Mujeres prescinden de piropos

Los hombres que establecieron en las calles su campo de batalla para conquistar mujeres se las están viendo difícil en La Habana con el acceso de las damas a la tecnología, especialmente a los aparatos que se enchufan a los oídos.

Y ellas, aunque no se den cuenta, se están perdiendo esos destellos inigualables de admiración masculina que siempre las hicieron sentirse perseguidas y hermosas. Cada vez es más complicado hablar con una muchacha en un ómnibus, uno de los terrenos tradicionales de la conquista femenina en la Isla, o preguntarle algo en una cola.

Uno de mis mejores amigos, que a sus 51 años sigue siendo un perseguidor de mujeres, se está marchitando ante un cuadro que él pinta de desolador, y que se le presenta cada vez más desafiante. Las posibilidades que siempre le abrieron el camino hacia los brazos de una mujer se le están agotando, porque sigue estando enamorado de la comunicación verbal.

Los hombre cubanos sin auto y sin dinero para gastar con derroche han tenido que valerse del contacto de tú a tú en las calles, y en esa trinchera siempre han «ligado», como los buenos pescadores, convencidos de la sabia sentencia campesina: siempre hay un roto pa´ un descosío.

Pero en los últimos tiempos, los teléfonos celulares, incluidos los «inteligentes» –que parecen lograr un efecto contrario en sus atontados usuarios- y el resto de su árbol genealógico están enviando a la lona a los hombres por falta de comunicación.

Quizás las mujeres se las están cobrando por tanta falta de delicadeza y tanta agresividad en el piropo cubano de los últimos años, y están matando dos pájaros de un tiro, en espera de tiempos mejores: sustituyen la chabacanería masculina por mensajes de texto, juegos, llamadas telefónicas y conciertos directos al oído.

Lo peor es que, en este nuevo nivel de aislamiento entre humanos, los hombres galantes que quedan ven alejarse cada vez más sus probabilidades de dar en las dianas femeninas, mientras las damas se pierden el susto de la conquista, necesitada de talento masculino.

Una conquista que se está diluyendo entre el desasosiego, la falta de estímulo, la disparidad entre aspiraciones femeninas y posibilidades masculinas y, ahora para colmo, la tecnología, esa maravilla galopante que une y separa a la vez.