Medidas santarias en los aeropuertos

De tanto repetir las frases, su significado a veces pierde fuerza. Es totalmente humano, ante las adversidades, terminar por adaptarse y buscar formas de recuperar el ritmo de la cotidianidad. Pero cuando los peligros siguen latentes, el exceso de confianza puede hacer toda la diferencia, y no en un buen sentido.

Aunque las autoridades políticas, gubernamentales, sanitarias y los medios de comunicación insistan en las particularidades de la «nueva normalidad» y las precauciones que implica asumirla, muchos terminan por eliminar el «nueva» y retomar el cauce de sus vidas, como si no hubiese aún una pandemia sacudiendo los cimientos de la vida moderna.

Jugar a la ruleta rusa con la COVID-19 supone riesgos extremos en todos los casos; más ahora, cuando tras la apertura del aeropuerto internacional José Martí, crece la llegada de viajeros y, por ende, la posibilidad de que se produzcan y detecten casos importados.

De nada valen el Programa Nacional de Control Sanitario Internacional y sus protocolos, si –por ejemplo- los más de 400 000 cubanos residentes de visita en otros países, que se calcula quedaron varados, al regresar a casa no cumplen las medidas indicadas. Igual sucedería con los residentes en el extranjero.

Nadie ignora todas las emociones que desata la llegada de un familiar que no se ha visto por largo tiempo. Naturales son la fiesta, los besos, abrazos; la visita de parientes, amigos; recorrer el barrio… Sin embargo, en las circunstancias actuales, comportarse así implica arriesgar a los seres queridos, y a toda la comunidad.

No basta con que sea negativo el primer PCR en tiempo real realizado en la terminal aérea. Resulta imprescindible esperar hasta que se tome la segunda muestra, el quinto día, y llegue su resultado, también negativo, para confirmar el diagnóstico, que el viajero pueda tener una movilidad normal, y así evitar una posible propagación del virus. Por ello se establece un periodo de diez días de aislamiento en la vivienda.

Tal y como informa la tarjeta de advertencia que se le entrega a los pasajeros no bien llegan a Cuba, deben presentarse antes de las 48 horas al médico de la familia, para los controles sanitarios y el seguimiento establecidos. Usar los medios de protección, mantener el distanciamiento social y el mínimo contacto con los familiares, constituyen otras de las indicaciones.

Resulta, además, una obligación, acudir inmediatamente al área de Salud si se presentan síntomas. No es ocioso recordar que buena parte de los contagiados con el SARS-COV-2 son asintomáticos, por tanto, asumir que alguien está sano porque «no tiene ni coriza», «se ve bien» o «ya el primer PCR fue negativo»… es ingenuo, pero puede llegar a ser suicida.

La autorresponsabilidad del viajero se erige como factor clave en esta etapa. Mientras más medidas se hayan tomado al interior del hogar y menos contactos se mantengan en el periodo de aislamiento, más cortas serán las cadenas de posibles contagios.

Postergar abrazos puede salvar vidas, ya se ha dicho mucho, aunque no deja de ser cierto; como tampoco pierde vigencia ese sencillo refrán de que precaver vale más que lamentar.