Arte

El 15 de abril de 1452, hace 570 años, nació en Anchiano, Italia, un genio de talla universal: Leonardo da Vinci. Desde hace tres años, coincidiendo con ese aniversario, la Unesco celebra el Día Internacional del Arte. El homenaje al polímata del Renacimiento es más que justo.

Con el Día del Arte se busca dar a conocer la importancia que tiene el arte y sobre todo el pensamiento creativo, para la evolución del pensamiento humano y la resolución de los problemas que nos aquejan.

Eso hizo (o intentó hacer) Leonardo en su tiempo: soñar y trabajar por un futuro mejor, asumiendo el arte como herramienta. Y eso no significa que haya que ‘funcionalizar’ o ‘instrumentalizar’ el arte. Se trata de integrarlo a las dinámicas cotidianas, enteder el acceso a las prácticas artísticas como derecho inalienable de cada ciudadano.

El arte es expresión mayúscula de evolución. La Unesco lo argumenta: El arte es una de las formas supremas de la expresión humana. A través del arte el hombre puede expresar su visión personal sobre aquello que le aqueja, le interesa o simplemente le parece bello, por medio de recursos plásticos, sonoros o lingüísticos.

Y la ciencia ha reconocido aportes concretos al entramado social, que la Unesco también ha tenido en cuenta para proclamar la fecha. Resumiendo:

El arte desarrolla una sensibilidad que le permite a la persona desarrollar un código de ética muy sólido; ayuda al aumento de la concentración; permite el desarrollo de estructuras de pensamiento mucho más complejas; fomenta el desarrollo de la creatividad tanto individual como grupal; promueve la tolerancia; aumenta la confianza y el auto concepto del individuo…

Por lo tanto, el arte no es mero adorno, no es adjetivo.

Obviamente, no hay que buscar todas las soluciones, fórmulas y alternativas en el arte… No es su razón de ser. Pero sí lo es ofrecer luz sobre fenómenos contemporáneos.

El arte es expresión también de libertad, y lo es desde su esencia misma: el hombre se realiza en su capacidad creativa, que no tiene más límites que los del dominio de la técnica.

Habría que desterrar para siempre las concepciones elitistas sobre el arte. Y eso no significa rebajarlo en vuelo o implicaciones. Socializar no es vulgarizar. Democratizarlo no es simplificarlo.

Se dice fácil, pero es un gran desafío, que implica a todo el entramado social. Hacen falta más políticas públicas de promoción del arte. Hace falta voluntad para articular estrategias educativas. Y hay que llevar el arte a los espacios públicos y a todas las comunidades.

El arte a la vuelta de la esquina: se puede concretar ese sueño. Y en tiempos demandantes como los que se viven, el arte se reafirma como herramienta de resistencia. No es ámbito para la evasión, es atalaya…