Nasobuco

Hace unos meses atrás, por varios canales comunicativos se promocionó la noticia con mucho bombo y platillo de que en Matanzas se instalaría la primera fábrica de mascarillas de Cuba gracias a la gestión de la empresa de confecciones textiles Unymoda, perteneciente al grupo empresarial Gardis.
Entre los medios de prensa que reprodujeron tal noticia se encuentra el periódico Girón, que el 23 de abril publicó la entrevista “Nasobucos cubanos con alma siria”, concedida por el proveedor de las máquinas Lway Aboradan, un ciudadano sirio radicado en Cuba.

Esta instalación, ubicada en la Universidad de Matanzas, sede Camilo Cienfuegos, despertó interés por su evidente utilidad y por constituir una lucrativa oportunidad de negocios. Sin embargo, con el tiempo acabó el furor, pues se desconocía sobre su comportamiento productivo y su destino final. Por tales motivos, el periódico Girón decide realizar un seguimiento informativo al tema.

Entre los resultados más impactantes descubiertos se halla que a tres meses de su puesta en funcionamiento aún no se ha comercializado el primer nasobuco. En estos momentos, en los almacenes de la instalación se acumulan más de 250 000 mascarillas, cifra aportada por Liudmila Pérez Montero, administradora de la entidad.

Entre junio, julio y agosto Matanzas sufrió el cuarto rebrote de la covid-19. Las cifras de contagiados por jornada superaban los 1 000 y el sistema de Salud se resintió de tal manera, que sus profesionales, de todo el país, debieron trasladarse hasta este occidental territorio para prestar socorro.

Durante semanas la provincia se posicionó en el foco epidemiológico y mediático de Cuba. En dicho tiempo la fábrica ya se encontraba en funcionamiento. No obstante, ni un solo cubrebocas se empleó para contribuir a la protección de los médicos o de la población.

Además, a menos de 500 metros de esta unidad del Grupo Gardis radica uno de los centros de aislamiento más importantes del territorio, el de la Universidad de Matanzas. Todo esto sucedió a pesar de que la directora de Unymoda, Maribel Rodríguez Argüelles, afirmó en varias declaraciones que la prioridad para su institución consistía el colaborar con el sector de la Salud.

Este equipo investigó no solo la demora en comercializar los nasobucos en el pico pandémico; sino, también, ciertas irregularidades en el proceso de puesta en marcha de las dos líneas de confección y el bajo de nivel de producción que mantienen hasta el momento.

Negocios a simple vista ventajosos

El proyecto de la fábrica de nasobucos se origina en marzo de 2020, cuando coinciden Lway Aboradan y el Grupo Empresarial Gardis.

“Fue en Matanzas por casualidad. Nosotros estábamos aquí en la Feria del Libro y conocimos al grupo Gardis. Vimos que tienen un trabajo vinculado con los textiles. Cuando llegó la pandemia, lo primero que se nos ocurrió fue hacerle una propuesta para la fábrica de mascarillas. Ellos tuvieron mucho empeño y le dieron seguimiento”, explica Aboradan.

En un primer momento se concibió que sería una Asociación Económica Internacional. La demora y lo complicado de algunos trámites, provocó que el empresario actuara, al final, solo como proveedor de la maquinaria y de la materia prima. “Muchísimos, muchísimos obstáculos y el proceso es tan largo que si hubiéramos ido por el camino de la asociación aún no hubiéramos tenido la fábrica”, ahonda Lway.

El país ha llamado en reiteradas ocasiones a buscar la inversión extranjera como una vía para realizar negocios lucrativos para la Isla; sin embargo, aún restan trabas burocráticas que no hacen factible o, por lo menos, sencillas estas iniciativas.

Según explica la directora de Unymoda, la oferta de Aboradan se sometió a licitación. Dicho trámite lo llevó a cabo la empresa importadora Consumimport. De entre todas las propuestas que se buscaron la del comerciante sirio resultó la más acorde.

Ello se debió a que aceptó que se le pagara en CUC la maquinaria, moneda todavía en circulación en ese tiempo; aunque cuando comenzó la tarea ordenamiento debieron, entonces, pagarle en moneda nacional.

Además, la materia prima la entregaría en consignación, es decir cobraría a la medida en que se vendieran los productos (hasta ahora él no ha recibido aún el primer pago). Por último se comprometió a encargarse del montaje de las plantas.

Lway Aboradan se relaciona con la Isla desde hace 30 años. Aquí estudió Licenciatura en Farmacia y su esposa es cubana. Según él confiesa su deuda con el país es inmensa, por ello las condiciones tan ventajosas que ofreció para el negocio. Incluso, aunque el contrato concebía la importación de una sola planta, él regaló una extra. Sin embargo, no podemos olvidar que en última instancia también es un comerciante.

