Payasos terapéuticos cubanos

La Habana, 12 feb.- La labor desplegada por los payasos terapéuticos cubanos para generar relaciones de complicidad con personas vulnerables, a fin de contribuir a su sanación fue resaltada aquí durante un taller de la especialidad.

Conocido como aquel que se pone una nariz para establecer desde el arte una relación de apoyo y complicidad con pacientes de larga estadía hospitalaria, el payaso terapéutico es un acompañante de juego de los niños que pretende mejorar su estado de ánimo y calidad de vida, aseguró Aniet Venereo, conocida como la payasa Celeste.

Está demostrado que cuando a un paciente se le distrae disminuye su ansiedad y por consiguiente su dolor, razón por la que usamos juegos tranquilos que los ayuden a recobrar la esperanza durante el tiempo que están hospitalizados y bajo tratamiento, explicó Venereo.

A su juicio, la presencia de los payasos terapéuticos intenta empoderar a los niños, al favorecer su rol activo y protagónico durante las actividades, con el propósito de desarrollar sus potencialidades y elevar su autoestima.

El payaso terapéutico no utiliza un vestuario grotesco, pues lo que enseña no es lo que está por fuera, sino lo que lleva dentro y ahí radica una de las diferencias con el convencional, enfatizó Reyna Campos, nombrada por todos como la payasa Mantequilla.

Lo primero que hace el terapéutico al entrar a la sala del hospital es mirar a la persona directamente a los ojos y pedirle permiso para interactuar, por lo que antes de desarrollar la parte artística, su primer entrenamiento está dirigido a hacer contacto visual, añadió Campos.

De acuerdo con esta especialista, no solo los pequeños se benefician con este tipo de terapia. Las narices rojas llevan también su arte a hogares de ancianos, hospitales psiquiátricos, centros psicopedagógicos, institutos y hospitales para adultos con enfermedades crónicas.

Desde 2013 en Cuba se han realizado 15 talleres de formación, en los que se han entrenado como payasos terapéuticos a más de 200 personas.

Esta iniciativa surgió a raíz de la visita un año antes de Joan Barrington, directora de Therapeutic Clowns International, en Canadá, para impartir un primer taller al equipo de instructores de La Colmenita.