vencerá, que la actual situación compleja que impone la pandemia, agudizada por el feroz e inhumano bloqueo, será superada, no solo no se matan las ideas, como razonó aquel esbirro con dejo de decencia, no derrotarán tampoco la materialización del ideario martiano, humanismo, solidaridad, unidad hecha pueblo, hecha rutina cotidiana de vida, hecha resistencia y nuevas luchas.

No tengo dudas, isla querida, de que Venceremos !!!