La inversión realizada por Unymoda ascendió a más de 5 000 000 de pesos. A simple vista, por causa del contexto sanitario que vivimos se percibe que resultaba un proyecto con gran potencial. Quizás por estas razones duela tanto las irregularidades y demoras a la hora de producir y luego comercializar los nasobucos.

Infortunios y mala praxis

Pudiera alegarse que la falta de capacitación es la causa de las continuas paradas. Foto: Periódico Girón.

Un estudio de factibilidad intenta establecer de antemano los pasos necesarios para que un negocio avance sin tropiezos, avizorando cada posible escollo en el camino. Si bien la fábrica de nasobucos de la Empresa Unymoda realizó dicho estudio, no ha podido concretar un arranque que regale cierta estabilidad a la industria. Y para mayor desgracia, producen insuficientes mascarillas, que descansan el sueño eterno en un almacén.

Al parecer, las planificaciones previas no fueron objetivas y las variables analizadas para la puesta en marcha de los equipos más que mascarillas, producen desconcierto a cada paso.

La primicia que representaba contar con la primera fábrica de este tipo en el país se ha diluido en el tiempo. A estas alturas muchos se preguntan por qué un proyecto que beneficiaría a tantos no ha logrado el impacto deseado.

La puesta en marcha no ha sido del todo feliz. Los desperfectos se han sucedido una y otra vez. Pudiera alegarse que la falta de capacitación es la causa de las continuas paradas, impidiendo que las líneas de producción alcancen la capacidad máxima de 120 mascarillas por minuto.

Según palabras de Maribel Rodríguez Argüelles, los empleados contaron con 15 días de adiestramiento, aunque reconoce que lo ideal hubiese sido que viajaran a China, o que desde el Gigante asiático llegara algún especialista. La pandemia frustró ambas variantes.

Para Diosdado Abreu Falcón, director del Grupo Empresarial Gardis, los contratiempos han sido menores. “Yo no creo que haya ningún problema. Las máquinas se van adaptando a un período de trabajo, que se llama en la industria un proceso de adaptación de la maquinaria.”

En cambio, el sirio Lway Aboradan, no sabe cómo explicar la nula eficacia si partimos del objetivo primordial de la planta: la comercialización del producto.
“No está a su máxima capacidad porque hubo muchos inconvenientes por los mismos procesos de preparación de la instalación, la preparación de las personas que estaban al frente”.

Severo en sus planteamientos, Aboradan explica que quienes montaron la planta no se guiaron estrictamente por las indicaciones que traía el equipo. “La desprogramaron y empezaron a usar una como repuesto de la otra”, agrega el euroasiático.

Los inconvenientes que afectaron el montaje, según relata, iniciaron desde la propia llegada de las máquinas, las que se extrajeron del embalaje antes de asumir las labores constructivas en la edificación, ello provocó que se enfrentaran al polvo.

El propio día de la llegada del segundo compresor (el primero no lograba distribuir el aire necesario para el funcionamiento de las dos líneas) sufrió una avería en uno de los relojes que miden la presión, por mala manipulación durante el traslado.

Se suma, además, que la empresa no contaba con el importe necesario para adquirir equipos de climatización, entre las indicaciones ineludibles para la operación y conservación de la planta. ¿Y los estudios de factibilidad no lo previeron?, se preguntaría uno.

Si bien gracias a la gestión del propio suministrador de la materia prima, la fábrica contó finalmente con tres aires acondicionados, todavía no se logra instalar un tercero que completaría las ocho toneladas requeridas para el buen desempeño de la instalación. Este detalle imprescindible pudiera acarrear roturas en el futuro.

“La máquina está preparada para un clima bajo, a mayor nivel de producción genera más calor y se puede sobrecalentar al no estar en un clima adecuado”, reconoce Liudmila Pérez Montero, administradora de la planta.

Aunque el comprador de la moderna línea de producción aseguró durante nuestra entrevista que el equipamiento funcionaba días antes de salir de viaje, y para corroborar el hecho mostró una grabación en su celular, Liudmila Pérez Montero justificaba el funcionamiento de una sola línea “porque la otra había sufrido un desperfecto técnico en un tornillo, así que como cubanos hemos tenido que innovar”.

Lejos de enaltecer el ingenio nacional produce un poco de estupor, porque apenas se ha logrado pagar la inversión, incluso no se ha comercializado un producto, y la falta de pericia y capacitación en el manejo se hace evidente.

Se coleccionan mascarillas

A las evidentes complejidades técnicas, deficiencias en la manipulación y demás inconvenientes de la puesta en marcha habría que añadirle una paradoja lamentable: no ha llegado a la población o personal de la Salud alguna de las más de 200 000 mascarillas acumuladas durante ese período.

