Ignacio Agramonte y Loynaz

145 años se cumplen hoy de la muerte de Ignacio Agramonte y Loynaz, uno de los hombres más paradigmáticos de la Historia de Cuba. No en vano, los nacidos en esta “suave comarca de pastores y sombreros”, llevamos con orgullo un segundo gentilicio, el de agramontinos, un homenaje eterno a aquel de nombre Ignacio, que siendo demasiado joven se lanzó a la manigua a luchar machete en mano por la independencia de Cuba.

Es así que no existe un solo camagüeyano que no sienta un cariño inmenso por Agramonte. Bien conocemos su excelente capacidad como estratega militar, su impetuoso brío de guerrero, su carácter impulsivo. Ahí están como muestra su lapidaria frase de que Cuba no tiene más camino que conquistar su redención arrancándosela a España por la fuerza de las armas; o su decisión de salir al rescate del brigadier Sanguily con solo 35 hombres.

Se dice, incluso, que dominar sus impulsos y apasionamientos fue uno de los mayores retos que debió asumir al frente de las tropas mambisas del Camagüey, por el bien de la independencia. Martí escribió una vez que no existió en la guerra otro hombre que en grado semejante sometiera en horas de tumulto su autoridad a la de la Patria.

Tanto admiramos los camagüeyanos a Agramonte, que el amor de él y Amalia Simoni se ha vuelto también paradigma para nosotros. No son pocas las parejas que han sellado su relación un 1ro de agosto, como lo hicieron ellos, para honrar una tradición que resalta sentimientos como la fidelidad, el amor puro y la perdurabilidad del patriotismo. 

Así, con inmenso orgullo, ostentamos los camagüeyanos el gentilicio de agramontinos; así, como él, debíamos aspirar a ser. (Imagen: Archivo)