El Castillo de los Tres Reyes del Morro y su faro

El Castillo de los Tres Reyes del Morro y su faro son partes inseparables y emblemáticas del entorno capitalino; no es posible concebir la ciudad y puerto de La Habana sin ellos. Sin embargo, para quien desde el habanero malecón observe la añeja fortaleza y su luminaria, generalmente pasa inadvertida una construcción rectangular techada con tejas rojas, situada algo detrás de esta última, que tiene tanta historia como las anteriores. Nos referimos a la estación semafórica del Puerto de La Habana. Su origen se remonta a 1551, cuando ante la amenaza de corsarios franceses y piratas, el Cabildo de La Habana acordó poner vigías en El Morro.

A estos efectos, se construyó una modesta atalaya en el peñasco donde posteriormente se edificaría El Castillo del Morro, con la función de dar aviso temprano sobre la presencia de piratas y naves de potencias enemigas de la corona ibérica. Este embrionario puesto avanzado de señales duró hasta el ataque, saqueo e incendio de La Habana por el corsario francés Jacques de Sores, quien destruiría la fortaleza de la Fuerza Vieja, ubicada en aquel entonces en la actual calle Tacón, quemó gran parte de la ciudad y las naves surtas en puerto. Años después, en 1561, por orden del Capitán General, Diego de Mazariegos, se edificó en el lugar  una construcción de cal y canto, reemplazada por una nueva torre en las primeras décadas del siglo XVII, posterior a la construcción de El Castillo de los Tres Reyes del Morro.

Más tarde, fue sustituida por una caseta pintada a rayas blancas y negras, y ubicada a unos 50 metros detrás del faro. Su función, en virtud de la Real Orden del 18 de octubre de 1888, era controlar y regular el movimiento de las embarcaciones en el canal de acceso a la bahía, comunicarse e identificar los buques civiles o militares que accedían o cruzaban frente a la misma, hacer llegar a estos, las indicaciones de las autoridades portuarias, instrucciones de los armadores o consignatarios y trasmitir las informaciones provenientes de dichos buques. Además, desde su privilegiada posición, 32 metros sobre el nivel de mar, cumplía, y aún cumple, las tareas de vigilar, alertar y prevenir accidentes en las cercanías del puerto o su canal de acceso, hacer observaciones meteorológicas periódicas, reportar la visibilidad y llevar registros detallados sobre la entrada y salida de los barcos a la bahía habanera.

La formación de los semaforistas estaba a cargo del Cuerpo de Vigías de Semáforos de la Armada Española. Inicialmente, este servicio era desde el orto hasta el ocaso, pero desde 1895 a resultas de la colisión de los buques españoles “Sánchez Barcáiztegui” y “Mortera”, justo frente a El Morro, la vigilancia se extendió a las 24 horas.  En sus inicios, de día, la estación estaba dotada de mástiles de señales en los que se izaban banderas, las cuales, acorde con un código local, indicaban la nacionalidad, procedencia, tipo de buque, cantidad y otros datos de una o varias naves que se aproximaban en demanda del puerto. El denominado “de barlovento” indicaba la nacionalidad de los buques  y el llamado “de sotavento” para las demás informaciones.

Las señales se realizaban con banderas rectangulares, cuadradas y gallardetes con distintos diseños, que agrupadas en diferentes combinaciones, componían los mensajes a los buques y a las autoridades en tierra.  De noche, la estación utilizaba una rudimentaria lámpara de señales para comunicarse con los pilotos de puerto y avisarles para que salieran a abordar alguna embarcación. Dos fanales de color rojo indicaban si el canal de acceso a la bahía se hallaba ocupado. Estos dispositivos mejoraron al ser electrificada la instalación, en 1907, al añadirse más lámparas de colores, (2 rojas, 1 verde y 1 blanca) e incrementaron la variedad de mensajes.

En 1944, un huracán dañó seriamente el edificio del semáforo y barrió los mástiles antes mencionados. Esto motivó que se edificara una nueva estructura, la cual entró en servicio en enero de 1946, y mejoró las condiciones de vida y trabajo de los semaforistas; los medios para observación y comunicaciones recibieron adelantos, tales como introducción de una moderna lámpara de luces a destellos (también denominada blinker) y la adquisición de un potente telescopio, además de equipos meteorológicos, lo que añadió más luces al mástil de señales de la estación, llamado así por la gente de mar porque su estructura metálica semejaba la de un palo de mesana de un velero, disponía de un mastelero para banderas nacionales, una verga en cuyos penoles se izaban señales de comunicaciones y los vigías; además de un pico para enarbolar banderas nacionales y extranjeras, según fuera procedente. Estaba dotado de un sistema de faroles de colores para señalizaciones nocturnas.