Resultan justamente las limitaciones y deficiencias en la comercialización de este producto uno de los puntos débiles más evidentes de la añorada inversión.
En principio las irregularidades de la puesta en marcha truncaron, incluso, posibilidades de exportación con países del área, interesados en la compra de casi 4 000 000 de mascarillas.

Sin embargo, en las entrevistas realizadas, este equipo conoció de las fallidas gestiones de la dirección de Unymoda y el Grupo Gardis, para cumplir con el objeto social de la fábrica de llevar el imprescindible accesorio a sectores prioritarios como la Salud y el Turismo, con quienes aún no existen contratos.

Por otra parte, de las empresas y entidades mencionadas por Maribel, con las que supuestamente se procesa la venta de las mascarillas, solo la Rayonitro confirmó el pedido de compra de 200 mascarillas, todavía por formalizar.

Mientras, la producción pese a los contratiempos avanza y se acumula más de medio millón de mascarillas sin destino inmediato.

Este asunto no preocupa a Diosdado y Maribel, quienes explican que como empresarios el tiempo estimado para reponer la inversión aún les permite otros meses, incluso años de producción estancada, que aseguran, con especial optimismo, venderán en algún momento.

“Con las mascarillas que tenemos ahora si las vendiéramos al mismo precio que otros en La Habana, tendríamos 3 000 000 de pesos, y esta fue una inversión de 5 000 000 para pagar en cinco años. Es decir, no tenemos preocupaciones como empresa. Nosotros salimos adelante, porque se van a vender. Además, tenemos otras entradas en divisas y contamos con materia prima para 3 000 000 de mascarillas, lo que equivaldría entonces a 15 000 000.”

Este aspecto no lo comprende, por el contrario, Lway Aboradan, quien ofreció a esta empresa facilidades de pago que favorecen dichos procesos de comercialización.

“Yo di tiempo de pago para que compraran la materia prima, fabricaran, vendieran y después me pagaran. Como empresario extranjero no entiendo, cómo un nivel de producción en medio de un momento de crisis aquí no se vendió, ¿por qué no se vendió?, yo pregunto igual que ustedes.

Para Maribel el principal inconveniente resulta la forma de pago en MLC, moneda en la que se adquiere la materia prima, y aunque afirma que se valora la venta a la población, esta parece depender del mercado priorizado en MLC.

“Hicimos nuestros cálculos y hay un por ciento que podemos venderle a la población, es decir, que cada tres mascarillas que vendamos en MLC podemos venderle una mascarilla a la población”, asegura, un razonamiento del que se deduce continuaremos esperando para adquirir las mascarillas matanceras.

En tanto, Consumimport, quien almacena la materia prima a pocos metros de la fábrica matancera, también ha hecho sus cálculos y ha trasladado, hasta la fecha, buena parte de los insumos inicialmente importados hacia otros talleres que con menos capacidad de producción, sí logran vender las mascarillas.

“Yo garanticé a Cuba seis meses de producción a razón de 120 mascarillas por minuto por dos —porque son dos líneas— en una jornada laboral de ocho horas, que suman 1 500 000 mascarillas por mes. No es lógico que dos entidades del país, una de ellas con una sola máquina que no produce ni 40 por minuto ya comprara dos o tres veces y aquí aún estén almacenando mascarillas”, cuestiona Aboradan.

Y mientras allí se almacenan la demanda persiste, tanto que se comercializa en el sector no estatal alrededor de los 25 CUP, casi cinco veces del precio estimado para la venta por Unymoda.

Según explicó a Girón Aboradan, en los inicios del proyecto Cuba compró 2 000 000 de mascarillas a unos 48 centavos dólar como promedio, unos 960 000 en total, cifra que de haberse producido en Cuba solo hubiese ascendido a 160 000.

Conclusiones

La fábrica de mascarillas contaba con el contexto, con los recursos y la voluntad para convertirse en un proyecto altamente oportuno. Más allá de un valor puramente financiero, también, hubiera tenido una gran utilidad social. Nunca sabremos cuánto dinero en concepto de importación de mascarillas le hubiera ahorrado al país o cuántos profesionales de la Salud o pueblo en general se hubieran podido beneficiar de sus productos en medio del más violento brote de covid-19 que ha sufrido la Isla.

Gran parte de la responsabilidad de la llegada a buen puerto de estos proyectos depende de factores que no se pueden violentar como el cuidado a cada detalle, la claridad en lo que se desea, la previsión y la preparación del personal. En ocasiones las buenas intenciones no resultan suficientes. Hay que recordar que el dinero empleado para la compra de las maquinarias y su puesta en funcionamiento, aunque lo maneje Gardis le pertenece al pueblo y, por tanto, su uso debe ser lo más inteligente y cuidadoso posible.

(Tomado de Periódico Girón)