Gilberto Santa Rosa

El puertorriqueño Gilberto Santa Rosa ofreció en Cuba un espectáculo al nivel de una clase magistral de salsa, con razón los especialistas lo ubican entre los músicos de mayor valía dentro del panorama sonoro contemporáneo.

Con 24 años de edad, Santa Rosa debutó como solista y director de orquesta gracias al patrocinio de la compañía puertorriqueña Combo Récords y del productor Ralph Cartagena, dueño de ese sello discográfico.

De igual manera, el artista nacido en San Juan, capital de Puerto Rico, contó con el apoyo del maestro Rafael Ithier, arreglista, compositor, y pianista fundador y propietario del Gran Combo de Puerto Rico. Sin embargo, aún debía recorrer un extenso sendero dentro del universo sonoro.

La carrera de quien más tarde fuera nombrado El Caballero de la Salsa comenzó cuando era niño y sus padres consumían musicalmente de todo.

En mi casa tuve acceso a gran cantidad de ritmos bailables y populares latinoamericanos porque ellos tenían muy buen gusto para la música; padecían de melomanía, expresó sonriente en entrevista exclusiva con Prensa Latina.

Mi madre ya falleció, pero mi padre aún entona con muy buenos compases; lo oyes a veces cantar y hasta crear armonías diversas; fue un melómano, de esos que por instinto dejan fluir su voz para interpretar cualquier composición, recordó.

Incluso, nunca cantó en un grupo, ni de aficionados; así empecé no solamente a interesarme, sino a darme cuenta de algunas habilidades para seguir ese camino, rememoró.

Tenía Santa Rosa menos de 10 años de edad cuando en la escuela conoció a una maestra que lo encaminó, junto con un amigo, por los angostos parajes del arte interpretativo, más aún tratándose del mundo de la salsa en Puerto Rico.

Formamos un dúo, mi compañerito tocaba la guitarra y yo cantaba; entonces ella organizó un conjunto y ocupaba el mayor tiempo con nosotros por el interés nuestro; me enseñó diversas melodías las cuales uso actualmente en mis giras, comentó.

Hoy recuerdo a mi profesora de primaria con inmenso cariño, más porque fue la única persona que no vio mi desarrollo profesional, pues falleció joven; hubiera querido observar a Doña Yenny Díaz disfrutando de mi desempeño. Su nombre lo guardo siempre con letras doradas en mi historia, evocó este caballero, también de buenas prácticas en la vida.

Narró que cuando eran niños tocaban con latas, latones; 'con cualquier utensilio, cualquiera que fuere, no importaba, el asunto era tocar salsa'.

Aquella primera etapa entusiasmó al salsero -que tenía en ese momento 14 años de edad- y ello condujo a los muchachos a fundar una agrupación pequeña iniciada con bailes sencillos.

La primera oportunidad surgió cuando el puertorriqueño Mario Ortiz, reconocido trompetista de la orquesta All Star Band, lo llamó para entrar a una grabación de su banda en abril del año 1977 en la que todos eran profesionales menos el naciente músico del reparto de Santurce, en la capital de la isla.

La razón por la que estoy aquí hoy se debe a ese acontecimiento histórico en mi vida, para celebrar con los cubanos 40 años de mi carrera artística, aunque ya son 41. Con la banda del maestro Ortiz canté, acompañado por lo mejor de la música de mi país de entonces, suficiente para quedarme en el oficio, relató.

Luego, al grabar cuatro discos de larga duración, Santa Rosa se reafirmó como una de las promesas más importantes de la salsa en las postrimerías del siglo XX.

Reconoció que su visita a Cuba fue algo demorada, pero llegado el momento todo fluye más fácilmente.

Las cosas se dan cuando tienen que darse, afirmó; algunas encajan en su sitio desde el principio, otras poco a poco; a veces hay mucha intención y el escenario no está de tu parte, en otras ocasiones las piezas de ese rompecabezas llamado gran espectáculo resultan mutiladas, precisó.

Me dio mucho gusto compartir con el público que me sigue en esta linda ciudad; como dicen por ahí, romper el hielo resulta lo más difícil, luego no hay inconveniente en venir más a menudo, resaltó jocoso Santa Rosa, quien durante su estancia en Cuba recorrió con su equipo gran parte de La Habana y provincias limítrofes.

Conversó acerca de lo extenso de su repertorio con temas del compositor panameño Omar Alfanno, y el cariño y amistad profesadas a Víctor Manuelle, ambos muy profesionales y talentosos.

A Omar lo considero fundamental en el desarrollo de mi carrera como solista porque hicimos muy buena dupla en los años 90; perdí la cuenta de las canciones que tengo de él y muchas de ellas, muy populares, destacó.

Las combinaciones se dan; creo que él tenía el lenguaje correcto para un cantante como yo y encontró, parece, a alguien para expresar emociones tal y como las escribía; posee la peculiaridad de componer para sus intérpretes, realzó.

Siempre digo en los lugares adonde voy que solo una canción le reprocho a Omar, se llama Que alguien me diga; no la escribió para mi repertorio, y cuando la oí estaba hecha para mí y se la robé, relató con amplia sonrisa.

Manuelle, aunque más joven, representa otro gran talento, lo considero mi hermano y como parte de mi familia, enfatizó.

Compone buenas letras, muy emotivas, dijo al referirse al joven salsero; al principio no quería grabar sus propias canciones y le dije 'hermano esos temas son muy buenos', y ahí está, me siento orgulloso de verlo desarrollarse como el artista que realmente es.

Entre los temas más escuchados y recordados del carismático intérprete están de la década del 90 del pasado siglo Conciencia y Vivir sin ella, ambos del panameño Alfanno.