En este mástil fueron izadas  desde 1898 al 1902  las banderas de los Estados Unidos y Cuba durante la ocupación militar estadounidense, visión que inspiró aquellos versos de Bonifacio Byrne, escritos el 4 de enero de 1899, a su arribo a La Habana a bordo del vapor “Mascotte”, procedente de Tampa:

                     Al volver de distante ribera,

                    Con el alma enlutada y sombría,

                   Afanoso busqué mi bandera

                  ¡Y otra he visto además de la mía!

El 20 de mayo de 1902, al finalizar la intervención norteamericana, ante la presencia de distinguidos próceres de nuestra gesta independentista, fue arriada la bandera estadounidense e izada en ese mástil nuestra enseña nacional. En la base del mástil, hay una tarja, en la que, a pesar de lo deteriorada, se lee el siguiente texto:

En este lugar, el 20 de mayo de 1902, el general del Ejército Libertador Emilio Núñez Rodríguez, distinguido miembro de la clase odontológica, izó la primera bandera de Cuba republicana. Homenaje a su memoria y a los que le acompañaron en aquel acto. Diciembre 19 de 1950, Año del Centenario de la Bandera de Cuba.

El 10 de octubre de 1946, 44 años después, según otra placa colocada en el lugar, la marina de guerra de la época reemplazó el ya deteriorado mástil por otro de iguales características estructurales, pero con un nuevo y más eficiente sistema de señalización lumínica y renovados aparejos, por lo que estuvo en servicio ininterrumpido hasta los primeros años de la década del 2000, cuando el mástil de señales, seriamente deteriorado por los efectos de la intemperie,  el salitre marino y la falta de adecuado mantenimiento, fue desmantelado y luego sustituido por un palo o asta metálica vertical sin los adecuados accesorios (mastelero, vergas y pico), carente del característico diseño marino del anterior mástil y al cual, aunque previsto, no se llegó a instalar el sistema de señalización lumínica.

Reconocemos que los avances tecnológicos actuales, equipos de comunicaciones móviles y estacionarios de alta frecuencia, sistemas de identificación automática de buques, así como la disponibilidad de teléfonos fijos y móviles, en parte hacen obsoleto el uso de señales por banderas y condenan al sistema de luces de colores y a destellos del mástil de señales al olvido, y parcialmente así se borran cerca de 453 años de servicio, si contamos desde que se empleó como atalaya y rudimentario punto de señales a 116 años, desde su fundación oficial como semáforo portuario.

Una singularidad del semáforo de El Morro, ya en desuso por falta del mástil, pero aún recordado con algo de nostalgia por muchos de nuestros ya añejos marinos, era que cada vez que un buque nacional o extranjero, mercante o de guerra, entraba o salía de la rada habanera, allí era izada la bandera de su matrícula, lo cual era motivo de comentarios elogiosos por los capitanes y comandantes de estas naves.

La edificación donde radica la estación ha sido remozada en 2016, y su indispensable servicio continúa, apoyado por modernas tecnologías, pero un mástil como aquel en el que hace 114 años, un 20 de Mayo de 1902, ondeó en solitario por vez primera la bandera cubana sobre la orgullosa capital habanera, gallardo palo de mesana hincado en tierra, que con su eficaz código de banderas y luces guió a puerto seguro tantas naves, ha dejado de existir y con él una bella tradición.

Se ha construido y pretende colocar un asta vertical de menor altura y sin las características de mástil marino para allí izar una gran bandera nacional. Se han hecho esfuerzos por un grupo de entidades y personas amantes de las tradiciones para adecuar esa asta y añadirle algunos de los elementos que al menos rescaten su aspecto original, aunque no todas las funciones que prestaba, mas por cuestiones de diseño y elevado costo de los materiales requeridos para ello, las posibilidades se han ido reduciendo. Tal vez, al no llegar a algún  acuerdo, simplemente se instale el asta y…fin del asunto. Para los que esto escriben, será como suspender el legendario cañonazo de las 9 de la noche porque ya no hay murallas ni puertas que cerrar en ellas.

En momentos en que luchamos contra aquellos que predican el dejar atrás hechos de la Historia y restarle importancia a esta, o los cansados de “esas cosas de antes”, dejar apagar para siempre los colores que engalanaron a El Morro por centurias, sería darles un regalo inmerecido.

Cuba, Archipiélago descubierto por marinos y protagonista de innumerables leyendas, hechos e historias vinculadas a sus costas y puertos, debe ser celosa guardiana de tradiciones como esta, que lenta, pero al parecer inexorablemente se encamina al olvido.

Hasta la actualidad, desde el lejano 1551, en que los vecinos temerosos de los piratas y corsarios hacían señales con banderas y fogatas, y avisaban que venían malos momentos,  han pasado solamente 466 años… Entonces… ¿se dejará extinguir esta tradición marinera en el Archipiélago Cubano?

El Morro