
La danza es una de las más hermosas expresiones de la vida. Ha sido, desde tiempos remotos, vívida expresión de todos los sentimientos de los seres humanos y, a través de la historia, ha transitado por tres grandes cauces: como ritual mágico religioso, en los primeros tiempos de la civilización, como recreación colectiva, durante la compleja etapa feudal de la Edad Media, de suma importancia por haber sido la base del folklore y del baile popular y como espectáculo, a partir del esplendor del Renacimiento italiano.
El ballet, que tiene sus raíces en la riqueza danzaria acumulada por los pueblos durante los siglos del Medioevo, es la expresión suprema de la danza como espectáculo en el llamado mundo occidental y tuvo en Florencia su mayor apogeo, especialmente mediante la magnificencia económica, política y social, ocurrida en esa ciudad-estado de Italia. Sería una representante de una poderosa familia, Catalina de Médicis, quien llevaría las formas del “balleto” italiano a Francia, país donde fue reina al casarse con el monarca Enrique II.
El 15 de octubre de 1581 la historia registra la escenificación del Ballet Comique de la Reina, en el Palais Royal, como el primer espectáculo que unió, con carácter definitorio la danza con la música, los decorados y el argumento. Fue así como el “balleto” italiano devino en el “ballet” francés, que alcanzó un perfil profesional al crearse en 1661, por decreto del Rey Luis XIV, la Academia Real de la Danza, primera institución creada para formar bailarines profesionales. Fue allí donde el maestro Pierre Beauchamps no solo recopiló la rica herencia del baile popular francés, sino que lo definió, le dio nomenclatura y creó las cinco posiciones básicas para las piernas y los brazos, que hasta hoy día definen las reglas de la llamada danza académica.
En los siglos posteriores el ballet mantuvo un constante desarrollo, no solo en los aspectos técnicos y expresivos, sino también en todo lo referente a la maquinaria escénica necesaria, evolución que incluyó al llamado “ballet de action”, surgido en el siglo XVIII y que tuvo como figura cimera al maestro y coreógrafo francés Jean-George Noverre; el estilo Romántico, a partir de la primera mitad del siglo XIX, con la aparición del baile en puntas y el Clasicismo, fruto de la obra gigantesca del marsellés Marius Petipa en los predios de la Rusia zarista, en la segunda mitad de ese mismo siglo.
El siglo XX conoció las grandes reformas que trajeron al ballet la obra renovadora del ruso Mijaíl Fokine y los Ballets Rusos de Serguei Diághiliev, en el periodo comprendido entre 1909 y 1929, de donde, una de sus más ilustres personalidades, el georgiano George Balanchine, daría a conocer las bases y principios estéticos del llamado Neoclasicismo, que rige, hasta hoy día, el perfil creador de los más grandes coreógrafos a nivel mundial.
En su devenir histórico el ballet ha conocido el surgimiento de las llamadas “escuelas”, que es la hazaña lograda por pocos países de darle un perfil nacional a esa técnica académica internacional e intemporal. Surgieron así las reconocidas escuelas italiana, francesas, danesas y rusas, en la decimonovena centuria, a la que se sumó la escuela inglesa, ya con un perfil definido a partir de 1931, y que tiene en la compañía del Royal Ballet de Londres su máxima expresión.

Escuela Nacional de Ballet. Foto: @CNEArtCuba/X.
La historia quiso que en esa misma fecha surgiera la primera institución dedicada a difundir el ballet en Cuba, cuyos antecedentes podemos encontrarlo en los albores de 1800, al registrarse el estreno de “Los leñadores”, en el Teatro El Circo, enclavado en los terrenos que hoy ocupa nuestro Capitolio Nacional.
La obra pedagógica de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, inicialmente dirigida por el maestro ruso Nicolai Yavorsky, tiene el mérito histórico de haber formado a las tres figuras principales de este arte en Cuba: Alicia, Fernando y Alberto Alonso. En ella se enriqueció la cultura danzaria del pueblo cubano que había tenido sus más valiosos exponentes durante las visitas a la Isla en el siglo XIX de dos grandes luminarias, la bailarina austríaca Fanny Elssler e Hippolyte Monplaisir, estrella de la Opera de Paris, y de la célebre rusa Anna Pavlova quien visitó el país en los años 1915, 1917 y 1918-1919.
La obra de la tríada Alonso es parte fundamental de la cultura cubana, pues supieron poner las ricas experiencias que adquirieron durante su entrenamiento profesional en los Estados Unidos y Europa al servicio de los fines artísticos más elevados. El 28 de octubre de 1948 fundaron el hoy Ballet Nacional de Cuba que, a pesar de las incomprensiones y agresiones de los desgobiernos de turno, lograron una obra válida y de alto vuelo nacional e internacional.

Giselle, por el BNC, en el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso. Foto: Enrique González Díaz (Enro)/ Cubadebate.
Tras el triunfo de la Revolución, la ley 812 del Gobierno Revolucionario, firmada por el entonces primer ministro Fidel Castro, garantizó para siempre la realización de lo que muchos consideraron una utopía. Una obra coreográfica que abarca 791 títulos pertenecientes a los más importantes creadores históricos y de la escena contemporánea, sus presentaciones en 63 países de los 5 continentes y centenares de premios del más alto fuste, avalan su extraordinaria labor, reconocida el 19 de junio del 2018 en la Resolución número 31 del Ministerio de Cultura al proclamar al Ballet Nacional de Cuba como Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.
Ahora en que justamente se conmemora el 77 aniversario de su fundación, regocija recordar que fue la inspiración para que en el país surgieran nuevas agrupaciones que tienen como base para su creación los preceptos de la técnica académica, entre ellos el Ballet de Camagüey, el Ballet del Teatro Lírico de Holguín, el Ballet de Santiago de Cuba, el Ballet Laura Alonso del Centro Pro-Danza y Acosta Danza.
Todos ellos deberán ser fieles a los reclamos que un día hizo el sabio Don Fernando Ortiz al referirse a la misión histórica que debía cumplir la danza escénica cubana: “Saber valorar la herencia del pasado, cumplimentar los deberes de su tiempo y los reclamos imperiosos del futuro”. Tarea que honra a todos los miembros del ballet cubano en este Día Mundial del Ballet, a que nos convoca el Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO.

Ballet Nacional de Cuba interpreta Giselle. Foto: Enrique González Díaz (Enro)/ Cubadebate